Modus operandi y economía criminal de la pandilla 18 (Parte 2 de 3)

EGO17 abril, 2017

En la primera parte de este estudio de InSight Crime y ASJ,  la Estructura Organizacional y  modus operandi de la Pandilla 18.  En ese informe se describe la situación actual de las maras y pandillas en Honduras. Se hace un énfasis en la historia, la presencia geográfica, la estructura y el modus operandi de la 18 y de la MS13 en el país. También se analiza cómo podrían estar evolucionando las maras y pandillas para convertirse en organizaciones criminales más sofisticadas.

Modus operandi

Todo parece indicar que la pandilla Barrio 18 en Honduras es más horizontal en cuanto a su estructura de liderazgo que lo que InSight Crime ha evidenciado en otros lugares como en El Salvador. Están organizados en clicas, que son semiindependientes pero están diseñadas para controlar un territorio específico. El control de este territorio es esencial, ya que es lo que utilizan para generar ingresos y alimentar el núcleo y corazón de la organización, es decir a los soldados en las calles y a los toros en las prisiones. Esto es muchas veces lo que los define.

La pandilla 18 ha demostrado un cierto nivel de sofisticación en casos aislados con respecto a la recolección de inteligencia que utilizan después como base para sus acciones y con algunas conexiones esporádicas con individuos del crimen organizado. No obstante su increíblemente violenta naturaleza que se nutre de su potente arsenal armamentista, la pandilla 18 continúa siendo un grupo delictivo que gira en torno a la subsistencia, la cual asegura con su potente arsenal armamentista y una inquebrantable propensión al uso de esta potencia de fuego.

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Extorsión

El aspecto operativo más importante de la 18 es el control territorial. La pandilla logra esto estableciendo anillos de seguridad utilizando a los banderas antes mencionados, manteniendo un formidable arsenal e infringiendo castigos violentos en contra de sus rivales, de aquellos que cruzan sus fronteras y muchas veces en contra de sus propios miembros.

Como se señaló anteriormente, el líder designado a un área es conocido como el “homie”. Este impone una estricta vigilancia panorámica de la zona bajo su mando, frecuentemente con una microgestión de los aspectos específicos que son importantes para sus resultados finales y su rentabilidad. En el caso de la 18, esto significa asegurar que la extorsión, o el llamado “impuesto de guerra” vaya según lo planificado a nivel micro y macro. Para lograr esto, distribuye a sus soldados a lo largo de toda su área de influencia. Cada uno cuenta con una cantidad de paisas a su disposición – entre cinco y 10. Entre estos, hay dos paisas firmes. Cada paisa luego cuenta con alrededor de media docena de banderas a quienes puede recurrir para hacer mandados, recoger pagos, dejar notas solicitando extorsión, o simplemente mantener vigilancia.

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Los objetivos de estos esquemas de extorsión a nivel micro por lo general son las “pulperías”, o mercaditos. Sin embargo, todo negocio que tenga un local visible o todo vendedor ambulante puede ser una presa fácil. El pago dependerá del tamaño del local o de los ingresos percibidos. En la mayoría de los casos, como les contó la dueña de una pulpería y víctima de la extorsión a los investigadores de InSight Crime, el esquema inicia con una nota exigiendo una cantidad de dinero. Muchas veces la pandilla promete que será un solo pago, lo cual rara vez o nunca es cierto. Este pago “único” puede ser de hasta 2,000 Lempiras (aproximadamente unos USD $100). Después de esto, pasa a ser un pago semanal de entre 300 a 500 Lempiras.

Con base en la información que recolecta en un área específica, la 18 impone otros esquemas que esencialmente son distintas formas de extorsión, aunque podría no involucrar el intercambio de dinero. La dueña de la pulpería con quien platicamos mencionó que su familia era propietaria de un pequeño edificio con cuatro apartamentos. La pandilla, según ella, utiliza uno de estos apartamentos libre de cargo de alquiler. Ella dijo que no sabe para qué lo utilizan, pero asumía que era para el uso de sus miembros de forma ocasional.

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El testimonio coincide con lo que otras personas le contaron a los investigadores de InSight Crime con respecto al modus operandi de la 18. Según distintos expertos en materia de maras y pandillas y según algunas víctimas entrevistadas para la redacción de este informe, el soldado asigna a los paisas una pequeña sección del barrio o colonia para actividades de extorsión. El paisa, utilizando su media docena de banderas, recolecta el dinero en el área, luego se lo entrega al soldado a cargo. El soldado lleva las cuentas. Si falta dinero, entonces el paisa procede a investigar. Si uno de los banderas está robando o no está cobrando el monto correcto, puede ordenar una “calentada” (una golpiza, o aun peor, dependiendo de la gravedad de la infracción y la cantidad de veces que haya ocurrido).

La extorsión a un nivel macro involucra sobre todo el cobro de dinero a los taxistas y conductores de buses colectivos. Estos buses colectivos funcionan en las principales ciudades y pueblos. Las pandillas como la 18 y la mara MS13 organizan el cobro de estos pagos desde sus centros de operación: la cárcel. Un directivo de un importante punto de buses colectivos le contó a nuestros investigadores que su punto colectivo – que cuenta con unos 80 buses trabajando en algunas de las rutas principales de Tegucigalpa – le está pagando actualmente a cuatro grupos distintos: a la MS13, a la 18, a una mara llamada los Chirizos y a otra mara independiente.

Como ocurre a nivel micro, el proceso de extorsión usualmente empieza con una solicitud de un pago único inicial. Después de este pago inicial – que ronda entre los USD $3,000 y USD $13,000 – el punto colectivo de buses y las maras o pandillas acuerdan una rutina semanal. Los pagos difieren dependiendo de la mara o pandilla pero rondan entre los USD $300 a USD $700.

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El punto de entrega es el mismo cada semana y lo ha sido durante años, llevando a muchos en el punto colectivo a considerar que hay una alta colusión por parte de la policía y posiblemente de los oficiales de transporte. El punto de bus colectivo ha contactado a la policía en un intento por hacer que estos actúen en contra de las maras y pandillas. Sin embargo, el directivo del punto colectivo dice que a ellos les ha quedado claro que la policía solamente persigue a grupos independientes y evitan capturar y procesar a los tres grupos principales: a la MS13, a la 18 y a los Chirizos. Su teoría es que los jefes policiales y estos oficiales reciben su tajada de la extorsión.

Hay mucho en juego. Según cálculos que hicimos con la ayuda de un directivo de uno de los puntos colectivos, se estima que una mara o pandilla puede ganar hasta USD $2.5 millones por año fruto de la extorsión al sector de transporte público en Tegucigalpa. Esto asumiendo que la mara o pandilla cobra unos HNL 10,000 a la semana a los puntos de buses urbanos e interurbanos – de los cuales hay alrededor de 70 en total – y 4,000 Lempiras a la semana de los 30 puntos de taxis colectivos.

Las maras y pandillas no pretenden proteger a los puntos de buses de otras maras y pandillas, pero el contar con un sistema verticalista descendente le ayuda a los puntos de buses evitar problemas alrededor de sus estaciones de despacho. Si otra mara o pandilla independiente o autónoma sin suficiente músculo trata de extorsionarlos, los puntos colectivos pueden comunicárselo a los líderes de la mara o pandilla en dicha zona. O cuando alguien alega ser de la 18 y llega al punto de despacho exigiendo un pago, pueden llamar a los verdaderos líderes de la 18. En la mayoría de los casos, dicha mara o pandilla independiente perpetrando la extorsión es sacada de la zona o sus líderes o miembros son asesinados, según les contó el directivo del punto de buses a nuestros investigadores.

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Narcomenudeo

Otra fuente importante de ingresos para la 18 es la venta de drogas al por menor, mejor conocida como narcomenudeo. Como se mencionó antes, aunque esto podría involucrar la participación de los banderas e incluso de un traficante (“traquetero”) que no es un miembro activo de la pandilla, esta actividad se maneja desde los niveles más altos en la estructura jerárquica de la pandilla y se confía solamente a los miembros más leales. Esto se debe a dos motivos: en primer lugar, el narcomenudeo representa una fuente cada vez más importante de ingresos para la pandilla; y en segundo lugar, puede convertirse en una fuente importante de conflicto entre maras y pandillas, con sus rivales y con los socios de negocios a futuro.

Para poder manejar el negocio de las drogas a nivel local, la 18, al igual que su contraparte la MS13, debe primero asegurar un contacto que les suministre las drogas.

Ahí es donde se da el infame pero nebuloso encuentro entre las grandes Organizaciones de Tráfico de Droga de alto perfil (OTDs), los “transportistas”, o grupos locales que la transportan, y las maras o pandillas. Nunca se han logrado determinar los orígenes de estos vínculos ya establecidos, pero la génesis más lógica son las cárceles. Los tres tipos de organización cuentan con líderes encarcelados en las mismas prisiones. Si no se encuentran conectados filosóficamente, se encuentran en los negocios que se dan dentro y fuera de las penitenciarias.

Sin embargo, hay muy poca confianza entre estas organizaciones. Por lo general, tienden a tener distintos objetivos finales, lo cual genera conflictos. Las maras y pandillas solamente son leales entre ellos mismos (la regla número uno, según informa un antiguo miembro a nuestros investigadores, es “respetar el barrio”). Para las maras y pandillas, la violencia es un objetivo, no un medio como lo es para otras organizaciones criminales. Hay muy poca acumulación de capital en las maras y pandillas; los ingresos se gastan así como entran. La rebeldía abierta contra de la autoridad es parte del código de conducta de las maras y pandillas, mientras que otros grupos de crimen organizado tratan de mantenerse fuera de la vista de las autoridades y del público. En resumen, las diferencias entre las maras y pandillas y las OTDs hace difícil poder visualizar cómo podría establecerse una relación orgánica o duradera.

Es difícil discernir qué significa esto en la práctica y parece variar de caso a caso. Tanto las OTDs como las maras y pandillas pueden transar con distintos tipos de favores entre ellas. El tipo de favor solamente está limitado por el ingenio de los grupos criminales en cuestión. Las OTDs tienen más acceso a armas, por ejemplo, que según la inteligencia de la policía indica que las maras y pandillas han ido buscado y obtenido con el paso del tiempo. El control del territorio por parte de las maras, por otro lado, los vuelve potencialmente útiles desde distintas ópticas para los grupos que se encargan de transportar droga y sus aliados de las OTDs. Se ha sugerido por distintos observadores que el territorio controlado por una mara o pandilla sirve como lugar para que los transportistas puedan almacenar sus drogas ilícitas junto con otras posesiones. Las áreas de control de las maras y pandillas también pueden servir como un lugar de respiro para algunos traficantes de alto perfil.

También hay distintas tareas que deben hacerse. En un caso descrito a nuestros investigadores por parte de un exoficial de la policía, la 18 se dedicaba a robar carros, pero no tenían ningún lugar para vender los vehículos o sus repuestos. Otra organización delictiva ofreció proveerles dichos servicios y a cambio de un descuento por los carros robados pactaron con la pandilla narcóticos para poder venderlos en la zona. Parece que la relación continúa hasta el día de hoy, según lo mencionó el ex oficial de policía.

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En todo esto el supuesto es que las pandillas están intercambiando trabajo por drogas. Pero esto no necesariamente implica una relación directa entre las pandillas y las OTDs. Lo más probable es que existe otro estrato –los mayoristas o delincuentes intermediarios– que operan junto con o de forma semiindependientemente de los transportistas y facilitan estos contactos. Por ejemplo, los transportistas están recibiendo los pagos de la droga y buscan formas de deshacerse de la mercancía adicional. Las maras y pandillas controlan algunos de los mercados locales en los barrios y colonias, pero siempre acuden a los mayoristas para obtener su suministro de drogas.

Por supuesto, esta es una versión muy simplificada. En la vida real estas relaciones son fluidas y dinámicas, especialmente porque el mercado de droga en estas zonas controladas por maras y pandillas parece estar creciendo. Según evidencia anecdótica y observaciones de nuestros investigadores, la disponibilidad de distintas sustancias ilícitas incluso en los barrios y colonias más pobres está al alza, sobre todo la marihuana, la cocaína (en polvo) y el altamente adictivo derivado de la cocaína, el “crack”.

Este relativamente nuevo mercado criminal es tan lucrativo que la pandilla 18 parece estar haciendo esfuerzos concertados por controlar ese rubro en distintas zonas de Tegucigalpa y San Pedro Sula, lo cual implica el tener que usurpar el lugar de sus rivales, la MS13. En por lo menos dos barrios de Tegucigalpa –Las Torres y Los Pinos– la pandilla 18 ha hecho incursiones en meses recientes en territorio de la MS13 y ha atacado sus puntos de distribución. En agosto de 2014, por ejemplo, miembros de la 18 vistiendo chalecos antibalas de la policía y portando rifles de asalto AK47 tirotearon y asesinaron a ocho personas en Las Torres a su salida de un bar llamado La Puerta Negra.

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Los nombres de las víctimas son: Pedro Pastor Andino García (54), Lorenzo Lozano Lara (51), Óscar Sánchez Rodas (51) y los primos Michael José Álvarez (15) y Héctor David Álvarez Pineda (11). Según detallaron las autoridades de la Policía Nacional, cuatro de las víctimas perecieron en el lugar del atentado mientras que las cuatro restantes fallecieron en el Hospital Escuela Universitario (HEU) al ser trasladados gravemente heridos. Entre estas personas estaría la dueña de la cantina, María Estela Caballero (63), y una menor de 16 años que laboraba como mesera en el negocio.

Aun cuando la 18 logra apoderarse de un punto de distribución de droga que alguna vez fue controlado por la MS13, no significa que la 18 controle toda la distribución de droga en ese vecindario. En la mayoría de los casos descritos a nuestros investigadores, aún está de por medio un mayorista. En la Flor del Campo, por ejemplo, un miembro retirado de la 18 mencionó que la pandilla le compraba drogas a un distribuidor en particular. Es decir que según este miembro retirado, ellos no realizan servicios para este individuo a cambio de drogas. En otras palabras, es un arreglo estrictamente financiero relacionado a la compra de droga al por mayor. Esto parece ser el modus operandi de la mayoría de las maras y pandillas.

Al igual que las tareas relacionadas al narcomenudeo que están divididas entre miembros activos y no miembros, así también se dividen los ingresos. Algunos miembros retirados de la 18 consultados por nuestros investigadores declararon que una venta típica de 2,000 Lempiras de marihuana podría dividirse en 500 Lempiras para el traficante de droga (o el “traquetero”), 1,000 Lempiras para el homie, y 500 Lempiras para los toros que están guardando prisión. En teoría, el homie debe compartir su parte con sus soldados, salvo que esté dispuesto a arriesgarse a una insurrección, pero no queda claro cómo es que se desglosan los pagos a partir de ese punto.

Tampoco estamos claros en cuanto al valor que representa el mercado de droga local para las maras y pandillas. No se han hecho esfuerzos serios por rastrear el consumo o los precios, lo cual hace imposible poder evaluar la importancia de este flujo de ingresos. No obstante, como se indicó anteriormente, la evidencia anecdótica sugiere que el mercado local de drogas es muy importante y será de mayor vitalidad aún en los planes de las maras y pandillas cara al futuro. Si la 18 decidiera darle un giro a su enfoque para controlar este mercado local, las implicaciones serían enormes. Dicho giro se describe con mayor detalle en la sección que trata sobre la MS13, mara que ha hecho de esta economía delictiva su pilar fundamental durante muchos años ya.

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Otras fuentes de ingresos

La pandilla Barrio 18 tiene otros medios para asegurar sus fuentes de ingresos, quizás el más notable sea el robo y la reventa, particularmente en el rubro de carros. La relación antagónica de la pandilla 18 con las autoridades significa que puede custodiar los vehículos robados y otra mercancía ilícita dentro de su territorio con una relativa facilidad porque las autoridades evitan ingresar a dichas áreas. Algunos vecindarios como la Flor del Campo en Tegucigalpa, sirven de repositorios de carros robados.

El transar con mercancía robada tiene tanto beneficios como desventajas. Aunque se trata de una actividad delictiva menos lucrativa en comparación con otras, sigue siendo una forma de cubrir las necesidades financieras y los caprichos de los homies, de los soldados y de los paisas en las calles. En otras palabras, los ingresos derivados de mercancía robada pueden ser utilizados para pagar por los servicios de estos miembros activos de las pandillas, incentivando así al robo de más vehículos en toda la ciudad. La mercancía robada también puede ser utilizada como un medio para intercambiar otros bienes. Como se mencionó anteriormente, la 18 ha utilizado esto como un apalancamiento en las negociaciones para obtener droga. Es posible que la 18 continúa dependiendo de mercancía robada para negociar el acceso al suministro de drogas.

No obstante, la mercancía robada también puede traer problemas. Los miembros de las maras y pandillas pueden exponerse fácilmente y ser capturados en estas operaciones: son figuras estrafalarias, visibles, que llevan a cabo actos delictivos muy públicos. Más aún, las maras y pandillas muchas veces no cuentan con una forma de deshacerse de esta mercancía de forma rápida o fácil. Esto a veces atrae una atención no deseada ya que los vehículos pueden permanecer a veces hasta semanas en casas seguras o en las calles, y sus esfuerzos por obtener compradores los exponen.

En la tercera parte de este apartado que habla de la pandilla 18, InSight Crime analisa  la infraestructura con que cuenta la Pandilla 18, sus  códigos, reglas y disciplina.

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