TECNÓPOLIS 2018: ¿EXPEDICIÓN ANTICORRUPCIÓN O ARDID DE RELACIONES PÚBLICAS?

Nincy Perdomo12 noviembre, 2018

Las instalaciones del Colegio Médico de Honduras (CMH), ubicadas en el Boulevard Fuerzas Armadas frente al Mall Las Cascadas, fueron la sede para el evento Tecnopolis 2018, que sus organizadores, el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), han descrito como «una radiografía profunda sobre la realidad nacional (para demostrar) cómo el sector público coludido con algunas instancias privadas han afectado nuestra sociedad.» Tres salas cubiertas de pantallas recibieron a una audiencia compuesta mayoritariamente por jóvenes de clase media para introducirlos a una temática contra la corrupción.

El recorrido, que se enmarca en una narrativa de ciencia ficción, simula un vuelo en la nave «Tecnópolis 2018», donde, en el área de «abordaje», se encontraban varias pantallas gigantes. Tres de estas pantallas eran para reproducir un loop de entrevistas con diferentes actores de la sociedad, desde artistas hasta académicos, quienes compartían sus percepciones sobre las consecuencias de la corrupción en sus respectivos campos. Las otras pantallas, que eran táctiles, estaban destinadas a un juego virtual para los asistentes que esperaban su turno para «abordar». En el otro extremo se colocó un banner con el logo de los organizadores y el logo del evento, y frente al banner se ubicó una cámara fotográfica para los asistentes que deseaban inmortalizar su visita. Antes de comenzar cada expedición, la directora ejecutiva del CNA, Gabriela Castellanos, salía desde el interior del edificio para saludar a los presentes, atender medios de comunicación y tomarse fotografías con los asistentes, como ocurre en cualquier evento de relaciones públicas. Al abrir las puertas de la exhibición, los personajes más mediáticos de la organización no gubernamental daban la bienvenida al grupo, deseando que disfrutaran lo preparado.

Fotografía: Nincy Perdomo

En la primera sala, cuya instalación recuerda a un muelle, se encontraban, a lo largo de la sala iluminada con luces de neón y reflectores, seis pantallas gigantes. El guía de la exhibición indicó al grupo que se pusieran frente a las pantallas para iniciar el recorrido. Cada una de las pantallas comenzó a reproducir un video con producción de alto nivel, en el que una capitana –que no tiene nombre y que parece ser una proyección de la Dirección Ejecutiva del CNA– señala que se ha encontrado, «en un planeta cercano al sol, un punto específico llamado Honduras, que presenta índices alarmantes de corrupción.» La capitana anónima procede entonces a presentar una serie de indicadores generales de país, sacados en su mayoría de informes presentados con anterioridad por organizaciones nacionales e internacionales como Transparencia Internacional, FOSDEH, Banco Central de Honduras y el World Justice Project. Muchos de estos indicadores han sido abordados por la prensa nacional, desde diferentes perspectivas. La conclusión de estos indicadores que presenta la capitana de «Tecnópolis 2018» es que Honduras pierde cada año por corrupción entre 20 y 30 mil millones de lempiras. Esta misma conclusión fue difundida en un estudio del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), a través de su representante, el expresidente del Banco Central de Honduras, Hugo Noé Pino, en marzo del presente año, y por el presidente del Colegio de Economistas de Honduras, Julio Raudales, en junio del presente año, aunque ninguno fue citado en la presentación de Tecnópolis 2018. Una vez culminada la introducción al recorrido, los asistentes solicitaron al grupo continuar a la siguiente sala.

La segunda sala estaba cubierta, del suelo hasta el techo, por pantallas LED de video para lograr la máxima sensación de inmersión en la experiencia Tecnópolis. En esta sala, la nave simula despegar y viajar a través del espacio hasta llegar al «punto específico llamado Honduras». En esta sala, la exhibición aspira a abordar la realidad nacional, con todas sus carencias y su drama, dentro de una habitación con aire acondicionado y cubierta por pantallas de video. El primer escenario que se aborda es la situación de una gran parte de los centros educativos en el país. Una actriz en el papel de maestra, ubicada frente a un croma donde se reproduce una animación de una escuela rural improvisada en la intemperie, trata de recrear la vivencia de miles de niños en situación de pobreza, cuya única oportunidad para recibir una educación es asistir a este tipo de escuelas. En la animación, la lluvia comienza a caer, provocando que tanto la actriz en el papel de la maestra como los niños que posan como sus estudiantes se vayan. En la sala, atomizadores derraman una fina capa de agua sobre los espectadores para darles una sensación de estar realmente en el lugar. Al finalizar, la escena presenta el único dato concreto sobre educación: del presupuesto general de la Secretaría de Educación, sólo un 0.26% es destinado para la construcción de escuelas. Este dato no cuenta con una fuente de referencia.

El segundo escenario es el tema de infraestructura. Las pantallas que cubren la habitación nos trasladen de inmediato a otra animación donde se ven las carreteras destruidas de la frontera con Guatemala, para pasar a la conclusión de que únicamente el 22.4% de las carreteras en la red vial del país están pavimentadas pese a que en el presupuesto de INSEP el 72% está destinado para la construcción de carreteras. El tercer escenario aborda la crisis en el sistema de salud. Otra actriz, esta vez en el papel de una cirujana, junto a un actor y un niño en el rol del paciente se ubican frente a otro croma en el que se reproduce una animación que simula un quirófano. En el quirófano las luces se apagan intermitentemente, mientras el actor que interpreta a un enfermero informa a la doctora que no hay medicamentos. El niño al final deja caer su mano y la actriz en el papel de la cirujana informa de su muerte. La conclusión de la representación indica que el 8.5% del presupuesto de la Secretaría de Salud se destina a la compra de medicamentos, insumos y reactivos. Por último, se presenta un dato que indica que 722,430 personas migraron de Honduras en 2017. Ninguno de estos datos cuenta con fuentes de referencia.

Fotografía: Nincy Perdomo

La última sala es la más grande de las tres. Seis inmensos paneles en alto reproducen el logo de Tecnópolis 2018. De pronto, un video capturando diferentes imágenes de las temáticas abordadas asegura que eso no es todo, que aún no termina el recorrido. Entonces, la imagen de la directora ejecutiva del Consejo Nacional Anticorrupción, Gabriela Castellanos, se alarga en una de las pantallas. Comienza un discurso en el que Castellanos habla en términos grandilocuentes sobre el despilfarro de recursos en la administración pública, ensalzando la indignación popular y urgiendo a la ciudadanía a repudiar la corrupción. Su imagen es el hilo conductor y el enfoque de esta sale, brevemente interrumpida por chispazos de fotografías de centros educativos y de salud en situaciones deplorables, de la caravana de migrantes y de la Marcha de las Antorchas. Castellanos llama «genocidio moral» a la degradación de la administración pública y sus funcionarios, mientras su imagen se repite en las seis pantallas que desde arriba iluminan a los asistentes. Al finalizar la presentación, la directora ejecutiva en persona despide a los asistentes, mientras se les entrega un folleto con los datos generales que se mostraron en la presentación.

No cabe duda que Tecnópolis 2018 es una producción de gran envergadura a nivel gráfico y de producción audiovisual, comparable en el país, quizás, a la exhibición permanente del Museo para la Identidad Nacional. No obstante, al terminar de desarrollar el recorrido, son varias interrogantes las que persisten: ¿cuál es el objetivo de un evento tan costoso? ¿A quién está dirigido este evento? ¿Qué resultado tangible contra el fenómeno de la corrupción se alcanza con el mismo? Los datos presentados no son nuevos, ni generados por los organizadores; apenas logran dibujar un contexto parco del estado de la transparencia en el país. No se aborda el trabajo específico del CNA, ni las líneas de investigación en las que ha trabajado la Unidad de Investigación. Tampoco se desarrolla un estudio de la cultura de la corrupción y de cómo ésta permea la administración pública. En ningún momento, contrario a lo expresado en la descripción del evento, se menciona al sector privado y su participación en la corrupción en la gestión pública. ¿Qué, entonces, es lo que aspira a alcanzar la organización con tan ambiciosa presentación?

Fotografía: Nincy Perdomo

A primera vista, existe una figura central en toda la presentación: Gabriela Castellanos. La presentación parece estar centrada en su figura, más que en el trabajo de la organización que ella dirige. Desde su presencia en el evento, saludando a los asistentes –que en su mayoría eran estudiantes universitarios de clase media–, se perfila más como un evento orientado a acercar la imagen de la directora ejecutiva del CNA a una base con características bastante específicas. La ubicación del evento, en un lugar poco accesible para aquellos que no disponen de un vehículo, es un reflejo de esto. El hecho que la conclusión del recorrido se centre en el discurso –pero más que el discurso, en la imagen– de Castellanos es también un atisbo de ello. Por otro lado, aunque la misma directora ejecutiva expresó ante los medios de comunicación durante la inauguración del evento que se trataba de una presentación para educar a la gente más que una campaña para levantar su imagen personal –y tomando en cuenta, nuevamente, que los datos presentados son de contexto y hasta cierto punto superficiales–, en la presentación no existe un espacio de participación para los asistentes, que se convierten únicamente en espectadores pasivos de la imagen de Castellanos. No hay un enlace que permita a la audiencia, compuesta mayoritariamente por jóvenes, pasar a una acción para la creación de una cultura anticorrupción; no existe una plataforma que aproveche sus buenas intenciones en el combate a la corrupción. La presentación, en sí misma, no urge a la juventud, destinada a convertirse en los nuevos tomadores de decisiones, a enarbolar un proceder anticorrupción; antes, bien, únicamente  muestra los resultados de décadas de administraciones corruptas.

Por otro lado, el tema del presupuesto para un evento tan amplio en su producción gráfica y audiovisual genera, también, muchas interrogantes, especialmente cuando los voceros de la organización no gubernamental han evitado referirse al tema y brindar cifras como las que se estamparon en la presentación. Dado que el CNA recibe fondos del Estado, es posible pedir información a través de la plataforma del Instituto de Acceso a la Información Pública, por lo que varios medios de comunicación han solicitado la información pertinente a este tema. Se espera que el Consejo Nacional Anticorrupción actúe en esta instancia de acuerdo a lo que su mandato indica:  con transparencia y en defensa de la misma.

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