EL SUICIDIO DE LA POLÍTICA TRADICIONAL

EGO14 marzo, 2019

Por Óscar Esquivel

Ha sido motivo de  particular orgullo que la población hondureña, a pesar del robo al que ha sido sometida sin piedad, siga sonriendo y apostándole a la vida. En reflexiones anteriores hemos expresado esa admiración (previa comparación con otras sociedades que sucumben ante males menores), esa resistencia pasiva como forma de lucha. En últimas instancias, los hondureños prefieren huir de esta realidad asfixiante en caravanas (pese a que preferiríamos que toda esa fuerza y esperanza de cambio fuera dirigida contra quien los oprime) hacia otros países en busca de lo que en su país se les niega. Abandonan todo con el único aliento que les queda, lo que los empuja en busca de un nuevo amanecer con la ilusión de ayudar a los suyos y el ansia del regreso.Es admirable nuestra población, que a pesar de que su realidad ha sido creada por una clase política y económica parasitaria –patrocinada por el capital extranjero– se aferra con uñas y dientes a la vida.

Hemos visto con mucha tristeza que en los últimos días algunos compatriotas han tomado la decisión de quitarse la vida. Sin entrar en razonamientos filosóficos que diluciden si hicieron o no lo correcto, lo que sí podemos afirmar es que fueron empujados hacía ese agujero de donde no hay retorno por esta clase gobernante que se ha empeñado con todas sus fuerzas en reducir y someter a nuestra noble población hondureña. Ésta es una clase política tradicional parasitaria, arropada en diferentes banderas, la que, si no participara de «la cosa pública», vería reducido su capital, o no tendrían absolutamente nada en razón de su incapacidad para defenderse ante la vida salvo a través del saqueo al erario público.

Como era de esperarse, personas carentes de escrúpulos, que son cualquier cosa menos seres humanos, recurren a argumentos absurdos para justificar el por qué estas personas desgraciadamente han tomado esa fatal decisión. Argumentan que son la hechicería o los “virus» que ellos mismos introducen los culpables de estos suicidios. Éstos son argumentos propios de la edad del oscurantismo, que parece no alejarse de semejantes especímenes. Al menos quisiéramos que los adelantos tecnológicos fueran heraldos de nuevos tiempos con mejores mentalidades. Estos individuos no reconocen, ni lo harán nunca,  que son ellos los responsables de los suicidios, asesinatos, delincuencia, falta de salud y educación en nuestro pueblo. Una clase política tradicional, un poder económico, una dirigencia mal llamada cristiana, y estafadores que se hacen llamar empresarios de medios de comunicación son los responsables de habernos metido en esta olla que ha llegado a niveles de temperatura insoportables.

La población hondureña, en aras de su propia supervivencia, está en la obligación de acabar con esa clase política tradicional sin que resuciten bajo otras banderas, e incluso, sin ninguna bandera en apariencia, que ni a corto plazo resuelven nuestros males (basta ver el caso de Guatemala). Hay que acabar con esa clase política parasitaria antes que acaben con todos nosotros, sin que ello signifique que nuestra única solución se encuentre cada cuatro años o en un proceso electoral

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