LA REVUELTA DE JESUCRISTO CASTIGADA CON MUERTE POR CRUCIFIXIÓN

EGO3 abril, 2018

Por Óscar Esquivel/ Fotografía: Carlos Rubio

En la actualidad a Jesús, nacido hace más de dos mil años, la cúpula religiosa, la clase política y económica lo han utilizado para engañar y someter a las mayorías, tergiversando su mensaje. Las mayorías deben en este mundo obedecer y callar ante las injusticias bajo la falsa promesa que en el “cielo” serán saciados los hambrientos y sedientos de justicia. El reino de los cielos en que la clase gobernante con sus hechos demuestran no creer. Ese grupo criminal que permanentemente conspira contra los pobres de hoy es el mismo que con sus múltiples máscaras asesinó a Jesucristo hace miles de años.

¿Por qué le temían a Jesús, quien no poseía ningún ejército? Si practicaba la resistencia pacífica. ¿Por qué les incomodaba, cuando usaba como única arma la verdad? ¿Sería acaso que temían que “el rey de los judíos” liderara una revuelta contra la élite de los judíos de aquél entonces y llegara incluso hasta Roma? ¿Por qué temer a un Jesús que predicaba a los ricos vender sus bienes, repartirlos a los pobres y luego seguirlo? Predicaba, parafraseando a Mujica, “ser liviano de carga para que las cosas no nos roben la libertad”.  Sentía mucha tristeza cuando un rico no se desprendía de la acumulación de sus riquezas y sentenciaba que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que el rico entrara al reino de los cielos.

¿Qué peligro podría existir en esas palabras de solidaridad, de amor hacia a la humanidad, como ofrendar el amor mayor de dar la vida por el bienestar de las mayorías? Claro que el nacido en Galilea se convirtió en un obstáculo, en un problema para el sumo sacerdote Caifás quien se revolcaba con los “cerdos” de aquél entonces. Se convirtió en un peligro para el rey Herodes, quien escuchaba a los seguidores del galileo proclamarlo “rey de los judíos”. Se convirtió en un peligro para Roma, a quien Jesús cuestionaba por las cargas impositivas contra los judíos, orillándolos a la pobreza, la desesperanza e impotencia.

Los males que padecían las mayorías de aquella época, son los mismos que se sufren hoy en día: pobreza extrema, falta de alimentación, salud, educación, inseguridad. Las elites causantes de estas desgracias son las mismas del lejano ayer: cúpulas religiosas, políticas y económicas, patrocinadas por el imperialismo estadounidense. También es cierto que así como Jesús ofrendó su vida por la humanidad, a lo largo de la historia hombres y mujeres se enfrentan contra los regímenes de turno, alzando la bandera de los pobres. Pagan esa noble acción con cárcel, exilio, violaciones de cualquier índole, incluso con la vida misma.

“El rey de los judíos” fue acusado por sedición (levantamiento de un grupo de personas contra un gobierno con el fin de derrocarlo) llevándolo a la muerte. Los mismos castigos que enfrentan ciudadanos dignos, que hoy se enfrentan a gobiernos despóticos, que temen a la verdad y que le temen al día, planeando y ejecutando sus acciones horrorosas en el manto de la oscuridad e impunidad. Las clases religiosas, políticas y económicas le temían a Jesús cuando le escuchaban decir: “Se ha cumplido el plazo, ya llegó el reinado de Dios, enmiéndense y tengan fe en esta buena noticia”. Llenaba de esperanzas a un pueblo judío desahuciado. “El mesías”, como muchos le decían, estaba en contra del sometimiento de los judíos a los romanos. El pueblo judío veía en Jesús a un liberador, a un aglutinador de masas con capacidad de conducirlos hacia la liberación de su misma clase religiosa, de quitarles el yugo impuesto por Roma.

Jesús es un mártir por la causa de los pueblos, la causa de los pobres: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación. Limpias lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. Sepulcros blanqueados, que por fuera a la verdad se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”. Esas eran las palabras llenas de verdad, de fuego purificador pronunciados por el galileo contra la élite religiosa, política y económica que conspira permanentemente contra el bienestar de las mayorías. Palabras que aún no han podido ser silenciadas y que el día que las mayorías las entiendan y las hagan suyas, ¡mejor les será no haber nacido a
los que hoy oprimen a nuestros pueblos!

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