El jueves 16 de junio el diario La Tribuna publicó la nota «Muestra de arte contemporáneo en el Museo para el Hombre Hondureño» que comenta las obras realizadas por los artistas mexicanos Antonio Medina, Carla Lamoyi, Laura Meza y las hondureñas Gabriela Zuñiga y Lía Vallejo. «Las creaciones se realizaron con el fin de concientizar a los asistentes», dice la nota y aunque la redacción no lo deja muy claro, se entiende que la exposición «Quizás mañana, haya un mañana», del Proyecto Rayuela, invita a los espectadores a «reflexionar que cada espacio en el que convivimos es indispensable…»
La nota no hace referencia a la otra nota que apareció el día anterior, miércoles 15 de junio, también en el diario La Tribuna, titulada de manera sensacionalista: «Extraños afiches con signos eróticos» que dice:
Desconocidos se han dado a la tarea de pegar extraños afiches en las paredes de las casas y comercios del barrio La Plazuela, en Tegucigalpa, con figuras de estilo sexual, algunos con la leyenda: «Harrasment Sucks», que bien podría traducirse «chúpate el acoso» (sic) o tratarse de un mensaje en contra de ese flagelo, pero que chocan a la vista por el contenido erótico.
La acción es rechazada por los peatones y vecinos que a diario transitan por allí, debido a que esta vez su exposición incluye imágenes libidinosas que los niños están propensos a observar. Una ciudadana, quien prefirió no identificarse, dijo que las autoridades de la Alcaldía Municipal del Distrito Central (AMDC) deben autorizar a sus trabajadores para que remuevan los afiches.
«En lo que a grafiti se refiere no hay contenido sexual, nosotros utilizamos otras cosas como caricaturas al momento de expresarnos, pero no hay contenido sexual, sí hay libertad de expresión», explicó Mario Turcios, integrante del grupo de grafiti «Natural Crew». Fin de la nota.
El proyecto Rayuela, conformado por el artista Ariel Sosa y la diplomática Cinthya Breña, se piensa para artistas emergentes de la escena local, según nos comentó Sosa en una entrevista concedida a El Pulso en su casa de habitación.
«Buscamos generar un apoyo aunque sea muy pequeño a los artistas locales» —dice Sosa, afirmando que consideran que el intercambio con artistas de otros países enriquece a los artistas hondureños.
«Estamos apostando a generar un espacio con dinámicas más profesionales» —comentó Sosa, agregando que aspiran a que los artistas logren entender lo que se necesita para «incorporarse al mercado internacional en donde es competitivo, contrario a lo que hay acá en donde no existe un mercado del arte».
Siendo este el primer año del proyecto Rayuela, asistieron a la invitación tres artistas de México y se abrió la participación a dos artistas de Honduras. Y aunque desde el inicio se reconoció que la experiencia como artista en Tegucigalpa es muy distinta a la de otros países como México, se buscó generar un espacio de trabajo en donde esa experiencia no se convirtiera en un desbalance.
«Se logró en alguna medida —asegura Sosa— hay muchas cosas que mejorar aún, obstáculos para la producción del arte en la escena local. Como proyecto Rayuela no estamos intentando generar esa discusión del mercado internacional, sino más bien el cómo producimos lo que estamos haciendo en Honduras, que es una discusión interna y política, en donde no se puede desconectar del contexto en donde estamos viviendo».
El artista mexicano Antonio Medina reconoció en la entrevista que la escala del contexto artístico en el DF es a escala «monstruosa».
«Todo en el DF es enorme, sobreabundante. —Dice, agregando que todo está muy centralizado—. Todo está en el DF y nada hay afuera. Hay muchas iniciativas independientes o privadas, colectivas, ferias de todo tipo. Más bien allí hay todo lo posible en la escena cultural. Cuando veníamos acá teníamos una expectativa muy general, se me hizo interesante reconocer que había una escena tan reducida y con elementos tan dispersos entre sí y no el empuje colectivo que había imaginado antes de llegar» —afirmó.
Carla Lamoyi, por su parte, reconoció que en efecto en México existe mucho apoyo al arte desde las estructuras del Estado. «El objetivo es promover la imagen del estado hacia el exterior, pero tiene como efecto de que el artista se vuelve dependiente de esas becas. Te vuelves como una especie de burócrata del arte porque te la pasas llenando formularios y escribiendo proyectos» —dijo.
Lamoyi, que reconoció que «no tenía idea de qué era Honduras», confesó sentirse sorprendida de «las ganas de hay de hacer las cosas, que (los artistas) estén dispuestos a pagarlos de sus propios recursos».
«Honduras, porque carece de institucionalidad, es una realidad hostil para el artista —dijo Sosa—. Nos toca buscar cómo hacer las cosas porque nadie nos va a dar para hacerlas. No hay estructuras. Somos parte de minorías y en muchos casos excluidas. Y desde Rayuela consideramos que tenemos la posibilidad de generar un espacio e influir en el proceso creativo del país, hay que hacerlo».
«No es la primera iniciativa que han habido en Honduras —agregó Sosa—. No podemos desconocer las otras iniciativas que de alguna manera alimentan Rayuela. En Honduras los proyectos son cíclicos y de ciclos cortos. Mueren, pero siempre dejan una semilla para otros procesos. En ese sentido esperamos que Rayuela sea una inversión para el arte hondureño, no necesariamente para nosotros, sino a la escena nacional».
Los proyectos de Rayuela este año expuestos en la muestra «Quizás mañana, haya un mañana», según las palabras de los artistas, se acercan a la vida en Tegucigalpa, desde voces muy distintas e intentan generar un diálogo desde cómo se ve la ciudad.
La lluvia que se filtra por la pared del Museo del Hombre Hondureño, borrando el mural «De fantasmas se cubre el polvo» sobre el proyecto de Ciudad Mateo, de los artistas Antonio Medina y Carla Lamoyi y como efecto que genera un diálogo de la naturaleza sobre la obra humana, pues según lo dijo Medina, «la idea era jugar con la cicatriz que se borra» aunque no contaban con las circunstancia de la lluvia. La instalación de Laura Meza en el patio interior del museo, un puesto de frutas y descanso entre el caos de la vida cotidiana de Tegucigalpa. La pieza de Gabriela Zuñiga que busca crear es un espacio de reflexión desde el medio ambiente y el corte de los árboles del alcalde Asfura. Hasta la polémica pieza de Lía Vallejo sobre el acoso sexual que viven las mujeres cada día en esta ciudad hostil.
«Harrasment Sucks» dice la pieza de Vallejo que puede verse por las paredes de las avenidas del centro histórico.
Un reclamo incómodo para todos en la ciudad que replica los argumento de la exposición completa.
«Siembre hay realidades que intervienen en el arte y nuestra lectura —dijo Medina—, y es al final uno es quien debe decidir si aprovecha esas circunstancia o pelea en contra de ella».
