Jurek Jablonicky, la Academia de cine hondureño

ALG13 enero, 2020

Conocí a Jurek Jablonicky en la ciudad de Nueva York. Antes vi su corto Todos bailaban, me contactaron para seleccionar las películas hondureñas para el festival Ícaro de 2016 y su corto, si bien me pareció «decente» en términos formales, padecía de los mismos problemas de los que sigue sufriendo el cine hondureño. No lo seleccioné, ese año, a mi criterio, habían mejores. Luego me enteré que ganó el festival de cine hondureño de El Heraldo y que Jablonicky había formado, con el respaldo de Hilda Hernández desde Casa de Gobierno, el comité de selección de los premios Óscar en Honduras. Hasta ese momento, “Premios Óscar” y “cine hondureño” eran dos sustantivos que simplemente no podía imaginarme en una sola oración, pero cuando conocí a Jurek, esa tarde por las calles de Manhattan, pude comprender que no solo el cine hondureño estaba dando un paso interesante dentro de su desarrollo, sino que él era parte de esa historia que hasta hoy se sigue escribiendo de forma fragmentada y dispersa.

Intenté contactarlo en Tegucigalpa, en donde tiene su residencia. Él me dijo por mensajería que estaba en Estados Unidos y no sabría cuándo volvería al país. «Podemos vernos allá», le respondí y así quedamos. Íbamos a vernos en un café cerca del Fifth Avenue, pero mi tren se atrasó y cuando le informé que llegaría media hora tarde, él me cambió el lugar de la cita: «Tendrás que acompañarme entonces a un par de reuniones —me dijo—, ando en vueltas para mi película».

Esa tarde le acompañé a varias reuniones, una con productores a los que les vendía su película, sobre un diseñador hondureño que llegó de ilegal a Nueva York y otra con una directora también de Tegucigalpa, a la que convencía de la posibilidad de conseguir fondos para producir su película en Honduras.

Hay que estar medio loco para soñar con hacer cine en Honduras. Lo sé, yo estudié y trabajo de eso, y conozco a muchos de los realizadores que actualmente crean cine hondureño —o buscan crear, que para efecto de este artículo no es lo mismo, pero es igual—. Hay que ser también un poco mentiroso, un estafador, un vendedor de menjurjes, un ilusionista de feria, para convencer a otros de dar su dinero para una película que no existe, tranquilizarlos diciéndoles que su pequeña fortuna estará bien usada y se gastará por el bien del país, independiente del resultado que se tenga. Eso lo sé también, yo he andado vendiendo películas imaginarias sin ninguna garantía más que mi propia fe que surge, de esta bella locura de querer hacer cine. Si algo tenemos en común todos los cineastas en el mundo, es que no tenemos dinero para hacer las películas que queremos hacer y sí, muchos sueños.

Si me preguntan en la actualidad quién es cineasta y quién no lo es en mi país, primero miraría su trabajo, pero ¿es esa suficiente garantía para evaluar la calidad de un artista, en un país en donde ese arte se hace con las uñas? El arte/industria del cine es un territorio complejo de definir. No puede ser ni estética ni comercial y tampoco podemos ser puristas a la hora de definir este oficio. Las películas de Joche Villanueva, por ejemplo, quizás no pasarían el filtro del «buen gusto» burgués —entendido este desde una visión artística— pero ¿se extrañaría alguien si le digo que sus películas son las más exitosas de la taquilla hondureña? El gremio del cine hondureño está lleno de gente que aún no hace cine y digo «aún», porque el sueño es contagioso y eventualmente lo harán, eso parece bastar para entrar en la categoría de cineastas en Honduras.

Todos crecimos rodeados de Hollywood, hemos visto los premios Óscar y reconocemos en ese galardón un reconocimiento a la calidad de una película, pero ¿realmente premia la calidad los premios Óscar? Tenemos una idea vaga de lo que es el mundo cine, que está rodeado de mitos, de prejuicios producto de nuestra distancia con la industria. Esa ignorancia nacional en cuanto a cómo se hace y cómo se vende una película, nos lleva a malas interpretaciones, o descalificaciones, como cuando Katia Lara rechazó el homenaje que El Heraldo le entregó afirmando que «nadie en honduras hacía cine» o cuando hace algunos meses vi en El Heraldo un titular que decía: «Película hondureña Café con sabor a mi tierra, inscrita en premios Óscar».

Me sorprendí, seguí leyendo y vi que el subtítulo detallaba cómo, según El Heraldo, esa película hondureña —que yo desconocía que exisitiera—, había sido inscrita en la categoría de Mejor Película Internacional, en los premios de la academia cinematográfica de Estados Unidos. Luego, en el desarrollo de la breve nota, se explicaba mejor lo que podría haber sido una mala interpretación del periodista, la película en mención había sido «seleccionada» (propuesta) por parte de Honduras, para representar al país en los premios de la Academia, que luego vendría una selección oficial que se haría a otro nivel, allá, lejos de las discusiones provincianas de los artistas hondureños.

«El anuncio fue realizado por el Comité Seleccionador de Honduras el miércoles. Esta es la segunda ocasión en la que el país inscribe de manera oficial una cinta para los premios de la Academia. La primera ocasión fue en 2017 con la cinta Morazán», decía el artículo.

Allí apareció Jurek Jablonicky como artífice de ese comité seleccionador de los Óscar. Yo no sabía que existía un comité seleccionador para en el país. Recuerdo que cuando la cinta Morazán de Hispano Durón se presentó en 2017, en algún lugar leí había sido «seleccionada» para los Oscar. En aquella ocasión no le di mucha importancia a la noticia, lo vi como un mal chiste de la redacción del periódico pues lejos está la calidad del cine hondureño para competir a ese nivel de la industria (sin ánimo de ser grosero con los realizadores de Honduras, nuestro cine no cuenta aún con la calidad necesaria para competir en los premios de la Academia cinematográfica de Estados Unidos).

—¿Quién seleccionó Morazán para los Óscar? -pregunté a un amigo.

—La Academia de Cine de Honduras —me dijo.

—¿La Asociación de Cine? —pregunté, pensando quizás que se había equivocado en el nombre de los que seleccionaban.

—No, ya hay una Academia de Cine de Honduras —me dijo, corrigiéndome de mi error.

Jurek Jablonicky estudió Realización Global en Kinema, Escuela de Cine en Bilbao y después en Madrid en Metropolis CE. Más adelante, según afirma, estudió en Boston. Salió en la portada de la revista Estilo junto a otros realizadores hondureños y ha sido considerado, por algún sector empresarial del país, como una de las figuras más prometedores de la germinante industria cinematográfica. Trabajó de cerca con su amiga Monique Asfura, (hija del actual alcalde capitalino) en Alta Cultura, con quien llevaron a Plácido Domingo a cantar al país. Produjo una serie para redes sociales llamada Kminando con K1000, que solo existió en una temporada en 2016 luego la presentadora, Camille Ortéz, decidió continuar con sus estudios afuera de Honduras. La serie, según la define el propio Jurek, buscaba acercar a los artistas hondureños y lo paisajes urbanos del centro de Tegucigalpa, al mundo de los jóvenes de la clase alta, al cual Jurek pertenece.

Jurek se ve pues, en medio de dos mundos, el de los artistas hondureños y el de la alta sociedad. Ambos mundos están desconectados y se desconocen mutuamente, él busca a través de sus producciones acercar un poco esa brecha.

«Comenzamos nuestras conversaciones con el comité ejecutivo de la academia y nos dijeron que debíamos de tener un mínimo de 6 personas al inicio», —me cuenta Jurek en la recepción de Gigantic Studio, la productora en New York a donde se acercó para presentar su proyecto de cine. «Nos basamos en las reglas de la academia para determinar quién formaba parte, dos créditos en el área, una película, dependiendo de qué área. Decidimos, con Eva Grace Torres, que es mi mano derecha, invitar gente. De las personas que invitamos, la única que rechazó la oferta fue Katia Lara».

«Yo ahorita lo que estoy tratando de hacer en Honduras es formar la Academia, como Academia. Ahorita somos el comité de los Óscares, porque una Academia puede mandar las películas a todos los festivales del mundo. Cuando tenés una academia no ocupas al gobierno de tu país sino que podes establecer comunicación directa entre academias, si vos ocupas a Pedro Almodóvar, se habla de academia a academia», afirma Jablonicky.

«Todo mundo tiene que se miembro de la Academia —afirma—. Si vos miras a los miembros de la Academia de México, te van a salir como 3,000 personas, de todas partes. Es una manera de cuantificar y mirar todo lo que tenemos en el país, así podemos exportar el cine hondureño».

Cuando Jurek habla de exportar el cine hondureño, no está hablando únicamente de exportar las películas que en el país se hacen, que reconoce más adelante en esta entrevista no cuentan aún con la calidad necesaria para competir a nivel internacional. Él habla de exportar a los realizadores del país, una cantera hasta ahora no explotada.

Jureck reconoce que decidió empezar de las ramas de un gran árbol, según afirma, «nuestro cine está listo para ser exportado, porque con muy bajo nivel podemos hacer algo que se ve bien, pero eso no significa que esté listo para los óscares. Para eso hay que esforzarse aún más».

«Con la Academia podremos llegar a lugares en donde sí podemos llegar. No podemos llegar a los óscares, pero tal vez sí podemos llegar a los Platino, a los Fénix, a los Goya, que tiene una categoría a mejor película iberoamericana. Entre academias y academias se puede establecer esa conexión».

La diferencia entre la Academia y las asociaciones de cine que hay en Honduras, según Jablinicky, es que las asociaciones son internas y la Academia busca ser global. «Yo puedo hablar ya, aunque solo sea director del comité de selección de los óscares, con el presidente de la Academia de Estados Unidos. Eso se podrá hacer mejor cuando exista la Academia hondureña», agrega y como ejemplo pone a la película Café con sabor a mi tierra.

«Yo les soy bien sincero con los cineastas y les digo, que el punto no es que nos nominen, hay que mirar el contexto de la película: somos el quinto productor de café en el mundo y quien menos gana de la tasa es el caficultor. Ahora estamos por primera vez metiendo plata para la campaña de enseñar la película en Los Ángeles y en Nueva York, esa promoción se hace con dinero del ICAFEH. Yo les dije que el objetivo no es solo gastar dinero, pero al dar a conocer la película, se da a conocer el café hondureño».

El comité de selección de los Oscares se creo en 2017 y fue ratificado por la ingeniera Hilda Hernández. Ella llegó a Jablonicky a través de su hermano, el presidente Hernández.

«El presidente fue a un evento que hice en el business center en Madrid, antes del 2014, cuando comencé a trabajar para El Deseo», cuenta Jurek.

Luego, a su regreso al país, produjo el cortometraje Todos bailaban, que ganó a mejor cortometraje en el festival de El Heraldo.

«Cuando llegué a Honduras con el proyecto de hacer mi película Todos bailaban, hice un Proof of concept para los festivales, para conseguir financiación para largometraje —cuenta—. En Cannes, junto a mi productor ejecutivo Andrew Golstein (que es patrocinador de Sundance) enseñamos el corte de la película en el Atelier, allí lo ven seis personas, luego salió un productor internacional francés, que quería hacer la película. Ese financiamiento murió. Entonces me tuve que ir a México y armar de nuevo la financiación. La película se va a rodar en ciudad de México en 2020. Nunca imaginé que iba a ser tan grande. De protagonista tengo a Maribel Verdú, por ella no hice la película en Honduras, algo que me dolió bastante porque siempre estoy intentando llevar cine a mi país y ahora tengo que hacer mi película afuera, me dolió, pero sin ella pierdo mucho dinero».

Nuevamente sobre el comité seleccionador de los premios Óscar:

«El año pasado no se escogió ninguna película por parte del comité, mandé una carta, porque no es por mandar algo nomás, debe ser algo decente. Morazán, por ejemplo, cumple el requisito técnico, está bien dirigida actoralmente, claro le falta mucho, en presupuesto, en guión, pero Hispano Durón hizo un buen trabajo. Hispano ahora es parte del comité, ahora Carlos Membreño (director de Café con sabor a mi tierra) será parte del comité. Se hace parte del comité cuando su película es seleccionada.

Un lugar en el Caribe, película de Juan Carlos Fanconni (que compitió pero no fue seleccionada en 2017), tenía los requerimientos, pero pensamos que ideológicamente, en guión e historia tenía más potencia Morazán. Es importante resaltar que esta no es una selección para los óscares, es una propuesta desde el país, luego en la academia, ellos seleccionan.

La academia y los Golden Globes tiene formas bien específicas para participar, para evitar sobornos. Vos podes hacer screeming en LA, que es a donde cuenta como Limited Realese. Vos podes contratar a una agencia de publicidad experta en foreign film para Relaciones Públicas, como la que se contrató ahora para Café con sabor a mi tierra, porque no solo basta con screening, nuestra estrategia fue mostrar nuestro café» afirma.

Yurek Kablinicky nos cuenta que para escoger a la empresa que haría las Relaciones Públicas para Café con sabor a mi tierra, les propuso a la productora Sin Fronteras, las cinco empresas que podían hacer el trabajo que necesitaban y ellos escogieron a la que al final hizo la promoción.

«Yo les ayudé a Café con Aroma a mi tierra a hacer el presupuesto, a ver qué ocupaban y cómo hacerlo. Ellos escogieron qué hacer según su presupuesto. Si ellos quieren tomar mi sugerencia, bien, aunque también tiene que ver con lo que pueden costear. El dinero para la promoción se ha conseguido con la misma gente que pagó la producción, no es mucho, pero se hará el screening en LA, que es lo que necesitan para que sea considerada».

Cuando le pregunté si consideraba la película Café con Aroma a mi tierra como «buena», Jurek tardó un poco en responder. «Es una buena representación de nuestro cine», dijo, por no decir que no.

Pero como Jurek afirma, la calidad de las películas no es el único requisito que la academia cinematográfica en Estados Unidos toma en cuenta a la hora de las nominaciones los Óscar. «La academia ha nominado antes incluso malas películas, todo depende de la promoción que se le haga. Mira Roma, costó 6 millones de dólares y gastaron 25 millones en la campaña, y ganaron 10 nominaciones», dice.

«Yo lo que puedo ver es el potencial de la película como un producto que exporta, a los actores, al Director de fotografía, a la música, el sonidista. En todo ese trabajo que hace como presidente del comité de selección, yo podría aceptar ser contratado como consultor para ayudar a promover la película», afirma, agregando que él no ve conflicto en ello, «siempre que su sombrero siga siendo como presidente del comité de selección, que es lo que sería el Film Comisioner».

«Yo soy un conector de gente, mi negocio es estar conectado con la gente. A mí me contratan solo para pedirme que les de un número de teléfono y los contacte con alguien. Pero para Honduras yo eso lo hago porque quiero apoyar al cine hondureño».

Entre los proyectos futuros de Jurek Jablonicky, según nos afirmara esa tarde en Nueva York, está terminar su largometraje  que firmará en México, y lograr construir en Honduras un estudio de cine que pueda ser usado a nivel centroamericano.

Esa tarde, al volver a mi casa en el tren, pude comprender que había conocido a una cara nueva del cine hondureño, un mago de quien iremos escuchando con los años, aunque su carrera apenas comience.

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