JAIME GIL DE BIEDMA: «SENTENCIA DEL TIEMPO».

EGO16 septiembre, 2016

«Y todavía, en la alta noche, solo, con el vaso en la mano, cuando pienso en mi vida, otra vez más sans faire du bruit  tus músicas suenan en la memoria, como una despedida: parece que fue ayer, y algo ha cambiado».

Fue en una estadía decembrina en San Salvador en enero del 2009, en una breve visita a mis queridos amigos Vittorio y Luciana Fermi —que por aquel tiempo residían en una zona más o menos céntrica de la capital de El Salvador—, cuando, entre una enorme taza de café hondureño y una prolongada conversación (como solían ser las nuestras), descubrí entre los libreros de mi pareja de amigos, un volumen de poesía editado en 2001 por el sello editorial Seix Barral, titulado Las personas del verbo, y escrito por un poeta barcelonés hasta entonces desconocido por mí. Era Jaime Gil de Biedma.

El título que entonces reeditaba Seix Barral había sido publicado por primera vez en 1975, cuando el autor había reunido bajo ese título una antología personal que concentraba tres de sus libros más simbólicos: Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas póstumos. Como me suele suceder con los poetas, mi primera impresión fue de resquemor y desconfianza, aunque, sólo un par de horas después, la misma sensación había desaparecido estrepitosamente, al descubrir en el interior de aquellas páginas, una poesía llena de pasajes autobiográficos e intimistas (todo buen poema debe contar una historia vivida); que su propio creador consideró definitiva y cerrada; mas no cerrada por obtusa, sino por “culminada”.

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Cuando el 2015 la editorial Lumen dedicó una edición conmemorativa del libro por los 25 años de la muerte del gran poeta catalán, ésta declaró, a través de su portal electrónico, que la poesía de Gil de Biedma «Destaca por su afán de perfección, su transparente complejidad, su lucidez y su capacidad evocativa y meditativa. Hoy, a los veinticinco años de la muerte del poeta, Las personas del verbo quiere ser un homenaje y un reconocimiento a la vigencia absoluta de la poesía del Jaime Gil de Biedma…pues el libro es ya un clásico de la poesía española del siglo XX».

Jaime Gil de Biedma y Alba  nació en la ciudad de Barcelona el 13 de noviembre de 1929, en el seno de una familia perteneciente a la alta burguesía castellana. De oficio poeta y escritor, culminó sus estudios de Licenciatura en Derecho en la Universidad de Salamanca, de donde egresó.

Perteneciente a la Generación del 50 o la Generación de la post-guerra, a la que pertenecen autores de la también llamada Escuela Catalana como Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Goytisolo, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, Juan Marsé, Ana María Matute, Juan José Valente, Ángel Gonzáles, etc.; Gil de Biedma fue esencialmente poeta, y durante toda su evolución literaria, su trabajo estuvo decididamente ligado a la búsqueda del alejamiento de la estética del Surrealismo, así como a la implantación y uso de elementos de contemporaneidad y racionalidad, decididamente contrapuestos a las figuras y conceptos rurales y violentos persistentes en la poesía española de la primera mitad del siglo XX; a su vez derivados de los últimos vestigios de la Guerra Civil, el trauma de la Segunda Guerra y los horrores del franquismo.

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Su obra gira en torno a lo social y lo intimista, y de ella se ha dicho que «es una poesía de tono elegíaco, y que se entrelaza de muchas formas con la poesía de Vallejo o Machado», pero que, aun cuando no es tan extensa, es una de las que más influencia ejercen en las jóvenes generaciones de poetas españoles. Publicó los libros Según sentencia del tiempo (1953), Compañeros de viajes (1959), En favor de Venus (1965), Moralidades (1968), Personas del verbo (1975). También escribió agudos ensayos, y se publicó (con carácter póstumo) uno de sus diarios, bajo el título de Retrato del artista.

A pesar que, como muchos de los poetas españoles de su tiempo, fue un gran aficionado a la literatura francesa de fines del siglo XIX, particularmente de la poesía de Baudelaire, la poética de Gil de Biedma se vio mucho más influenciada por la literatura en lengua inglesa (europea y americana), que probablemente adquirió durante en su estancia en Oxford, Inglaterra. Entonces sus poemas dejaron de ser los poemas autobiográficos (aunque todo buen poema es autobiográfico) que contaban las vivencias del círculo más cercano al escritor, y adquirieron una honda preocupación por los temas sociales de la urbe; como las prácticas hipócritas de la burguesía española, el capitalismo, la política, la opresión franquista y la discriminación de la mujer en todos los espacios de la sociedad. La obra de T. S. Eliot, por ejemplo, fue decisiva en su trabajo.

En la opinión del escritor Juan Marsé, «La obra de Gil de Biedma ha sido objeto de un malentendido propiciado por la virtud de su transparencia, a menudo confundida con la facilidad, como si fuera poco más que un cantautor sin guitarra, cuando, en realidad, él se preocupó por distinguir muy nítidamente entre poesía lírica, efectivamente cantabile, y poesía meditativa. Y si bien demostró su virtuosismo en ambas maneras, lo verdaderamente destacable de su contribución estriba en la reflexión. Eso y no otra cosa es la poesía de la experiencia, la asunción arriesgada de lo que es la literatura a partir del romanticismo, cuando se liquida una convención sacra de la naturaleza y se descubre la primacía de la experiencia averiguada por la voz que habla en el poema, una experiencia que, de hecho, ya no puede ser cantada, sino, sólo pensada».

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Gil de Biedma, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, y J. M. Castellet

 Otros libros de él y sobre él son; Versos a Carlos Barral (1952), Colección particular (Seix Barral, 1969), Diario del artista seriamente enfermo (memorias, 1974), El pie de la letra: Ensayos 1955-1979 (Crítica, 1980), Antología poética (Alianza, 1981), Jaime Gil de Biedma. Conversaciones (El Aleph, 2002), El argumento de la obra. Correspondencia (Lumen, 2010), Diarios 1956-1985 (Lumen, 2015), Jaime Gil de Biedma. Conversaciones (Austral, 2015). Murió el 8 de enero de 1990, víctima de una terrible enfermedad venérea.

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NO VOLVERÉ A SER JOVEN.

Que la vida iba en serio

uno lo empieza a comprender más tarde

—como todos los jóvenes, yo vine

a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería

y marcharme entre aplausos—

envejecer, morir, eran tan sólo

las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo

y la verdad desagradable asoma:

envejecer, morir,

es el único argumento de la obra.

«Poemas póstumos» 1968

 

ELEGÍA Y RECUERDO DE LA CANCIÓN FRANCESA.

                                                                              C’ est une chanson
qui nous ressemble.
Kosma y Prévert: Les feuilles mortes

Os acordáis: Europa estaba en ruinas.

Todo un mundo de imágenes me queda de aquel tiempo

descoloridas, hiriéndome los ojos

con los escombros de los bombardeos.

En España la gente se apretaba en los cines

y no existía la calefacción.

Era la paz —después de tanta sangre—

que llegaba harapienta, como la conocimos

durante cinco años.

Y todo un continente empobrecido,

carcomido de historia y de mercado negro,

de repente nos fue más familiar.

¡Estampas de la Europa de post-guerra

que parecen mojadas en lluvia silenciosa,

ciudades grises adonde llega un tren

sucio de refugiados: cuántas cosas

de nuestra historia próxima trajisteis, despertando

la esperanza en España, y el temor!

Hasta el aire de entonces parecía

que estuviera suspenso, como si preguntara,

y en las viejas tabernas de barrio

los vencidos hablaban en voz baja…

Nosotros, los más jóvenes, como siempre esperábamos

algo definitivo y general.

Y fue en aquel momento, justamente

en aquellos momentos de miedo y esperanzas

—tan irreales, ay— que apareciste,

oh rosa de lo sórdido, manchada

creación de los hombres, arisca, vil y bella

¡Canción francesa de mi juventud!

Eras lo no esperado que se impone

a la imaginación, porque es así la vida,

tú que cantabas la heroicidad canalla,

el estallido de las rebeldías

igual que llamaradas, y el miedo a dormir solo,

la intensidad que aflige al corazón.

¡Cuánto enseguida te quisimos todos!

En tu mundo de noches, con el chico y la chica

entrelazados, de pie en un quicio oscuro,

en la sordina de tus melodías,

un eco de nosotros resonaba exaltándonos

con la nostalgia de la rebelión.

Y todavía, en la alta noche, solo,

con el vaso en la mano, cuando pienso en mi vida,

otra vez más sans faire du bruit tus músicas

suenan en la memoria, como una despedida:

parece que fue ayer y algo ha cambiado.

Hoy no esperamos la revolución.

Desvencijada Europa de post-guerra

con la luna asomando tras las ventanas rotas,

Europa anterior al milagro alemán,

imagen de mi vida, melancólica!

Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos,

aunque a veces nos guste una canción.

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