HACKEAR LA DEMOCRACIA: CUANDO LA RELIGIÓN ENTRA A LA POLÍTICA

Latinoamérica y el mundo han venido experimentando un creciente regreso al poder de movimientos de extrema derecha. Desde Europa hasta Centroamérica, organizaciones de discursos extremos que hace décadas no tenían cabida alguna en el diálogo colectivo han encontrado voz y asidero no solamente en el espectro mediático, sino en nuestros parlamentos, cortes de justicia y hasta en el poder ejecutivo, desde donde elaboran políticas públicas con base en ese extremismo. Esto no sería posible, sin embargo, si estos movimientos no estuviesen acompañados por un grupo en particular: los religiosos y sus iglesias.

Desde la antigüedad, la religión ha estado ligada a las formas de gobierno. Basta con remitirse al antiguo Egipto, donde los faraones eran considerados deidades, o de subrayar el papel político que desempeñaban los sacerdotes en las civilizaciones mayas y aztecas. La Edad Media en Europa estuvo marcada por el poderío político de papas y cardenales, que ponían y quitaban reyes de acuerdo a sus estrategias. La llegada de la Revolución Industrial, que realza el rol de lo económico, parece marcar el inicio del fin de los estados confesionales en favor de un capitalismo rapaz; no obstante, las figuras religiosas y sus organizaciones han pasado por una transformación que les ha permitido conservar una fuerte influencia en los gobiernos modernos, hasta llegar a nuestra realidad presente, en la que fungen como un grupo fáctico en la configuración de los estados.

Uno de los casos particularmente interesantes en la escalada del poder religioso es Brasil. La académica brasileña Ana Carolina Evangelista, panelista del conversatorio «La religión quiere volver a gobernar», desarrollado en el marco del Foro Centroamericano de Periodismo (Foro CAP) que organiza el medio digital salvadoreño El Faro, hace una breve reseña de este proceso. «En Brasil los católicos no pueden presentar candidatos oficiales pero siempre han operado a partir del lobby con el gobierno. Existe, desde hace muchos años, una bancada católica apostólica y romana y una bancada evangélica en el parlamento. A partir de Asambleas de Dios, la mayor denominación evangélica en Brasil actualmente, se organizan para elegir al menos un diputado constituyente por región del país.»

¿Cómo es que a pesar de no presentar candidatos de manera oficial, las iglesias católica y evangélica se logran conformar como bancadas en el parlamento brasileño? A través de un discurso que rescata los elementos más duros del conservadurismo –como los ataques a los medios y la libertad de expresión, la reducción de los derechos civiles (en particular de las mujeres), y la intensificación de las cárceles y la militarización, enmarcadas en una concepción de la moralidad–. «Los mismo elementos discursivos de la amenaza comunista contra la libertad religiosa se ven en la elección de Jair Bolsonaro en Brasil,» apunta Evangelista. No obstante, el apoyo de los líderes religiosos no se ha limitado a los líderes políticos conservadores. Tanto figuras de izquierda y centro han hecho uso del recurso religioso para granjearse apoyo electoral. «Los pastores migraron y apoyaron a Lula en 2002. Ahora están a lado de Bolsonaro,» recuerda Evangelista. Esto acrecentó la conciencia de la influencia electoral, lo que causó que, durante la candidatura del pastor evangélico Everaldo Días Pereira, los grupos evangélicos emitieran una carta abierta donde, resume Evangelista, estos grupos enviaban el siguiente mensaje: «Ahora somos players del juego político y no estamos pidiendo favores. Estamos demandando.» Esas demandas se concretaron en la elección de Jair Bolsonaro en la presidencia de Brasil, cuyo primer acto fue aparecer con líderes religiosos en una cadena de oración.

En Guatemala, los grupos religiosos han sido protagonistas de escándalos mucho más nefarios, como el lavado de activos a través de los privilegios fiscales que las leyes han otorgado a los mismos. El periodista Martín Rodríguez Pellecer, director del periódico digital Nómada, recuerda casos puntuales de lavado de activos en los que múltiples instituciones religiosas estaban involucradas. «En Guatemala había un personaje marginal, asesor bancario de Banrural, llamado Julio Aldana Franco. Era un pastor evangélico. Ese mismo banco tenía una cartera específica para iglesias evangélicas.» Rodríguez Pellecer relata cómo las organizaciones religiosas se ganaban la preferencia de las estructuras de corrupción y crimen organizado en Guatemala para llevar a cabo su cometido. «No solo eran (las iglesias) excelentes lavadores de dinero, sino además tenían ventaja por los privilegios fiscales (que ostentan). Usan esos privilegios fiscales para hacer eventos, poner escuelas, librerías, cuando no deberían hacerlo.»

Más allá de los escándalos de corrupción y de lavado, las iglesias y las organizaciones religiosas han sido un recurso para «limpiar» actores políticos que habían perdido la confianza de la ciudadanía, y así garantizarles la permanencia o el regreso al poder. «Las iglesias no sólo eran parte de la alianza para la cooptación del estado, sino que, al estar deslegitimados varios actores políticos, reavivaban las leyes más extremas contra los derechos civiles para recuperar esa legitimidad. Cuando los diputados estaban arrinconados con un 2% de aprobación, empezaron a buscar una alianza para ganar legitimidad. Los únicos que les tendieron un salvavidas fueron los grupos más radicales evangélicos y católicos.»

La periodista de investigación y catedrática, Giannina Segnini, quien ha realizado extensas investigaciones sobre el tema de la religión en la política, parte de una concepción más amplia del tema. «Me di cuenta que no es un asunto de Costa Rica, es un asunto global. Empezamos a ver varios frentes: el tema político, donde hay una transición hacia una participación mucho más activa. La ecuación del poder no se entiende en un país sin el tema religioso.» Segnini, quien ha realizado investigaciones sobre las redes de crimen organizado que operan utilizando la religión como aliado en América Latina, África y otros continentes, explica cómo estas organizaciones religiosas utilizan la denominada «Teología del Bienestar» para ganar adeptos y obtener un fuerte capital social. En particular, Segnini menciona el caso del pastor Shepherd Bushiri, quien antes de llegar a los cuarenta años de edad había amasado una millonaria fortuna y fue acusado de fraude y lavado de activos. No obstante, la presión social de los miles de seguidores de Bushiri en Sudáfrica generó protestas que llevaron a la liberación de Bushiri, sin haber éste cursado el debido proceso. «Es un peligrosísimo amalgama entre religión, política y crimen organizado que termina hackeando la democracia,» explica Segnini. «Hay un círculo al que le llamo hackear seres humanos: tienen necesidades a las que el gobierno no responde, estas organizaciones les ayudan y luego (a partir de ese capital social) negocian votos.»

La estrategia de poder de las organizaciones religiosas es particularmente visible en sus demandas a los movimientos políticos extremos a los que apoyan. «¿Qué piden (las iglesias)? Ministerio de educación, ministerio de salud, representación internacional y todo lo que tiene que ver con sexualidad. Al final se consolida un poder político,» apunta Segnini. Siguiendo ese esquema, se evidencia un patrón compartido entre conservadores religiosos y no religiosos: se busca afianzar la reproducción humana en condiciones de pobreza para garantizar, a su vez, que la educación que reciban estas generaciones lleve el objetivo del adoctrinamiento en el respeto de símbolos y valores específicos, lo que desembocará en la preservación de un electorado que mantendrá líderes conservadores y elitistas en el poder.

Al final de todas estas reflexiones, el periodista guatemalteco Juan Luis Font realizaba la siguiente pregunta a los panelistas: «¿Tienen las sociedades una forma de defenderse de esa estrategia perfecta?» En el marco del contexto hondureño,  es importante mantener un pensamiento crítico ante los hechos que se desarrollan actualmente, en particular ante las búsquedas directas de grupos religiosos que aspiran a obtener el poder político, como el caso del pastor Mario Tomás Barahona y sus pretensiones de convertirse en candidato en las próximas elecciones. Por otro lado, este pensamiento crítico es necesario para analizar los movimientos de los actores religiosos que actualmente validan y revolotean en torno a funcionarios y secretarías de Estado. Necesitamos un profundo análisis que nos permita, más allá de las creencias religiosas que profesemos, identificar cuándo las organizaciones religiosas intentan amasar el poder por el poder, y se han desvinculado de sus ocupaciones místicas para abalanzarse, como cualquier secular, sobre el oro y la púrpura.

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