EL FALSO PATRIOTISMO

EGO20 septiembre, 2018

Por: Alex Palencia.

Desde muy jóvenes hemos sido bombardeados en estas “honduras” por una falsa percepción de patriotismo, la cual está apegada a conceptos y argumentos ilusorios sobre el mismo: nos han hecho creer que debemos sentirnos orgullosos de las playas, ríos, montañas y valles, es decir, de todo aquello en lo cual no hemos tenido ni tenemos ninguna injerencia, pues es la naturaleza como tal la que se ha encargado de crearlas.  Luego hacen desfilar a los niños disfrazados de soldados uniformados, al son de tambores y monótonas e insípidas melodías desafinadas, entretanto estruendosos instrumentos de muerte, aviones y helicópteros artillados sobrevuelan sus cabezas.

Mientras tal espectáculo se desarrolla en calles, plazas, parques y estadios, entrenados monigotes de pulcra apariencia repiten a través de micrófonos y cámaras, una otra vez, año con año, la gran mentira sobre la supuesta independencia de Centroamérica, un acontecimiento histórico que muy pocos se han tomado la molestia de profundizar como un evento político y social para dignificar a los ciudadanos. Aun así, han sobrado por más de ciento cincuenta años quienes con toda la intención y único interés han buscado programarnos para vanagloriar la mansedumbre, el oprobio y  la ignorancia, han convertido los eventos a celebrarse en la llamada semana de la patria, una celebración decadente y perversa.

Así, desde el 15 de Septiembre de 1821, la clase dominante de los pueblos centroamericanos, escondidos detrás de una máscara de patriotismo, se han prestado al juego en la región de los intereses hegemónicos de las naciones imperialistas. Por ello no es de extrañar el papel que esta misma clase ha jugado y sigue jugando como sirvientes incondicionales del poder imperial, esta vez de los Estados Unidos. Y sin mostrar el más mínimo respeto, de dignidad, honor y lealtad a los más altos intereses de las grandes mayorías que habitamos en estos pueblos, ellos han entregado lo mejor de nuestras tierras, fuentes de agua, minerales, caminos y carreteras, en fin, las riquezas que a futuro pueden asegurar nuestra supervivencia como colectivo.

Los desfiles con toda su parafernalia militar, enajenante, decadente y guerrerista, han tenido como objetivo reafirmar toda una manera de pensar y ser asociada al nacionalismo vacuo y  anacrónico, el cual  se reafirmó poco tiempo después de la declaración de independencia,  y que se fundamentó sobre falsos valores patrios y bajo el supuesto de una república libre, autónoma e independiente. Por demás está decir que las dictaduras de Latinoamérica han siempre incentivado la reafirmación de supuestos valores patrios que apelan al nacionalismo, a la religión, a la seguridad nacional; estos se han basado, además, en la negación de la verdadera esencia de una nación libre y todo aquello que promueva el desarrollo cultural, económico y social, y es por ello que quienes promocionan esta manera de pensar y ser afirman que todo aquel que comulga con una ideología revolucionaria “quiere la destrucción de los valores y glorias nacionales”. 

Para el discurso “nacionalista” ha sido válido reivindicar los supuestos  valores patrios, los cuales han sido incubados desde antaño en el imaginario colectivo, como característicos de una sociedad decadente, en este caso la de las “honduras”, la cual está impregnada de un anacrónico conservadurismo que raya en la cultura cachureca, que ha utilizado la religión cristiana y el nacionalismo para enajenar la mente del pueblo, haciéndolo creer en un pasado glorioso, que solamente ha existido en la mente de sus creadores, siendo más bien esta una idea que ha servido para la reafirmación de pseudovalores, transmitidos a través de cierta simbología, propia de todos los Estados  Nación (bandera, escudo, himno y próceres). Por lo demás toda esa simbología ha sido asimilada por niños y jóvenes en el periodo de educación básica, sobre todo en las clases de Historia,  Geografía, educación musical, educación cívica o Ciencias Sociales, lo cual adquiere su máxima expresión en la meticulosa preparación y realización de rituales como actos “cívicos” y desfiles,  en donde se trata de glorificar un pasado lejano e impoluto, y donde el pueblo deberá mostrar  un respeto que potencia o privilegia la mansedumbre, la indolencia, o sea la indiferencia hacia los nuevos y viejos problemas humanos  que han abatido a la sociedad hondureña desde su nacimiento como nación.

Sin embargo, y a partir del golpe de Estado del 2009, se produjo un quiebre dramático de la costumbre. Ahora cada septiembre, en el llamado mes de la independencia, existen dos tipos de manifestaciones: por un lado desfilan todo el engranaje oficial del Estado hacia el estadio Nacional y en donde a modo de circo romano el pueblo se entretiene viendo desfilar los diferentes institutos de educación media al son de sus disfrazadas bandas de guerra que hacen reverencias al dictador, que como un pequeño emperador romano desde su tribuna acepta plácidamente dichas reverencias, reafirmando la mansedumbre y la obediencia ciega a su mandato espurio. Por otro lado se manifiesta el pueblo rebelde, que no acepta el estado de cosas imperante, y que reclama volver al estado constitucional roto por el golpe de Estado del 2009.

Cada una de estas manifestaciones, la del pueblo rebelde, recuerdan cada vez más a las grandes manifestaciones de los trabajadores del primero  de Mayo, donde se expresan discursos incendiarios, se arenga al pueblo, se pintan las paredes con mensajes disonantes alusivos al estado de ilegitimidad del gobierno, a la vez salen a relucir las desapariciones, la política entreguista de los gobiernos nacionalistas, las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, la corrupción gubernamental y sobre todo la ilegalidad de quien mal gobierna. 

Pero al parecer esta vez  ni el propio circo del estadio nacional se escapó de las expresiones de frustración y desaprobación hacia la dictadura y su pequeño César y su corte, pues un grupo de jóvenes hicieron valer su derecho a la libre expresión y mostraron en todo lo alto una gran manta que decía “Fuera JOH”. Luego los mismos fueron detenidos por los cuerpos represivos y conducidos después a una posta policial, sin saber ellos de qué carajos se les acusaba.

El desmadre mayor se armó cuando alguien dejó una bomba lacrimógena entre el público asistente, quienes salieron despavoridos, huyendo del gas tóxico, mientras el dictador abandonaba medrosamente las instalaciones del circo romano en medio del desorden y el caos. Helicópteros y aviones de guerra sobrevolaban las cabezas de los indefensos ciudadanos quienes miraban atemorizados el cielo. 

Para variar,  y en medio del discurso de la figura más emblemática de la oposición (Manuel Zelaya Rózales) los entes represivos de  este régimen usurpador, seudonacionalista y cachureco reprimieron salvajemente a quienes optaron por protestar en lugar de asistir al estadio.

Pues bien, el día de la “independencia patria”, las bombas lacrimógenas y garrotazos no se hicieron esperar para atacar a la manifestación que estaba culminando su acto libertario en el pleno centro de la ciudad, sin respetar y sin hacer ningún tipo de distinción (niños, hombres y mujeres, ancianos), los cuales se han ido convirtiendo en víctimas de los actos de violencia con que ahora las fuerzas represivas celebran las tan mentadas fiestas patrias.

17 de Septiembre del 2018.

Villa de San Miguel de Real de Minas De las Heredias. 


Álex Palencia, La Ceiba, Honduras: músico guitarrista, compositor, productor musical y productor de conciertos, publicó en el 2003 el libro Armonía y Estudio de la Guitarra. Del 1997 al 2003 junto a Javier Reyes escribió y compuso la ópera de rock sinfónico Morazán, actualmente es miembro del grupo de incidencia política Coquimbo y dirige junto al ingeniero Óscar Pacheco el estudio de grabación El Tono Studio.

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