EL CENTRO HISTÓRICO DE TEGUCIGALPA, ENTRE LA GENTRIFICACIÓN Y LA DESIDIA

ALG8 septiembre, 2016

Sí, yo vivo aquí, o mas bien muero.

Aquí donde la sombra purísima del niño

cae en el polvo de la angosta calle.

El vuelo detenido y arriba un cielo que huye.

Fragmento de «Tegucigalpa» de Roberto Sosa

***

Escuché por primera vez hablar de «Gentrificación» en los Estados Unidos, cuando vivía en un barrio de la ciudad de Atlanta y los vecinos comentaban del desplazamiento de los pobres, en su mayoría negros, que eran sustituidos por jóvenes blancos y profesionales. Luego, más adelante, el tema cogió fuerza en el contexto del huracán Katrina en New Orleans, otra vez los barrios de los pobres fueron transformándose en barrios hipsters de blancos, el dinero comenzó a fluir para la reconstrucción y el centro histórico de la ciudad de New Orleans revivió con una demografía completamente distinta a la que tenía antes.

Entendemos por gentrificación (del inglés, gentrification) al proceso mediante el cual la población original de un sector o barrio, generalmente céntrico y popular, es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor. Casi siempre ese desplazamiento se da de forma económica, pero puede también suceder mediante el uso de la fuerza o la coerción.

Siempre me ha gustado el centro de Tegucigalpa. Sus calles serpenteadas y estrechas, sus esquinas repletas de olores e historias. Recuerdo de niño escapar del Instituto Hibueras para ir al cine Variedades y caminar por la peatonal, en aquel tiempo saturada de vendedores que habían hecho de la avenida Liquidambar un bazar persa. Los viernes nos íbamos a jugar basquet en las canchas de La Leona o al parque la Concordia, que en aquellos años era aún reluciente y «seguro». Cerca de 1997 alquilé un apartamento frente al Parque Herrera, desde allí me enteraba de las presentaciones en el Manuel Bonilla y a veces iba a ellas. Aún conservo un apartado postal en el correo frente al ahora Museo de la Identidad Nacional y recuerdo cuando ese edificio, antes Palacio de los Ministerios, estaba a punto de caer como cayó en su momento aquel bello edificio que fue embajada americana frente al parque Valle, hoy un triste parqueo. El centro de Tegucigalpa ha sido parte de mi historia, como ha sido parte de la historia de todos los que habitamos esta ciudad. Por eso es el centro.

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Cuando vi que el viejo Hotel La Ronda iba a ser renovado en un edificio de apartamentos me alegré mucho. Como usuario regular del Centro Histórico y sus distintas instituciones, siempre me he sentido triste al ver los edificios abandonados caer por el paso implacable del tiempo y los elementos. «Contenedores vacíos», les llaman ahora, sin diferenciar si es una casa con algún valor histórico y arquitectónico, o un lote baldío. Basta caminar por el centro con la cabeza en alto para ver cómo la mayoría de los edificios de más de 3 pisos en el centro están vacíos.

Antes, mucho antes de que existiera el Distrito Hotelero de Palmira, el Hotel La Ronda era el centro de la vida social de la clase media de Tegucigalpa. Bodas, cumpleaños, graduaciones o eventos cualquiera se llevaban a cabo en sus salones cada fin de semana, adornando el vestíbulo con vestidos largos y coloridos, risas galvanizadas por el alcohol y la sensualidad de perfumes importados.

«Recuerdos que se viven», dice el slogan del proyecto de Condominios De La Ronda y yo, que guardo muchos recuerdos de ese hotel, inmediatamente quise ir a conocer los apartamentos.

Debo admitir que los condominios cuentan con un muy bonito acabado de tabla yeso, amplios ventanales y balcones que dan a la calle, arreglo acústico para reducir el ruido de la avenida, salón interior para usos múltiples y una linda terraza con vista a los techos de la ciudad. Mientras más alto estás en el edificio, más oneroso es el apartamento. Mientras más grande es el espacio, más caro. Los precios van desde los 42,000 dólares a los 70,000 con primas de 150,000 lempiras y cuotas de 300 a 500 dólares. Un precio algo elevado para mis ingresos pero que, siendo un edificio del valor histórico de La Ronda, considero que podría valerlo.

¿Y todo ese cableado? pregunté a la joven que guió el recorrido por el condominio, señalando a los cables eléctricos que ensucian la linda vista de la ventana.

La alcaldía va a enterrar el cableado por toda la avenida Gutenberg —me dijo la joven.

Yo me asomé al balcón y vi la maraña de alambres de todo tipo que van desde el Finlay hasta el barrio Abajo.

Una inversión cara —comenté.

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***

Arturo Suárez es el Gerente del Centro Histórico de la Alcaldía Municipal del Distrito Central. Una dirección creada hace cinco años para cuidar las necesidades particulares que tiene esta zona de la ciudad, que difieren mucho de las del resto de la comuna capitalina. Él me confirmó en una conversación en su oficina en la Avenida Paz Barahona del barrio La Plazuela, que el proyecto de revitalización del Centro Histórico de la ciudad incluye enterrar el cableado desde el Guanacaste hasta la esquina de Condominios De La Ronda.

—Originalmente el plan llegaba hasta el Finlay —dijo—, pero el dueño del proyecto habló con el alcalde y éste decidió extenderlo un par de cuadras más.

La idea, según las palabras de Suárez, es poder hacer un estimado del costo que lleva enterrar el cableado en esa parte de la ciudad, con miras a replicar la acción en el resto de Centro Histórico.

—El proyecto incluye ampliar aceras y aumentar las zonas peatonales en todo el Centro, reducir el tráfico sacando los buses y taxis que lo usan como punto de convergencia, mejorar los parques, aumentar el alumbrado eléctrico, en general, revitalizar el Centro Histórico como lo es Antigua Guatemala o el centro de Quito.

—Una inversión bastante cara —dije al arquitecto Suárez—, si es para una zona en donde pululan las tiendas de ropa usada y apenas se puede caminar sin que lo asalten a uno.

El arquitecto me miró con cierta simpatía, se acomodó en su silla mientras hablaba sobre los puestos de ropa usada en el centro de Tegucigalpa.

La ocupación de los espacios por comercios de segunda mano tiene mucho que ver con el valor del alquiler —comentó—. Estos lugares están aquí, en el centro, porque las rentas han caído de tal manera que les resulta barato. Los alquileres les permiten eso. A partir de 2017 se va a implementar una normativa en la cual todos estos lugares van a tener que cumplir una serie de condiciones de arreglo de sus tiendas y otras circunstancias que les van a subir costos y no los van a hacer rentables. Algunos se van a quedar, van a convertir sus lugares en tiendas Vintage, pero la mayoría se van a ir.

—¿Estamos ante un proceso de gentrificación del Centro de Tegucigalpa? —pregunté.

—No. —Respondió Suárez, convencido—. Queremos evitar la gentrificación y la burbuja inflacionaria en cuanto a bienes raíces. Queremos que el proyecto de vivienda se centre en gente que tenga un rango determinado de recursos. Dar incentivos para aquellas familias que busquen su primer vivienda, familias jóvenes y de perfiles específicos que mejoren la calidad de vida en el Centro. Evitar que se de la gentrificación. Lo que queremos es que la gente que va a venir a vivir acá, sea la gente que trabaje acá.

—¿Y la seguridad? —pregunté—, ¿cómo piensan mejorar la seguridad en el centro para hacerlo vivible?

Suárez sonrió nuevamente. Parece ser un tipo agradable. Como quien ha practicado muchas veces un mismo discurso procedió a explicarme el plan de la alcaldía para mejorar la seguridad en el Centro Histórico. Yo tomé mi café azucarado y me acomodé en la silla, consciente que el arquitecto iba a extenderse en su explicación.

—El tema de la seguridad es un tema transversal —dijo—. Los espacios públicos dependen mucho de que la gente se sienta segura en ellos. Pero al mismo tiempo es una especie de simbiosis. Mientras más gente hay en los espacios públicos, más gente se siente segura en ellos. Por ejemplo, en el paseo Liquidambar hay dos mundos, de las 6:30 para abajo y de las 6:30 para arriba. Mientras hay gente es el lugar más seguro del mundo y cuando no hay gente es todo lo contrario. Nosotros buscamos que aumente el número de personas en el centro para mejorar la seguridad. Todas las políticas están enfocadas a poner gente en el centro, de día y de noche. Cafés, bares, restaurantes, teatros. Vea el parque La Leona —comentó, señalando con su dedo índice a la pared detrás de él—, a cinco cuadras abajo de La Leona está el parque La Concordia y las historias son diametralmente diferentes, principalmente porque hay gente.

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Siempre hay mucha gente en el centro de Tegucigalpa. De día se llena de desempleados y vendedores, gente que va de prisa a sus trabajos o a sus casas, o gente que se queda a esperar que pase el tiempo, quizás porque no tienen a dónde ir. Las prostitutas conversan con los vendedores de periódicos en una esquina de la plaza Morazán frente a Little Ceasar y beben disimuladas de una botella de refresco que seguramente contiene guaro, mientras la policía municipal recorre la peatonal cuidando que no sea ocupada por buhoneros y mendigos. La Policía Militar, un poco más temida por la población, camina en la periferia del barrio El Centro manteniendo a raya a los jóvenes que por pobres son tomados como sospechosos —de cualquier cosa—. Pero en la noche el flujo cambia. Como la marea que se aleja, las plazas se vacían de gente y comienzan a llenarse los bares y cafés que aún subsisten a la violencia.

Según los datos del Observatorio de la Violencia de la UNAH, 130 personas han muerto asesinados en el Centro Histórico de la ciudad de Tegucigalpa en los últimos 3 años, 88 de ellos en el barrio El Centro, seguidos por el barrio Abajo con 11 víctimas, El Guanacaste y La Hoya con 6 respectivamente, La Fuente con 5, La Concordia 4, El Jasmin, La Leona y La Ronda con 3 cada uno y Los Dolores con una persona fallecida en 2013. Aunque hubo un bajón en el 2015 en comparación con los datos presentados en 2014, que ha sido a todas luces el año más violento en el centro de Tegucigalpa, los números parecen levantarse nuevamente en 2016. El barrio El Centro es, además, la zona más peligrosa del Centro Histórico de Tegucigalpa, con casi el 70% de las muertes violentas registradas en los años 2013, 2014 y 2015.

—Al muchacho lo mataron allá por el Guancaste —me contó Cristina (nombre falso) en una conversación que tuve con ella en un café del centro de Tegucigalpa.

—¿Lo conocía usted? —pregunté.

—Sí, lo conocía. Acá todo mundo se conoce. Le habían dicho los mareros que no debía volver aquí y él cometió el error de regresar. Lo mataron enfrente de la escuela de sus hijos.

—¿Los mareros?, ¿hay mareros en el Centro de Tegucigalpa?

—Antes no habían, pero ahora sí. Se vienen del Reparto para pelear la zona. Los Chirisos y los Benyamin controlaban antes el Barrio Abajo, pero ahora que están presos o muertos quien controla esto es la MS. Todo el centro lo controla la MS.

—¿Del Reparto vienen? —volví a preguntar, quería saber si no eran pandilleros de otros barrios como la San Miguel o Comayagüela.

—Del Reparto. Los de la San Miguel están cómodos con controlar su territorio. Estos son los que se están expandiendo y han traído la guerra al Centro.

Cristina, junto a su esposo, era dueña de un bar en algún lugar del Centro de Tegucigalpa. Con más de dos años de funcionar pensaba que estaba haciendo la inversión para salir adelante. Compró varios televisores y un potente equipo de sonido que usaba para amenizar el ambiente. Ella me asegura que no vendía droga en el lugar, pero reconoce que sí dejaba que se vendiera.

—Yo solamente pagaba el impuesto para que me dejaran trabajar —me dijo—. Pagaba 6,000 lempiras mensuales a la MS y 2,000 a la policía para que me dejaran operar sin problemas.

—¿A la policía?

—Sí. Ellos me cobraban 500 lempiras por cada agente que llegaba al negocio—siempre iban cuatro en la patrulla—, para que me dejaran funcionar después de las 2 am.

—¿De qué posta son?

—De acá del Manchen.

Un día el esposo de Cristina fue asesinado en la avenida Paz Barahona de Tegucigalpa, a pocas cuadras de la oficina de la gerencia del Centro Histórico en donde hablé con Suárez. Cristina me asegura que lo confundieron, que él no estaba metido en nada malo, pero luego mataron 4 amigos cercanos que llegaban a su bar. El calvario entonces comenzó para ella.

—Algo cambió —me dice—, ellos ya no quieren el impuesto de guerra como antes. Ellos están obligando a la gente a que trabaje para ellos vendiendo droga. Están apoderándose de todos los bares y negocios del centro para lavar el dinero de la droga y si uno se rehúsa, lo matan. Así le está pasando a toda esa gente que usted ve que matan acá. La gente no lo sabe pero estamos en medio de una guerra. Todo esto que ve acá, va a cerrar pronto.

Desesperada, Cristina hace un círculo sobre su cabeza señalándome un área de acción amplio para la pandilla que clama el centro de la ciudad como su territorio.

—¡Ahora hasta TacoMexi en la Ronda está pagando impuesto de guerra! —dice.

—¿Y si no lo pagás? —pregunto.

—Te matan a un empleado primero, luego a alguien de tu familia y por último a vos. No hay escapatoria, no hay a dónde denunciar, porque la policía misma está metida en todo.

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Adriana Sandoval y María Teresa Agurcia son las directoras del portal electrónico «Vuelve al Centro». Me reuní con ellas en el café del Museo de la Identidad Nacional. Tenía la curiosidad de conocer si Vuelve al Centro es o no una estrategia de mercado de los Condominios De La Ronda para atraer compradores incautos a una zona de guerra. Jóvenes y bellas, con los apellidos de la vieja Tegucigalpa, hablan en espanglish del centro histórico como quien habla de un paraíso perdido. En la conversación, ellas me comentaron que en efecto, Vuelve al Centro comenzó como parte del proyecto La Ronda, pero que luego se amplió agregando a los distintos actores culturales, como el MIN o el Museo del hombre hondureño y ahora tienen un amplio espectro de apoyo.

—Nosotros hemos encontrado un grupo de aliados bien bonito —manifestó Sandoval, emocionada—, siendo the new kids on the block, nosotros no queríamos que los grupos que ya llevan años haciendo lo que nosotros estamos haciendo, crean que les estamos queriendo quitar protagonismo. Todos los grupos nos han recibido con Open Arms.

—¿Entonces Vuelve al Centro no es de La Ronda? —pregunté.

—Ya no. Mantener una página como Vuelve al Centro sale demasiado caro para una empresa cualquiera —dijo Sandoval—. Para ser una estrategia de mercado, no es factible. Pensar que una compañía podría mantener un blog y a las personas que trabajan en esto es imposible. 

—Hasta ahora La Ronda ha sido nuestro patrocinador —agregó Agurcia—, pero nosotros estamos buscándolos en otra parte, porque sale muy caro para La Ronda mantenernos. Lo que queremos es buscar patrocinio para devolverlo luego a la comunidad, promoviendo las actividades del Centro. Por eso se ve tanto La Ronda, cuando tengamos otros patrocinadores se van a ver más.

—¿Qué busca entonces Vuelve al Centro? —pregunté.

—Meter al Centro en la narrativa nacional —me respondió Agurcia—. Si la gente no sabe o no escucha del Centro, no se pueden arreglar los problemas que tiene.

—¿Y a quién le hablan ustedes cuando le dicen Vuelve al Centro? —pregunto, agregando que la zona está ya saturada de gente.

—La gente viene aquí para agarrar transporte a otra parte o porque hay edificios en donde trabajan personas del gobierno, pero no es porque la gente quiera pasar el día en el Centro. No hay inversión reciente, en la noche no hay vida, a nadie le gusta caminar en el centro porque tiene miedo.

—Entonces, ¿a quién llaman ustedes a que vuelva al centro?

—A la gente que dice que no viene al centro porque no hay seguridad, —me responden, casi en unísono.

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Mientras escribía esta nota, dos bares han cerrado en el Guanacaste. Pincho Loco, supuestamente por problemas con el pago del impuesto de guerra y Bahamas, luego de que desde un carro descargaran una metralleta a la entrada del local.

—¿Y qué vas a hacer, entonces? —pregunto a Cristina, que llora luego de contarme que está vendiendo todo.

—Irme —me dice—, si me quedo acá y no trabajo para la MS me matan, y si me quedo y lo hago,  me meten presa. No hay salida para mí sino irme.

El Centro de la ciudad de Tegucigalpa va a cambiar. Eso es inevitable. Incluso la violencia que ahora se vive va a disminuir. El proyecto Condominios De La Ronda es el piloto de una reestructuración que incluye distintos actores económicos de la ciudad. A él le seguirán otros proyectos. La Alcaldía espera tener el nuevo centro histórico concluido para el año 2025 y la ciudad que describen me gusta, se parece mucho al centro que siempre he soñado. Pero hay algo en todo esto que me hace ruido. Nadie dice querer la Gentrificación, decirlo sería «Políticamente incorrecto» y es quizás porque Tegucigalpa no la necesita. El Centro, como toda la ciudad de Tegucigalpa, contiene en sí dos universos diametralmente opuestos. El de los ricos, con sus firmas bancarias, museos y fundaciones, y los dueño de tristes e inútiles «contenedores vacíos» que serán —nuevamente— los únicos beneficiados en el aumento del costo del metro cuadrado en el Centro; y los pobres, que como el caudal de un río que desconoce el mar continuarán desembocando la vida en las plazas, peatonales y calles del centro, y seguirán allí, como ahora, viendo los edificios, bellos, pero siempre ajenos.

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