Dos opiniones sobre la novela Los últimos ladrones de Luis Chávez

ALG11 septiembre, 2017

Instaura una pequeña anarquía; altera el orden establecido, y todo se convierte en caos. Soy un agente del caos. ¿Y sabes algo del caos? es justo.

—The Joker, The Dark Night.

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Luis Chávez desnuda en Los últimos ladrones que la distopía está ya entre nosotros: políticos ambiciosos y militares corruptos, narcotraficantes y empresarios poderosos, pandilleros y ladrones que conviven con la ciudadanía en un país desgarrado por la confusión y el miedo. Esta novela refleja un mañana que inspira cualquier cosa menos confianza.

Los últimos ladrones se construye del matrimonio de la denuncia social y la crítica política, para convertirse en lo que Ruiz Garzón refiere como «un antídoto contra el futuro».

«Sí que es cierto que la distopía suele aparecer en épocas de crisis, ya sea por la aparición de regímenes totalitarios, la amenaza nuclear, la crisis del petróleo… La ciencia-ficción que se ha hecho entre esos períodos ha sido más recreativa», señala Ruiz Garzón y yo añadiría, mordaz.

En Los últimos ladrones, Chávez explora nuestros más temibles demonios. Tegucigalpa ha desaparecido en una terrible explosión, borrando del mapa todo vestigio formal de un país que apenas aprendía a construir su infraestructura democrática. Luego el caos, el sálvese quién pueda que solo ayuda a los despiadados.

Antonio Gramsci afirmaba que los monstruos surgen en el claro oscuro de la historia, en esa espera entre el nacer del nuevo mundo y el morir del viejo. En Los últimos ladrones de Luis Chávez, el viejo mundo muere de forma inmediata, y lejos queda el nuevo mundo que habría de venir. En vez de un claro oscuro, Chávez nos deja una noche llena de sangre.

Lo que Chávez nos presenta en este libro, es el país que ya conocemos, que está allí afuera, entre el tráfico desbordado de las ciudades, una realidad que acecha como era a su presa que somos todos. Pero el país de Los últimos ladrones es peor que el nuestro, porque en él somos todo aquello que podemos ser.

Los últimos ladrones, un libro que marcará un hito en la literatura nacional, en donde se logra —finalmente— lo que muchos sampedranos desean en lo más profundo, Tegucigalpa desaparece y es a la capital industrial a quien toca el trabajo de reconstrucción del país, desde las cenizas.

Oscar Estrada

Según la aplicación Nukemap, en 24 horas después de una detonación nuclear en Tegucigalpa con una bomba de 500 KT, habría un estimado de 1,100,000 víctimas como  consecuencias de la explosión. Ese es el escenario que desarrolla Luis Chavez en su novela.
Según la aplicación Nukemap, en 24 horas después de una detonación nuclear en Tegucigalpa con una bomba de 500 KT, habría un estimado de 1,100,000 víctimas como consecuencias de la explosión. Ese es el escenario que desarrolla Luis Chavez en su novela.

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De Luis Chávez, nacido en 1973 en San Pedro Sula, sabíamos que es uno de los caricaturistas de mayor importancia e incidencia en la sociedad hondureña. Intrépido, de un agudo sentido de percepción y refinado humor, no deja de sorprendernos al dar el salto de sus cómics a la narrativa.

Pero es que Chávez ha sido también un devorador de libros. Formó parte de lo que se constituyó como un fuerte grupo intelectual de la costa norte llamado UMBRALES. No es en vano que sus caricaturas estén ligadas siempre a esa reinterpretación del lenguaje y modos de expresión del hondureño y hondureña. Esto lo ha dotado de la capacidad de nombrar únicamente lo que es. Su oído permanece en constante indagación de los males y bondades de nuestra sociedad.

Baste leer la serie de episodios que los domingos publicaba en Diario Tiempo: Nada personal, que no es sino un puente como un primer ejercicio técnico narrativo: secuencia de imágenes y diálogos.

Hace tres años, en 2014, publicó el libro Cuentos paranoides, compuesto por 9 textos de diferente temática, pero con un estilo limpio y tenso.

Sus artificios, la secuencia de imágenes de una trama en apariencia fácil, los rituales actuales hacen de ese conjunto narrativo una pieza excepcional para la narrativa contemporánea y ya podemos agregar un narrador más a nuestra exigua lista de narradores hondureños.

El autor demuestra que es por naturaleza un artista. Y eso siempre abrillantará su obra en momentos de desasosiego.

Hoy nos entrega Los últimos ladrones, obra de ficción cuyo propósito es mostrar ese descontento «sentir colectivo». Sus temas centrales: la ambición, la pobreza, y la clase gobernante corrupta.

Hace relevante esa pregunta que, como ciudadanos de un país altamente pobre, violento, con una clase política corrupta, nos hacemos día a día: ¿Qué pasaría si la capital de tu país desapareciera misteriosamente y con ella toda la clase política del país? ¿Quién gobernaría: los militares, narcotraficantes o mareros?

La novela de Luis Chávez, en un doble guiño, uno bíblico y otro saramaguiano, servirá de ensayo riguroso a despertar conciencias y, asimismo, se convertirá, sin duda alguna, en un boom en la literatura nacional.

Gustavo Campos

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