De las palabras en libertad a la libertad de los golpes

EGO24 mayo, 2016

La memoria que nos desune

El día de ayer 23 de mayo sucedió un acto vergonzoso y deplorable de parte de uno de los invitados permanentes del importantísimo evento que se realiza año a año en el país de Nicaragua: Centroamérica Cuenta 2016. Carlos Cortés, escritor costarricense y finalista del Rómulo Gallegos, lució algo descortés al emular a un bravucón Hemingway cuando amenazó a golpes al fotógrafo Jorge Eduardo Mejía, uno de los colaboradores permanentes del encuentro.

Lo mínimo que podría esperarse ante tal acto de violencia y agresión es la disculpa correspondiente de manera personal y pública. Sin embargo, Carlos Cortés, pidió disculpas al Premio Alfaguara Sergio Ramírez y no al agredido.

El año pasado, el eslogan del encuentro se le dedicó a la libertad de expresión en tiempos de intolerancia y gobiernos autocráticos y déspotas, en tiempos donde el índice de violencia contra periodistas se ha disparado de forma alarmante.

Jorge Mejía, socio del Estudio de Fotografía Mejía & Bendaña, uno de los fotógrafos oficiales del evento junto a Daniel Mordzinski, escribió consternado y aterrorizado en su muro de Facebook:

«Hoy tuve una experiencia difícil y tengo que procesarla. Creo que me tengo que aguantar cuando siento que algo va mal o incorrecto y por hablar terminé amenazado por un escritor costarricense con su mano apretando mi cuello y diciéndome cosas a díez centímetros de mi rostro. Terminé atacado en llanto no sabiendo si era por miedo, por enojo, por impotencia, por pensar que he hecho algo malo.»

Al consultarle a Jorge qué provocó la ira del escritor tico, respondió que fue producto de haberle sugerido, mediante aplausos, a María Lourdes Cortés, escritora y también esposa del escritor, que dejara participar a los demás integrantes de la mesa, que sumaban los tres, dos escritores y el Embajador de México en Nicaragua.

María Lourdes escribió un libro cuyo tema es la relación de Gabo y el cine. Jorge comenta que «siempre que hablaba cualquiera de los tres hombres la señora atacaba la palabra y no los dejaba terminar nunca, ya casi al final, me puse a aplaudir y le dije que dejara terminar a los otros escritores que nunca tenían la posibilidad de terminar las ideas que desarrollaban. Al final, varía gente me dijo que me felicitaban por lo que había dicho.»

Por supuesto, aplaudir es un acto tradicional de ironía o sorna en nuestros países y agredir es una descortesía muy descortés.

Dos horas después, terminado el evento, la señora Cortés se acercó a gritarle a Jorge acusándolo de machista. Lo cual carece de total sentido: «Dos horas después se me acerca la señora Cortés y gritando me dice que soy una vergüenza, que si le repito lo que le dije. Yo le dijo que sí. Se lo repito, pero no me deja hablar. Al final me dice mal educado, que soy una vergüenza para mí país, para mi padre y me dice machista».

Pero no todo terminaría allí. De la agresión anterior, surge la venganza; de la venganza, la violencia:

«Media hora después, en el brindis de inauguración, buscando la firma de Roncagliolo, se me acerca el esposo de la señora, Carlos Cortés, y me grita que si yo era el que le había gritado a su mujer, me empuja hacia una pared, me agarra del cuello, de un brazo, me dice un montón de insultos, me agarra de la cara y me dice que si me vuelve a ver cerca de su mujer me va a matar. Y se alejaron. En ese momento me atacó el llanto.»

Cortés, cual personaje de narconovela o con actitudes de policía o militar, intimidó y agredió al fotógrafo nicaragüense.

El despampanante ego de ambos escritores ticos no quedaron en el olvido. Desafiante la actitud de un escritor invitado en casa ajena, aunque todos añoremos la Centroamérica unida, y todos nos consideremos hermanos. En el mundo de los egos, de los artistas y de quienes creen que sí tienen derecho a ejercer su libertad de expresión intimidando o amenazando a otros, lo cual no es libertad de expresión, pues esta supone un límite invisible: «donde comienza tu libertad, termina la mía», suceden estos hechos lamentables.

El año anterior el evento estuvo salpicado porque el gobierno que preside Ortega le negó la entrada al caricaturista de Charlie Hebdo, este por la intolerancia y la ira incontenible de la pareja de escritores. Para personajes de novelas y cuentos, sí está bien, para la vida real no, como decía Sabato sobre la diferencia entre matar en un libro y matar realmente.

La solidaridad de las amigas y amigos de Jorge no se hizo esperar. Muchos y muchas reclaman las disculpas pertinentes, y otros sugieren denunciarlo por ser extranjero y agresor.

María Lucila Cordero escribió uno de los siguientes comentarios ante la denuncia del hecho en las redes sociales: «Me enseñaron que el que dice lo que quiere, escucha lo que no quiere; comprendiendo esto, era asumir la responsabilidad de mis palabras. También me enseñaron a respetar la diversidad de ideas y con ello exigir el respeto a las mías. Cualquier agresión de donde provenga hay que denunciarla (organizadores, la Policía, Centros de DDHH) y buscar corregirla para que no se repita. Te educaron y creíste en esa educación de Cultura de Paz.»

Conociendo muy bien la personalidad de Jorge, un ser humano cándido, noble y cooperativo, supongo que no lo denunciará, y bastará, para él, que se acerque la familia Cortés a pedir disculpas.

A mí por una extraña razón y asociación me hace recordar la historia de Isaac Singer: «Tobías el taimado y Raúl el roña».

Para el futuro, lo más saludable sería dejar los guantes en casa y llevar consigo preferiblemente libros.

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