CRÓNICAS DE FAMILIA: NORA GÚNERA DE MELGAR CASTRO [2/3]

EGO11 enero, 2017

Por Albany Flores


El 25 de abril de 1975, con el nombramiento de su esposo, Juan Alberto Melgar Castro como Jefe del Estado de Honduras, se convirtió en Primera Dama de la nación Alba Nora Gúnera Osorio, quien a mediados de la década de 1990 se presentó como la primera mujer hondureña en aspirar a la Presidencia del país.

De estatura promedio, tez morena, un distintivo cabello oscuro corto, y uno ojos seguros bajo unas ceja arqueadas, Nora Gúnera  nació en el pueblo de Concepción de María, San Marcos de Colón, en el departamento de Choluteca, en mayo de 1942. Es maestra de profesión en el grado de licenciatura, con estudios de especialización en Alemania, y ha sido Primera Dama, Alcaldesa del Municipio del Distrito Central, Candidata Presidencial, Regidora del MDC, Presidenta del Comité Central de Partido Nacional, Diputada al Congreso Nacional, Diputada al Parlamento Centroamericano, y recientemente Diputada vitalicia.

Es una de las mujeres latinoamericanas con más éxito en la vida política de sus naciones, y así lo describió en el discurso pronunciado durante el homenaje del que fue objeto por el Parlamento Centroamericano en agosto del 2015, en al marco de XV Encuentro Regional de Mujeres de Partidos Políticos[1]:

«Creo que siempre fui política. Servir a los demás sin esperar nada a cambio es una buena política; impulsar cambios en beneficio de las mayorías desde cargos especiales es también buena política, y todos y todas sabemos que la buena política es aquella que ponemos al servicio del pueblo que ha confiado en nosotros, son esas acciones justas, enmarcadas en la ley, las que llevan beneficio a la gente porque la política que sirve solo a intereses personales o de grupo no es más que una tergiversación delictiva de los principios elementales de esta ciencia humanista y progresista. Estoy segura que seré política hasta el último de mis días».

15d7ef82-0267-474e-8855-0440aeac939d

A pesar de los múltiples logros y cargos públicos desempeñados en la vida nacional, su su mayor éxito parece radicar en su lucha por la paridad de género e inclusión de las mujeres en los procesos, los cargos y las actividades políticas, tal como lo hicieron Violeta Chamorro en Nicaragua, o Rigoberta Menchú en Guatemala, desde otros escenarios. Fue parte de esa generación de mujeres latinoamericanas poderosas e influyentes que tomaron parte de los asuntos del Estado en la segunda mitad del siglo XX, inspiradas por líderes mundiales como Golda Meir, Corazón Aquino, Indira Gandhi, o Margareth Thatcher.

A diferencia de lo que sucede con la figura de Primera Dama en la actualidad, cuando dicha función ha desarrollado una mayor proyección mediática, administrativa y social, en 1975 cuando Nora Gúnera se convirtió en Primera Dama de la nación, éste cargo gubernamental tenía un matiz meramente protocolario y en muchos casos casi estrictamente decorativo. Ese fue el caso de la inmensa mayoría de las esposas de los hombres que habían ocupado el cargo de Presidente de la República desde la fundación de ésta en 1865. Por ello —además de la injusticia histórica—, fuera del carácter romántico que el historicismo dado a Josefa de Lastiri [2], no recordamos ninguna Primera Dama memorable.

Nora Gúnera se convirtió en Primera Dama a la edad de 33 años, pero su carrera política había iniciado en su adolescencia durante la campaña presidencial de Ramón Ernesto Cruz (1970): «A los 18 años empecé con las brigadas de juventud nacionalista en la campaña de “Monchito” Cruz, pegando “póster” y preparando los locales para las actividades[3]».

Cuando el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas nombró a su esposo como Jefe de Estado, su militancia política quedó al margen, pues al ser su esposo un Comandante dirigiendo un gobierno militar, no le estaba permitido profesar abiertamente sus preferencias políticas: «Y cuando me casé con un militar siempre “bajo-bajo” estaba viendo qué podía hacer por mi partido[4]».

foto-1

Su conducta resultaba normal. Las relaciones de poder del Partido Nacional con las Fuerzas Armadas (antes de eso con las milicias armadas al mando de Caudillos) fue una constante durante todo el siglo XX. De esa alianza entre el conservadurismo antañón de herencia colonial y los brazos armados al servicio del Estado resultaron las crueles dictaduras de Tiburcio Carías Andino, del Reformismo Militar, y la propia dictadura institucional-partidaria que estableció en Partido Nacional entre 1903 y 1982, como ya hemos teorizado en nuestro artículo Brazos para la guerra, publicado en El Pulso.

Nora, la Primera Dama, no se limitó a ser la esposa del Jefe de Estado, y según ella misma está segura de haber vivido una de las mejores etapas de su vida, y de «haber dejado una huella positiva en Honduras” con la fundación de la Junta Nacional de Bienestar Social, una instancia para “ayudar a mejorar” las condiciones de vida de los pobres.

Al fin, el periodo de Juan Alberto Melgar, así como los gobiernos militares, llegó a su fin. La década de 1980 estuvo llena de conflicto, y de inseguridad política y ciudadana. En 1989 Nora se presentó como candidata a Alcaldesa de la ciudad de Tegucigalpa en un hecho histórico, resultando vencedora de la contienda, en las mismas elecciones en que Rafael Leonardo Callejas del Partido Nacional venció al candidato liberal Carlos Flores Facussé. Así se convirtió en la primera mujer en ejercer de Alcalde en la historia de Tegucigalpa, para el periodo 1990-1994.

Más tarde, después de haber vencido a su oponente en las elecciones internas de 1996, Nora se convirtió en la candidata presidencial del Partido Nacional, para hacer frente al segundo intento del candidato liberal Carlos Flores. La contienda electoral de ambos candidatos se mantuvo intensa y reñida durante toda la campaña proselitista, pero en las elecciones generales de 1997, el candidato liberal se impuso con un total 1,041,403 de votos, con un porcentaje de 52,65% y un margen del 12, 3%, frente a los 844,985 votos que registró la campaña de Nora.

Flores asumió la Presidencia del país en enero de 1998, y su gobierno tuvo que lidiar con los problemas económicos, sociales (auge de las pandillas), y su administración estuvo prácticamente signada por los desastres y los retos que había dejado tras de sí el Huracán Mitch que azotó la nación en octubre de ese año.

nora-melgar4

La carrera política de Nora hizo una pausa —en lo que se refiere a la búsqueda de cargos públicos— entre finales de la década de 1990 y el inicio del gobierno de Manuel Zelaya, para asesorar el proyecto político de su yerno, el también político Miguel Rodrigo Pastor en su campaña para llegar a la Alcaldía de Tegucigalpa, puesto al que llegó tras resultar vencedor de las elecciones de 2001, ocupándolo entre 2002 y 2005, durante el mandato presidencial del también nacionalista Ricardo Maduro. Dada la cierta popularidad con que había contado durante su gestión como Alcalde de la Capital, Pastor, al abrigo de su experimentada suegra, postuló su candidatura a la Presidencia de la República, en un intento fallido que explicaremos en la tercera parte de esta crónica.

En 2007, en el segundo año de gobierno de Manuel Zelaya Rosales y luego de movilidades del Partido Nacional en el interior del Legislativo, Nora volvió al ruedo político para convertirse en Diputada al Congreso Nacional por el departamento de Francisco Morazán, convirtiéndose además en la sexta mujer en ocupar una vice-presidencia del Congreso. Ese mismo año, la “señora de la política hondureña” pasó a convertirse en diputada al Parlamento Centroamericano.

En enero del 2014 el Congreso Nacional aprobó la moción que elevaba a la señora Gúnera al rango de Diputada Vitalicia, asignándole una pensión vitalicia para rendir el «Merecido homenaje» —dijeron— a la mujer que hizo historia en la política y en la historia de Honduras. Dicha pensión, de acuerdo a los honorarios de los parlamentarios para el año de la aprobación, estaría oscilando entre los 3 y medio millones de lempiras cada 4 años. El pueblo, por supuesto, estuvo en totalmente en contra, sobre todo al considerar el pasado del Partido Nacional y el papel de la señora en los asuntos que éste desempeñó en el Estado. Hoy día está retirada de la política y la vida pública.

De esa red familiar en la política hondureña que formó en la década de 1970 Juan Alberto Melgar Castro al convertirse en Jefe de Estado de la República, y que heredó y transformó su esposa (viuda) Nora Gúnera de Melgar Castro, se heredó, a su vez, sin el éxito esperado, a Miguel Rodrigo Pastor, cuya carrera y perfil política abordaremos en la tercera y última entrega de esta crónica sobre las redes del poder en Honduras.

_________

Citas al pie. 

[1] Amplia en: http://www.sre.gob.hn/portada/2015/Agosto/27-08-15/Parlamento%20Centroamericano%20rinde%20homenaje%20a%20Nora%20G%C3%BAnera%20de%20Melgar.pdf., visto el 5 de enero, 2017.

[2] Tómese en cuenta que quienes han intentado hacer María Josefa Lastiri, esposa de Francisco Morazán, lo han hecho bajo es supuesto histórico que ella dio de su peculio a Morazán para que éste librara su guerras, aun cuando en el Manifiesto de David Morazán dice que ha sido él quien ha tomado ese peculio. Como esa era una sociedad absolutamente machista, ella pudo estar en desacuerdo, pero no manifestarlo. En todo caso, no existe un estudio claro y sustentado que pruebe su heroicidad histórica.

[3] Hemeroteca Nacional de Honduras (HNH), Diario La Tribuna, edición del 4/05/2007.

[4] Ibíd.

Acerca de El Pulso

Propósito: Somos un equipo de investigación periodística, que nace por la necesidad de generar un espacio que impulse la opinión sobre los temas torales de la política, economía y la cultura hondureña. Estamos comprometidos con el derecho que la gente tiene de estar verdaderamente informada.

Derechos Reservados 2019-2021