CAMBIOS EN LA SOMBRA (2/2)

ALG25 marzo, 2017

MUJERES, MARAS Y PANDILLAS ANTE LA REPRESIÓN.

Esta es la segunda parte del estudio elaborado con el patrocinio de Friedrich Ebert Stiftung de Honduras. En la primera parte se explora la nueva concepción del territorio de las maras y pandillas, que contrario a lo que antes fueron, ya no están interesadas tanto en reclutar como en cuidar sus negocios ligados al crimen; la estrategia que las mismas han tenido que implementar para sobrevivir y el papel que las mujeres cumplen en ese repliegue:

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4. SER FUERTE.

Guadalupe Ruela, de Casa Alianza, denuncia que el espacio que aparece como «ganado» por las mujeres, es en realidad una pieza que los líderes de las pandillas sacrifican en aras del éxito económico de las operaciones.

«Exponen a las mujeres y a los niños en busca de esa eficiencia comercial —afirma Ruela—. Hay mujeres siendo expuestas al sicariato, extorsión, a ser banderas, expuestas en la búsqueda de la eficiencia del negocio», dice, agregando que el discurso oficial afirma que las mujeres aparecen muertas porque se han metido a eso, pero en realidad están siendo víctimas de un esquema de violencia.

«Las pandillas ven en las comunidades un recurso de donde sacar a alguien que necesitan y luego asesinarlo. A veces escuchamos en los medios de comunicación que los criminales recluta a los niños porque no los pueden meter a la cárcel. Eso es falso, a un criminal no le interesa el bienestar de los niños. Lo que sucede en las comunidades es que si a mi me amenazan me da miedo, pero si amenazan a mis hijos me paralizan. La violencia en contra de mujeres y niños se hace para paralizar a las comunidades. Destruye el tejido social. Alguien que estará dispuesto a luchar o a rebelarse, pero sabe que cuando está trabajando su hija o pareja puede ser violada o asesinada, o que su hijo puede ser asesinado, está más dispuesto a callarse por temor a que algo le pase. Y encima lo que vemos es que los medios y un estado que no le cree y lo que dice cuando algo pasa es que lo crió mal a su hija. La mara no está interesada en crecer como organización social, sino en usar la población para que su negocio produzca y el ser violentos con mujeres o con niños inmoviliza al propio territorio y hace más efectivo el negocio para estos grupos» —agrega Ruela.

El esquema de violencia ligado a lo masculino como una forma de expresar la masculinidad, es mucho más fácil ejercerlo hacia la mujer. En la mara, en donde se está conquistando constantemente un territorio, la mujer se vuelve parte de ese territorio.

El tema de femicidio es un tema que siempre ha acompañado la historia de Honduras. El ingreso de los jóvenes en las pandillas no es una decisión consciente. Es la acumulación de una serie de circunstancias que van sucediendo desde la primera infancia y hasta la adolescencia. Desde que se levanta una joven de estas en la mañana está sufriendo violencia. Muchas veces cuando ella piensa en ingresar a la pandilla, no piensa que allí va a sufrir violencia. Ya la está sufriendo. Podrá ser distinta la violencia de la mara en sus manifestaciones, pero no es distinta en como ella lo está viviendo. Violencia verbal, violencia física, violencia sexual.

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Ana Chanelly Córdoba, alias la China, de 20 años, fue capturada acusada de la muerte de José Manuel Gómez, motorista de la empresa de transporte Cristina. La detención de la joven se produjo luego que circulara en redes sociales y medios de comunicación un video que muestra a una sicaria cuando asesina a sangre fría al conductor al interior de la unidad. La China sería mujer de uno de los jefes de la mara 18 que opera en la ciudad de La Ceiba.  (El Heraldo, abril de 2016)

5. LAS JAINAS

Toda la literatura consultada para este artículo señalan el ingreso de las mujeres en las pandillas como un proceso degradante. Según los textos consultados, hay tres formas como las mujeres ingresan a las pandillas.

  1. Por amor, siendo pareja, novia o enamorada de un pandillero, normalmente de cierto poder en la estructura, que parece ser el caso de la China.  (Reclutamiento sicológico)
  2. Brincada, al igual que sus compañeros, 13 o 18 segundos de «calentón» o golpiza según sea de la pandilla MS o 18.  (Reclutamiento violento)
  3. Por sexo, teniendo sexo con varios miembros de la clica. (Reclutamiento sexual)

La Revista Factum publicó un artículo sobre el ingreso de las mujeres en las pandillas de El Salvador, «Así viven y mueren las mujeres pandilleras en El Salvador», escrito por Juan Martínez d’Aubuisson. En él se explican los rituales de ingreso a la pandilla.

«Cuando yo ingresé a la pandilla a mí me dieron verga (golpearon). Me brincaron (incorporaron) con vergazos. A otras las brincaron con sexo. Eso es horrible, luego los homeboys no las respetan. A nosotras sí porque saben que pasamos lo mismo que ellos (…)¡ Para las mujeres que así lo deseen hay otra posibilidad: acostarse con todos los miembros del grupo. Como un sarcasmo diabólico a esta forma de incorporarse —o “brincarse”— le llaman “por amor”».

Esta idea, de la pandilla pasando por sexo a las nuevas reclutas mujeres, se repite una y otra vez en los estudios del tema.

«La relación de noviazgo le ofrece a la mujer una situación de ventaja para evitar la golpiza y la degradante violación sexual». (Violentas y violentadas, Relaciones de género en las maras y pandillas del triángulo norte de Centroamérica. Interpeace-Oficina Regional Para América Latina).

«Las mujeres prefieren la paliza porque les parece más digno y porque de esta manera el grupo las respeta más. Es una manera de demostrar honor, fuerza y valentía, reproduciendo un modelo masculino que es de suma importancia para el grupo […], cuando una chica opta por la vía sexual de ingreso no es tomada en serio por el grupo, el resto de miembros duda de su lealtad y, por lo general, no logra integrarse plenamente a la pandilla. […] son desprestigiadas, desvaloradas y, en ocasiones, utilizadas como “carnada” frente al enemigo o por los mismos miembros del grupo. También son rechazadas por las otras mujeres que sí ingresan a través de una paliza». (Idem)

«El trato desigual de la mujer se ve en las prácticas de iniciación de las pandillas. Mientras que los hombres se someten a una paliza, las mujeres tienen la posibilidad de elegir entre esto o mantener relaciones sexuales con varios miembros de la pandilla por una duración de tiempo equivalente, pero luego son acosadas si eligen la segunda opción. Las mujeres que se unen a las pandillas, porque están saliendo con un miembro de una pandilla, por su parte, tienen una entrada automática y son tratadas con respeto por el resto de la pandilla» (Marguerite Cawley, Las mujeres mara: Roles de género en pandillas de Centroamérica).

Es importante acá aclarar, que no todas las compañeras de pandilleros son pandilleras, su ingreso a la pandilla sigue siendo una decisión de él o ella. Son, sí, parte de lo que en este artículo calificamos como la retaguardia de las pandillas: madres, abuelas, hermanas, compañeras, quienes mantienen un vínculo sentimental con los pandilleros y una conexión a las mismas, sin ser parte de de las maras o pandillas.

Reconociendo por otro lado la diversidad de actores que conforman las maras y pandillas, y el carácter anárquico de las mismas, creemos que la construcción de un mito de la violación para ingreso en la pandilla, es más un recurso para generar miedo en las mujeres que se ha extendido desde los no pandilleros y «demonizar» aún más a las maras y pandilla.

La violación de las pandilleras es aceptada y normalizada por la sociedad, como un ritual degradante. La víctima en este caso, es culpada y cosificada. La trivalizacion de la violación en las pandillas, asume la violencia sexual que podrían vivir las mujeres en las mismas como un ejemplo para modelar el comportamiento de las mujeres afuera de las pandillas. En Honduras no existen estudios serios que nos permitan reconocer que las descripciones plantadas en los artículos de maras y pandillas en El Salvador, sean equivalentes a la realidad hondureña. Por el contrario, las entrevistas realizadas por este estudio, niegan la violación como condición para ingreso en las pandillas.

«Eso de que se la cogen no es cierto», afirma Ana en la entrevista. «Puede ser que un maje te diga vení, está conmigo y si el man es un poco enojado, frustrado y es el mero toro, para dónde te haces. Pero eso de que te hacen que te acosté con todo mundo es paja. La mujer se mente porque empezaste como un pinche traca, empezaste vendiendo la mota, después de dicen que vendas coca, después piedra. La mujer misma es la que busca quien va a trabajar con ella. Calentada es cuando la torcés, cuando se te pierde droga. Allí si te matan a pija. Cuando perdiste dinero. Cuando te cae la jura por estar pelando papa. Cuando en la misma plaza en donde uno vende la droga hay gente que está fumando mariguana, fumando piedra. Ese es fijo calentón. Allí si te matan a pija. En la mara vas ascendiendo. Vas como traca, luego te sobás, te matan a un familiar, te defendiste y allí dicen, ah esta maje está loca. O matas otro maje y te dicen que estás loca. Eso de acostarse con uno y con otro, es si querés. Yo conozco majes que sí les gusta andar del timbo al tambo, que quizás comienzan con un paisa y luego están con un toro. Pero no es que es obligación de uno acostarse con esos majes o calentarte. Te calientan si la cagás o te cogen si te dejas coger», dice Ana.

«Las mujeres entraban igual que los hombres —afirma el Sun—, por el mismo rito, 18 segundos de golpiza. Se le prueba lo mismo con la idea de ver si puede sobrevivir una golpiza de la pandilla contraria. No entraban a las pandillas por sexo. Eso era muy bajo».

La violación, en todo caso, parece ser un recurso correctivo adentro de las pandillas.

«La forma sexual para nosotros era un castigo. Una vez a mi me obligaron a tener sexo con una chava a la que habían castigado. Yo no quería porque me daba como asco tanto hombre allí, en ella, pero tenía que hacerlo porque sino consideraban que estaba despreciando el «placer» que los homies me estaban dando. Pero era un castigo para ella. A ella la castigaron porque andaba con otros majes de la MS, como que se quería bandear y la descubrieron entonces la castigaron», afirma Sun.

«Los castigos son si la mujer la tuerce —dice Ana—. Si vos perdés droga tenés que pagarla. La mujer es la que tiene la plaza de droga. Los hombres se dedican más al sicariato. La mujer es la que la distribuye porque los hombres no pueden hacer eso. Los mareros no te van a matar si vos no debes algo. Si vos robaste algo, les robaste o robaste en la colonia, allí te matan. Si viene el hombre y plancha no lo matan. Tiene que ser un pija de planchón. Pero si robas sí, porque no tenés ni necesidad ni derecho a robar. Cuando vos miras un maje descuartizado es porque descuartizó. Los que descuartizan son los 18. Es como un signo de colonias donde uno ya sabe. La mujer que la tuerce también la matan, pero la matan a golpes. A lo que aguantés. Si aguantas bueno, sino también. Aquí te la cantan en la colonia. Te dicen vos hiciste esto y esto y te dicen perdete, sino te van a joder. Pero al hombre no. Al hombre no le dan ese chance».

El control estricto que las maras mantienen sobre la plaza, se extiende a los cuerpos de las personas que en él viven. Es frecuente encontrar historias de mujeres que fueron «castigadas» por haber iniciado una relación sentimental con alguien de la otra pandilla o un agente de policía. Las mujeres son obligadas a trabajar en condiciones que podrían definirse como de esclavitud, con severas penas en caso de cometer errores en las cuentas. De igual forma, las redes sociales de los jóvenes son monitoreados muy de cerca.

«Hace poco mataron a unas cipotas de diez u once años —dice doña Santos, la vecina de La Peña—. Ellas eran hijas de gente de la 18, pero salieron en Facebook haciendo señas de la 13 y por eso las mataron.  Decían que estaban involucradas con ellos pero no es cierto. Eran hijas de gente de las 18. A ellas les gustaba andar allí porque se creían las reinas del barrio. Andaban allí alucinando todo y si querían la empujaban a una. O si usted no les hacía caso decían a la mara que usted le había dicho algo y entonces lo mataban, por puro gusto», indica.

«Yo todos los pedos de las chavalas que he visto así de chavalas, es porque se las tiran de muy bonitas y a la hora de la hora solo son güiri güiri, o se las tiran de locas y las mismas chavalas las despabilan o porque se meten con un man de otra chavala. A menos que sea una chavala de la otra mara contraria», afirma Ana.

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Una presunta cabecilla de la pandilla 18 con el rango de “alondra” fue capturada en un fuerte operativo ejecutado por la extinta Dirección Nacional de Investigación Criminal (DNIC) y unidades especiales de la Policía en febrero del 2015. Karen Vanesa Alfaro es investigada por extorsión y robo de vehículos, además se constató que tiene antecedentes penales por robo de carros, allanamiento, asociación ilícita, uso indebido de uniformes e insignias policiales. (El Heraldo, 27 de febrero de 2015)

6. CONCLUSIÓN

Las condiciones de violencia, miseria y marginación estructural que favorecieron el ingreso y proliferación de las pandillas en las principales ciudades del país continúan aún intactas. El Estado no tiene la capacidad para «controlar» a las maras y pandillas en Honduras, pero sus acciones han pervertido y orillados a realizar determinadas mutaciones en el tiempo para sobrevivir como estructuras.

En esas condiciones, poco se podrá hacer para eliminar la presencia de maras y pandillas. El despilfarro que hacen los gobiernos de la región en el combate contra este tipo de criminalidad, poco podrán hacer para terminar un problema que no están interesados en comprender.

Al sentirse amenazados, como en toda sociedad en guerra, los hombres pandilleros han recurrido a su retaguardia natural. Las mujeres: madres, abuelas, parejas, hermanas, son esa retaguardia que les permite a los pandilleros seguir activos.

Algunas mujeres se involucran directamente con las pandillas e inician el ciclo de violencia y criminalidad común entre sus pares varones. Otras, en cambio, permanecen siempre al margen, sin vincularse directamente en la vida pandillera, pero sin desprender los lazos afectivos que las unen con los hombre de las maras y pandillas.

Son las mujeres que cuidan, alimentan, visten, curan y entierran a los hombres que caen en una guerra que lleva ya veinte años y lejos está de concluir.

Los estudios que existen en el tema, poco reflejan la realidad que las entrevistas desnudan, en cuanto a los reclutamientos de mujeres en las maras y pandillas.

La mayor presencia de mujeres en negocios y empresas de pandilleros, no necesariamente implica un aumento en su poder en la estructura. Los líderes de las  maras y pandillas mantienen un control estricto de las mujeres y sus relaciones, redes sociales y vínculos, el cual traducen en violencia cuando esos líderes consideran que ella ha fallado a las reglas de la pandilla.

Los pandilleros utilizan a las mujeres y niños como recursos descartables para el éxito en sus negocios. Las maras y pandilla se están enfocando a un mayor control territorial sobre todo por el tema lucrativo.

Definitivamente el manejo mediático de las mujeres que integran maras y pandillas es en muchas veces maximizado y fantasioso, en muchas ocasiones generador de odio hacia las mujeres.

La difusión intencional de los actos de violencia donde están implicadas mujeres, ha venido de la mano con el aumento de los femicidios en el país.

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