Sin ganador claro y un caso de Covid-19: el marcador del primer debate presidencial en EEUU

Estado Unidos tiene una larga tradición de debates presidenciales, que comenzaron en 1960, con el debate presidencial entre Richard Nixon y John Kennedy. Desde entonces, los debates presidenciales han sido un punto focal durante la campaña electoral estadounidense, puesto que permiten al electorado comparar las candidaturas en una situación pública alejada de su control y sopesar las propuestas formuladas directamente por los participantes.

Desde el inicio de esta tradición –ya que los debates no son obligatorios ni forman parte de una ley electoral en Estados Unidos– los debates han estado marcados por un alto grado de civilidad y apego a las reglas preestablecidas para el desarrollo de los mismos. No obstante, esta dinámica histórica se rompió en los debates del año 2016, con el debate entre Donald Trump y Hillary Clinton. Trump traspasó los lineamientos previamente establecidos para el evento al interrumpir las participaciones de Clinton y enfocarse en ataques personales contra ella más que en realizar argumentos políticos o ideológicos. Esa experiencia dibujaba ya una expectativa de lo que el presidente de los Estados Unidos traería a la mesa este pasado martes.

El debate del pasado martes fue una experiencia ampliamente considerada estéril por analistas y medios de comunicación. Trump se apegó a su estrategia de interrupciones frecuentes a las participaciones de Biden, e incluso llegó a inmiscuirse en una discusión con el moderador del debate, el periodista de Fox News Chris Wallace, cuando éste le instó a adherirse al reglamento previamente acordado para el desarrollo del evento. Además, Trump aprovechó para realizar una serie de declaraciones sobre el éxito de su administración que han sido verificadas como falsas por distintos proyectos de verificación de discurso público. Biden, por su parte, tuvo problemas en llevar a punto sus argumentos ante las interrupciones constantes de Trump, lo que restó a su imagen de seguridad, y tuvo titubeos importantes al ser confrontado con algunos temas de actualidad.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el candidato presidencial demócrata y ex vice presidente Joe Biden participaron en el primer debate presidencial de la campaña electoral en la Universidad Case Western y Cleveland Clinic, en Cleveland, Ohio. Fotografía: Olivier Douliery via AP y 19th News.

No obstante, varios momentos del debate tuvieron una atención viral: en primer lugar, la interjección de Biden a Trump al inicio del debate, donde al ser interrumpido espetó con frustración, «Will you shut up, man?» (¿Podrías callarte?); en segundo lugar, la pregunta de Chris Wallace a Donald Trump en la que lo retó a condenar a los grupos supremacistas blancos en Estados Unidos, que Trump respondió con la frase, «Proud Boys, stand back and stand by,» (Retrocedan y manténganse listos), que generó una enorme indignación al no ser una condena enérgica; y finalmente, el ataque personal de Donald Trump hacia Joe Biden, en el que trajo a colación el problema de adicción de su hijo Hunter, y que Joe Biden aprovechó para contrarrestar afirmando que las elecciones no eran sobre su familia o la de Trump, si no sobre el futuro de las familias estadounidenses. En cuanto a política exterior, ambos candidatos se limitaron a abordar las implicaciones que Rusia y China han tenido en el manejo de la pandemia del Covid-19.

Al finalizar el evento, el consenso general ha sido que no hay un ganador claro, puesto que los mensajes de ambos candidatos fueron enturbiados principalmente por la conducta de Trump, quien confrontó tanto a su adversario como al moderador. Si bien es cierto que la estrategia de Trump de cortar a Biden fue parcialmente efectiva en reducir la articulación de los puntos de Biden, también disminuyó el tiempo de Trump para llevar a concreción sus ideas, y su negativa a condenar vehemente a los supremacistas blancos le ha obligado a retroceder en comparecencias posteriores.  En vista de ello, el Comité de Debates Presidenciales informó el día siguiente que estaría analizando y aplicando nuevas normas para mantener el orden en los dos siguientes debates presidenciales.

Sin embargo, existe una posibilidad que no se realicen los siguientes debates en vista del reciente diagnóstico positivo por Covid-19 de Donald Trump y su esposa Melania. Fuentes oficiales de la Casa Blanca informaron este viernes que el presidente tenía síntomas leves y sería hospitalizado por varios días en el hospital militar Walter Reed. Considerando que el próximo debate presidencial estaba destinado a ocurrir el 15 de Octubre, hay una probabilidad grande que Trump se abstenga de participar bajo el argumento de su diagnóstico actual.

Cortesía del Foreign Press Center/ Departamento de Estado de EEUU

Un elemento importante a notar es la reducción de un 13% en los ratings del debate entre Trump y Biden comparados con el debate entre Trump y Hillary Clinton en 2016, que impuso un record de 84 millones de espectadores. Según la BBC, el debate del martes pasado llegó a 73 millones de personas, que podría tener su causa en el gradual desplazamiento de las audiencias de la televisión a los medios digitales.

No obstante lo anterior, hace falta hacerse una pregunta: ¿pueden cambiar los debates la decisión del electorado? Según el doctor Mitchell McKinney, experto en debates presidenciales desde finales de los 80s, aunque los debates representen una gran herramienta para los votantes en términos de cotejar las propuestas de las candidaturas, éstos no cambian ni afectan a los electores decididos. Sin embargo, el efecto de los debates es más perceptible en el sector de los indecisos, ya que según los datos presentados por McKinney, de un 4% de indecisos, un 3% votó de acuerdo al desempeño de los candidatos en los debates.

Este artículo ha sido posible gracias al Foreign Press Center y al Departamento de Estado de EEUU, a través del Virtual Reporting Tour para las elecciones de Estados Unidos. 

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