«EL FNRP NO ESTABA PREPARADO PARA SER PARTIDO», ENTREVISTA MARIO MEMBREÑO.

ALG21 junio, 2019

 TEGUCIGALPA.

Como conocedor de la lucha magisterial, Mario Membreño mantuvo siempre una posición crítica del gobierno de Manuel Zelaya y su vinculación con el movimiento social. Lo conocí cuando el Espacio Refundacional buscaba ampliar el debate sobre los riesgos que el movimiento social correría de dejarse llevar por la oleada electorera que cubrió el FNRP en 2011. En aquel tiempo, Membreño formaba parte del Movimiento Nueva Democracia que surgió con el propósito de aportar con pensamiento a la lucha magisterial de principios de siglo.

Mario Membreño

«Es necesario examinar lo que ocurrió en la última fase del gobierno de Manuel Zelaya, cuando la confrontación con determinados grupos económicos que se sentían afectados por sus políticas comenzaron a incubar la posibilidad del golpe de Estado. Se trata de un reagrupamiento de la derecha que se conformó con bastante rapidez, y que llegó a la convicción que había que deshacerse de un gobierno que les afectaba, que se les había ido de las manos y que estaba haciendo cosas que no habían hecho otros gobiernos.

El gobierno de Manuel Zelaya no tenía condiciones para convertirse en un gobierno socialista. Las condiciones para el socialismo no han existido en ninguno de los países de Latino América, esas condiciones hay que crearlas y las crea una fuerza política, movimiento o partido que trabaja en esa dirección.

En el conjunto del continente lo que tenemos son respuestas de sectores nuevos, emergentes de las clases dominantes y sectores de las clases populares frente a las crisis que se vivió por el neoliberalismo en el continente, modelo que creó miseria por todos lados, en la ciudad y en el campo y que comenzó a prescindir de las formalidades propias de las democracias representativas, de la democracia liberal y sobre la marcha se fueron construyendo nuevas alianzas que trabajaron en función de modificar las estructuras del poder a través de elecciones; ese es el fenómeno común, con posicionamientos nacionalistas indudablemente, patrióticos, pero no pensando en establecer una sociedad que como socialismo presupone el fin de la explotación, que es la esencia del socialismo.

El gobierno de Manuel Zelaya no era más que un gobierno reformista. El temor vino por una oligarquía extremadamente conservadora que no cuajaron en el pasado opciones reformistas adentro de la misma, como la que representó en su tiempo la ALIPO y después el M-Lider, que eran proyectos socialdemócratas que sin embargo asustaron a esos grupos.

Lo mismo puede decirse con respecto a lo que impulsaba Zelaya Rosales. No hay duda que algunas de sus medidas tocaron intereses particulares fácilmente identificables y esos grupos que se sintieron afectados por esa medida son los que reaccionaron.

La crisis nuestra es tal, que cuando surge un régimen cualquiera, que busca enfrentarla, aún con proyectos poco articulados, poco orgánicos, desde el punto de vista de la construcción política, aún así se sienten amenazados y reaccionan en forma extrema.

Yo me he preguntado en determinados momentos incluso si el golpe era necesario realmente. Si pudo o no la oligarquía pensar en otra manera de encarar las preocupaciones que le sembró el gobierno de Zelaya Rosales.

Cuando se produce el golpe, Zelaya Rosales ya está aislado de la estructura del poder, ya es un gobierno débil. Inclusive, ya hay en el interior del gobierno de Zelaya Rosales, contradicciones internas, renuncias de ministros, por ejemplo, pero sobre todo en las advertencias que hacían al titular del ejecutivo sobre hacia a dónde podía conducir esas medidas y sobre todo eso que se llamó la Cuarta Urna.

Para entonces, el gobierno ya estaba debilitado. Ya había roto las relaciones con el legislativo y con la corte. Ni siquiera hubiera sido capaz de convocar a la Asamblea Nacional Constituyente.

Yo recuerdo los apuros que vivieron en aquel tiempo incluso los dirigentes populares sobre cómo caracterizar al gobierno de Zelaya, cuando se le preguntaba si era un gobierno revolucionario y vacilaban. Un gobierno revolucionario se da precisamente en un proceso revolucionario, un gobierno socialista se da en un proceso que se oriente en esa dirección y no era el caso de Zelaya Rosales.

En la izquierda hubo confusión en un principio, si examinan la prensa en algunos casos sectores de la izquierda y del movimiento popular cuestionaron el régimen de Zelaya. Pero cuando llega el momento crítico y se siente que el golpe ha sido echado a andar, Zelaya no tiene otro camino más que acercarse al movimiento popular y abre las puertas de casa presidencial para que quien quiera llegar pueda ir a plantear su problema.

Ya estaba planteada la Cuarta Urna y no la podía llevar a cabo sin el apoyo del movimiento popular. Tenía problemas con su propio partido y ni decir con los otros partidos. El movimiento popular para Mel fue una necesidad y lo hace evidente que los principales líderes del movimiento popular están presentes en el momento que se produce el golpe.

En el partido Liberal habían ya experiencias de renovación encarnadas por la ALIPO y el M-Lider, sin embargo nunca pudieron ser la corriente predominante. También al interior del partido Liberal se había planteado ya la necesidad de abrirse al problema social. Hay que recordar que hay un determinado momento en donde se comienza a hablar de un liberalismo social, más o menos al estilo del PRI. Posteriormente Mel comienza a plantear un Liberalismo Socialista, que es cuando aparece la frase de Matías Fúnez de la «patatera ideológica» para explicar todo eso. Por último se plantea el Socialismo Democrático.

Luego del golpe, la discusión gira en torno de si el FNRP debía o no convertirse en partido. Era la línea que se desprendía desde los Acuerdos de Cartagena, porque en esos acuerdos no se habla del Partido Liberal ni de Libre que no existía, se habla del FNRP. Es en torno al frente que se plantea la posibilidad de su inscripción como partido.

Eso provocó una reacción, porque el FNRP no estaba preparado para ser partido, porque su liderazgo es un liderazgo fundamentalmente gremial, acostumbrados a la lucha social, con grandes dudas en aquel momento de si debían o no apoyar la iniciativa de un partido político y dudas incluso respecto al liderazgo de Mel y la gente que lo acompañaba, porque esa gente era fundamentalmente la gente con la que había trabajado primero en su campaña electoral y luego en su gobierno.

A Manuel Zelaya se le miraba como un líder que provenía de un partido conservador y por lo tanto extrañaba su radicalización y no se creía que podía estar a la altura de la construcción de un partido que satisficiera las exigencias del movimiento social. No se miraba un claro planteamiento político, menos ideológico. Era una resistencia natural.

Esa contradicción afloró cuando fue a Nicaragua una delegación, en la que estuvo presente Juan Barahona, en septiembre de 2010. Hay que reconocerle allí a Mel que tuvo la actitud positiva de consultar en nombre de quién él iba a suscribir los acuerdos de Cartagena. ¿En nombre de quién podía hablar Mel en ese momento? No podía hablar en nombre del Partido Liberal, tampoco de su gobierno porque ya había terminado. Solamente podía hablar en nombre del FNRP. Es allí precisamente en donde no se entendió la enorme importancia que cobraría el frente en ese momento para abrir una discusión a fondo y dar un paso para un lado o para el otro, de la manera más consciente posible. No se trataba de decir nomás vamos a crear un partido, sino discutir qué clase de partido y cómo se quería crear. Esa discusión no se realizó.

Al final se impuso la idea de suscribir los acuerdos y crear el partido. La misma comisión que había ido a Nicaragua venían desconcertados. No sabían qué hacer. No valoraron la importancia que tenía cualquier resolución que tomara el frente.

La idea de los sectores del espacio refundacional era que se podía construir el partido sin sacrificar el FNRP. Que el Frente conservara su independencia. Esa era la idea que movía por ejemplo a Berta Cáceres. Yo recuerdo incluso la última conversación que tuve con Berta que me decía que desconfiaba de todos esos proyectos de gobierno progresistas de América Latina. Eso porque el movimiento social ha tomado consciencia que no basta tener un gobierno progresista en el poder. La idea es construir el poder popular, poder desde la base para enfrentar a cualquier régimen, sacando adelante los intereses del movimiento social.

La oposición del Espacio Refundacional no era una oposición ciega. Tenía como preocupación preservar la autonomía del FNRP y que sí surgía el partido que lo hiciera como un aliado.

Hay un momento en que se quebró la unidad de la dirección del FNRP. Cuando ya gente como Berta Cáceres se aparta y el mismo Carlos H. Reyes ponen una posición más independiente, que ven que las cosas iban tirando en otra dirección. Berta en una asamblea fue incluso abucheada por la asamblea que controlaban la gente que provenía del Partido Liberal. Esa no era una práctica nueva, ya antes se había usado en otras instancias del movimiento popular. La reacción de los grupos para actuar en proyectos muy particulares.

Es mentira que la experiencia política estaba en el sector del Partido Liberal y que el movimiento popular carecía de experiencia política. Eso es falso. El cachurequismo existía en el movimiento sindical, en los gremios, en los partidos políticos, en el movimiento estudiantil. Los gremios en Honduras tienen gran experiencia en la política. Ese planteamiento ideologizado fue utilizado para descalificar gente del movimiento popular. El fraude que se sabía hacer en las elecciones estudiantiles, en las elecciones gremiales y sindicales, se usó en el FNRP. Había experiencia para eso.

La represión afectó profundamente al movimiento popular. El ejemplo más claro es el movimiento magisterial. Hubo miles de maestros enjuiciados, centenares destituidos. La represión tocó a fondo a los sectores que estaban en las movilizaciones. La derecha entendió perfectamente bien a quién tenían que golpear.

¿Si ustedes recuerdan en la movilización que hubo en occidente en el magisterio?, hubo un muerto, en 2007. Sergio Rivera denunció la represión y responsabilizando al gobierno de Zelaya.

El gobierno de Manuel Zelaya tuvo varios momentos. Si ustedes recuerdan en el primer momento ese gobierno quedó distribuido entre dirigentes de corrientes liberales, así quedó Jorge Arturo Reina en Gobernación, Pineda Ponce en Educación, etc. Era un típico gobierno Liberal.

Después de un proceso de evaluación que no recuerdo en qué consistió, vinieron los cambios en los gabinetes y comenzó una segunda fase en el gobierno de Zelaya. Ya en ese momento el conflicto social en el país tenía características bastante definidas. Se habían fortalecido las estructuras del movimiento popular y magisterial que echó a andar con más fuerza. Cuando ya se entra en esa segunda fase de Zelaya, éste intenta resolver, ya no con la visión estrictamente liberal, sino responder un poco a la situación que se estaba viviendo, ya para entonces los gremios y particularmente el magisterio tiene una comprensión mayor de lo que se podía y no se podía esperar de Zelaya.

El magisterio en su lucha reivindicativa se centró en el estatuto del docente, que se concertó en el gobierno de Reina con Carlos Flores en el Congreso. Lamentablemente el magisterio no entendió en ese momento que había que lograr que se reglamentara el estatuto del docente con el mismo gobierno con que se había negociado y esa lucha se postergó hasta el gobierno de flores, en donde la situación era distinta a la que se vivía en tiempos de Reina. 

El magisterio entendió que mientras no se dieran pasos concretos para aplicar el estatuto del docente que incluía también la reglamentación, no iba a hacerse efectivo. Fue en torno a eso que gira la lucha del magisterio y los distintos gobiernos van a juzgarse en función del cumplimiento o no del estatuto del docente.

La implementación del socialismo democrático en los planteamientos del partido Libre, no se hizo en función de una discusión sino que se toma en las instancias de la cúpula y concretamente en la dirección del partido. No es una decisión consensuada. Yo creí que la adopción del socialismo democrático era innecesaria en cuanto a los principios de libre que se recogen en el ideario, plan de acción y estatutos son suficiente para reivindicar la refundación del Estado, algo que lo une al movimiento social y popular.

Fue el desarrollo objetivo de la sociedad con los conflictos que se generaron previo y después del golpe de Estado lo que condiciona la relación entre Manuel Zelaya y el movimiento social. Se da como una necesidad de los objetivos que persigue Zelaya en relación con su futuro político y el hecho que se propicie una apertura hacia el movimiento social en el período más álgido de la crisis, cuando el aislamiento de Zelaya con respecto al control institucional es obvio. Esa relación se dio de manera muy natural, en el mismo movimiento popular se miraba la idea de apoyar al gobierno que había tomado algunas decisiones que le favorecían al movimiento popular y se había enfrentado al poder.

Lo que hemos tenido nosotros como democracia en Honduras es la democracia electoral o, si se quiere la democracia representativa que se recoge en la constitución. Ese proceso de construcción de democracia, como bien sabemos, se ha desarrollado en Honduras bajo la tutela de las FF.AA. y de la Embajada americana. En la constitución de la República se recogen tanto el concepto de Democracia Representativa como Representativa, pero democracia Representativa no hemos tenido prácticamente nada. Lo que ha habido es una democracia representativa instalada con los mecanismos estrechos que la constitución señala, más el tradicionalismo fuerte de los dos partidos que han compartido el poder en Honduras.

También están en la constitución el plebiscito y Referéndum, pero reglamentados de tal manera que llevarlos a la práctica es muy difícil. Se recogen los principios de consulta directa pero se bloquean al momento de reglamentarlo. Lo mismo pasó en el concepto propio de la democracia participativa del referéndum, inclusive concentrado en la reivindicación de un referéndum revocatorio, porque hay más de 30 formas de referéndum y una de ellas es el revocatorio. Pero a dónde ha habido esa práctica, ni si quiera en el partido Libre que lo reivindica.

En las luchas de América Latina han hecho actos de presencia nuevos movimientos sociales que pesan en la vida política del país. Uno de esos sectores es el de los pueblos indígenas, que si bien el porcentaje de la población que se puede calificar con rigor de indígena es bajo, el hecho real es que para las banderas de los pueblos que libran luchas importantes en torno a la defensa de la tierra, de los territorios, del agua, del bosque, y eso tiene que ver con la suerte de nuestro país. Ningún país que entrega sus recursos puede desarrollarse. ¿A partir de qué va a desarrollarse Honduras si sus bosques y sus ríos están en manos de extranjeros? La importancia que tienen esos nuevos actores sociales es grande políticamente, aunque no tengan una definición política.

En las oenegés hay algunas que han entrado al ruedo político al servicio de los poderes constituidos. Se sabe bien qué intereses sirven y su práctica es sumamente clara. Es más grande el rol que han jugado en la consolidación de la dictadura que el que jugaron al momento del golpe.

Las vertientes de la resistencia son varias, una de lo que tradicionalmente hemos llamado el movimiento popular: sindicatos, organizaciones campesinas, organizaciones gremiales, que era pequeña, pero fueron los que introdujeron la consciencia de organización política a la lucha contra el golpe, pero también las organizaciones indigenistas y negras, que hacen acto de presencia en las movilizaciones; había también una base partidaria que se sintió traicionada por la cúpula liberal, sectores también del partido nacional que fueron arrastrados por la lucha. Yo estuve por ejemplo en Otoro en donde predominaban personas del partido nacional. La resistencia fue un movimiento heterogéneo.

Una vez decía alguien de la Universidad, a propósito de una investigación que se presentaba, que esa eclosión de fuerzas que se juntan con el golpe, eran producto del neoliberalismo. Todos los sectores que fueron golpeados por el modelo neoliberal a lo largo de las últimas décadas salieron a la calle.

¿Los Patricios? Patricia Rodas, Enrique Flores Lanza, Milton Jiménez Puerto venían de un medio no liberal, sino de las luchas estudiantiles más radicales que ha tenido nuestra sociedad, que aunque ya no eran estudiantes, conservaban todos esos elementos radicales de la juventud.

Ese podría considerarse un primer círculo de influencia de Zelaya Rosales y junto a ellos un grupo que lo acompañó en la administración del Estado.

Lo que se conoce como izquierda adentro de Libre provienen de lo que quedó de la izquierda del pasado, sectores pequeños que reivindican el marxismo pero con muy poca formación y con una incidencia muy marginal en la vida política, y los que provienen del movimiento popular, que es en donde se conserva de manera dispersa una izquierda que hay que ubicar exactamente de qué movimiento aparece.

En el caso de Mel, hay una evolución ideológica pero sin una consistencia en consonancia con la capacidad de convocatoria que mantiene, que ejerce una presión de la base de un partido con un gran potencial. El liderazgo de Libre tiene que evolucionar de acuerdo con esa base para encarnar un proyecto de transformación.

La posibilidad de articular los diferentes sectores del movimiento social y el movimiento político en Honduras depende en gran medida de la evolución de Libre. Si ese proyecto llega a fracasar afectará por completo a todas las fuerzas políticas y sociales del país. Sería la derrota total.

La crisis que vive Honduras es una crisis muy profunda y compleja que afecta la vida del país a través de períodos prolongados. La oligarquía y las fuerzas que gobiernan tienen la capacidad de reconstruirse más allá de la figura de una persona. No hay solución fácil a la crisis y no está a la vuelta de la esquina la solución. Esa falta de visión estratégica continúa siendo un obstáculo para avanzar. Si no se cambia la visión que tenemos de la crisis no vamos a poder encontrar el camino correcto para la solución. Estoy convencido que no hay en el país condiciones para una solución revolucionarias de la crisis, necesitamos buscar una solución democrática que instale nuevas fuerzas en el poder.

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