«EN EL GOLPE DE ESTADO PERDIMOS TODOS, EXCEPTO UN PEQUEÑO GRUPO DE POLÍTICOS». ENTREVISTA FILADELFO MARTÍNEZ

ALG13 junio, 2019

 FUNDACIÓN DEMOCRACIA SIN FRONTERAS,

TEGUCIGALPA, COLONIA PALMIRA, ENERO 2019.

«No fue una sorpresa que hubiese golpe de Estado. En la medida se iba conformando la crisis nos dimos cuenta que no había una salida en el marco de la ley que le permitiera al país avanzar. Nuestros políticos perdieron su capacidad de diálogo. No tienen ya esa capacidad, entendiendo que reconocer que el diálogo son por lo menos dos perspectivas y visiones en las cuales se deben encontrar diferencias y similitudes. Ese es el arte político que se perdió en ese momento difícil para Honduras y no se ha podido recuperar aún. Históricamente en Honduras las crisis no se han resuelto en el marco de un diálogo sino de una negociación, que es una salida distinta: El «pactismo», en el cual los dos reconocemos que tenemos un interés en común sobre una sola cosa y pactamos sobre cómo vamos a recibir beneficios.

En 1985 aún funcionaba esa capacidad de diálogo. Esta crisis de 1985 está estrechamente vinculada a 2001, porque el diálogo si bien requiere reconocer las diferencias y similitudes, requiere también tomar acuerdos en los cuales nadie gana y todos ganan en aras de un bien mayor. Las partes ceden y las partes reciben. En el «pactismo» no, los políticos ganan en función de un interés particular y no en el de un bien común.

Piense usted en el acuerdo de la guerrilla del FMLN con el gobierno salvadoreño. Allí el FMLN se dio cuenta que no podía acceder al poder por la vía de las armas y accede a sentarse con el gobierno, aunque eso le significó 20 años de espera para llegar al poder. La derecha por otro lado tuvo que reconocer que no podía derrotar militarmente al FMLN y también accedió reconociéndole el estatus de fuerza política legal.

En Honduras eso no fue posible en 2001, porque el diálogo no solo era entre el Partido Nacional y Liberal sino con otros actores políticos, no solo fue entre los partidos sino también con la sociedad civil y la comunidad internacional que miraba cómo el sistema, ya desde el 85 mostraba señales inequívocas de imperfecciones. La sociedad hondureña en 2001 buscó hacer una serie de reformas que buscaba al final evitar una crisis como al que se dio en 2009.

Pero final se impuso la fuerza de los sectores conservadores vinculados al «pactismo» que creyeron que perdían mucho con las reformas y retrocedieron en el acuerdo de 2001. Para eso necesitaron de la complicidad de la Democracia Cristiana.

Una reforma electoral era la despolitización del Tribunal Supremo Electoral. Lo que se buscaba era que fueran tres magistrados que no respondieran a los partidos, pero lo que se hizo fue mandar a los magistrados que tenían un pacto con los partidos.

Ya para el año 2000 se miraba una tendencia que indicaba que iba en aumento el abstencionismo en el sistema político nacional. Había además problemas en términos de la credibilidad de los resultados electorales. Debemos recordar que Porfirio Lobo Sosa fue el último candidato que reconoció la derrota frente al contrincante, precisamente Manuel Zelaya Rosales.

El huracán Mitch deja bien claro que el país en tiempos de crisis intensa no necesita de los partidos políticos. Fue la sociedad civil, fue la cooperación internacional la que pasó a organizar ese espacio. La acción de la iglesia católica actuando de inmediato, organizando a la población para que la ayuda llegara a los que estaban con el agua al cuello. Es allí en donde se evidencia el desgaste de los partidos políticos. El Mitch desnuda el desgaste de la estructura política del país, pero devela también la necesidad de una reforma política y eso estaba en la esencia de las reformas de 2001.

Básicamente las reformas que se buscaban era establecer un Tribunal Supremo Electoral, que aun y cuando estaban cinco partidos legalmente inscritos en el país, se dejó a tres magistrados. Dejaron excluidos al partido Unificación Democrática y al partido PINU-SD. El pacto del Partido Nacional, el Partido Liberal y la Democracia Cristiana hizo que estos partidos quedaran excluidos.

El otro tema era la nacionalización de las mesas.

En las elecciones de 1997, cuando yo era coordinador de UD, nosotros intuíamos que se haría un fraude. En ese momento el conteo de urnas se hacía en el estadio nacional, en UD nos planteamos cómo vigilar las mesas, logramos reclutar 100 compañeros para cuidar las mesas, pero luego de las 101 en adelante era el PN y el PL quienes se repartían los votos. Allí nos dimos cuenta que los partidos pequeños no tienen capacidad para competir con los partidos grandes, porque no tienen capacidad para asegurar que se respete la voluntad popular.

¿Cuál es la idea de que un soldado custodie la urna?, impedir que un liberal o un cachureco se la robe. Porque quién más tiene la capacidad y el interés de cambiar el voto popular son esos partidos. El desorden en que estamos es que en ésta democracia se compite contra quien está dispuesto a violar la ley. Pero la democracia está basada en el respeto a las reglas del juego.

Otra cosa: Los dos partidos están de acuerdo en que el reglamento del Congreso Nacional es sumamente antidemocrático, los dos ofrecen cambiarlo pero una vez que están en el poder comienzan a ver que no quieren cambiarlo. El presidente del CN tiene mucho poder. El pactismo está basado en los privilegios de una minoría elitista de los dos partidos.

Luego de las reformas en 2001, el pactismo comienza a ver cómo se evade el marco democrático. Comienza desde Maduro mismo con el tema de su nacionalidad. Una interpretación más apegada a derecho no hubiera permitido la inscripción de Maduro como candidato a presidente de la República.

Con el voto por fotografía, el elector distribuye el poder. Esa era la razón fundamental por la cual el liderazgo político se oponía a esas reformas. Si se hubiera mantenido el sombrero de Suazo Córdova o la bandera del partido como la casilla en donde todos tenían que marcar, probablemente no hubiéramos tenido golpe de Estado y probablemente el pueblo hubiera optado por una revolución, porque era necesario oxigenar el sistema político imperante que ya no se aguantaba.

Esta reforma no permite un control del ejecutivo sobre el legislativo, en teoría permite que haya más participación del elector. Comparemos los datos del crecimiento que hay después del voto bajo la bandera del partido a cuando se vota bajo la foto del candidato. Se recuperó parte de la confianza de la población sobre el sistema electoral.

El golpe de Estado es consecuencia de que el sistema no funciona. La crisis política se da en un momento en que los actores que fueron capaces de impulsar la reforma política de 2001, no tienen la fuerza ni la influencia en el país para aprovechar la crisis y llevarla por un mejor término. La sociedad civil estaba dividida.

En 2001, si revisamos el discurso de la sociedad civil, independiente de posiciones políticas era congruente con la necesidad de todas estas reformas. Y la cooperación internacional, ya no estaba con la misma fuerza. En 2009 tenemos a una sociedad civil creyendo que vía la violación de la ley se podía hacer democracia. Apoyando la cuarta urna y también otra apoyando el mismo golpe de Estado.  Lo que terminó es consolidando un sistema que sigue en crisis, el del pactismo. El movimiento sindical había desaparecido del mapa.

Mire como tuvimos crisis en 2017, pero el liderazgo sigue actuando como que no ha pasado nada. Todas estas crisis no han servido para hacerles entender que el país necesita esas reformas que fueron planteadas en 2001.

Los intelectuales, todavía a 2001 era claro encontrar voces haciendo críticas y propuestas. Ahora no las tenemos. Los intelectuales están en uno y otro bando, ya no hay una intelectualidad independiente. Hay un retroceso en el 2019 en donde se cumple 70 años de la muerte de Rafael Heliodoro Valle y ahora ya no tenemos intelectuales. No hay planteamientos encaminados a oxigenar la democracia y el pactismo sigue funcionando de maravillas.

Lo que nosotros tenemos es una élite política ignorante de lo que es la democracia e insensible de saber que la democracia puede ayudar al país. Tenemos una élite política que se prepara para ganar elecciones, pero cuando gana se dan cuenta que no pueden gobernar al país. Y cuando pierden no entienden que desde la oposición se puede también ayudar a la democracia.

Con el golpe de Estado ganó el oscurantismo, la violencia. Ganó el atraso, perdimos todos, excepto esa minoría que pacta.

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