Fotoperiodista hondureño gana concurso de reportajes de conflicto

EGO3 septiembre, 2019

El fotoperiodista y escritor hondureño Tomas Ayuso es el ganador del Premio James Foley 2019 por Reportaje de Conflictos de los Online Journalism Awards (Premios de Periodismo Digital).

El premio, otorgado por quinta vez, reconoce a “los periodistas digitales que producen reportajes excepcionales en condiciones dificiles”, de acuerdo con la organización Online News Association (ONA), que da los premios.

“El comité de selección quedó impresionado con su inquebrantable cobertura de los conflictos en América Latina relacionados a la guerra del narcotráfico, los desplazamientos forzados y el desposeimiento urbano”, apuntó ONA en su comunicado de prensa.

La organización destacó su proyecto “The Right to Grow Old” (El derecho a envejecer) en el cual Ayuso -quien nació en Tegucigalpa – sigue a migrantes hondureños desde que abandonan sus hogares hasta que se convierten en desplazados en México.

Su trabajo ha aparecido en la National Geographic, The New York Times, The Washington Post, Vice News, Danmarks Radio, entre otros. Es becario de Open Society Foundations, Explorador de National GeographicFotógrafo de World Press 6×6 Global Talent Program, y demás.

Ayuso será reconocido en la ceremonia de los Online Journalism Awards 2019, el 14 de septiembre, en New Orleans, EE.UU. ONA, con sede en Washington, D.C., es la asociación de periodistas digitales más grande del mundo. Su misión es “inspirar la innovación y la excelencia entre los periodistas para servir mejor al público».

El Premio James Foley honra el nombre del periodista de conflictos y videógrafo estadounidense que fue secuestrado mientras reporteaba para el GlobalPost y Agence France-Presse en Siria, y que fue posteriormente asesinado.

Foto de Tomas Ayuso
Centro Knight: ¿Cómo y por qué empezaste a estudiar una carrera en fotoperiodismo?

Tomas Ayuso: Luego de recibir mi título de maestría en Conflicto & Desarrollo en la New School, en la ciudad de Nueva York, trabajé con miras a una carrera en políticas internacionales. Pero debido a razones personales, tuve que dejar Nueva York y mudarme de nuevo a Tegucigalpa. En ese momento, el colapso de Honduras estaba realmente generando un ascenso de la violencia, la inestabilidad y el consiguiente desplazamiento se convirtió en la nueva normalidad. El usual reporteo superficial que producían algunos medios de comunicación de países desarrollados me sorprendió respecto a su enfoque de los problemas del país, recurriendo a un exotismo grandilocuente y a encabezados hiperbólicos sin verdaderamente llegar al punto de lo que estaba sucediendo. Por supuesto fue solo una minoría la que llegó a este extremo, pero fue desalentador ver cómo algunos periodistas extranjeros llegaban, nos ninguneaban y se iban. Dejando a su paso un registro visual de imágenes deshumanizadoras que redujeron a los hondureños a accesorios en los artículos más mórbidos, perpetuando una narrativa irreflexiva de la crisis. En 2015, pensé que como hondureño también debería contar las historias de Honduras durante ese momento histórico. Con la intención de hacer un trabajo que explorara la complejidad del conflicto, sus orígenes, sus víctimas y sus victimarios, tanto en el país como en la región, aprendí por mí mismo cómo usar una cámara, abandoné la voz monótona de la redacción de textos de políticas, y me fui.

CK: ¿Qué motivó tu trabajo sobre conflictos en América Latina?

TA: Quería realmente adentrarme en los asuntos más complicados que enfrenta Latinoamérica sin sacrificar en el proceso la dignidad de las personas. A través de este trabajo me enfoco en la humanidad y la lucha de las personas que son víctimas de la desigualdad y la tiranía, ya sea por parte de autoritarios corruptos o de las poderosas pandillas. Tengo la esperanza de que todos los que son sometidos al silencio o a luchar para preservar su derecho a la vida me concederán la oportunidad de conectar sus testimonios con una narrativa que idealmente conducirá a la justicia y a la acción.

El estado actual de las cosas en América Latina es insostenible. A través del periodismo que produce nuevos conocimientos y de la fotografía que cultiva la empatía, intento fomentar un mejor entendimiento del porqué y cómo de nuestros conflictos para que las generaciones futuras no tengan que repetir los mismos errores de aquellos que pasaron antes que ellos.

CK: ¿Cuánto tiempo llevas trabajando en el proyecto “The Right to Grow Old” (El derecho a envejecer)? ¿Cuál es la parte más desafiante para llevarlo a cabo?

TA: The Right to Grow Old existe de alguna forma desde 2016, más o menos. En aquel entonces me centré más en un tipo de narración de mosaico. Quería capturar cuán vasta era la crisis ya que todos los hondureños la estaban sintiendo, independientemente de cualquier métrica. El enfoque de la viñeta se sintió demasiado difuso para expresar realmente cuán profundamente las personas estaban siendo afectadas. A mediados de 2017, centré la narrativa con un ángulo más íntimo: tener el tema y a alguien que represente una faceta de la crisis, que sirva como guía y narrador. Al reunir una serie de temas que nos pueden decir las diferentes razones por las que las personas se van, cómo son los diferentes desplazamientos y cómo resultan los diferentes resultados, surge una imagen de lo interconectados que están surgiendo y cuán monumental es realmente la lucha de un país pequeño.

En lo que respecta a los desafíos, llevar las historias frente a una audiencia fue lo más difícil de lograr. Al comenzar por mi cuenta sin ninguna conexión con la industria, pasé mucho tiempo sin encontrar apoyo. Ahora, afortunadamente, he podido encontrar espacios para compartir estas historias. Mientras estas historias necesiten ser contadas, espero poder llevarlas a una audiencia.

Actualmente, creo que la parte más difícil de hacer The Right to Grow Old ha sido el costo emocional que me ha causado. La tristeza y el dolor que vi de primera mano y escuché de segunda mano dejaron sus huellas. Es insoportable ver a las personas sufrir a causa de la letanía de catástrofes provocadas por el hombre que afectan a comunidades enteras. Aunque yo también he estado en riesgo, presenciar la desolación que sufren las familias desplazadas es la parte más difícil del trabajo. Afortunadamente, tengo suerte de tener una red de amigos y familiares que han estado allí para mí en cada paso del camino.

Publicación original: Knight Center

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