El futuro no existe

Selvin Sánchez13 julio, 2023

SANTA ANA, El Salvador

(Por Jorge Sagastume) Probablemente a lo que llamamos futuro no sea más que un episodio recurrente de incertidumbre y una maldita predicción o conjetura de cosas que van a ocurrir, pero solo imaginable en nuestra cabeza. Quizás sea el traspatio del insomnio pegado como polilla y que confundimos como utopía. El debate es amplio y profundo. En esta post modernidad que se ha convertido en líquida, el futuro se mueve entre una fulgurante utopía o una derramada rama de la ciencia ficción. El concepto es elástico: se encoge o estira de acuerdo a las circunstancias que lo analicemos, con los medios y recursos que lo midamos. Casi podría afirmar que el futuro hizo acto de abandono a la raza humana y se ha trasladado a la cresta de la “inteligencia artificial”.

El futuro sigue siendo una apuesta filosófica, existe un debate constreñido y, a veces ambiguo. Más ambiguo que la supuesta simbiosis que podría existir entre la correlación de pasado, presente y futuro. En esta sociedad contemporánea, plagada de caos, terribles guerras. imperio de virus, donde prevalece la dictadura del odio y enclaves de miseria humana hay por todos lados, el pasado, presente y futuro, existe solo como conjugación gramatical, como un correlato fabular, no como apuesta para la vida. “El futuro es de los niños”, afirma un mal intencionado discurso y falacia política, repetida como estribillo electoral. “Honduras verde para el año 2000”. Son algunos de los slogans que se han distribuido y regado como polen, pero la realidad es otra.

¿Qué relación existe entre el futuro y una jubilación de un país del tercer mundo?, por ejemplo. Hay una suerte de golpe, un golpe que duele porque es asestado a la existencia misma del ser humano, o sea: donde más duele. En Chile aprendí que un chileno le tiene más miedo a la jubilación que a la misma muerte. Algo parecido, pero desde otra dimensión existencial he escuchado repetidas veces en El Salvador: “ganamos en dólares, pero nos siguen pagando en colones”. En ambos casos se produce una inevitable entelequia y una terrible e injusta  barbaridad.

Es tan terrible nuestra realidad, que me causa tanto desatino existencial y puedo pecar de “alterar el orden divino”, al presagiar que estamos más cerca de abrazar al diablo que de besar a Dios, es decir; lo que hemos visto hasta el momento no tiene pinta de futuro: el genocidio de los siete millones de judíos asesinatos por Hitler, las dos bombas atómicas arrojadas por los Estados Unidos a dos ciudades inocentes de Japón: Hiroshima y Nagasaki, el genocidio de Ruanda, cometido por las Naciones Unidas al retirar a los cascos azules y dejar a la población Tutsi indefensa, los impunes asesinatos selectivos de Stalin, más de 30 mil asesinatos cometidos por el dictador salvadoreño Maximiliano Martínez a la población indígena y campesina, cifras similares ocurridas en Nicaragua durante la dictadura de Somoza, Batista en Cuba y el asesinato en masa de la etnia Ixil en Guatemala, a manos de Efraín Ríos Montt; cientos de desaparecidos y asesinados en Chile, Argentina, Brasil, República Dominicana y países de la Antigua ex unión soviética y países africanos por gobiernos dictatoriales y genocidas (solo por citar algunos). El futuro no puede ser gratificante y alcanzable con un pasado aterrador que socavó las bases de la ética de la sociedad.

Mas recientemente, la COVID -19, este virus letal como otros, fabricado en un laboratorio de cualquiera de los países de la G8, impuso una nueva demografía política y económica a nivel mundial. Desde los espasmos de la “guerra fría” hasta los espermatozoides del nuevo orden mundial gobernado por una geopolítica bipolar, donde la élite imperialista es impecable en su grotesco liderazgo, se está cambiando la charatela del futuro por la inteligencia artificial. (…) La dictadura digital, la fusión de la infotecnología y la biotecnología puede hacer que miles de millones de personas queden al margen del mercado laboral y socavar tanto la libertad y la igualdad, piezas claves del futuro de la humanidad. (Harari 2018, pág. 14).

Parece que la realidad y el futuro se bifurcan desde el inicio. O son estados del ser humano que no son concomitantes, es lo más seguro. El 10% de la humanidad vive en la más extrema pobreza, millones de niños no cuentan con una ración de pan para alimentarse y, cada día, miles de personas, hombres, mujeres, niños, mueren de inanición. Cada día se suman más personas a la cadena de miseria, muchas de ellas, con suerte, devengan un dólar y medio al día. Para estas personas ni siquiera el presente existe, son seres anónimos, son y serán reliquias humanas del pasado, nunca pondrán un pie en la pasarela del futuro. Todo gira en torno a la economía del poder, la rebelión del conocimiento responde a los intereses del capital transnacional y nunca a los estados del ser humano: presente y futuro no cuentan para los damnificados de la economía mundial, como lo afirmaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

“Allí donde no alcanza la ciencia, se abre un hueco para lo divino”, afirma el filósofo español José María Ripalda. Y es que, repensando el futuro en el siglo XXI, es como una especie de “divinidad”, mas cercana a una deidad, pero sin poder de culto y sin asidero de la realidad. El futuro, visto así, está excluido de formar parte de una colectividad y solo es un miserable egotismo individual, pero de ese individualismo que teje la telaraña de la humanidad, se adueñan de la ecología global y mueve el eje de la tierra a sus propios intereses, los más mezquinos y absurdos, dentro del surrealismo de lo barato de los nuevos “emprendedores” y emperadores del capitalismo transnacional.

Hoy día el futuro es abordado como un recurso epistemológico de la filosofía y no como una realidad que es vinculante al modelo de desarrollo imperante en los países. El sistema educativo sigue alfabetizando que el futuro existe pero que hay que buscarlo y partirse el pecho para conseguirlo; como se fuera cosa de suerte o del picaporte de las oportunidades. Solo es una estratagema para que los ciudadanos de las economías más precarias y deprimidas del mundo, no pierdan las esperanzas de lograrlo. Esta cosmovisión mágica y religiosa del futuro para los pobres del mundo, es parte del juego del capitalismo, cuando en realidad representa una grave incisión al modelo de desarrollo para asegurar y ampliar la brecha de la desigualdad social y así ejercer un efectivo control sobre la población más vulnerable y antipática al conocimiento.

Los pobres son muchos y por eso es imposible olvidarlos, escribió en la década del 80s el poeta hondureño Roberto Sosa (Q.E.P.D), en clara alusión que los pobres no tienen derecho al piso del cielo, mientras mueren, tampoco al techo del futuro, mientras vivan.

 

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