La propuesta de reducción de los municipios en El Salvador y la punta de lanza para profundizar la desigualdad social

Selvin Sánchez13 marzo, 2023

SANTA ANA, El Salvador

(Por Jorge Sagastume) En las últimas décadas en El Salvador, situación homologa para Honduras, Guatemala y porque no, Nicaragua, la presencia de dos tipos de desigualdades, como fruto del modelo disfuncional de desarrollo es más que evidente: la desigualdad en la riqueza y la desigualdad en los salarios. Ambas actúan de diferente manera, donde la primera es superior a la segunda.

Ambas desigualdades están expresamente explicadas y argumentadas a nivel mundial, por Thomas Pikkety en su libro “El capitalismo en el siglo XXI”, donde “el problema de la desigualdad – y en particular la dinámica de la concentración de la riqueza – permanece”. Particularmente para los países en mención, esta riqueza permanece intacta, porque no existe una regulación del capital, este en un don de la democracia neoliberal.

Basada en la perspectiva analítica de este libro y con el rigor intelectual con que fue escrito, el Dr. Héctor Dada Hirezi, economista de renombre, de nacionalidad salvadoreña, nos conduce a un relato más específico, al centrar el análisis de la desigualdad en el Salvador, teniendo de cabecera este estudio de Pikkety, en su ensayo “Thomas Pikkety y la desigualdad, una perspectiva desde El Salvador”, escrito en el 2015 y auspiciado por la Fundación Heinrich Böll  Stiftung, para Centroamérica, México y el Caribe.

La sociedad salvadoreña ha padecido tradicionalmente de una profunda desigualdad. Heredada de la colonia, la república ha hecho muy pocos esfuerzos decididos para reducirla. En el siglo XIX, luego de la casi total desaparición de la producción de tinturas a partir del índigo o añil – que era la actividad económica principal – más bien la fuerza del Estado fue utilizada para expropiar a las comunidades y a la Iglesia y entregar las tierras a propietarios privados con el objetivo de que fueran dedicadas a la producción de café, que hasta ya bien entrada la segunda mitad del siglo XX fue la producción dominante, y la principal organizadora de la estructura social y económica del país.1

Cronológicamente, la historia de El Salvador, hasta hoy día para entender el rumbo del modelo de desarrollo, las presiones del capital extranjero , las fuerzas internas de la oligarquía criolla, las presiones sociales en demanda de una sociedad más justas, pasando por la guerra civil, los acuerdos de paz, hasta el momento actual se puede resumir, en grandes líneas así: 1932, la rebelión campesina, la gran depresión de la economía mundial, impactó fuertemente en los precios del café, pero esta revelación solo encontró una respuesta totalmente represiva por parte de la dictadura de Maximiliano Hernandez, que carecía de “cualquier atisbo de reformismo distributivo”. En 1948, El Salvador da un giro a su modelo de desarrollo y se exógena de un proceso de sustitución de importaciones que se inspira en un Estado social, pero alejado de la estructura básica que origina la desigualdad de ingresos y de propiedad.

A pesar de las señales de agotamiento del proceso de sustitución de importaciones, la economía experimentó un crecimiento entre (1970 y 1978) a una tasa promedio anual de 5,6%, factor determinado por construcción de la represa hidroeléctrica del Cerrón Grande, el comercio y los servicios. Posteriormente, “la conjugación de causas internas con los efectos de la crisis internacional condujo a que en 1979 el PIB decreciera en 4,2%, y en 1980 descendiera en 11,8%”.

En palabras de Carlos Acevedo, economista salvadoreño, investigador, ex-Presidente del Banco Central de Reserva, citado por Hirezi: “Las disparidades socioeconómicas inducidas por el modelo de crecimiento, exacerbadas por el agotamiento del Mercado Común Centroamericano y las secuelas del conflicto armado con Honduras en 1969, empezaron a dar paso a las contradicciones políticas que conducirían al estallido de la crisis en los 70 y a la confrontación bélica que desangró al país a partir de los 80”. En la base de esas contradicciones políticas, una agudizada convulsión social generaba una ingobernabilidad creciente.

La inestabilidad pronunciada ya en el país y su marcada ingobernabilidad, fue propicio para el 15 de octubre de 1979, se diera un golpe de Estado, que, a la vez, “abrió el espacio para iniciar transformaciones estructurales en El Salvador; no obstante, la plataforma organizada de la Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG), no le fue posible hacer los cambios profundos y las demandas que tanto necesitaba El Salvador.

Dilatar las reformas sociales y políticas, maquillar los procesos de desarrollo o hacerlos para el beneficio de las clases pudientes, dando dadivas al pueblo, sumado a la “La ingobernabilidad parecía generar posibilidades para la toma del poder por los grupos insurgentes, y las medidas que atacaron con fuerza las condiciones de desigualdad se tomaron primordialmente a partir de consideraciones de carácter político-militar”.

Pareciera que fuera una larga historia la que ha venido germinado en El Salvador, pero todos los procesos son recientes, la herida social sigue latente a pesar de los acuerdos de paz, todo es tan reciente que permanece intacta en la memoria de la población. Actualmente, el gobierno de Nayib Bukele, propone un abanico de cambios estructurales, cambio que, de acuerdo a su juicio, deben poner a El Salvador por la senda de un verdadero desarrollo. En consonancia con este razonamiento escribió en su cuenta de Twitter el 30 de diciembre pasado: El Salvador debería estar dividido en 50 municipios, máximo. Es absurdo que 21,000 kms2 estén divididos en 262 alcaldías”. Es decir, El Salvador pasaría de elegir 262 alcaldes a elegir solo 50.

A raíz de estas declaraciones no se hizo esperar la opinión de sectores a favor y en contra. Algunos argumentos explican al respecto: Si revisamos las estadísticas en términos de población, “muestran que, de los 262 municipios, solo hay cerca de 83 municipios que cumplen con el requisito de tener una población de más de 20 mil habitantes. El resto de municipios tiene una población menor, por ejemplo, hay 63 municipios que tienen una población que va de cinco mil a diez mil habitantes y luego, hay una cantidad de 59 municipios que tienen una población de mil a cinco mil habitantes”.

Otro elemento a valorar dentro de esta propuesta presidencial, “son los factores de la conectividad de los diferentes centros de población para crear la nueva estructuración de los municipios, porque muchos de los municipios pequeños, con muy poca población, poseen una conectividad bastante difícil que impide que puedan desarrollarse”. Asimismo, “evaluar las cuencas hidrográficas, cómo pensar en términos de agrupar municipios que tengan que ver con concentración de población, conectividad y ubicación en base a estas cuencas.

Indudablemente, al darse estos cambios, se van a producir cambios importantes en el padrón electoral, seguramente muchos de estos municipios a desaparecer, dejaron de representar réditos en el sistema electoral. También, en opinión de otros expertos, esta reducción no traerá más que concentración de poder, también se ha especulado que está en bancarrota las finanzas públicas, por la inmensa masa de burócratas que viene absorbiendo el Estado desde hace mucho tiempo. Una masa laboral, muchas veces improductiva, que excede la capacidad de absorción institucional a nivel presupuestario. Una masa laboral, que, en muchos casos, se presta para el despilfarro y la corrupción municipal.

Dada la historia de desigualdad que hay en el país, preocupa de sobremanera que esta reestructuración municipal, lleve aparejado aumentar la desigualdad social, pues los recursos, al desaparecer los municipios y convertirse en distritos, se van a concentrar en las ciudades cabeceras departamentales. Conociendo la experiencia que hay en el país de reconcentrar riqueza y concentrar poder, podría ser lamentable que las acciones de desarrollo no lleguen a los distritos, dejando a la deriva, principalmente, a las poblaciones más vulnerables ya existentes en los territorios.

Por otra parte, el personal municipal de las cabeceras no se dará abasto para coordinar, planificar y ejecutar, la demanda de todos los territorios convertidos en distritos; no habrá capacidad técnica ni financiera. También se corre el riesgo de perder la visión del desarrollo municipal propuesta en los Planes de Desarrollo Municipal y en las estrategias de las mancomunidades.

Es notable, además, proyectar que este probable nuevo mapa de gobernanza y administración política, impacte negativamente en la migración tanto regular como irregular. Al reducir el número de municipios se reduce la masa salarial de empleados, que, literalmente quedaran en la calle. Y, por otra parte, al no llegar los recursos a los distritos, provocará más migración interna y desplazamiento forzado, dos fenómenos que no son fáciles de gestionar ni contener, pues el escape para ambos procesos migratorios, en mucho de los casos, desemboca en masivos flujos migratorios irregulares.

Por otra parte, a mayor flujo de migración internacional, mayor flujo de remesas, que se transforman en un importante aporte anual al PIB del presupuesto nacional. La Remesa, bien administrada genera desarrollo, pero también puede profundizar la desigualdad social.

Por último, quiero compartir los resultados del estudio del Banco Interamericano de Desarrollo “Veinte años de reducción de la pobreza y la desigualdad en El Salvador, escrito por Luis Tejerina y Laucel Muñoz. El análisis presentado nos dice que, en general, el crecimiento en El Salvador en los últimos 20 años ha sido mayormente pro pobre. Es decir, con la excepción del periodo 1996-2000 los ingresos de los hogares pobres crecieron más que los de los hogares ricos. La pobreza y la desigualdad disminuyeron tanto por el crecimiento económico que tuvo el país como por la distribución progresiva de los ingresos generados por el crecimiento.

El estudio enfatiza que a pesar del crecimiento moderado, El Salvador ha sido capaz de disminuir sus tasas de pobreza en 24 puntos porcentuales y sus índices de desigualdad de 0,51 a 0,44. Las tasas de pobreza en el país son aproximadamente iguales a lo previsible en el nivel de su ingreso. (…) la pobreza es relativamente alta, esta es consistente con su nivel de ingreso. También la relación entre PIB per cápita y nivel de pobreza es claramente negativa, la relación entre PIB per cápita y niveles de desigualdad es menos clara.

También nos provee, el citado estudio, de otros indicadores, así, por ejemplo: En el periodo 1992-2012 se han visto otros importantes cambios socioeconómicos en el país —el número promedio de años de educación se incrementó de 4.3 a 6.7 y la población se ha urbanizado, subiendo el porcentaje de hogares que viven en zonas urbanas de 52,2 a 65,8%. La población no solo se ha urbanizado, sino que mantiene lazos más fuertes con familiares en el exterior, quienes a través de las remesas son una importante fuente de ingresos de los hogares. El porcentaje de hogares que reciben remesas se incrementó de 15,4 a 19,8. Asimismo los hogares salvadoreños se han vuelto cada vez más pequeños. El tamaño promedio de un hogar en 1992 era de 4,8 miembros, y en el 2012 disminuyó a 3, 8. Estos cambios, asimismo, se han visto acompañados de mejoras en la esperanza de vida de 67,5 años a 71,8 años y un envejecimiento de la población. La población mayor a 65 años se incrementó de 5,4% a 7,9%1.

Este hecho lo puede confirmar la base de datos del Banco Mundial, actualizada el pasado diciembre (2016) muestra que los primeros cinco países en el ranking de la desigualdad son africanos, seguidos por cinco latinoamericanos: Honduras (6), Colombia (7), Brasil, (8), Guatemala (9), Panamá (10), y Chile (14). El Banco Mundial utilizó el coeficiente Gini para medir la desigualdad en base a dos variables absolutas: el cero (todos tienen el mismo ingreso o perfecta igualdad) y el 1 (una persona concentra todo el ingreso y el resto no tiene nada o desigualdad absoluta).

Sobre este tema y usando un criterio diferente al del Banco Mundial y del BID, en una entrevista para la BBC Mundo, Luis Felipe López -Calva, director del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, en América Latina y el Caribe, nos explica: «Al final lo que la gente percibe como desigualdad, es la desigualdad de acceso a servicios como la salud, la educación, el transporte o la seguridad en los barrios”. Asimismo, se pregunta:  «Hay desigualdad escondida en el Gini». Ese indicador tampoco mide la concentración de la riqueza en un país, razón por la cual puede resultar engañoso. López-Calva explica que, si miramos exclusivamente la desigualdad de ingresos, ésta se puede explicar por dos razones: porque cambia el mercado laboral o porque cambia la redistribución de ingresos (ya sea a través de impuestos o subsidios).

Así es como El Salvador pasó en tres décadas de tener un índice de ingresos de 54, a uno de 38, la desigualdad más baja de toda América Latina.

1 Hirezi, (El Informe de Desarrollo Humano El Salvador 2013: Imaginar un nuevo país. Hacerlo posible del PNUD hace una síntesis de la historia económica de El Salvador; presenta una extensa bibliografía.)

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