Tony, el hermano incómodo que complicó la vida a Juan Orlando Hernández

Redacción El Pulso2 diciembre, 2022

TEGUCIGALPA, Honduras

Si bien es cierto que con el correr de los años Juan Antonio Hernández, más conocido como Tony, vino a complicar la vida a Juan Orlando Hernández, pero también es cierto que ya irá pasando al olvido, al menos, en la mención cotidiana hacia ambos hermanos, ya sea para bien o para mal. Pero nos queda claro a todos que los dos ya pasaron a formar parte de la historia retorcida de Honduras, esa historia que nos equipara a países como Colombia que tiene a su Pablo Escobar y México con su Chapo Guzmán.

Estos narcopersonajes tienen algo en común: dejaron a su paso muerte, destrucción, atraso, profundización del trasiego de drogas hacia EE.UU., el principal mercado de drogas del mundo, quien se resiste a frenar de una buena vez un ilegal, pero lucrativo negocio que deja ganancias anuales que oscilan entre los 80 mil y 90 mil millones de dólares, según un informe de la Global Financial Integrity.

En este perfil se busca preservar la memoria histórica, algo que los medios tradicionales, algunos alternativos que se pliegan al discurso hegemónico de que acá en Honduras no pasó nada y que todo sigue con normalidad. Algunos se plantean que Juan Orlando volverá (de su esposa e hijos se espera y se comprende), otros desean verlo podrirse en la cárcel por el daño que hizo (y así fue, según la justicia norteamericana). Al fin y al cabo, quitarse el mote de narcoestado costará mucho tiempo.

La administración nacionalista que dirigió Hernández encubrió hasta donde pudo las andanzas de Tony, pero ya no se podía ocultar más. Al respecto, la revista alternativa Vice hace una descripción del exparlamentario, quien incluso llegó a pactar con pandillas, por lo que dejamos lo esencial de ese reportaje en el que se evidencia la hipocresía de la clase política estadounidense hacia los migrantes expulsados por la violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica (del cual Honduras es parte) por la violencia, extrema pobreza como resultado de las políticas neoliberales:

Como probablemente sabe cualquier estadounidense familiarizado con la cuenta de Twitter de Donald Trump, una caravana de migrantes centroamericanos ha acampado en Tijuana, México, cerca de la frontera compartida con los Estados Unidos, durante semanas. El presidente Trump y su administración los han llamado “criminales” y “malas personas”, y los agentes fronterizos recientemente lanzaron gases lacrimógenos cuando los migrantes, incluidos los niños, se acercaron a la frontera para protestar por sus solicitudes de asilo.

Por supuesto, la realidad es que estos inmigrantes dejaron a los verdaderos “hombres malos” en casa.

Es febrero de 2014 en Honduras, poco después de que Juan Orlando Hernández Alvarado asumiera su primer mandato como presidente de la pequeña nación centroamericana. Para su hermano menor, Juan Antonio “Tony” Hernández Alvarado, también es un momento importante en su vida: se encuentra en una reunión con uno de los narcotraficantes más poderosos y violentos del país.

Tony no sabía que Devis Leonel Rivera Maradiaga trabajaba como informante para la Administración de Control de Drogas (DEA) de los Estados Unidos, y su conversación estaba siendo grabada.

Según los fiscales federales, Tony se comprometió a ayudar a Rivera a lograr que las agencias gubernamentales pagaran el dinero adeudado a las empresas fachada de Rivera, entidades que el narcotraficante usaba para lavar dinero. Y Rivera dijo que le pagó a Tony un “gracias” de $50,000 durante esa reunión individual, que describió como parte de una relación de beneficio mutuo que duró más de una década.

Transformó a Tony, un excongresista y miembro del gobernante Partido Nacional del país, en un “traficante a gran escala”, según la acusación de Estados Unidos en su contra que se retiró a fines del mes pasado.

“Hernández supuestamente arregló la seguridad con ametralladoras para los envíos de cocaína, sobornó a los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley para obtener información confidencial para proteger los envíos de drogas y solicitó grandes sobornos de los principales narcotraficantes”, dijo el fiscal federal de Manhattan, Geoffrey S. Berman. Algunos de sus envíos de drogas estaban sellados con sus iniciales TH, según los investigadores.

“¿Cómo es que las máximas instituciones de seguridad del gobierno donde se alojan todos los aparatos de inteligencia e investigación nunca descubrieron las actividades ilícitas del hermano del presidente?” preguntó Joaquín Mejía, especialista en derechos humanos del think tank Reflexión, Investigación y Comunicación de Honduras. Tony finalmente fue arrestado en Miami el mes pasado, dos años después de que se supo que era una » persona de interés » en una investigación de Estados Unidos.

Tony y sus secuaces también están conectados con las brutales pandillas callejeras Marasalvatrucha (“MS-13”) y Barrio 18, ambas fundadas en Los Ángeles, y demonizadas rutinariamente por la administración Trump y equiparadas por él con inmigrantes indocumentados . Las pandillas están detrás de gran parte de los asesinatos en Honduras, así como en las otras dos naciones de la región llamada Triángulo del Norte: El Salvador y Guatemala. Controlan las ventas callejeras locales de cocaína en las tres naciones y obtienen su suministro de las redes más grandes supervisadas por personas como Tony. Cada lado rasca la espalda del otro.

“Las pandillas son músculos, los usan como sicarios o sicarios, principalmente en las áreas urbanas donde las pandillas tienen más presencia”, dijo Héctor Silva Ávalos, investigador principal de InSight Crime, un grupo de expertos enfocado en el crimen organizado en las Américas. “Mi opinión sería que Honduras está entre los tres países del Triángulo Norte con las características más claras de mafia o narcoestado”, agregó.

El mercado transnacional de la cocaína y sus ganancias masivas han resultado irresistibles para algunos de los jugadores más poderosos de Honduras, quienes están acusados ​​de ayudar y ser cómplices de los cárteles de la droga de la región. Tal colusión ofrece seguridad a los narcotraficantes violentos, así como impunidad por sus crímenes, y erosiona el estado de derecho, alimentando la violencia que empuja a las personas a huir hacia la frontera de los Estados Unidos.

Como resultado, miles de hondureños eligen migrar cada año, caminando o haciendo autostop a través del calor abrasador y la lluvia torrencial. Duermen en campamentos o refugios improvisados ​​—miles fueron trasladados a un nuevo refugio desde un sucio complejo deportivo en Tijuana durante el fin de semana— alimentados por la esperanza de encontrar una nueva vida en Estados Unidos o México, en lugar de quedarse en casa.

“Lo que personas como Tony Hernández están haciendo en lugar de tratar de ayudar a su país es crear una situación muy volátil en la que sus propios compatriotas tienen que huir de Honduras hacia México y Estados Unidos debido a su participación en el narcotráfico”, dijo Mike Vigil, ex jefe de operaciones internacionales de la DEA y autor de la reciente novela Narco Queen.

“Es como un estofado de criminalidad”, agregó.

Vigil sospechó que el hermano de Tony, el propio presidente de Honduras, podría estar pronto en la mira. (El presidente ha dicho que le dijo a su hermano que se entregara y que estaba decidido a luchar contra el narcotráfico). Pero Honduras y Estados Unidos han tenido relaciones cercanas durante mucho tiempo: la nación del Triángulo Norte sirvió como base para contrarrestar la influencia soviética en América Latina durante la década de 1980. Oficialmente, Honduras coopera con los esfuerzos antidrogas, incluso si detrás de escena algunos de sus líderes parecían estar ayudando e instigando a los narcos.

Quizás una de las frases incondicionales de la política exterior de los Estados Unidos pueda aplicarse aquí: » Puede que sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta «. Pero abordar la corrupción en Honduras y el Triángulo Norte podría resultar más efectivo para mantener la cocaína fuera de los Estados Unidos que extender el muro en la frontera entre Estados Unidos y México. Y acabar con la corrupción podría ayudar a reducir las olas de violencia que hacen que la vida en estas naciones sea tan insoportable para tantos.

En una crónica hecha por este periódico en 2019 se pregunta: ¿cómo llegó Tony Hernández, ese príncipe de Gracias, preocupado por sus músculos y su dieta, a ser el criminal que ahora es condenado en Nueva York y que deberá enfrentar como mínimo una cadena perpetua?

La fiscal del distrito sur fue enfática al afirmar que Tony Hernández convirtió al país en un narco estado, que corrompió las estructuras de la nación hondureña para beneficio del narcotráfico, que ayudó a convertirnos en uno de los países más violentos del mundo, pero ¿qué hizo realmente Tony Hernández para ser condenado?

Juan Antonio Hernández Alvarado nació y creció en el privilegio de un poderoso clan en la rural Gracias, departamento de Lempira al occidente de Honduras. De 44 años, es hijo de una familia conservadora, el menor de 17 hermanos. Con un hermano que fue presidente (y ahora guarda ser enjuiciado), otro coronel, un fiscal adjunto, un magistrado de la Corte Suprema, diputados, secretarios de Estado, alcaldes, su padre fue gobernador del departamento de Lempira. Viene, sin lugar a dudas, de un clan con muchas conexiones con el poder que trascienden generaciones y eso, precisamente, es lo que atrajo a los narcotraficantes.

«Ellos andaban reclutando jóvenes, buscan siempre quien les de acceso a las instituciones del estado para poder proteger sus cargamentos de droga», dijo Hernández en la entrevista luego de su arresto en 2018 en el aeropuerto de Miami. Porque aunque esta generación de narcotraficantes en 2004 tenían el contacto para traer droga de Colombia y venderla en México, no tenían aún, en 2004, (como si lo tuvo la generación anterior) el acceso a las autoridades nacionales. Tony Hernández ofrecía precisamente eso.

La clase política nacional siempre ha visto en el narcotráfico una oportunidad de oro. El subdirector del portal electrónico especializado en delincuencia organizada InSight Crime, Steve Dodley, afirmó en una entrevista para este medio que lo que Tony Hernández vio (como representante de su clase) al momento de involucrarse en el narcotráfico, fue la oportunidad única para enriquecerse y ganar poder.

«Algunos lo ven como un juego de sumar, en donde si ellos no se ligan o conectan con los grupos del narcotráfico, van a perder poder. Lo ven como una manera de subir y consolidar su propio poder y mantener poder una vez que lo tienen, y lo ven como que los van a excluir o marginalizar si no están con los grupos del narcotráfico. Es un capital social, político y económico tan fuerte que no lo pueden obviar, no lo pueden ignorar», dijo Dudley.

Según quedó establecido por la fiscalía federal de Nueva York, Tony Hernández comenzó su carrera criminal en 2004, a sus 26 años, al asociarse con los transportistas de la droga que en ese momento ascendían en poder y dinero. Era la tormenta perfecta: el vacío institucional de un país aún sumido en la crisis del Mitch, incapaz de construir instituciones sólidas para enfrentar el ingreso del poder del narcotráfico.

Él aprovechó la oportunidad para enriquecerse y usó los contactos que su familia le daba, contactos de que los narcotraficantes carecían, para establecerse como alguien vital para las mafias (fue precisamente cuando Tony Hernández dejó de apoyarles, porque la presión de Estados Unidos no daba tregua en la región, que el poder de las mafias disminuyó, cayó al mínimo de su capacidad de acción y fracasaron).

Para 2004, año que según el fiscal de Nueva York, Tony comenzó a colaborar con Victor Hugo Díaz Morales, El Rojo, no habían verdaderos carteles del narcotráfico en Honduras. Habían grupos de transportistas, contrabandistas de poca monta, mandaderos de los colombianos, (como los Cachiros) o de los mexicanos (como los Valle Valle), que desde finales del 1999 aprovecharon el caos del huracán Mitch para expandir su control territorial en el caribe y la zona fronteriza, y comenzar a mover droga por su cuenta.

«Al Rojo lo conocí en San Pedro Sula, en una fiesta de mi amigo Carlos Toledo», dijo Tony Hernández. El Rojo confirmó en su testimonio que se conocieron en una reunión de planificación del narcotráfico en donde estaban además Óscar Martínez y Mario José Cálix (otro hijo de la élite graciana). Tony traía a la mesa los contactos con oficiales de policía y militares que El Rojo necesitaba. Ofreció brindarle la información de operativos antinarcóticos, retenes de carretera e investigaciones criminales por cinco mil dólares ($10,000 por información de la naval, $50,000 por información de los radares), para cuidar la droga que El Rojo movía para su patrón, Hector Emilio Fernandez Rosa, Don H.

«A don H lo conocí por el diputado Juan Carlos Valenzuela, ellos fueron compañeros en una escuela de ganadería», afirmó Tony al agente Gonzales de la DEA el día de su arresto, si bien dejó claro que a don H nunca le agradó, que su relación era más con El Rojo.

En 2004 también, los hermanos Rivera Maradiaga consolidaron su poder, dando persecución y muerte a quien se proyectaba como su principal adversario en el control del caribe, el narcotraficante Jorge Echeverría, alias Coque (novio de Margarita Lobo, sobrina de Pepe e hija de Moncho Lobo).

Según confirmara Rivera Maradiaga en el juicio a Tony Hernández, el oficial de policía Ávila Meza era quien tenía contacto con Interpol, él le ayudó a capturar y luego extraditar desde Panamá a Coque, para poder asesinarlo en la cárcel de Támara. Ávila Meza fue también quien en 2014 organizó la reunión de Denny´s, entre Devis Leonel Rivera Maradiaga y Tony Hernández, que el cachiro grabó con un reloj espía y entregó a la DEA como prueba para inculpar a Hernández. Fue Ávila Meza quien le dijo al Cachiro que Tony Hernández quería trabajar con él en el narcotráfico.

En cuanto a Juan Orlando, resta mucho tiempo para saber en realidad sobre su papel en el trasiego de estupefacientes, no obstante, solo era cuestión de tiempo para verlo tras las rejas y en un avión rumbo a un tribunal estadounidense para rendir cuentas sobre sus actos durante los últimos ocho años de gobierno y los 18 que lo investigó la DEA.

La faceta política de Hernández creció como la espuma durante los últimos años, precisamente, desde el golpe de Estado del 28 de junio de 2009 cuando apoyó el derrocamiento del expresidente Manuel Zelaya.

En cuestión de meses, logró consolidar su amistad con el expresidente Porfirio Lobo quien lo convirtió en su delfín y le dio el respaldo y la estructura que lo llevó a convertirse en jefe del Legislativo, desde donde catapultó su candidatura a la presidencia que concretó en dos cuestionados procesos electorales; desde luego, fue beneficiado con la decisión de la Sala Constitucional del Poder Judicial que anuló el artículo 239 constitucional que le valió presentarse a comicios.

Ante las denuncias de fraude hechas por la oposición, Hernández volvió a repetir mandato en 2018; organizaciones defensoras de la vida y la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH) estimaron en más de 30 las muertes violentas ocurridas durante las protestas encabezadas por la alianza conformada por Libre, el Pinu y el entonces candidato presidencial Salvador Nasralla. Hasta la fecha, ningún miembro de las fuerzas de seguridad y otros actores han sido detenidos o juzgados.

En un mundo paralelo, la música regional mexicana Los tigres del norte, pudieron tener su competencia con la canción Pedro y Pablo, pero en esta ocasión, Tony se volvió ese hermano incómodo para Juan Orlando Hernández.

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