Telaraña del poder entre el Estado y el gobierno

Selvin Sánchez3 octubre, 2022

TEGUCIGALPA, Honduras 

(Por Jorge Sagastume) Deslindar donde comienza el Estado y las hebras del gobierno, probablemente no es tarea fácil. No obstante, es menos probable y asertivo opinar cuando se toman decisiones como gobierno y cuando como Estado.

Honduras actualmente, la “silla mecedera” de la toma de decisiones, sigue y seguirá siendo los pasillos aún volubles del gobierno. Poco probable que tengamos el privilegio de ver decisiones con la piel del Estado.

En este contexto, de nada sirve llegar, estar y ser gobierno sino se recupera al Estado. Las verdaderas mafias de criminales están anquilosadas en el Estado; los grupos de poder operan desde el Estado.  Los enclaves políticos y financieros y los sicarios operan desde el Estado. Se necesita más que una pujante política pública para desmantelar las estructuras de poder que, desde hace mucho tiempo, ejercen un poder tutelar y secuestrado tienen al Estado.

Cuando resumo esta frase, me asalta el terrible complot de estos grupos de poder que terminaron defenestrando al presidente Manuel Zelaya en el mes de junio del año 2009. Esta muestra de poder “oscuro”, entre comillas pues todos sabemos de dónde vino esta acción inconstitucional, puso y pone en evidencia que las democracias en Latinoamérica, desde su invención, son solo maquetas, falsos picaportes políticos usados con alevosía en los procesos electorales.

Estos sistemas democráticos perfeccionan y mantienen una burocracia que solo sirve, al igual que las estructuras criminales, para mantener secuestrado al gobierno. Para todo se promulga una ley, que no cumple, pues como casi en todos los casos, nace muerta.

El clientelismo político lejos de desactivarse, se activa en proporciones cada vez mayores, poniendo al gobierno en alto riesgo, pues como siempre, la característica principal de la burocracia es que se contrata a inútiles, en vez de profesionales capaces, personas con altas habilidades en la conducción de la gestión pública.

Mientras tanto, todo se maquilla con leyes, iniciativas baratas y reformas domésticas, discursos y letanías que muchas veces rayan la retórica y profundizan la desafección política. El pueblo espera acciones, la miseria se incrementa y todos los días la parcela de la pobreza se extiende, mientras el inodoro de la corrupción se mantiene incólume y, por el lado del Estado, los enclaves de poder y las estructuras criminales, operan libremente, con impunidad y con la entereza de ser parte del patrimonio del Estado.

Esto me lleva a pensar que la narrativa del poema “La casa de la Justicia” de nuestro querido poeta Roberto Sosa (Q.E.P.), sigue invariable: Entré a la casa de la justicia de mi país / y comprobé/ que es un templo de encantadores de serpientes / dentro se está / como en espera de algo que no existe / temibles abogados perfeccionan el día / y su azul dentellada / jueces sombríos hablan de pureza / con palabras que han adquirido el brillo de un arma blanca / las víctimas en contenido espacio / miden el terror de un solo golpe / y todo se consuma / bajo esa sensación de ternura que produce el dinero.

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