Editorial: En la guerra de números con Mel Zelaya, Nasralla es el perdedor

Redacción El Pulso12 julio, 2022

O Salvador  Nasralla no tiene quién lo asesore o en realidad está fraguando una conspiración contra el gobierno al cual él pertenece como designado presidencial, que le podría pasar una nefasta factura a sus aspiraciones  como titular del Ejecutivo en las elecciones de 2025 y cuyas actuaciones están generando una grieta en el mandato de su compañera de fórmula Xiomara Castro, quien apenas cumplirá seis meses el próximo 27 de julio.

A nadie le resulta extraño las disparatadas reacciones del popular presentador de televisión, sus desvaríos, sus polémicos comentarios que generan fuertes incendios políticos, que en el pasado eran apagados por el ahora asesor presidencial Manuel Zelaya, cuando era la cabeza visible de la fenecida Alianza de Oposición contra la Dictadura y que ahora pareciera que podrían ir socavando ese pacto de unidad que se suscribió en octubre de 2021 y que permitió que la presidenta se convirtiera en la candidata más votada en la historia de Honduras.

«500 mil votos Anti JOH; 500 mil votos de Libre; 700 mil votos PSH, Pinu e independientes. Total 1 millón 700 mil votos. Revisen los votos que sacó cada partido en las primarias. Si las elecciones las controlara un tribunal independiente de los 3 partidos tradicionales gana PSH», dijo Nasralla en un tuit que no se quedó sin respuesta: «En 2021, Xiomara Castro con la histórica votación: 1 millón 716 mil 793 votos. La Alianza con 60 diputados, tiene un promedió por diputado de 28 mil 613.21. El PSH con 10 diputados, tiene caudal electoral de 286 mil 182.16. Libre con 50 diputados, tiene caudal electoral de 1 millón 430 mil 660.83», mandó a decir el exmandatario.

En esta guerra de resultados entre Nasralla y Zelaya, el primer designado presidencial es el gran perdedor. ¿A qué juega la máxima autoridad del PSH? ¿Busca llamar la atención de la mandataria Xiomara Castro para que le rieguen maíz en su gestión? ¿Es una forma de chantajear por sentirse ninguneado? ¿Qué se le cruza por su cabeza al entrar en confrontación indirecta tanto con la presidenta y el coordinador general de Libre? ¿Nadie le dijo que la figura del designado es meramente decorativa y que solo sirve para sustituir al o la gobernante? ¿No tuvo conciencia cuando pactó con Castro que él permanecería en un segundo plano porque el protagonismo lo tendrá durante los próximos cuatro años la inquilina del palacio José Cecilio del Valle?

Estas preguntas las debe responder obligatoriamente el mismo Nasralla; debería saber que un paso en falso desde su posición como alto funcionario del Estado que dé, será su muerte política. Ya no tiene capacidad de maniobra como la tuvo cuando fue dos veces candidato presidencial y desde que se unió a Xiomara, debió  tener claro que pasaría en el ostracismo. Tememos que ese «amor por Honduras» que profesa el ingeniero de profesión no es tan cierto como él alega. Nadie llega a una posición por un mero amor a una causa o proyecto político. Todos quieren una cuota de poder y a Nasralla se le ha dado mucho más de lo que se merece. Su caudal político ha ido bajando con el correr del tiempo y para muestra un botón, se vio obligado a abdicar a favor de la presidenta  en el afán de correr del palacio al ahora extraditado Juan Orlando Hernández.

Respecto a las cuotas dadas al señor de la televisión, los Zelaya-Castro sí han cumplido con su palabra, al extremo que se fueron contra las aventuras de Jorge Cálix, Beatriz Valle y compañía, que abrieron otro frente. Valle, quien siempre fue cuadro incondicional del expresidente, se volvió contra él y su esposa; Cálix, por su lado, se ha visto invisibilizado como diputado y político, pareciera que su meteórica carrera se estrelló de pronto y ahora apenas coloca un par de mensajes en las redes sociales. ¿O Salvador  Nasralla no tiene quién lo asesore o en realidad está fraguando una conspiración contra el gobierno al cual él pertenece como designado presidencial?

Vayamos a un escenario hipotético: En el caso que Nasralla se divorciara del actual gobierno y dimitiera a su posición, a pesar de las jugosas cuotas recibidas a cambio de la alianza, ¿recibirá la solidaridad de sus leales e incondicionales cuadros? ¿Renunciará a su cargo Luis Redondo como jefe del Legislativo? ¿Se marchará Virgilio Padilla de la Comisión Reguladora de Energía Eléctrica? ¿Pedro Barquero y el doctor Matheu se atreverían a dejar las carteras de Desarrollo Económico y Salud? ¿El embajador Enrique Pumpo dejará vacío su despacho en Roma para irse a la llanura? Sin lugar a dudas, la crisis política llegaría a niveles muy alarmantes que provocaría temor en los inversionistas, pero estamos muy seguros que ninguno de sus colegas de partido se atrevan a irse con él. Dejar el poder así por así no es una empresa tan fácil como todos suelen creer.

A veces es necesario refrescar la memoria para no olvidar el pasado. Nadie niega el liderazgo que tiene Nasralla como figura pública; no se le puede ignorar su paso por la política aunque él rechace ser político, pero una cosa es ser influencer en las redes sociales y otra es tener un cargo que le fue conferido en las urnas. Él, más que nadie, sabe que sus posibilidades de ganar los pasados comicios eran imposibles por lo que tuvo que devolver el favor que le hizo la presidenta en las cuestionadas elecciones generales de 2017. Las críticas que hace al gobierno que pertenece es dispararse al pie porque le hacen bajar caudal electoral. Asimismo, resulta hasta prematuro de hablar de aspiraciones presidencialistas cuando la gobernante ni siquiera ha cumplido seis meses en el poder. ¿O Salvador  Nasralla no tiene quién lo asesore o en realidad está fraguando una conspiración contra el gobierno al cual él pertenece como designado presidencial? Él, más que nadie, tiene la respuesta.

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