La indecisión marca la cerrada carrera electoral en Costa Rica

Redacción El Pulso2 febrero, 2022

SAN SALVADOR, El Salvador 

El expresidente José María Figueres (1994-1998) y la jurista Lineth Saboría lideran la intención de voto en la cerrada carrera por la presidencia de Costa Rica, y son los únicos entre 25 candidatos con posibilidades de enfrentarse en una eventual segunda vuelta.

Es, quizás, la única certeza entre la indecisión que prima entre unos 3,5 millones de costarricenses llamados a elegir este 6 de febrero al presidente de la República, sus dos vicepresidentes y los 57 diputados de la Asamblea Legislativa (parlamento) para el período 2022-2026.

Según varios sondeos, la mitad del electorado todavía no tiene claro por quién se decantará, pero el oficialismo no parece una opción, a juzgar por los bajos índices de intención de voto que exhibe Welmer Ramos, el candidato del gobernante Partido Acción Ciudadana (centroizquierda).

Figueres corre por el Partido Liberación Nacional (PLN, centro) y Saborío por el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC, centroderecha), que van mano a mano, de acuerdo con la más reciente encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos y la Universidad de Costa Rica.

Todo hace indicar que, por cuarta vez en este siglo, será preciso ir a segunda vuelta para definir al futuro jefe de Estado de Costa Rica. Anteriormente ocurrió en 2002, 2014 y 2018.

Si bien tienen menos chance de avanzar a un eventual balotaje, el próximo 3 de abril, también resuenan los nombres de Fabricio Alvarado (Nueva República, derecha), José María Villalta (Frente Amplio, izquierda) y Rodrigo Chávez, del Partido Progreso Social Democrático (PSD, centro).

El historiador Rafael Cuevas, ministro de Educación durante la administración de Figueres, escribió en el portal informativo Nodal que en Costa Rica también se percibe un «rechazo hacia los partidos tradicionales», como evidencia el salto al ruedo electoral de nuevas formaciones políticas.

Como ha ocurrido en todos los procesos electorales del 2020 a la fecha, la pandemia de COVID-19 también centró la narrativa de los candidatos en Costa Rica, con sus propuestas sobre cómo lidiar con la situación sanitaria y cómo recuperar la economía de los inevitables estragos sufridos.

Además, el combate a la corrupción y el tema del endeudamiento también ha sido una constante en el proselitismo de los contendientes, sobre todo después de las protestas que sacudieron al país en 2021, en contra de un acuerdo gubernamental con el Fondo Monetario Internacional.

Sin embargo, el incremento en el número de indecisos pese a la inminencia de las elecciones hace que analistas locales confirmen sus sospechas de la pérdida en la base electoral de los partidos.

Jesús Guzmán, investigador de la Universidad de Costa Rica, dijo al portal LexLatin que los votantes ya no se identifican tan fuertemente con un partido político, y cambian su preferencia con mayor facilidad que antes, incluso durante la propia jornada de sufragios.

Este fenómeno es más frecuente desde la irrupción del PAC en 2014, que supuso el fin de un viejo bipartidismo protagonizado por el PLN y el PUSC, que se alternaban en el poder.

De hecho, hace cuatro años el predicador evangélico Fabricio Alvarado estuvo a punto de vencer al actual presidente, Carlos Alvarado, en una contienda definida en segunda ronda.

Guzmán adelantó que, en un eventual balotaje este año, al electorado le sería más sencillo decidir entre dos propuestas, y no entre 25, como el 6 de febrero.

Como un mantra, las autoridades de Costa Rica venden al país como destino con el eslogan Pura Vida, un lema que no le hace honor a quienes han caído en la pobreza y sufren la inflación y otros demonios económicos que los candidatos prometen exorcizar.

Pese a su reciente ingreso como miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Costa Rica registró un alza en el desempleo, y su nivel de pobreza rondó el 26 por ciento, según un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

A su vez, el país fue duramente golpeado por el repunte de contagios en una pandemia que la administración Alvarado creía controlada, y que provocó además el llamado «apagón educativo», fruto de la emergencia sanitaria y el desgaste del sistema escolar público.

A todas estas, en 2021 se destapó un escándalo de corrupción por una presunta red de sobornos a funcionarios a cargo de la construcción de carreteras, y dejó en promesas las obras que el Gobierno del PAC pretendía legar luego de los mandatos sucesivos de Luis Guillermo Solís (2014-2018) y Alvarado (2018-2022).

En resumen, el agobio ciudadano es casi tan grande como la indecisión, y a pocos días de que abran las urnas, lo único que parece seguro es que el próximo 3 de abril habrá que votar de nuevo en Costa Rica. (Con información de Sputnik). 

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