Editorial: Segunda primavera socialista, el retorno de la izquierda

Redacción El Pulso20 diciembre, 2021

Sin lugar a dudas, estamos presenciando el retorno de los gobiernos izquierdistas en toda la región. Con el amplísimo gane de Xiomara Castro el pasado 28 de noviembre contra Nasry Asfura y el apabullante triunfo en Chile de Gabriel Boric sobre el ultraderechista José Antonio Kast, todo apunta que en la tercera década del siglo XXI veremos una región escorada hacia la izquierda ante el desgaste vertiginoso de la derecha neoliberal.

¿Por qué se desgastó tan rápido la derecha tradicional y surgieron muchos outsiders que se fueron a los extremos en sus discursos y cómo la izquierda supo aprovechar esos espacios? La oportunidad que tuvieron los gobiernos conservadores (el catracho Hernández, Peña Nieto de México, el argentino Macri, el chileno Piñera, los tres expresidentes peruanos y la otrora Asamblea Nacional de Venezuela) la desperdiciaron en seguir a rajatabla las anacrónicas medidas del Consenso de Washington sobre cómo profundizar el neoliberalismo en una de las regiones más desiguales del mundo, se enzarzaron en escandalosos actos de corrupción, el ocultamiento de capitales en paraísos fiscales y señalamientos de vínculos con el narcotráfico, en el caso particular del actual presidente hondureño, quien saldrá el 27 de enero del palacio José Cecilio del Valle con una baja popularidad.

Perdieron la ocasión para implementar una agenda conservadora que estuviera en consonancia con los intereses de la sociedad y se apoderaron de los Estados como un botín infinito para llenar sus bolsillos con dinero procedente de los contribuyentes. Se dedicaron a favorecer a sus amiguetes con fabulosas concesiones a largo plazo, pusieron las infraestructuras públicas al servicio del capital para volver más ricos a los ricos. En el caso de Honduras, fue evidente el amiguismo durante los últimos gobiernos, el Congreso fue el perfecto cómplice para montar una arquitectura para entregar cuanto bien fuera posible y se instaló una nefasta oficina (Coalianza) que hizo truculentos negocios y cuyos resultados evidencian un rotundo fracaso del modelo de las alianzas públicas y privadas.

Ya llevamos más de tres décadas esperando el derrame económico que nos prometieron los Chicago Boys y su máximo líder Milton Friedman a partir de las privatizaciones, reducción de impuestos a quienes concentran el capital (en Honduras lo llamamos incentivos fiscales) y el control del gasto público. Nos mintieron. Eso jamás se concretó. Los ricos se volvieron más ricos y los pobres más pobres. Esto no solo ocurrió en el país que vivimos, fue una constante en un continente donde gobiernos de derecha se olvidaron que el pueblo los instaló y el mismo pueblo los quitó para colocar a gobiernos de izquierda.

En nuestra nación, se olvidaron de la meritocracia y ensancharon la administración pública de activistas con escasa formación académica y competencias para el cargo, crearon redes de clientelismo político a cambio de votos, los altos dirigentes creyeron que serían infinitos y se ensoberbecieron sin imaginar que su tránsito sería temporal. Estos y muchos factores (crisis sanitaria, educativa, en seguridad pública, sistema penitenciario, devaluación de la moneda, actos de corrupción, justicia selectiva o lawfare) se les salió de las manos y fueron castigados en las urnas.

Con esta nueva oportunidad, desde luego, no significa que los gobiernos de corte socialdemócrata o izquierdistas propiamente dichos tengan una carta blanca para hacer lo que quieran. Llegan al poder con una alta expectativa entre sus electores con la finalidad de revertir las medidas implementadas por los gobiernos derechistas y avanzar en sus planes de gobierno, por lo que no tienen el derecho de fallar. Si eso ocurre, el descontento social será grave. Deben entender que no todas las personas tienen formación política e ideológica y que votaron por ellos por un cambio.

Tanto la derecha tradicional (que necesita replantearse) como la izquierda hondureña y regional, en particular, deberían entender que otro fracaso en su gestión solo servirá para que surjan voces de ultraderecha que han venido surgiendo en el último decenio. Kast en Chile, el ultraliberal argentino Milei, el impresentable Bolsonaro en Brasil; la cuestionada Keiko Fujimori, hija del expresidente despótico peruano Alberto Fujimori y los filofascistas de VOX en España son el resultado del fracaso de gobiernos neoliberales y progresistas, por lo que no se debe dar cabida a esas voces cuya agenda radica en la xenofobia, desconexión del mundo, patriarcado y represión sin ambages a cualquier tipo de pensamiento disidente. Ya tuvimos suficiente con los gobiernos títeres durante la Guerra Fría que polarizaron el mundo y la persistente Doctrina de la Seguridad Nacional o el combate al enemigo interno a través de la desaparición forzada.

No resultaría extraño que en Honduras ya anden en circulación esos actores extremistas que buscarán canalizar el descontento para tomar el poder con un discurso demagogo, que usan como máscara el populismo, y que toman las mismas conductas de Trump y Bolsonaro, con consecuencias funestas. Por consiguiente, es necesario la existencia de una derecha e izquierda democrática, que logre interpretar el interés popular y que cumplan lo que prometen.

En el caso de Castro y Boric, que se suman a esa avanzada regional, se enfrentarán a Parlamentos fuertemente fraccionados, por lo que se verán obligados a pactar con sus adversarios, si es que quieren sacar adelante sus propuestas, si es que no quieren vivir las experiencias que está padeciendo Pedro Castillo en Perú con un Congreso dominado por la derecha. Saben que cualquier golpe en el tablero por sus rivales significará un bloqueo expreso a cualquier iniciativa que presenten. No es nada fácil a lo que se enfrentarán. Ambos han dicho a través de la dirigencia que movilizarán a las masas para presionar por cambios.

Queda claro que en Honduras la gente salió a votar, no necesariamente por sentirse identificado con la izquierda, sino porque estaban cansados del gobierno que todavía encabeza Hernández, pero la ya presidenta tiene el reto de hacer crecer a su partido hasta convertirse en la primera fuerza política, al atraer a aquellos que son reacios a tal línea de pensamiento.

Tampoco se puede dejar por fuera al Partido Salvador de Honduras (PSH), cuyo líder Salvador Nasralla también fue una pieza clave para el arrollador triunfo que coloca en Casa de Gobierno a la primera mandataria en la historia del país y cuya popularidad llega a la cumbre. En concreto, tanto Libre como el PSH se convierten en la nueva izquierda y derecha que dominarán la política por un buen tiempo. En cambio, el viejo bipartidismo se resiste a morir y están obligados a replantearse si es que no quieren convertirse en partidos minoritarios y corran el riesgo de desaparecer.

Decía la vicepresidenta argentina Cristina Fernández que «el pueblo siempre vuelve», en consecuencia, es deber de los gobiernos cumplir con lo que prometieron. En caso de que fallen, el péndulo volverá a girar a la derecha y arrebatará aquellos votos que optaron por el cambio. Si bien la alternancia es saludable dentro del sistema democrático, pero también es un reto de los políticos estar a la altura de las circunstancias.

La izquierda retoma el mando en la región y vuelven los años dorados, esta vez con actores distintos. Solo restará ver si cumplen. No es lo mismo venir que platicar con ella.

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