(Por Óscar Esquivel) Cuantas veces se nos ha dicho hasta el cansancio que el pueblo hondureño es de cobardes. Cuantas veces se ha hecho mofa de aquella canción “. que no hay pueblo más macho del cual vengo yo.”. Este pueblo ha sido avasallado por propios y extraños, explotado sin clemencia.
Ignorando su riqueza étnica, su diversidad cultural, su posición geográfica frente al mundo, su riqueza natural, su nobleza, su historia ancestral, ha sido saqueada sin piedad. Reduciéndolo a la mendicidad. Y no es porque en él país no hayan existido hombres y mujeres que hayan estado a la altura de su presente, sino que pareciera que la evolución misma no asomará. La lista de hombres y mujeres es numerosa; hondureños que individualmente y en colectivo han luchado por llevar a Honduras hacia niveles más elevados: colocarlo al nivel de países dignos.
Hechos históricos recientes como aquel 5 de julio de 2009, aquellas movilizaciones masivas de antorchas, procesos electorales anteriores. Eventos históricos como el levantamiento indígena ante los españoles, guerras civiles contra las dictaduras, compatriotas luchando por la defensa de los recursos naturales atestiguan que este pueblo hondureño no es cobarde, pusilánime. El éxodo masivo de hondureños hacia otros países buscando niveles de vida aceptables a la especie humana demuestran el amor a sí mismos, a su familia y por ende al país. Las remesas también evidencian los sacrificios de nuestra gente.
Sin embargo, el interés egoísta de unos pocos sumado al apoyo de potencias extranjeras que buscan su propio beneficio han sido mayores a las fuerzas del pueblo hondureño. El poder emanado de estos barbaros ha sido superior en fuerza al pueblo hondureño. Correlación de fuerzas que empezó a cambiar este domingo 28 de noviembre, recién pasado al elegir a la mujer presidenta en la historia patria. 1.7 millones de hondureños votando a su favor.
Siendo en primer lugar la única mujer presidente y la que más marcas ha recibido en los procesos electorales en ese nivel electivo. Muy por encima de su opositor político. No dejando margen a triquiñuelas conocidas, no dejando margen a ninguna duda. Una elección legitima, fuerte, contundente.
Méritos tiene la presidente electa, atributos posee el partido libre, sus puntos tienen los demás candidatos que depusieron sus aspiraciones y se unieron. Pero los mayores méritos le corresponden al pueblo hondureño que se volcó a las urnas de forma masiva y pacífica a mandar un mensaje contundente al que les ha venido escupiendo en su cara. Fue emocionante ver compatriotas haciendo enormes filas por varias horas, resistiendo bajo un sol radiante.
Podemos resistir un par de horas se decían, ya hemos resistido varios años. De aquí no nos vamos hasta que depositemos el voto, repetían. Fue hermoso ver a los jóvenes involucrarse, fue bello ver a hondureños que hasta ese día no creían en el proceso electoral (sus razones tienen) movilizarse. Ganó el antijoh, gano Honduras.
Días antes se miraba como el oficialismo entregaba dinero, regalaba enseres para comprar voluntades. Pero no fue suficiente para doblegar a un pueblo ya cansado de caminar con los pies atados. Recordaron tantos latrocinios cometidos, pese a lo dicho por un zángano cuando dijo que al pueblo hondureño había que ponerle dinero en sus manos el día de las elecciones y que iban a olvidar hasta sus muertos en pandemia. Pobre miserable que juzga por su condición.
El 28 de noviembre bien podría ser el día de la dignidad nacional. El pueblo hondureño estuvo a la altura del momento histórico. Ahora le corresponde al gobierno electo cumplir, sino ahí estará el pueblo hondureño demandando. Que así sea.
