Elecciones

Redacción El Pulso25 noviembre, 2021

(Por: Víctor Meza) Un escritor norteamericano, aventurero y vagabundo en estas honduras, habría sido el creador de la célebre expresión “república bananera” con la que, hasta el día de hoy, se sigue estigmatizando a países que, como el nuestro, destacan más por sus grotescas falencias que por sus comprobadas virtudes.

Muchos años después, alguien, autor anónimo o voz colectiva, acuñó el concepto de “elecciones estilo Honduras” para calificar aquellos procesos grotescos que, como el de 1965, simulaban ser comicios, bajo el control y el ojo vigilante de los espadones de uniforme. Desde entonces, suficiente agua ha corrido bajo los puentes y ha lavado un tanto la cara del país, aunque todavía no lo suficiente para opacar y oscurecer por completo el brillo maligno de aquellos conceptos descalificadores y estigmatizantes.

A partir del ocaso del militarismo gobernante a inicios de la década de los años 80 en el siglo pasado, la sociedad hondureña ha vivido un proceso de lenta, azarosa y vacilante transición hacia la democracia liberal. Este proceso, tutelado en forma arbitral por el llamado “factor militar”, se ha prolongado ya mucho tiempo – más de cuarenta años – y sus frutos dejan mucho que desear.

En este periodo difícil de nuestra historia moderna, la sociedad ha sido convocada a participar en elecciones generales al menos en unas 12 ocasiones, tiempo suficiente para generar hábitos, estilos, costumbres y tradiciones que pueden conformar rasgos de una “cultura electoral”. Pero una cultura de tal tipo no es todavía una “cultura democrática”. La cultura electoral es parte sustancial de la cultura política democrática y esta difícilmente podría existir sin aquella.

Pero la cultura electoral sí puede funcionar sin el marco amplio de la cultura democrática. Basta ver los ejemplos de dictaduras emblemáticas como las de Stroessner o Somoza que periódicamente oficiaban el ritual del acto electoral, sin contar para ello con los instrumentos y valores de la cultura política de corte democrático.

Hoy, de nuevo nos convocan a las urnas sin que, en verdad, el marco general del ejercicio electoral haya sufrido cambios sustanciales. La sociedad ha cambiado, pero su marco legal sigue siendo obsoleto, enmarañado y casi inútil para los fines de la modernidad. Los actores políticos han cambiado y aumentado, el agónico bipartidismo tradicional poco a poco va siendo sustituido por un tripartidismo tan decadente y nocivo para la democracia como aquel.

El régimen insiste en regular la nueva geografía electoral, surgida a raíz del golpe de Estado del año 2009, con las mismas viejas reglas ya superadas por la vida y por la historia. Es algo así como ponerle una camisa de fuerza a la dinámica social y política del país. Cosa de locos. Estas elecciones son una oportunidad para buscar la luz a la salida del túnel.

Los ganadores, sobre todo si obtienen una mayoría holgada en el Congreso Nacional, tendrán la oportunidad de empezar la urgente tarea de desmontar la plataforma normativa del régimen ultrapresidencialista y autoritario. Y, al mismo tiempo, sustituir ese nocivo entramado legal por uno de carácter democrático y moderno. Todavía estamos a tiempo de recuperar y salvar al país. Por ello es importante ir a votar el próximo domingo, llenar las urnas de votos válidos y conscientes, convertirnos en ciudadanos activos, capaces de insuflar a la política la energía social que necesita. No todo está perdido ni el derrumbe es inevitable.

En mis días de prisión, mientras más fuertes eran los rayos solares que se colaban por la única ventanilla que tenía la celda, más cerca estaban los días de la nueva libertad. ¡Ánimo compatriotas!

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