Las preocupaciones de José Cecilio del Valle

Redacción El Pulso22 noviembre, 2021

(Por: José Carlos Cardona Erazo) José Cecilio Díaz del Valle (1777 – 1834) fue el intelectual centroamericano más influyente del siglo XIX. Nacido en la rural y provinciana Choluteca, su papá lo envió a Guatemala a estudiar y desde esa ciudad desarrollaría una personalidad política sin la cual probablemente las naciones centroamericanas no existirían hoy. Nunca dejó de hacerse preguntas ni de estudiar su país. Le preocupaba que la democracia liberal, ese experimento tan reciente en las Américas, no calara en unas poblaciones analfabetas y tan carentes de sentido común producto de 3 siglos de coloniaje. Le preocupaban los intereses criollos, que no querían un país en el que los derechos se extendieran a todos. Le preocupaban los territorios sin población, como la costa norte hondureña, y que intereses extranjeros se posesionaran de ellos, dejando a las generaciones futuras sin tierras. Le preocupaba México, cuya presencia conquistadora quería anexarnos como parte de su imperio. Y le preocupaba el futuro, en un mundo en expansión que no daba tregua a los países pequeños.

A 200 años de independencia, las preocupaciones de José Cecilio del Valle resultaron estar más que bien fundadas: la democracia liberal fracasó como proyecto, la sociedad hondureña no logró vencer el coloniaje y tan sólo 80 años después de la independencia, EEUU se hizo cargo de este país; las élites hondureñas no quisieron compartir su riqueza y se apoderaron del país, dejando a un 74% de población en pobreza; el estado de los derechos humanos es el peor en décadas; el Estado está vendiendo los territorios al mejor postor en ferias internacionales. El futuro que Valle temía está aquí, justo ahora, dejándonos en un estado de crisis sin precedentes en la historia nacional.

El estado de crisis en que se encuentra Honduras no sólo no tiene precedentes, sino que hemos sido condenados a entender nuestra realidad desde nuevas perspectivas políticas, que pensadores como Valle no lograron visualizar. Nunca se imaginó, por ejemplo, que el narcotráfico secuestraría al Estado y sus instituciones; nunca previno que el conservadurismo se convertiría en un partido neofascista (el Partido Nacional, para quien no lo sepa a estas alturas); tampoco previno que la sociedad misma se alzaría en resistencia contra un régimen de tal magnitud, dado que los experimentos sociales de protesta en Honduras han sido muy pocos, pero significativos.

El país prácticamente sólo tuvo una gran huelga nacional en todo el siglo XX (1954), mientras el conservadurismo provocó muchas guerras civiles (1919, 1924 y 1932), como también sostuvo varias dictaduras (Carías, militares, la actual) y construyó un modelo de democracia tutelada por EEUU entre 1982 y 2006. Las luchas por contestar a estos proyectos de control de Estado se saldaron con varias masacres, persecuciones, desapariciones forzadas y exilios de generaciones enteras de luchadores y pensadores que, como Valle, se preocuparon por el futuro de un país que siempre iba a la deriva.

El último intento de cambiar ese proyecto conservador de nación diseñado en función y beneficio de las élites fue el gobierno del Poder Ciudadano, que fue cortado radicalmente con un golpe de Estado y revertido con un narcoestado que se le salió de control a la potencia que controlaba este país desde que en 1899 obtuvo la primera concesión que nos convirtió en una república bananera. Desde entonces, el país entero ha vivido un frenesí incontenible de protestas contra la impunidad y la corrupción instalada que ha destruido al Estado y sus instituciones y ha creado una sofisticada maquinaria de saqueo de las arcas estatales, sin que ninguna coyuntura haya podido doblegar a la narcopolítica y su relación de poder con EEUU, hasta que miles de personas empezaron a abandonar el país en caravanas y se convirtieron en un problema público para esa nación.

Las nociones de “izquierda” y “derecha”, si bien surgieron en la Revolución Francesa, fueron desconocidas en su acepción moderna para Valle. Sabemos que un hondureño, José A. Pérez, le escribió a Karl Marx en 1872. En la segunda década del siglo XX y como respuesta a la explotación de las compañías bananeras, surgieron las ligas antiimperialistas y el Partido Comunista de Honduras. La lucha social y política de la izquierda hondureña apoyó al movimiento sufragista y a la gran Huelga Bananera de 1954. La izquierda hondureña, si bien era un proyecto pequeño, logró significativos avances a nivel de conciencia, existiendo en espacios específicos y dirigiendo sus esfuerzos a la creación de conciencia. Todas esas luchas son la herencia que hoy confluye en el partido Libertad y Refundación, por ejemplo, así como en docenas de organizaciones que componen el movimiento social hondureño.

Valle jamás imaginó que el pueblo desarrollaría resistencias y que, a pesar de sus taras históricas, lograría romper cadenas. Los pocos derechos sociales y políticos que sobreviven en esta narcodictadura son herencias de luchas de décadas, que le costaron a las mujeres y a los grupos obreros y gremios organizados, jornadas interminables de trabajo y sacrificio. Pero lo que sí pudo ver, es que los pueblos centroamericanos tendrían que afrontar el futuro con este tipo de incertidumbres y falta de garantías jurídicas, políticas y sociales. Gracias a él sabemos que ningún proyecto de Estado será posible en democracia mientras no logremos educar a toda la población, mientras no podamos hacer a todos los hombres y mujeres ciudadanos y ciudadanas plenamente conscientes de su poder, mientras no garanticemos la soberanía sobre los territorios y mientras no mantengamos unida nuestra idea de América.

Hoy, a 7 días de las elecciones más importantes de la historia de Honduras, en el cumpleaños de José Cecilio del Valle, deberíamos reflexionar sobre la posibilidad de responder a las preguntas del sabio, sobre la lucha emprendida para revertir el daño que el país sufrió desde el golpe de Estado, sobre la existencia de enemigos de cualquier intento de emancipación del pueblo y sobre la encrucijada de quitarle el control del Estado a narcotraficantes y corruptos.

La organización criminal que nos gobierna está herida de muerte, presionada por Estados Unidos a soltar la democracia que secuestraron en 2009, sin legitimidad alguna que les garantice otro gobierno más, sin los votos limpios para ganar una elección honestamente y sin apoyo de unas elites que, a pesar de todo el caos generado, se resisten a ponerse públicamente del lado del pueblo. Este cartel, coludido con redes transnacionales neoliberales, ahora revive fantasmas ideológicos y temas sensibles en una población que han manipulado a través de los medios de comunicación sobornados y una alianza perversa con las iglesias evangélicas, cómplices del desastre que han causado.

Dentro de 7 días, las preguntas de José Cecilio del Valle y sus observaciones sobre el futuro podrán ser contestadas y validadas. Dentro de 7 días, los hondureños podremos ver hacia el pasado y decirles a esas estatuas de bronce que alguna vez fueron los fundadores de esta patria, que les cumplimos y que a pesar de sus visiones optimistas o no de estos pueblos, logramos hacernos cargo de nuestro destino, o no nos cansaremos de luchar hasta lograrlo.

Este no es un pueblo revolucionario ni lo será, eso es algo en lo que los historiadores solemos estar de acuerdo, pero sí hay una idea revolucionaria desde nuestros inicios, en personajes como Valle, de que no debemos rendirnos hasta lograr vivir en democracia, hasta tener una patria del pueblo, por el pueblo y en beneficio del pueblo.

En 7 días lo intentaremos otra vez.

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