El alcalde tuerto en un mundo de ciegos

Redacción El Pulso1 noviembre, 2021

(Por: José Carlos Cardona Erazo) Mientras estas líneas iniciaron a escribirse, el alcalde del Distrito Central y candidato presidencial del Partido Nacional se encuentra en Glasgow, Escocia, representando a América Latina en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). Nasry Juan Asfura Zablah, de 63 años, es el presidente del grupo Capitales de las Américas frente al Cambio Climático (CC35) y también vicepresidente del Comité Regional de los Gobiernos Locales por la Sostenibilidad (ICLEI) para Centroamérica, México y el Caribe. Estas iniciativas y espacios, todos organizados por foros y organismos multilaterales neoliberales, desconocen que, en su gestión edilicia, el señor Asfura Zablah ha cortado alrededor de 20 mil árboles y aumentado la temperatura promedio de la ciudad en 2 grados centígrados.

En su disertación, Asfura presumió tener 158 alcaldes comprometidos con la iniciativa “Cities Race to Zero”, así como otras medidas tomadas en conjunto con varias ciudades en el continente. Lo que no mencionó claramente es que vivimos en uno de los países más vulnerables a nivel ambiental en el mundo, que el gobierno de su partido es responsable directo por negligencia, del desastre que los huracanes Eta e Iota provocaron en el valle de Sula el año pasado y que, durante 12 años, jamás hubo ninguna medida de contención contra las zonas ambientales muertas en el país, como el delta del río Motagua o la bahía de Fonseca, altamente contaminados y afectados por años descuido y falta de políticas públicas realmente eficaces y que se traduzcan en cambios en beneficio de la gente y los ecosistemas.

El Partido Nacional también es responsable del aumento en la tasa de deforestación del país, de 23 mil hectáreas cada año. Desde que surgió la plaga del gorgojo, el gobierno nacionalista la utilizó como excusa para aumentar la tala indiscriminada de cientos de miles de hectáreas, mientras ha perseguido y criminalizado a cuanto defensor se atreva a enfrentársele. Prueba de ello es que, mientras el discurso de Asfura Zablah es pronunciado en Glasgow, un juez visiblemente parcializado y que responde a intereses del régimen del Partido Nacional, ordenó mantener en prisión a 8 defensores de la comunidad de Guapinol, en Colón, por evitar que una mina de hierro destruya el río del que beben agua cerca de 50 mil personas.

El Distrito Central que gobierna el señor Asfura, con casi 2 millones de personas, es la segunda mayor aglomeración urbana del país, con el 80% de los ríos altamente contaminados y el 90% de las aguas negras sin tratar. Al menos 224 mil capitalinos viven en zonas vulnerables a lluvias y el 92% de esa población está propensa a sufrir deslizamientos de tierra. El acceso al agua potable, un reto cada día más grande en todo el mundo, es increíblemente bajo en una ciudad ubicada en una cuenca altamente productiva del vital líquido. Cerca del 50% de los capitalinos no tienen agua potable por cañería y la mafia de las pipas de agua se sostiene impunemente (y con sospechas) gracias a una autoridad edilicia que no ha construido nuevas represas en décadas. En 40 años, el Partido Nacional no construyó ninguna represa en la capital. La mayoría de los dueños de las pipas de agua que venden el agua en las colonias marginales de la ciudad, militan en el partido de gobierno.

Para más inri, el alcalde que se ufana de haber inaugurado 45 macroproyectos infraestructurales en material vial, no menciona que el parque vehicular de la ciudad ha aumentado un 75% en su gobierno, lo cual ha evitado que dichos proyectos sean útiles debido a que casi un millón de carros circula todos los días en poco más de 900 kilómetros de calles.

En tiempos globales neoliberales, las iniciativas gubernamentales que luchan con el cambio climático abandonaron la visión clásica de la lucha de los países. Ahora la pelea contra el calentamiento global se basa prácticamente en el cambio de energía fósil a renovable, en la búsqueda de “iniciativas sustentables”, esto es, políticas eco-friendly y campañas extensivas de turismo rural y visitas a parques nacionales, para hacer lo verde “vendible” y paliar la culpa de la sociedad hacia el daño ambiental. Esto es particularmente peligroso en un país desigual como el nuestro, debido a varios factores. Primero, la gente no tiene la protección del ambiente como una prioridad elemental, debido a que no cuentan con la satisfacción de necesidades básicas. Ningún capitalino piensa en salvar el río Choluteca si nunca tiene agua en el grifo. Por increíble que parezca, la conexión entre los dos conceptos es imposible debido a que el Estado neoliberal no piensa en educar sobre el asunto. Segundo, los turistas que acampan en La Tigra o caminan hacia Las Golondrinas no buscan una conexión con la naturaleza, sino escapar brevemente de la horrible realidad citadina o hacer sus vidas más instagrameables, esto debido a que es lo que el neoliberalismo les ha enseñado a hacer. Mientras eso pasa, el señor Asfura Zablah y sus amigos han querido construir una residencial (Bosques de Santa María) en la zona de amortiguamiento, y el gobierno de Juan Orlando Hernández ha declarado dicho parque nacional como una Zona Especial de Empleo y Desarrollo (ZEDE). La gente que ha protestado contra ambas iniciativas son los pobladores locales. Los capitalinos ven el asunto como algo de likes y comentarios en redes sociales, porque la ciudad está siendo gestionada como un producto y no como lo que es, una ciudad.

Vamos a profundizar en esta idea. Cuando me vine a vivir a Tegucigalpa una de las primeras cosas que observé es que la gente siempre buscaba identificarse con mi origen pueblerino. Es decir, los capitalinos siempre están diciendo «mi mamá es de tal lado», «mi papá se crió en tal pueblo», «mi familia es de tal lugar».

Con el tiempo, recorriendo la ciudad entendí que sí había comunidades subalternas, como la gente de los barrios clásicos (Buenos Aires, El Bosque, los barrios populares como El Reparto). La gente de Comayagüela, por ejemplo. Después fui entendiendo esas identidades híbridas surgidas de lugares salidos de la nada, como la colonia Kennedy, un inmenso crisol cultural, el Queens tegucigalpense.

Todas estas particularidades se explican históricamente. Tegucigalpa, el pueblo minero, fue perdiendo su identidad primigenia cuando se convirtió en capital. Las oleadas de migrantes llegados de todo el país se integraron sin orden alguno y trajeron sus manifestaciones culturales (gastronomía, advocaciones religiosas, hábitos) y se fueron adaptando a un espacio geográfico complejo que fomentó las divisiones donde no hubo planificación (las élites huyendo del centro hacia el este – Reforma, Tepeyac, Lomas- después al norte y más arriba – Hatillo – y homogeneizó los imaginarios donde sí la hubo (Kennedy, los bulevares clásicos y la Comayagüela obrera o el sur en los últimos 20 años).

Todas estas relaciones sociales, históricas y culturales a las que nos referimos, se rompieron en los últimos gobiernos del Partido Nacional. La creciente desigualdad hizo que se rompiera el tejido social y las gestiones nacionalistas de Miguel Pastor, Ricardo Álvarez y Nasry Asfura, se enfocaron en fomentar esa división social urbana. A los centros comerciales se añadieron las plazas; a las plazas, la división de la ciudad en espacios no sociables, en los llamados “no lugares”, esto es, colonias amuralladas y con vigilancia privada, junto a invasiones o barrios marginales. Para mantener conectada una ciudad así, el modelo edilicio de Asfura Zablah decidió enfocarse en la ciudad automóvil. Bulevares ampliados, parques y medianas arboladas destruidos, bosques esquilmados e incendiados misteriosamente para dar lugares a nuevas residenciales que crecen sin control, y una enorme burbuja inmobiliaria y deudas flotantes del enorme parque vehicular de la ciudad, han sido la marca personal de una gestión que se olvidó que más de un millón de capitalinos necesita transporte masivo, que no hay parqueos ni calles suficientes para sostener tantos automóviles y que la electricidad del país, altamente contaminante y comprada a térmicas, es más cara para una ciudad que no conoce de mecanismos colectivos/comunitarios de ahorro o gestión sustentable de los recursos.

Así que las palabras del señor Asfura Zablah en Glasgow son vacías y llenas de mentiras, tanto más cuanto que la corrupción de la que se le ha acusado en meses recientes, evidencia a un funcionario que ha gobernado para elites y grupos siniestros que buscan mantener su comodidad a costa de la precariedad de millones de capitalinos.

El verdadero reto para el Distrito Central radica justamente en eso: repensar la ciudad y orientarla a los peatones, a las comunidades marginadas, a los barrios sin agua y las periferias de migrantes recién llegados que necesitan ser integrados, como los antepasados de todos los capitalinos, que llegaron aquí y se asentaron en una ciudad que siempre fue difícil, pero no parecía odiarles como hoy lo hace la urbe llena de cemento y sin árboles que Tito Asfura ha legado al futuro, condenando a los capitalinos a ver con incertidumbre la solución de sus problemas cotidianos en un país ya de por sí complicado por la historia.

Su acompañante en Glasgow, el señor Juan Orlando Hernández, líder del Partido Nacional y quien ha liderado la dictadura más mediocre que se ha visto en el país en toda la historia, también ha ido a mentir y a pedir dinero para su “reconstrucción nacional”, argumentando que el país necesita ayuda para superar la vulnerabilidad ambiental. Esa petición de fondos es sospechosa en la recta final de campaña y evidencia la necesidad del Partido Nacional de reinventar sus formas de financiamiento.

No les creemos, no les cree la historia, y no les creerá el futuro cuando les juzgue. Mientras termino este escrito, el agua llega a mi casa, sin detenimiento cada día de por medio. En toda la ciudad, la pregunta es la misma: ¿por qué ha sido tan escasa el agua en estos años de sequía y de pronto ahora llega tan a menudo? La respuesta es simple: quieren votos, quieren seguir gobernando la ciudad, porque tal y como les enseñó Tiburcio Carías en 1937 al suprimir la municipalidad de Comayagüela y crear el Distrito Central, “sonreír y ser generosos cuando pedimos el voto, gobernar duro cuando estemos en el hacerles sentir siempre que nos necesitan lo suficiente como para no seguir sin nosotros en el poder”.

El 28 de noviembre, usted puede decirle al mundo todo lo que el señor Asfura Zablah no dijo en Glasgow. Su voto cuenta, no lo olvide.

[1] Historiador y profesor de ciencias sociales.

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