Editorial: Los escenarios, ¿señales del fin de la hegemonía nacionalista?

Redacción El Pulso19 octubre, 2021

Dos acciones judiciales contra reconocidos líderes del Partido Nacional en menos de una semana dictan algunas pautas que podrían definir su futuro como fuerza política en el cortísimo plazo: El inicio de un proceso penal contra el diputado Reinaldo Ekónomo, relacionado a la trama corrupta en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) y el arresto del alcalde de Talanga, Roosvelt Avilez y su esposa, que aspira a una diputación como suplente del hermano del jefe del Comité Central, por presuntos nexos con el narcotráfico.

Es de lógica que la detención del matrimonio fue tema del día en todos los medios y, por mera técnica periodística, es necesario dejarlo documentado. No obstante, es obligatorio hacer lecturas preliminares en cuanto a ambos hechos que vuelve a salpicar por enésima vez al partido oficialista que llega a unas elecciones fuertemente desgastado por denuncias de corrupción y delincuencia organizada y que también salpican a quien dirige la Casa Presidencial.

PRIMER ESCENARIO: Estos hechos ocurren a menos de 40 días de las elecciones generales, cuando la población está cansada de los actos de corrupción, por lo que han dejado de creer en las promesas de los candidatos, en este caso, del oficialismo, pues saben que las denuncias contra influyentes líderes nacionalistas les ha reducido caudal electoral, de acuerdo a encuestas, y todo apunta que podrían perder de manera estrepitosa los comicios del 28 de noviembre. Saben que cada mención negativa contra el partido que fundó Manuel Bonilla en 1902 les implica menos votos que se canalizarían a favor de su competidora directa Xiomara Castro (mientras Rosenthal sigue indeciso, claro) y se han visto obligados a recurrir a la vieja confiable para desacreditar a su rival de que «ahí vienen los comunistas y se comerán a los niños, quitarán propiedades y le harán los mandados» al presidente de Venezuela Nicolás Maduro y al fallecido exmandatario Hugo Chávez.

Tememos que ese discurso de la Guerra Fría no les dará resultados, los hechos que apuntan contra ellos desde la justicia son más contundentes que cualquier retórica, a pesar que detentan el control del Poder Judicial, Ministerio Público y el Consejo de Defensa y Seguridad, por lo que se pude inferir que entraron en una desesperación tras la consumación de la alianza de facto entre Castro y Salvador Nasralla, lo que prevé una masiva votación a favor del dúo e implicaría un castigo a los casi 12 años de dominio azul.

Se puede concluir que el miedo a dejar el poder comienza a cundir en las cabezas visibles del cachurequismo y temen que fuera del poder podrían ser perseguidos por la oposición convertida en gobierno hasta debajo de las piedras y se desmonte la compleja arquitectura legal creada por el mandatario Juan Orlando Hernández cuando fue titular del Congreso Nacional.

SEGUNDO ESCENARIO: Echar a la hoguera a Ekónomo, Avilez y su clan familiar, así como a otros señalados de presuntas ilegalidades, se podría interpretar como una suerte de control de daños desde el oficialismo, para hacerle creer a la sociedad que en el combate a la corrupción se aplicará el caiga quien caiga a modo de desmarcarse de sus agentes corruptos, buscar curarse en salud y recuperar la confianza en su base resentida y una porción del voto independiente que prefieren el viejo conocido que nuevo por conocer y continuar gobernando otros cuatro años de la mano de Nasry Asfura (el presidente Hernández será el poder detrás del trono).

Obviamente, Asfura está inmune -por ahora- a la persecución penal ordenada por la Unidad Fiscal Especializada en Redes de Corrupción, más conocida como Uferco (si bien es acusado por varios delitos y su expediente está en manos del Tribunal Superior de Cuentas). No será echado a la jauría porque implicaría un cisma sin precedentes que podría acabar con el reinado cachureco.

El Partido Nacional tiene matices heredados del Partido Fascista Italiano de Benito Mussolini en cuanto a la debida obediencia a ciegas o verticalismo; los miembros del aparato político saben que están obligados a obedecer la línea para no caer en desgracia con la máxima dirigencia so pena de ser unos parias políticos y no resultaría extraño que los perseguidos por la justicia se vean resignados a ser acreedores de cruentas penas de prisión aunque muchas veces lo merezcan. Al fin y al cabo, la lealtad al partido está por encima de los valores personales, espirituales y cívicos. Eso es lo que vale frente al cacicazgo.

TERCER ESCENARIO. No se puede ignorar el histórico papel de EE.UU. como el principal actor electoral en Honduras. No resultaría extraño que Washington esté detrás de este golpe artero al tablero del ajedrez político local y haya puesto a operar a regañadientes al fiscal general Óscar Chinchilla -quien ha sido un doble agente al servicio del gobierno de Hernández y la actual administración norteamericana-. Es de sobra conocido que para cualquier requerimiento contra un alto cacique pasa por el escritorio de Chinchilla y por la dirección de fiscales; el jefe del Ministerio Público sabe que no puede quedar bien con sus dos dioses: o sirve a EE.UU. y le da la espalda a su amigo Hernández o queda mal con los gringos y engaveta los requerimientos y hace la vista gorda para evitar más crisis.

¿Por qué decimos que Chinchilla permite la persecución contra sus correligionarios? Hay que recordar que EE.UU. le ha dado un amplio respaldo en el combate a la corrupción. Si usted no nos cree, le recordamos una cita del exsubsecretario de Estado norteamericano Michael Kozak en una de sus visitas a Honduras: «Honrado de reunirme con Fiscal General Chinchilla, bajo su liderazgo, el Ministerio Público de Honduras y la Unidad Fiscal Especializada Contra la Corrupción (Uferco) podrán ser eficaces en su lucha contra la corrupción e impunidad, si es que reciben suficientes recursos y apoyo político».

¿De qué lado se pondrá Chinchilla en estas horas que se definirá el futuro político, económico y social de Honduras? ¿Se ubicará de lado de la política exterior norteamericana en el combate a la corrupción en el Triángulo Norte a fin de acabar con la impunidad y el masivo éxodo de personas hacia EE.UU.? ¿Se plegará a la línea de partido (Fernando Anduray le reprocha su indiferencia) y encubrirá los actos irregulares cometidos por sus correligionarios y correrá el riesgo de caer en desgracia con Washington y el presidente Joe Biden y convertirse en un perseguido más? A esta hora, nadie quiere estar en los zapatos del fiscal jefe, quien ha tenido un bajo perfil durante los últimos años, apenas se limita a retuitear temas banales como el baloncesto y béisbol, pasa por alto el estridente reclamo social de justicia y castigo ejemplar a quienes se han robado el dinero público para sus pervertidos y vulgares intereses.

De todos modos -en conclusión- estas son las horas bajas y críticas que vive el Partido Nacional, por lo que sus dirigentes recurren a las tradicionales tácticas para preservar el poder ante un avance inesperado de la oposición con el dúo Castro-Nasralla. Bien señala el analista Raúl Pineda Alvarado, que la dirigencia oficialista «entró en desesperación» y vale recordar que un animal o persona se vuelve peligrosa cuando es acorralado, por lo que cualquier cosa puede ocurrir.

¿Cuál de estos tres escenarios se cumplirá? ¿Estamos ante el inicio del fin de la hegemonía nacionalista? Eso se sabrá el próximo 28 de noviembre. Los actores políticos y la sociedad tienen la última palabra en las urnas.

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