Detrás del desastre de EEUU en Afganistán

Redacción El Pulso24 agosto, 2021

(Por: Alfredo Jalife-Rahme*) EEUU y la OTAN sufren una humillante derrota geopolítica en un Afganistán arruinado, que paradójicamente posee enormes reservas de tierras raras cotizadas en 3 billones de dólares. Estos recursos podrían ser explotados por China gracias a la ruta de la seda y el Corredor Económico con Pakistán, que se puede acoplar a sus inversiones en Irán.

Ahora que EEUU se retira en forma humillante de Afganistán, sus medios sacan a colación que China, debido a su relación con los Talibanes, estaría lista a explotar los metales de tierras raras que allí abundan y que tendrían un valor hoy de 3 billones de dólares.

Hace más de dos años publiqué la lista de los metales de tierras raras que tienen aplicaciones tecnológicas de ensueño.

CNBC, muy cercano al complejo militar de EEUU, expuso —dos días después de la caída de Kabul— la alianza de los talibanes con China que «ha dominado el mercado de tierras raras a escala global y amenazó con obstaculizar su abastecimiento a EEUU durante la guerra comercial de 2019».

Ya hace exactamente cuatro meses, antes de la caída de Kabul, el portal The Hill, muy cercano a los demócratas, señalaba que «EEUU nunca debe abandonar Afganistán». Una de las razones que alude es el valor de las «tierras raras de Afganistán» que «son esenciales para las baterías de litio, los chips de las computadoras, armas de alta precisión guiada, drones, satélites, aviones furtivos y armas hipersónicas».

Hoy China es el principal proveedor de EEUU de tierras raras y con la salida de Washington de Afganistán le cedió una carta de suprema importancia geoestratégica a Pekín, que prosigue ineluctablemente sus tres rutas de la seda.

También Afganistán dispone de pletóricas cantidades de litio con un valor de un billón de dólares por lo que en un memorándum interno del Pentágono fue denominada la Arabia Saudí del Litio.

Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, China exportó en 2019 el 80% de las necesidades de EEUU en tierras raras, lo que ha mantenido hasta la fecha pese a su colisión comercial con Washington.

En cuanto a las reservas en tierras raras, no hay nada que comparar al ver que China ostenta 44 millones de toneladas métricas frente a las magras 1,4 millones toneladas métricas de EEUU. Se considera que el 35% de las reservas globales se encuentran en China.

Ahora, el derrotado EEUU y su propaganda negra se concentra en denigrar el medievalismo de los talibanes y su santa alianza minera con China poniendo de relieve la recepción amigable a finales de julio en Tianjin del canciller chino Wang Yi a una delegación de talibanes encabezada por su segundo de a bordo, Abdul Ghani Baradar.

No se puede soslayar la compenetración del Pashtunestán —que abarca a las legendarias tribus pashtunes: primera y segunda etnia en Afganistán y Pakistán respectivamente— que fue dividido artificialmente por la línea Durand establecida por el Imperio británico, que balcanizó la región.

En mi humilde opinión, se puede gestar una federación geoeconómica entre los talibanes, cuya mayoría pertenece a la etnia pashtun que controlan las tierras raras y el litio de Afganistán, para acoplarse con el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC). Este corredor va desde la ciudad china de Kashi —en la sensible provincia autónoma islámica de Xinjian, hoy bajo la metralla propagandística anglosajona— hasta el puerto de Gwadar en el mar Arábigo.

Hasta ahora, su mirífico proyecto lleva 62.000 millones de dólares de inversiones. Los medios asientan de que el corredor CPEC constituye el Plan Marshall de China para Pakistán.

Se pudiera aducir que uno de los principales vencedores con el retiro de EEUU y la OTAN es Pakistán, que de facto obtiene una mayor profundidad estratégica de la que carecía frente a su sempiterna disputa con la India. De paso, China asegura su salida estratégica al mar Arábigo cuando sus intercambios comerciales dependen del ultraestratégico estrecho de Malaca.

China, fuerte con el paraguas militar hipersónico de Rusia, con quien acaba de realizar disuasivos ejercicios militares, mueve sus fichas al estilo de su juego go cuando está rompiendo paulatinamente el cerco de EEUU.

Más allá del binomio maniqueo al que son muy adictos los mandatarios estadounidenses, que condensan su conocimiento del Gran Medio Oriente a un simplista choque teológico entre sunnitas —mayorías en Afganistán y Pakistán— y chiitas —mayorías en Irán e Irak—, en la posmodernidad geoeconómica del siglo XXI, salpicada por la mentalidad pragmática de China, no se puede soslayar el gran acuerdo de inversiones de Pekín por 500.000 millones de dólares con Irán en los próximos 25 años a cambio de un abastecimiento más seguro de gas para las cada vez más crecientes necesidades energéticas de Pekín.

Hasta en la India aceptan que el «ascenso de los talibanes en Afganistán» constituye una derrota de Nueva Delhi en la construcción de su puerto en Chabahar (Irán), que hoy es una «inversión muerta».

Así las cosas, la federación geoeconómica del Pashtustán sunnita muy bien podría englobar a los chiitas de Irán bajo la égida pragmática de China para conformar uno de los principales nodos de las dos rutas de la seda de Pekín: la continental y la marítima.

Una de las varias lecciones dramáticas de la catástrofe militar de EEUU radica en la derrota de los teoremas geopolíticos anglosajones —desde la década de los 80: con los balcanizadores axiomas del israelí angloestadounidense Bernard Lewis y su Arco de la crisis, sumado de la obsesión compulsiva rusófoba de Zbigniew Brzezinski, quien tendió una trampa a la URSS en Afganistán— frente al despliegue geoeconómico de China: mucho más plural, desideologizado y pragmático.

Los 20 años de ocupación desastrosa de EEUU en Afganistán no adelantaron a su sociedad ni beneficiaron al país, ya que las inversiones de Washington patrocinaron de facto a su omnipotente complejo militar industrial y los descomunales intereses de su bancocracia.

Según un estudio de la Universidad de Brown, EEUU invirtió 2,26 billones de dólares, de los cuales un billón fueron a dar al complejo militar industrial y otros 530.000 millones de dólares sirvieron para pagar los intereses de su inversión militar. Quien invirtió 10.000 dólares en acciones del complejo militar industrial, 20 años después sus acciones ya valían casi 100.000 dólares.

Dejo de lado que, en realidad, EEUU impuso su modelo de narco-neoliberalismo militarizado, que de hecho constituyó la tercera guerra del opio de los anglosajones en el corazón asiático —las 2 primeras guerras del opio fueron libradas por el Imperio británico contra China: primero entre 1839 y 1842 y luego entre 1856 y 1860—.

En realidad, la invasión de EEUU y la OTAN a Afganistán comportaba pretextos multidimensionales y uno de ellos fue el disparo de la cosecha del opio y sus derivados morfina / heroína que desgraciaron a toda la región y que sirvieron como arma hegemónica a los designios geopolíticos de nihilismo masivo de la CIA con sus operaciones encubiertas.

Hoy, las retiradas de EEUU suelen ser peores que sus fallidas invasiones ya que su notable catabolismo narco militar en Afganistán expuso que su verdadero objetivo geoestratégico consistía en destruir y/o desestabilizar a China, como lo hizo antes con la URSS, mientras el 90% de los afganos vive con menos de 2 dólares al día.

Mientras redespliega sus tropas en el océano Índico y en el mar del Sur de China, ¿qué tal si el caos deliberado de EEUU en Afganistán oculta una nueva trampa contra China, como lo hizo antes con la URSS?

*Analista geopolítico mexicano. 

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