El golpe de las élites

Redacción El Pulso30 junio, 2021

(Por: Víctor Meza) Así tituló uno de los principales diarios de Oslo, Noruega, en junio de 2010, el extenso reportaje dedicado al primer aniversario del golpe de Estado en nuestro país. Me encontraba en esa bella ciudad nórdica, asistiendo a un ciclo de conferencias sobre la acción golpista, y, debo decirlo, el titular me pareció no solo muy acertado desde el punto de vista histórico, sino también apropiado desde la perspectiva de su impacto mediático.

Hoy, cuando se cumplen doce años desde aquel fatídico domingo 28 de junio, recuerdo con impotencia contenida los días previos al zarpazo, las idas y venidas de los conspiradores, los rumores circulantes y el innegable clima de confusión tan enloquecedora como crispante. En una de sus visitas a mi casa, en el mes de abril, el entonces presidente Manuel Zelaya me comentó, medio en serio y medio en broma: “¿Está confusa la situación, verdad, Víctor?”.

Yo, más en broma que en serio, le respondí: “Claro, presidente, cómo no va a estar confusa si la derecha cree que estamos haciendo la revolución y la izquierda piensa lo mismo”. Ambos celebramos el juego de palabras, aunque, al mismo tiempo, ambos intuíamos la gravedad de la crisis y los peligros que acarreaba.

El afortunado titular del diario noruego Klassekampen me hizo reflexionar un poco más sobre la verdadera naturaleza del golpe de Estado que interrumpió el proceso de construcción y consolidación democrática, a la vez que dio al traste con buena parte de la institucionalidad estatal de nuestro país. Sabía de antemano que no se trataba de un golpe típicamente militar, al estilo de los cuartelazos de los años sesenta y setenta del siglo anterior en varios países de África y América Latina.

El golpe al que nos enfrentamos fue urdido, patrocinado y usufructuado directamente por las élites políticas y empresariales, apoyadas con entusiasmo conservador por líderes religiosos fundamentalistas de toda laya y confesión, asustadizos dueños de medios de comunicación y militares solícitos que se alquilaron, entre obedientes y ambiciosos, al peligroso juego de la ruptura constitucional. Fue una variopinta combinación de caudillos rurales y urbanos de corto alcance, personajes y personajillos sin escrúpulos, carentes de proyecto político alguno; pero con un apetito desmesurado por entrarle a saco a las finanzas y negocios del Estado.

Eran señores y señoritos, damiselas que más parecían mariposas ajadas de una aristocracia marchita, los célebres “notables” de pacotilla, chismosos de alcantarilla, beatos seniles y uno que otro demente convertido de pronto en estratega político. No faltaron, por supuesto, los “guardaespaldas intelectuales” de siempre.

Todos ellos, en abigarrada multitud, contaron con el apoyo y aplauso de los círculos más conservadores y derechistas del mundillo político de Washington. Gestores de influencia, militares contagiados por el virus de la guerra fría, burócratas solapados y más de algún lobista resentido por no poder hacer grandes negocios con el gobierno del Poder Ciudadano, todos se coludieron en contra del gobierno derrocado.

Una verdadera galería de estampas locales y extranjeras, en el mejor estilo de la borgesiana “Historia universal de la infamia”. Incapaces de entender los ejes de la historia contemporánea y las megatendencias que orientan al mundo globalizado de hoy, los golpistas criollos muy pronto se vieron envueltos en su propio ovillo, aislados y repudiados en el concierto de las naciones modernas y civilizadas.

Los objetivos que perseguían se revirtieron en resultados contrarios: si decían querer salvar la democracia, lo que lograron fue desarticularla y reducirla; si abogaban para proteger a los partidos políticos, lo que obtuvieron fue su debilitamiento y agonía; si querían salvaguardar a los grandes medios corporativos, lo que generaron fue la migración de la audiencia; si pensaban golpear a la izquierda, acabaron fortaleciéndola y organizándola… en fin: si querían pelear con Hugo Chávez, terminaron enfrentados con Barack Obama. Todo les salió mal, a excepción quizás de sus negocios y saqueo de los fondos públicos. En este 12 aniversario del golpe de Estado es bueno hacer un repaso de sus autores y sus consecuencias.

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