Editorial: Olvídense de las alianzas y un clavo en el ataúd

Redacción El Pulso22 abril, 2021

“Olvídense de alianzas, en noviembre habrá cuatro candidatos y con un voto que uno saque más que el otro ese ganará. Lo que sí construiremos en la oposición son mecanismos para transparentar las elecciones”.

En la práctica, esta es una sentencia del expresidente y coordinador general de Libre Manuel Zelaya sobre la posibilidad de organizar una coalición para enfrentar al Partido Nacional; en otras palabras, colocó un clavo en el ataúd a la unión nacional opositora que iba a nacer deforme y con pocas opciones de prevalecer frente a la bien aceitada maquinaria oficialista que lleva como abanderado a Nasry Asfura.

Además, toma un giro muy dramático a la controversia entre los actores de la oposición que cuestionaron una unión entre el liberal Yani Rosenthal y Xiomara Castro, al calificarlos de manera descarnada de ser delincuentes, lo que pondría en extremo riesgo que haya iniciativas para aglutinar a las fuerzas opositoras al mandatario Juan Orlando Hernández a fin de tomar el gobierno en enero de 2022.

¿Cuáles son los alcances de esta frase lapidaria del exgobernante? Primero, que el Partido Nacional ve allanado el camino para un cuarto mandato al tener un poco más de un millón de personas y que ganará de manera cómoda las elecciones generales del último domingo de noviembre próximo ante una fraccionada, desgastada y desorientada oposición que no podrá echar mano del voto disperso en varias fuerzas.

Segundo, ese factor podría provocar del desaliento del voto independiente y útil que considera necesario cambiar de gobierno y supondría un fortísimo golpe moral a quienes propugnan acceder a la silla presidencial. En el fondo, no es tan cierto que un solo partido y un solo candidato opositor llegue a reunir tanta simpatía para tener una pelea de tú a tú con Asfura.

Tercero, pesaron los egos e intrigas desde los actores de la oposición que ven en Zelaya un enemigo a vencer, cuando deberían apuntar hacia el adversario -que por lógica es Papi a la orden- para derrotarlo en los comicios venideros.

El hecho de que Nasralla, reconocido por su conducta errática y arrogante, se dedicara a despotricar contra su principal exaliado de la fenecida Alianza Opositora y Luis Zelaya actuara de manera visceral -siendo más papistas que el papa-, no permitieron que el proyecto que operaba Mel llegara a buen puerto. Ahora, cada quién deberá ir por su lado y salvarse como pueda si es que quieren declararse ganador de las elecciones.

Otro factor que obligó a Zelaya a decir lo que tuvo que decir fue porque en el fondo comprendió que aliarse con Yani, mucho más allá de una posible negativa del banquero de deponer sus intereses, es el costo político que pudo acarrearle al traducirse en una posible estampida de votos hacia Nasralla y el aún presidente de la autoridad partidaria liberal. El exgobernante, como un viejo lobo de la política, buscó la salida más elegante para no ver destruido su proyecto y su candidata muy debilitada.

Eso tampoco significará que el expresidente vaya a emular lo ocurrido hace cuatro años porque no quiere lidiar con un líder de retórica contradictoria, que en la mañana dice una cosa y en la tarde expresa otra y que Zelaya se vea obligado a salir a apagar incendios aunque eso también implicó fuga de votos hacia otros candidatos con cierta credibilidad.

El hecho que tal alianza no se concrete manda un fortísimo mensaje que la oposición entró en una suerte de canibalismo e implica un gran alivio para Asfura, quien aún debe lidiar con las acusaciones de la Unidad Fiscal Especializada en Redes de Corrupción (Uferco), pero eso se vuelve bagatela. A él interesa que sus rivales vivan en confrontación. Al final, queda claro este refrán que no hay peor enemigo que los de tu mismo oficio cuando priman intereses que no necesariamente son los de la sociedad.

Por ahora, el Partido Nacional no tiene necesidad de preocuparse por una candidatura unificada que les haga perder las elecciones. Los tiempos se van agotando y las posibilidades que exista una coalición opositora van desapareciendo.

Queda claro que en la oposición dispersa (incluyendo a ciertos dirigentes de sociedad civil) no cuenta con organización de estructuras nacionales, departamentales y locales que logren defender el voto en las mesas (a excepción de Libre y el Partido Liberal); las cabezas visibles de esa facción piensan que con tener un millón de seguidores en redes sociales ya son presidentes y que su palabra es ley. Las elecciones se ganan con estructuras.

De este escenario surgen muchas lecciones que los futuros líderes políticos deberán aprender.

En consecuencia, visto lo visto, cierta parte de la sociedad con formación educativa o política podría desistir de ir a ejercer el sufragio.

Así las cosas, todo apunta que la suerte ya está echada y parece que el oficialismo se aprestará a ejercer un cuarto mandato.

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