ANTONIO RIVERA CALLEJAS DIPUTADO DE ESTIRPE CACHURECA

ALG16 agosto, 2019

@oscarlestrada

El diputado Antonio César Rivera Callejas proviene de estirpe cachureca, quizás después de Rafael Leonardo Callejas Romero —con quien además está emparentado—, no hay en el Partido Nacional una figura política con tanta trayectoria familiar en el nacionalismo como el diputado Rivera. Tres generaciones de congresistas lo acreditan como hijo legítimo del nacionalismo.

Electo por primera vez en 2006, actualmente ejerce el cargo de Vicepresidente del Congreso Nacional, un cargo que ha sido parte de la tradición de la familia Rivera.

Nació en 1963 en Tegucigalpa. Estudió en la Escuela Americana, junto a el ex alcalde capitalino y actual designado presidencial Ricardo Álvarez, Pedro Casanova, el banquero Camilo Atala, la empresaria de comunicaciones Ana María Villeda y el diputado y excandidato liberal Elvin Santos, con quienes mantiene una buena amistad.

Hablar de Antonio Rivera Callejas es hablar de su familia; solo así podremos comprender el poder con que cuenta al interior de su partido.

Hijo del conocido nacionalista Mario Rivera López, apodado en el ambiente político como «el zorro del nacionalismo» por su capacidad de maniobra, influencia, mediación y por ser el principal consejero de los Presidentes Osvaldo López Arellano, Rafael Leonardo Callejas y Ricardo Maduro.

Mario Rivera López.

Mario Rivera López (1934-2009) —padre de Antonio Rivera y Mario Rivera, propietario éste último del canal Q´hubo TV—, fue diputado suplente a sus 22 años en el Congreso Nacional presidido por Modesto Rodas Alvarado, en el gobierno de Ramón Villeda Morales. La muerte repentina del diputado propietario Humberto Díaz Banegas en 1958, lo colocó en una posición ventajosa que le sirvió para ser diputado propietario y luego del golpe de Estado de 1963, Presidente, a sus 31 años, de la Asamblea Nacional Constituyente que legitimó el poder del general Oswaldo López Arellano en 1965.

Fue presidente del Congreso Nacional entre 1965 y 1971, durante el gobierno militar del general Oswaldo López Arellano.

En 1990 el presidente Callejas comisionó al Mario Rivera López para que posibilitara el retorno de decenas de exiliados políticos que habían abandonado el país como resultado de la Guerra Fría. Fue él el que dirigió la negociación que culminó en la organización de un quinto partido político en Honduras: Unificación Democrática, UD.

Antonio Rivera Callejas es hijo también de Eva Isabel Callejas, prima hermana del expresidente Rafael Leonardo Callejas Romero. Su abuelo, Juan Carlos Rafael Callejas, fue hijo del primer matrimonio de Rafael Samuel Callejas Lozano, casado luego en segundas nupcias con Paula Valentine, abuela de Rafael Leonardo, accionistas de la Rosario Mining Co. en San Juancito.

Mario Rivera López, el padre del diputado de los chocoyos, como se le conoce actualmente a Rivera Callejas luego de la campaña de 2006, fue hijo también de Juana Laura López Callejas, hija de Lastenia Callejas, hermana también de Rafael Samuel Callejas Lozano, padre de Rafael Leonardo Callejas Valenine. El vínculo filiar con los callejas del diputado Antonio Rivera Callejas proviene entonces de ambos padres.

El abuelo paterno del diputado Rivera Callejas,  el también diputado Antonio C. Rivera (1885-1939) fue uno de los fundadores del Partido Nacional. Peleó en la guerra civil de 1919 y 1924, se desempeñó como Presidente del Congreso Nacional entre  1929 y 1930, cuando la presidencia del liberal Vicente Mejía Colindres y nuevamente entre 1935 y 1939, primer período del Gobierno de Tiburcio Carías Andino, de quien fue amigo cercano y pieza clave para lograr la victoria en las elecciones de 1932 frente a Ángel Zúniga Huete.

En 1935, Antonio C. Rivera, desde el Congreso Nacional legitimó la reelección de Carías, permitiéndole extender su mandato. Entre los argumentos que usó para pedir el cambio en la constitución que permitiera la reelección de Carías Andino, está el que era el pueblo que lo estaba pidiendo. En la prensa de la época se puede apreciar las cartas que «ciudadanos comunes» mandaban pidiendo la reelección del presidente:

«Desde Roatán el señor Carlos Alcerro dice que pedir que el General Carias mande en Honduras por tiempo ilimitado, no es cosa que nos puede avergonzar, porque nosotros como nacionalistas abogamos por la estabilidad del Gral. Carías en el poder»… «Un señor de apellido Osorio afirma que una dictadura constitucional seria saludable. No sería extraño para los hondureños que el Partido Nacional llegase a la dictadura, puesto que es un partido de acción y su doctrina se circunscribe al engrandecimiento y buen nombre del país y al bienestar colectivo. Podemos llegar a una dicta­dura constitucional mediante una labor honrada, digna, inteligente y altruista»…

En la gráfica, el general Tiburcio Carías Andino y Antonio C. Rivera, en la inauguración de la legislatura.

En una de las sesiones del Congreso Nacional de 1936 que presidió el diputado Antonio C. Rivera, se leyeron varios telegramas en los que le pedía «que trabaje para que el General Carias siga en la Presidencia de la República»… y «suplicaban» al Congreso se sirva reformar el artículo de la Constitución que impide la continuación de Carías en la presidencia.

Para el 2 de enero de 1936 los telegramas seguían acumulándose, ahora ya no solamente de militantes del Partido Na­cional, sino por miembros de varias municipalidades, entre éstas figuraron las de Santa Bárbara, Choluteca, Amapala; usaban el recurso del que antes había hecho uso José María Medina, quien también justificó su reelección como respuesta a las «peticiones espontáneas y cívicas de las municipalidades del país».

El diputado presidente del Congreso, doctor Antonio C. Rivera creó una comisión formada por los diputados Fernando Zepeda Durón, Inocente Triminio y Rodolfo Z. Velásquez, los que solicitaron la emisión de una ley para convocar a elecciones el 26 de enero de 1936 para elegir una Asamblea Nacional Constituyente que «debe instalar­se con las solemnidades requeridas el 8 de marzo de este año con el fin de emitir una nueva Constitución Política, porque en su concepto, la vigente no corresponde a la necesidad del momento que vivimos, es deficiente en mu­chos aspectos, ya que contiene anacronismos, disposiciones que corresponden a leyes reglamentarias, todo quizás, porque fue decretada en pleno estado de guerra, y de fuertes agitaciones partidaristas, lo que indudablemente no daba el reposo y tranquilidad necesarias a la mente y nervios de los señores constituyentes que la emitieron, no obstante su reconocida capacidad para hacer una buena Constitución Política».

Esta iniciativa contó con un dic­tamen favorable, «tomando en cuenta que los representantes del pueblo cono­cían las razones para emitir juicio a favor: una nueva Constitución, se seña­ló, era deseo generalizado de los hondureños, porque la mayoría de los dipu­tados tenían instrucciones de sus electores, municipalidades y departamento que los nombraron, para abogar por una nueva Carta Magna; porque además la vigente Constitución de 1924 tenía errores y «el error más grande» era el no permitir la reelección de ciudadanos progresistas, honrados, buenos administradores de los bienes públicos, y además, era el «soberano», el pueblo hondureño, el que lo pedía; entonces había que complacerlo, ya que se trataba de su salvación, su tranquilidad y engrandecimiento».

El 7 de enero de 1936 quedó aprobado el Decreto Número 26, convocando al pueblo para la elección de una Asamblea Nacional Constituyen­te. En esas elecciones solo participaron los afines a Carias, ningún liberal, ningún nacionalista disidente, aunque por parte del gobierno se dijo que habían sido las «elecciones más libres y honestas, ja­mas celebradas en el país».

Antonio C. Rivera murió un 27 de marzo a la edad de 54 años, en un viaje oficial en California, en 1939, siendo presidente del Congreso Nacional, cuando su hijo apenas tenía cinco años.

El general de brigada Oswaldo López Arellano asumió constitucionalmente la Presidencia de Honduras el 6 de junio de 1965 junto a los designados Ricardo Zúniga Agustinus, Horacio Moya Posas y Napoleón Alcerro Oliva. Desde el 3 de octubre de 1963 hasta el 6 de junio de 1965, López Arellano fue jefe de Estado como producto del golpe de Estado contra el presidente Ramón Villeda Morales, diez días antes de celebrarse las elecciones convocadas para el 13 de octubre de 1963. Fue electo constitucionalmente el 16 de febrero de 1965 por la Asamblea Nacional Constituyente dominada por una mayoría nacionalista. Antes fue parte de la junta militar 1956-1957 y dimitió después de las elecciones ganadas por Villeda Morales. La Prensa, 5 de julio de 1965.

Tres décadas después, Mario Rivera López jugaría un papel similar al de su padre, en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente del 16 de febrero de 1965. El Partido Liberal, dividido entre quienes presionaban para incorporarse al Gobierno de Unidad Nacional de Oswaldo López Arellano y quienes apoyaban la resistencia a la dictadura, dejaron solos al puñado de hombres que se alzaron en armas en las montañas de Yoro. En este contexto se dio la masacre de El Jute, en El Progreso.

En la exposición de motivos correspondiente al proyecto de decreto que presentó el diputado Mario Rivera López, el 23 de marzo de 1965, proponiendo elegir como presidente en elección de segundo término al general Oswaldo López Arellano, (igual recurso usó Ramón Villeda Morales en la Asamblea Nacional Constituyente de 1956 para ser electo por el congreso de mayoría liberal) por «considerarlo un hombre idóneo para conducir los destinos de Honduras bajo el régimen de conciliación nacional».

El 6 de julio de 1965 tomó posesión el general Osvaldo López Arellano como Presidente Constitucional de Honduras, electo por el Congreso Nacional presidido por el doctor Mario Rivera López.

Antonio Rivera Callejas

En una entrevista dada a la prensa en 2016, siete años después de muerto «El Zorro del nacionalismo», su hijo, Antonio César Rivera Callejas alegó no ser un «bebesaurio» (término que se usa para referirse a los herederos de cargos políticos en los partidos mayoritarios).

«Yo no llegué a ningún lugar por el apellido, yo estuve en comités locales y departamentales. Fui presidente de la juventud, regidor de la alcaldía, juez de policía. Vengo desde abajo e inicié a los 14 años en la política», dice y agrega: «Hace cuatro años lo apoyé (a Juan Orlando Hernández) por obligación partidaria, esto por unidad del partido y disciplina para que no ganara Xiomara Castro ni Nasralla; casi por obligación porque en las internas había mucha fuerza con Ricardo Álvarez y yo era del movimiento de Ricardo. Hoy, cuatro años después, lo hago por convicción patriótica porque ha hecho las cosas muy bien y es el mejor presidente que hemos tenido, y debe seguir».

General Romeo Vázquez Velázquez y Roberto Micheletti Baín en una manifestación de apoyo a la destitución de Zelaya Rosales en 2009.

Durante el golpe de Estado de 2009 al presidente Manuel Zelaya Rosales, Antonio Rivera Callejas se desempeñaba como jefe de bancada del Partido Nacional. Salió a las calles tanto antes como después del golpe con los camisas blancas, reclamando Paz y apoyando la destitución de Zelaya. Ahora, cuando se le pregunta a Rivera Callejas sobre las diferencias entre la reelección que buscaba Mel a través de la Cuarta Urna y la de Hernández Alvarado, Rivera Callejas responde con argumentos que resuenan a los que usaron su padre y abuelo para apoyar las reelecciones de Carías y López Arellano: «Mel no quería la reelección sino perpetuarse en el poder, no iba a haber elecciones, había una una cuarta urna manejada por el Instituto de Estadísticas y no por el Tribunal Supremo Electoral y los poderes del Estado en ese monento dijeron que no procedía la cuarta urna. El caso de Juan Orlando es totalmente diferente, fuimos a la Corte y dijo que sí se permitía la reelección. La gente ha querido confundir y decir que es lo mismo y no lo es. Creo que aquella expansión del chavismo la paramos en Honduras. La Constitución (vigente) es la misma que redactó mi padre cuando fue constituyente. Pero sí creo que necesitamos cambios, los únicos artículos pétreos son los de la Biblia. El mundo va cambiando y evolucionando y nuestra Constitución no es perfecta. La Carta Magna que hay está de acuerdo con lo que pasaba en los años 80 por tantos golpes de Estado».

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