WILSON HERRERA: EL PERIODISTA

EGO29 mayo, 2019

Por Óscar Esquivel

En el ocaso del día 25 de mayo, en que se celebra a los periodistas del país, una voz se apagaba, una mano dejaba de escribir, un cerebro dejaba de pensar, un corazón dejaba de latir: Wilson
Herrera, de 35 años, emprendía el viaje sin retorno.

Se suele decir que todos los que parten de este mundo son buenos, desde el político corrupto, el empresario deshonesto, el sicario más sanguinario, hasta el cura pederasta. Como si la muerte fuera un punto y aparte para empezar una nueva hoja en blanco, una sábana blanca que cubre las acciones más horrendas. Nuestras acciones tienen consecuencias en otra dimensión o en ésta a través de la descendencia. En el caso de nuestro amigo Wilson, sus hijos podrán sentirse muy orgullosos de haber tenido un progenitor de tan nobles propósitos.

Con Wilson compartí en un periódico de corta existencia, llamado «Nueva República». La publicación era dirigida por Ramiro Sierra y Rigoberto Paredes. Para esos entonces, me sorprendió la edad que tenía Wilson, quien aparentaba más años por su sobriedad mental. Solíamos hablar de él con el poeta Paredes. Cuando mirábamos a Wilson cabizbajo, decía el poeta, “Ramiro lo putea como si fuera su hijo”. Y es que entre Wilson y Ramiro Sierra existía una relación más paternal que periodística. Tras el cierre de la «Nueva República», coincidíamos ocasionalmente con Wilson en espacios de reflexión y de inquietudes en esta hondura que no deja de honrar su nombre.

Se dice que ante la muerte no se debe de protestar. Sin embargo, cuando ésta llegue a media noche a una edad de 35 años de una aparente nada, a una persona con metas individuales y sobre todo colectivas, el sentimiento que embarga es que debería de existir ante quién quejarse.
«El pollo», como le llamaban sus más cercanas amistades, inició su labor periodística hace 16
años en el periódico «El Libertador». Él mismo me lo comentó a través de un mensaje recién pasado el 20 de mayo, fecha del aniversario del periódico en mención. «Lo que «El Libertador» tiene de imprimirse tengo yo de hacer periodismo. Mi primer trabajo fue para ese equipo. 2004.»
Laboró además en diario El Heraldo, Radio Globo, Radio América y otros medios de comunicación.

La sobriedad de Wilson en el periodismo hará mucha falta, ya que es una característica que muy pocos logran obtener, sobre toda a la edad de 35 años y en las condiciones que atraviesa nuestro
país. “La crítica NO construye, la autocrítica Sí,» escribía hace un par de días el amigo. En nuestra realidad de claro oscuro, poco espacio se deja para la dialéctica, para la búsqueda de la razón.

El periodismo en nuestro terruño atraviesa momentos muy críticos. Se le exige tomar partido, ya sea del lado del opresor o del oprimido. Wilson optó por el lado de las mayorías desde su espacio a través de la información y de la opinión; contribuía a acercarnos a esa utopía de construir un hogar en el que quepamos todos, donde podamos convivir las mayorías. «¿Qué dice la joven promesa del periodismo?» le consultaba hace un par de meses. Me respondió que en cuatro años pensaba retirarse.

Ver y trasmitir nuestra realidad sin inmutarse es una tarea titánica para los que hacen un periodismo honesto como el que hacía Wilson Herrera. Un supuesto infarto es el que interrumpió la vida de «Lukas 504». El «supuesto» es válido, porque llegó a un organismo sano, dentro de la normalidad, que no había sido golpeado por los años, por la obesidad o los excesos de algún vicio. «Lukas 504» es el nombre artístico de otra faceta interesante en la vida del amigo y compañero Wilson Herrera, en la que se dedicaba al rap. Me pesa no haber conocido al cantautor de rap pero me doy por satisfecho por haber conocido al periodista que en la flor de su vida dignificó al ser humano.

Wilson Herrera, sin proponérselo –su humildad no se lo permitiría–, se ha convertido en un referente del periodismo nacional.

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