LA MAGNA OBRA DE FROYLAN TURCIOS, EN UN PAÍS PEQUEÑITO

ALG13 noviembre, 2018

@oscarlestrada

Froylan Turcios (Julio 7 de 1873 – Noviembre 19 de1943)

Hablar de la literatura clásica centroamericana, es profundizar en la extensa obra del hondureño Froylan Turcios. El Escritor, poeta, periodista, revolucionario, coronel, intelectual, romántico y antiimperialista. Su obra, que incluye en sus propias palabras los libros publicados: Mariposas, 1895; Renglones, 1899-1903; Hojas de Otoño, 1904; El Vampiro, 1910; El Fantasma Blanco, 1911; Prosas Nuevas, 1914; Floresta Sonora, 1915; Tierra Maternal, 1915; Cuentos de Amor y de la muerte, 1929; Flores de Almendro, 1931 y Paginas de Ayer de 1932, junto a más de una docena de revistas y periódicos que fundó y dirigió, entre ellos El Boletín de la Defensa Nacional (a razón de la ocupación militar norteamericana en Honduras en 1924) se extiende frente a las nuevas generaciones ante la virtud de su ejemplo. Escritor incansable y crítico persistente de las injusticias, ocupó varios cargos en distintos gobiernos de la época, apoyó varios levantamientos armados de corte progresista en donde logró el cargo de Coronel, fue nombrado representante del ejército libertador de César Sandino, con quien más adelante se separó por diferencias en el procedimiento de establecer las alianzas para la guerra.

El escritor hondureño Longino Becerra se refiere al trabajo que Turcios cumplió frente al General Sandino de la siguiente forma:

“En carta del 20 de noviembre de 1928, Sandino le informa a Turcios un arreglo con las fuerzas políticas de oposición a fin de establecer un gobierno distinto al de José María Moncada, impuesto por los invasores en los comicios celebrados el 4 de dicho mes y año. El arreglo era con el partido Liberal Republicano, el Partido Laborista y el Grupo Solidario, los cuales le dejarían la Presidencia a un sandinista (el Dr. Pedro J. Zepeda), aceptarían a Sandino como Generalísimo del nuevo Ejército y se distribuirían la Vicepresidencia así como el Gabinete de Gobierno. Un ejército conjunto, formado en México, se encargaría de derrocar a Moncada e imponer el nuevo régimen. Sandino comisionaba a Turcios para que cumpliera diversas actividades en México a favor de este plan.

“Turcios se entera del problema y le responde a Sandino, en carta del 17 de diciembre de 1928 lo siguiente: “el patricio, el prócer Sandino, mi amigo, mi hermano, por quien daría mi sangre, es el Héroe de los Héroes en la guerra de independencia que hoy asombra al mundo. Al Sandino caudillo de una guerra civil, en una miserable contienda fratricida, “no lo conozco” y nada tendría que ver con él. No estaré, pues, jamás,  de acuerdo con la misión a México. Yo no debo cooperar a empequeñecer la homérica figura del “Libertador Sandino”, como un nuevo Bolívar bajo el cielo de América”.

“En contrapartida, Turcios le propone a Sandino un plan distinto de arreglo, contentivo de cuatro puntos: 1)que Moncada demande la salida de las tropas extranjeras; 2)que al cumplirse esta exigencia, Sandino deponga las armas y las deposite en Costa Rica; 3)que Moncada pondrá en vigencia la Constitución de la Republica; y 4)que el gobierno de Moncada le reconocerá a Sandino y a sus tropas todos sus derechos por medio de una amplia amnistía.

“Sandino le ratifica a Turcios, en carta del 18 de Diciembre, el pacto cuadripartito, por lo que este le reitera, asimismo, en carta del 28, su posición anterior. “Si Ud. -le expresa- persiste en el plan que hoy me ratifica, nos separaremos como dos hermanos que no pudieron entenderse”.

“Sandino, entonces, le envía una nueva carta el 7 de enero de 1929 con una respuesta brutalmente inusual. Dice así esta misiva en lo atañedero: “Tengo el honor de comunicarle, que en esta fecha le ha sido aceptada dicha renuncia, quedándole a la vez prohibido negociar con los documentos del Ejército que tiene Ud. en su poder, y de los cuales dará la debida cuenta al comisionado que este comando Gral. del ejército designe para ello […] Mientras tanto, no se desean comunicaciones de Ud. en nuestro campamento. Cuando miro casos como el de Ud. me viene el recuerdo de Diógenes el filósofo […]. Se olvidó Ud. de que los muñecos están en los bazares, y que los que combaten en las Segobias tienen ideas propias”.

“Tomando en cuenta estas palabras, Turcios escribió en su diario el 23 de febrero de 1934 al enterarse del asesinato perpetrado contra Sandino el 21 de ese mes: “Si Sandino no hubiera sido tan ruin para conmigo con que brillante y terrible cólera le vengaría mi pluma. Con el mismo o mayor ardor con que hice conocer al mundo su epopeya. Pero como no tengo nada de santo, como soy de carne y hueso, no puedo olvidar su ingratitud; y solamente mi pasión por la soberanía de Centro América y la forma infame y perversa con que fue ultimado me obligan a romper el silencio para condenar a sus verdugos”.

La característica entreguista de los gobiernos hondureños, condenó a Froylan Turcios al exilio, en donde murió en 1944 dejando varias obras inéditas.

Entre esas obras Turcios mencionó las siguientes: Historia de Honduras (2 tomos), Presidentes de Honduras, Anecdotario Hondureño, Annabel Lee (novela), Biografía de un Amigo, Anecdotario Centroamericano, Prosas Cívicas, Los Dictadores Rosas y Francia, Luces y De todos los horizontes.

De entre las obras perdidas de Froylan Turcios, varios autores coinciden en lamentar la desaparición de la novela “Anabell Lee” escrita entre 1904 y 1905, a la que el poeta Juan Ramón Molina escribiera el prólogo.

Juan Ramón Molina en su prólogo escribe: …“Es en Paris, en un cuarto de hotel, mientras la gran cosmopolis ilumina frenéticamente sus calles, realzadas por los simulacros de los héroes del pensamiento y de la acción, donde trazo el prólogo de este idilio de amor. De amor y de dolor. Si comprimís el libro en vuestras manos, en una hora de meditaciones, quizás tomaría la forma de un corazón, tan enorme cantidad de ternura y de amargura hay en sus páginas”.

Se desconoce el destino de las obras inéditas de Turcios. Sin embargo este escribe: “Fuera de mis Memorias, que deben publicarse en la forma que sea posible, estoy resuelto a quemarlos antes de permitir que se impriman en ediciones sórdidas y vulgares. Son obras nacionales de notoria importancia colectiva de verdadera valía. Obras –¿Por qué no decirlo, prescindiendo de ridículas modestias?– útiles y bellas. Y cualquier Gobierno de mi patria, sea nacionalista o liberal, tiene el deber de publicarlas con ediciones empastadas, elegantes y duraderas, en Europa o en Estados Unidos, y en un número que no baje de veinte mil ejemplares cada una. Si así no se hace, y mi adversa suerte me impide editarlos en esa forma –empeño mi palabra de honor de quemar esos libros”.

Longino Becerra concluye, a propósito de la obra El Vampiro:

Hay, en las obras de Turcios una carga intelectual de mayor peso que la existente en las obras de Musset o un Bécquer. Estos y otros autores enfatizan el factor emocional; sus palabras, extraídas del corazón, van también al corazón; por ello resultan dulces y tiernos en lo que escriben, pero nada más. Turcios, en cambio, si bien extrae sus palabras del corazón, primero las hace pasar por el cerebro antes de comunicarlas, lo que determina que su discurso se equilibre entre el sentimiento y el pensamiento. Es claro que mucho del ingrediente intelectual propuesto por el como apoyo del relato romántico pertenece a una época ya pasada y forma parte de una filosofía rural hace tiempo vencida. De ahí que, al conocer ahora ese ingrediente, percibamos lo que tiene de inválido, aunque no dejemos de reconocerlo como testimonio legítimo de una forma anterior de pensar. Leer, pues, a Turcios como romántico, es algo más que hundirse en un océano de lágrimas: es oír también una voz que incita a la reflexión seria frente al mundo y la vida.

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