ESTADOS UNIDOS: ¿UN ESTADO CANALLA?

EGO5 noviembre, 2018

Por: Alex Palencia.

No hace mucho se puso de moda en los círculos mediáticos y académicos de estudios globales el concepto de “Estado canalla” o “Rogue state”, y que se refiere en particular a aquellos estados considerados una amenaza para la paz mundial y que no respetan las leyes internacionales. El nacimiento de esta categoría no ocurrió de forma casual: en la época en que surge el concepto, los gobernantes de turno de los Estados Unidos se apropiaron de este y comenzaron a utilizarlo como arma contra sus enemigos de turno, tales como Cuba, Venezuela, Corea del Norte y todos los estados que no han sido o no son obedientes a los dictados de la política imperial norteamericana.

Detrás del uso de la denominación “Estado canalla” se esconde, pues, toda una historia de desobediencia. La pregunta inmediata que viene es si estos Estados calificados por el imperio como canallas merecen tal apelativo. Sin embargo, y desde nuestra perspectiva, la discusión debería ser en realidad, si acaso los Estados Unidos son y han sido el verdadero estado canalla. Visto y examinado el historial de los Estados Unidos en relación al mantenimiento de la paz mundial y el respeto al orden jurídico internacional, no nos queda de otra que señalar que quienes más bien se han comportado canallescamente contra los pueblos, especialmente los más débiles, han sido justamente ellos. Es legendario el desprecio que ha mostrado Estados Unidos a las leyes internacionales; los Estados Unidos las han desafiado en numerosas ocasiones, poniéndolas unas veces en entredicho y otras veces violándolas abiertamente. La lista de ejemplos es muy larga, pero quizás la mejor muestra (por lo clara y documentada) la constituyó la demanda que Nicaragua le ganó a Estados Unidos en la Corte Internacional de Justicia o de La Haya en el año de 1984; el fallo a favor de Nicaragua obligaba a los EEUU a pagar a Nicaragua la suma de 1,000 millones de dólares por los daños causados por la guerra encubierta que Estados Unidos llevó a cabo contra el Gobierno, Estado y pueblo de Nicaragua, desde el año de 1980; en este fallo la  Corte dictaminó que Estados Unidos cometió una infracción contraria al “Derecho internacional consuetudinario”, de abstención del uso de la fuerza contra otro Estado con la intención de derrocarle.

El conflicto contra Nicaragua no solamente afectó la infraestructura productiva del país sino también causó la muerte de unas 100,000 personas y afectó las relaciones entre los demás países de la región. Además, la guerra “civil” de Nicaragua (alimentada secretamente con fondos del narcotráfico tolerado por los Estados Unidos) sirvió de germen para que en años posteriores se dispararan en los países afectados (Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala fundamentalmente) los índices de violencia y que el crimen organizado se fuera infiltrando en los estados de Mesoamérica: para el caso, al finalizar la guerra en Nicaragua muchos miembros de la Contra quedaron desempleados y fueron abandonados por sus patrones norteamericanos, por ello no les quedó de otra que buscar medios para sobrevivir, dando lugar a un proceso de reorganización interna y de diversificación de sus actividades; ellos se organizaron, dedicándose primero al bandolerismo, y después a negocios más lucrativos como el robo de carros, secuestros, tráfico de drogas, sicariato, entre otras ocupaciones; más adelante muchos de ellos se integraron a los cuadros del crimen organizado y colaboraron a lo que hoy tenemos y vivimos en nuestro países: una situación de terror causada por la inseguridad y la violencia. En cuanto al patrocinador principal de la guerra (EEUU), este siguió en lo que más la gusta y sabe hacer: desestabilizar (y cuando se pueda, derrocar) a otros estados que no cumplan con su agenda guerrerista e imperialista, y a practicar alegremente una política de doble moral en cuanto al respeto a las convenciones y leyes internacionales: para los funcionarios norteamericanos las leyes son buenas cuando se usan contra sus enemigos y malas cuando se las aplican a ellos.

Y es que Estados Unidos, que se ufana de ser un país de leyes y respeto a la legalidad legalmente establecida (valga la redundancia) se ha lucido en la arena internacional desconociendo, entre otros, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de la Discriminación contra la Mujer. En el 2006, la Asamblea General de la ONU adoptó la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, la cual ha sido hasta presente ratificada por un total de 96 países, y entre los que no figura (¡sorpresa!) Estados Unidos. Hasta la fecha, un total de 193 países se han adherido a la Convención sobre los Derechos del Niño, pero Estados Unidos (ya no es ninguna sorpresa) se encuentra entre las pocas naciones que no la han ratificado.

Por otro lado, los Estados Unidos, bajo el pretexto de la defensa de sus intereses y continuar a su vez con su agenda de dominio e injerencia por todos los medios posibles, ha controlado por medios legales (¡¿cómo?!) la producción y el comercio de las naciones que puedan y se dejan, en particular de las más débiles (¡siempre se meten con los más chicos los muy valientes!); ¿Cómo lo hacen? Muy fácil: ellos utilizan a las  instituciones financieras (tales como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, entre toda una galaxia de agencias socias y dueñas del mundo), y contando para ello con la ayuda de un ejército de abogados, lobistas, publicistas disfrazados de periodistas y medios lacayos afines, entre la jauría humana que defiende con uñas y dientes los sagrados intereses norteamericanos.

Además, y cuando las cosas se ponen realmente feas para sus intereses, llaman a la caballería ligera: Estados Unidos es el único Estado que cuenta con presencia militar en todos los continentes y hasta en el espacio (cosa rara, tratándose de un país amante de la paz, las leyes y la justicia), fuerza que es usada con la celeridad de un rayo cuando la ocasión lo amerita. No solamente creemos, sino que estamos completamente seguros que la presencia militar de Estados Unidos en el mundo (los números lo avalan y lo prueban, ¡y por eso retamos a los lectores a que ellos mismos lo comprueben!), y particularmente en nuestros países desnutridos (manejados por una pandilla de espíritus ratoniles) obedece a un proyecto de dominación que ha servido para amenazar los intereses de las naciones latinoamericanas, más que colaborar, para luchar contra las lacras históricas que nos tienen atados al subdesarrollo, tales como la pobreza, el autoritarismo, la falta de democracia, la inequidad social, y que ellos con sus inmensos recursos, con un poco de generosidad y buena voluntad, podrían contribuir a erradicar.

Para concluir volvemos a la pregunta inicial: ¿Quién es el verdadero canalla de la historia? ¿Con la gran calamidad sufrida por nuestros pueblos y que se manifiesta crudamente con la Caravana de migrantes seguirá Estados Unidos violando las leyes internacionales y se atreverá a atentar contra la vida de nuestros hermanos que se acercan a sus fronteras?

“Si consultamos la historia, veremos en ella, que el derecho de las grandes naciones se ha fundado en algún tiempo en causas de tal naturaleza, que sólo habrían excitado la burla y el desprecio  si no hubiesen sido sostenidas con las armas; y  este abuso funesto para los pueblos débiles que la ambición han sancionado tantas veces y legitimado el derecho del más fuerte, se ha repetido por desgracia en nuestros días”. Francisco Morazán (Manifiesto de la Unión)

3 de noviembre del 2018

Villa de San Miguel de Real de Minas de las Heredias.

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