DEL NUEVO TLC ENTRE MÉXICO Y EEUU, Y LA RAZÓN ZAPATISTA

EGO29 agosto, 2018

El 1 de enero de 1994, el mismo día en que entraba en vigor el NAFTA, el acuerdo de libre comercio entre México, Estados Unidos y Canadá que Carlos Salinas de Gortari prometió sería la puerta de salida del subdesarrollo para los mexicanos, los zapatistas se alzaron y se declararon en rebeldía.

«Aquí estamos somos la dignidad rebelde, el corazón olvidado de la patria,» gritaron los zapatistas a través del subcomandante Marcos aquel día, denunciando al TLC como una “sentencia de muerte” para los indígenas mexicanos.

Hoy, 24 años después y a las puertas de un gobierno de «izquierda» (del cual los zapatistas ya se desmarcaron), México acuerda un nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Las causas, que orillaron a los zapatistas a rechazar el TLC de hace 24 años, siguen vigentes.

El gobierno de Estados Unidos ha dejado saber que fue precisamente el nuevo presidente Manuel López Obrador, quien inicia funciones el 1 de diciembre, que ha presionado al actual mandatario Enrique Peña Nieto para que se logre la firma del tratado. AMLO no quiere tener el compromiso de estampar su rúbrica en el TLC con Donald Trump, porque conoce un importante sector de la izquierda mexicana rechaza por el alto costo social que el tratado trajo para las clases populares durante las últimas dos décadas, y prefiere que sea el presidente saliente quien cargue con el compromiso histórico que genera para el gran capital, un intercambio anual por más de US$ 1 billón (millón de millones).

Donald Trump oficializó el anuncio en una  conferencia de prensa en la Oficina Oval, donde también conversó con su homólogo Enrique Peña Nieto.

Canadá, sin embargo, permanece al margen del acuerdo. Tiene hasta el viernes para firmarlo, aunque autoridades de la Casa Blanca aseguran que el país se sumará al nuevo pacto, el propio Trump lo puso en duda.

Con el nuevo pacto, México enfrentará más restricciones para exportar vehículos hacia su vecino del norte, a medida que se incorporan restricciones para exigir mayores salarios en la industria, que buscan desincentivar el traslado de las operaciones manufactureras hacia el sur de la frontera.

Los aranceles en cero para los productos agrícolas se mantienen con el nuevo acuerdo, aunque implementa nuevas exigencias de etiquetado y estándares de salud para los productos mexicanos. No incluye medidas en torno a los gravámenes al acero y aluminio que aplicó Washington contra sus socios europeos en el primer semestre.

Chiapas, territorio del zapatismo, después de 14 años del alzamiento del 1 de enero sigue siendo una de las zonas más pobres de México, pero si comparamos su situación a la de gran parte del país, podría decirse que los lentos pero firmes avances del cooperativismo agrario, influenciado por los valores zapatistas, no han dado tan malos resultados.

El porcentaje de mexicanos que viven en la pobreza aguda pasó de 21.46% en 1994, a 50.97% en 1998, disparando esa cantidad a más del doble en sólo 4 años de vigencia del tratado de libre comercio. Más de 5 millones de campesinos tuvieron que dejar las tierras que cultivaban y emigraron a las ciudades lo que provocó un fuerte desempleo urbano, con su consecuente marginalidad y desigualdad.

Los campesinos y los indígenas fueron obligados a abandonar sus tierras y migrar hacia Estados Unidos a una tasa sin precedentes; una multitud de pequeños y medianos empresarios cerraron sus negocios y, en general, se debilitaron las cadenas productivas nacionales en favor de una inserción cada vez más  subordinada y desigual en los circuitos internacionales del capital. Las oportunidades laborales disponibles hoy para los jóvenes, mal pagadas, sobrexplotadas y con pésimas condiciones de trabajo, son el espejo más fiel del gran fracaso del TLCAN, y el proyecto neoliberal que lo acompaña.

El crecimiento anual promedio per cápita de la economía mexicana apenas alcanzó un 1,1% en esos 20 años, tirando por los suelos las promesas de crecimiento y prosperidad económica que proclamó Salinas de Gortari. Las pocas industrias que crecieron, como es el caso de la industria automovilística, lo hicieron a costa de la desregulación de los salarios y el despido de los trabajadores mexicanos, y de las clases obreras norteamericanas.

Detroit, la ciudad que llegó a ser la cuarta en importancia del país, apodada “Motor City” y sede de las tres grandes empresas de la industria automotriz -General Motors, Chrylser y Ford- vio como la deslocalización de esta industria más allá de su frontera con México en busca de salarios baratos, escaso poder sindical y poca regulación laboral y medioambiental, desolaba la ciudad abocándola a unos índices de desempleo insostenibles.

Actualmente Detroit está declarada en bancarrota, teniendo el dudoso privilegio de ser la mayor quiebra municipal que se conoce hasta el momento, con una deuda que supera los 18.000 millones de dólares. La ciudad que llegó a albergar casi 2 millones de habitantes, ha sufrido un éxodo en búsqueda de empleo dejando su población en 700.000 personas y los polígonos industriales donde se fabricaban los motores y bujías de medio planeta ahora parecen desoladores escenarios de una película apocalíptica.

En Canadá, país famoso por su extensa naturaleza y respeto al medio ambiente, el TLC abrió las puertas a las contaminantes empresas mineras estadounidenses que encontraron en las montañas canadienses un nuevo mercado para instaurarse y explotar. A ello se sumó la obligación de aceptar una nueva forma de extraer energía del suelo llamada fractura hidráulica, más conocida como Fracking.

Después de años de movilizaciones y oposición por gran parte de la población civil canadiense, en 2011 el gobierno decidió realizar una moratoria al Fracking y otras prácticas mineras hasta que se pudieran estudiar y demostrar sus efectos contaminantes. Acto seguido Canadá recibió más de 50 demandas por parte de empresas energéticas ante tribunales privados, los conocidos como ISDS, por contradecir el acuerdo NAFTA con dicha moratoria.

La duda del presidente Trump de si Canadá se incorporará o no al TLC, tiene que ver con las restricciones ambientales que el vecino del norte puso a la explotación minera.

En este escenario, la Historia parece darle la razón a los zapatistas rebeldes de Chiapas, que han logrado evitar su exterminio por la máquina de destrucción neoliberal.

«Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia y libertad.» Estas fueron las demandas de los indígenas de Chiapas en 1994 y «en la larga noche de los 500 años.» Estas son aún sus exigencias.

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