NOTAS SOBRE LA SITUACIÓN MUNDIAL ACTUAL

EGO7 agosto, 2018

Por Hélio Gallardo.

Presentación en Novena Conferencia Dominicana
de Estudios de Género, Instituto Tecnológico
de Santo Domingo, diciembre 2016.

La coyuntura larga actual tiene como momento inicial la desaparición del mundo socialista histórico a inicios de la década de los noventa del siglo pasado. Esta desaparición fue casi total en el caso del socialismo inspirado y determinado por la Revolución Rusa y la Segunda Guerra Mundial (configuración de una Europa del Este), debilitó significativamente, por una tendencia al vaciamiento de contenidos con empatía obrera, a los partidos y gobiernos socialdemócratas (Alemania, por ejemplo) y aumentó las tensiones en los países que se han dado un socialismo democrático (Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia) cuyas políticas se han orientado a una reorganización democrática sostenida, y por ello radical, del control económico. China se declaró a finales de la década de los 70 del siglo pasado una economía socialista de mercado. Vietnam determinó su economía como de mercado orientado al socialismo en 1986.

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En América Latina las décadas de la transición entre siglos XX y XXI contuvieron dos tipos de procesos enfrentados: el primero marcado por un falso Consenso de Washington (1989; jamás existió tal consenso) o neoliberalismo latinoamericano (la principal experiencia fue en Argentina, con C. Menem) y el triunfo electoral de candidatos no deseados por la mundialización (OMC, BM, FMI, Departamento del Tesoro de EE.UU., transnacionales) capitalista y su cabeza hemisférica EE.UU. El primero de esos triunfos electorales ocurrió en Venezuela (1998-99) con Hugo Chávez quien señaló la vía e hitos de las transformaciones: triunfo electoral, nueva Constitución, inicio de un proceso de cambios fundamentales propuestos como una revolución. Una coyuntura económica favorable, la empatía popular y el apoyo militar interno permitieron inicialmente a Venezuela avanzar en su proceso y explorar la posibilidad de una articulación regional (ALBA: Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, 2004). Posteriormente otros candidatos no deseados por el sistema triunfaron en procesos electorales sudamericanos en Uruguay, Argentina, Brasil, Ecuador y Bolivia. En los dos últimos países pudo aplicarse la ruta abierta por Venezuela.

FOR RELEASE WITH STORY BC VENEZUELA - COUPSTER - Former Venezuelan coup leader Hugo Chavez Frias addresses a crowd of supporters in a poor residential area of Caracas January 31, 1998. Chavez, whose February 4,1992 military putsch failed and landed him in jail, is now running for president on a ticket of radical change. A fomer member of the Venezuelan military's special forces unit, Chavez says his military training was excellent preparation for politics and has pledged to dissolve Congress and halt foreign debt payments if he wins in the December 6 polls. CHAVEZ

Desde el punto de vista del sistema hegemónico (para América Latina, EUA, oligarquía, neoligarquía, Iglesia católica, FMI, BM, OMC, sectores medios urbanos, medios masivos) el debilitamiento o desaparición de los criterios socialistas fue celebrado inicialmente como el Final de la Historia (ya no existirían alternativas para el capitalismo y su régimen ‘democrático’ de gobierno [con falsa ciudadanía] en sociedades capitalistas). Una inflexión significativa para el proceso fue la declaratoria de una Guerra Global Preventiva contra el Terrorismo (EE.UU., administración Bush Jr., 2001) que precipitó las actuales situaciones de guerra en el Medio Oriente, principalmente por la invasión de Irak (2003) sin aval del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La guerra preventiva contra el ‘terrorismo’ exige el terror de Estado como necesario, legitima la tortura, las cárceles secretas, el espionaje sobre la población propia y la práctica de la guerra total (como se advierte en los bombardeos rusos y sirios de la ciudad de Alepo). A esta doctrina de guerra total y preventiva han explícitamente adherido Rusia, el Reino Unido, Francia. La unilateralidad geopolítica (intervencionismo determinado por el poderío militar) y la codicia económica (mercado total) han abierto claramente la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial en la que seguramente se empleará armamento de destrucción masiva. Ninguna población en el mundo se salvaría de sus alcances.

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Una segunda inflexión significativa fue marcada por la crisis financiera estadounidense con alcance mundial que debió ‘resolver’ la administración Obama (2009). Sus propias palabras describen el carácter de este ‘salvamento’ y el sentido que tiene actualmente el ‘orden’ del mundo: “…un día estábamos salvando los bancos; el siguiente estábamos salvando a la industria automovilística; el día después de ese, estábamos tratando de ver si podíamos causar algún impacto en el mercado inmobiliario”. Mientras Obama no descansaba para salvar finanzas y corporaciones privadas un enorme segmento de la nación estadounidense era expulsada de la fuerza laboral por completo y muchas familias estadounidenses veían descender su ingreso en un promedio de 4.000 dólares. La desigualdad económica entre quienes con su codicia y deshonestidad habían provocado la crisis y la población promedio que debía soportarla ubicaba a EE.UU. en el lugar 123 del mundo con un coeficiente Gini (mide la distribución interna de la riqueza) de 0,469. Noruega es el país del mundo que mejor distribuye la riqueza que produce: Gini: 0,259. República Dominicana ocupa el lugar 122 del mundo con un coeficiente de 0,463. El país que peor distribuye su riqueza es Seychelles, un grupo de islas en el Océano índico, con un coeficiente de 0,658. A medida que la cifra se acerca a 1, más alta es la distancia entre opulentos y empobrecidos. El orden actual contiene entonces violencia geopolítica (guerras) y también violencia económica (expulsión de fuerza de trabajo determinada por tecnologías de punta que tendencialmente prescinden de los trabajadores) y concentración de riqueza. Este tipo de economía, además, lesiona la capacidad del planeta para sostener la vida en él. A este último desafío, que podría ya ser irreversible, respondió la urgida Conferencia de París del año 2015. Sus resultados abundaron en declaraciones, pero no resolvieron acciones inmediatamente vinculantes ni los financiamientos que podrían salvar al planeta.

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En el área de la Cuenca del Caribe se asistió asimismo a un botón de muestra de la agresividad geopolítica actual. Honduras registró un golpe de Estado el año 2009, golpe que desnudó la inoperancia de la Carta Democrática Interamericana (2001) y de la OEA. La acción contó con el respaldo de EE.UU. No resultó factible restituir en el cargo al presidente depuesto (Manuel Zelaya. Intentaba cambiar aspectos de la Constitución y no contribuía con el aislamiento de Venezuela) y, tras un período de incertidumbre (acompañado de represión contra periodistas, activistas de derechos humanos y movilización ciudadana), se retornó a la ‘normalidad’ democrática con la elección de un nuevo presidente (Porfirio Lobo, 2009). En el 2011 Honduras fue readmitida en la OEA. Los generales golpistas recibieron cargos gerenciales en empresas privadas. La defensa ideológico-cultural del golpe fue encabezada por Cardenal católico Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Honduras constituye una muestra, o señal, del tipo de régimen democrático que se desea en este período para los latinoamericanos. Eso sí, se dio en un área de casi entero control estadounidense, la Cuenca del Caribe (les resulta estratégica), y debió reprimir a sectores ciudadanos, activistas de derechos humanos y periodistas independientes que denunciaban violaciones de derechos humanos y exigían el castigo político de los golpistas locales.

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En el campo de lo que hemos considerado movimientos sociales populares la segunda parte del siglo XX asistió al rompimiento del monopolio ideológico obrerista que había dominado el siglo. La ruptura del monopolio tenía antecedentes en la Revolución China y en las guerras anticoloniales del Tercer Mundo y, para el caso latinoamericano, en la revolución Cubana y sus proyecciones en el subcontinente. Como otro alcance de la situación, y a finales de la década de los 60 y en los 70, la sociología y la prensa comenzaron a hablar de nuevos actores sociales (populares). El mundo empezó a enterarse que jóvenes y estudiantes, mujeres, ambientalistas (ecologistas), pueblos originarios, campesinos empobrecidos, creyentes religiosos antiidolátricos, okupas, ciudadanos en armas, podían crear escenarios políticos con sus resistencias y luchas y que sus combates podían extenderse hasta el cuestionamiento del sistema. Las luchas tenían como eje un rechazo a la burocratización de la existencia (comunista y capitalista), el cuestionamiento a la dominación de sexo-género, la crítica de la sobrerrepresión sexual y su fijación genital,  la denuncia y defensa de la capacidad del planeta para sostener la vida, la destrucción de las armas de destrucción masiva y el rechazo a la guerra. Las luchas político-militares eran populares, antiimperialistas, anticapitalistas y tercermundistas.

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El sistema contestó, paralelo a su agresividad militar, ampliando la estratificación y segmentación de los mercados para que cubrieran a jóvenes y a niños, por ejemplo, y también acogieran la extrema diversidad de ingresos (mercados de segunda o tercera mano para los pobres y muy pobres, crecimiento de la informalidad comercial) de la población. El siglo XXI verá, de la mano del proceso civilizatorio en curso, la universalización efectiva de la forma-mercancía (mundialización), la creación de una sensibilidad/cultura del espectáculo (si he pagado no me importa lo que ocurra en el escenario) y el imperio de una economía centrada en deseos (infinitos) y no en necesidades (finitas y con resolución programable). En esta trama compleja han perdido fuerza relativa los ‘nuevos’ actores sociales desplazados por las redes sociales, las protestas ciudadanas (“indignados”) y las migraciones no deseadas determinadas por la ausencia de empleos, guerras brutales y desplazamientos forzosos. Estos tres referentes (redes, ‘indignados’, emigrantes no deseados) usualmente no desean cambiar el sistema, como los anteriores ‘nuevos actores sociales’, sino ser reconocidos en él (redes sociales) o ser reincorporados a sus lógicas (emigrantes no-deseados, “indignados”). Desde este punto de vista no pueden ser determinados como movilizaciones o movimientos sociales populares. Esto no implica su rechazo. Su existencia y dinámica enseña que el sistema no funciona para todos.

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Los actuales sistemas informatizados (altamente manipulables desde los diversos centros de poder) potencian a sus usuarios para crearse falsas identidades (identificaciones en realidad) de sujetos (en el sentido de proactivos) articulados en redes sociales formales e informales (circuito electrónico) en las que la existencia se deriva de ‘manifestar opinión’, aunque ella carezca de un previo proceso mínimo de investigación y no tenga por tanto valor informativo y comunicativo. Se tiene identidad porque se opina (berrea) o se autodescribe una personalidad falsa en los circuitos electrónicos (el sujeto puede ser incluso un robot). La fiebre por los selfies (un tipo de automostración y autobombo para los que el sistema torna políticamente insignificantes) ilustra bien el fenómeno de los ‘sujetos aparentes’. El selfie se vincula con la sensibilidad del espectáculo (indiferencia por lo que ocurre, pero yo estuve ahí porque pagué mi boleto) y con la universalización de la forma mercancía (se apetece el consumo y la circulación acelerada de opiniones con escaso o nulo valor de conocimiento). El proceso de crisis del ambiente natural se nutre y refuerza con un despliegue de imbecilización colectiva. Un asiduo de las redes o Netflix puede existir semanas sin despegarse de sus adicciones y sin necesidad de pensar ya no por sí mismo, sino de pensar. La inercialidad embotante del sistema apaga u opaca, o al menos contrarresta, a los actores que buscan significar mediante su resistencia y lucha. La resistencia y lucha pasa a ser denunciada, combatida, banalizada o ignorada. La lucha pasa a carecer de significación excepto si la protagonizan los seres creados por Marvel Comics. Los ‘Muertos Vivientes’ (The Walking Dead, serie televisiva de AMC) pasan a ser realidad. Cada vez más gente cumple con los papeles (identificaciones) que les proporciona el sistema. Las luchas contra el dominio patriarcal, la sobrerrepresión sexual, la discriminación y la violencia contra las mujeres, las opciones sexuales diversas, aparecen distorsionadamente ‘lideradas’ por Emma Watson (He for She, 2014), según una misión que la asigna ¡Naciones Unidas! Como se recordará en la ONU se mueven representantes de Estados, no delegados de poblaciones y subpoblaciones. La propuesta de Emma Watson (con independencia de su voluntad) muestra lo que se desea hacer con los movimientos sociales antisistema o populares que marcaron la transición entre siglos y para cuyas demandas existen pocos oídos y ninguna respuesta político-cultural.

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La propuesta de Emma Watson desde el Foro de la Asamblea General de Naciones Unidas no puede extrañar si se piensa en la transformación del carácter del Estado nacional en la actual fase de mundialización. Para una mayoría de latinoamericanos la percepción del Estado quedó fijada en sus funciones de promotor y regulador (planificador) del desarrollo (entendido como crecimiento económico con justicia social). En conceptos, se trata del Estado social, es decir de un aparato cuyas políticas contribuyen tanto a la integración nacional como personal. Los actuales procesos de mundialización han incorporado este Estado a una constelación internacional (OMC, BM, FMI, OTAN) y transnacional (corporaciones, en particular financieras) de poder en el que la función (y los poderes) del Estado, antes falsamente nacional (por su carácter clasista y patriarcal, por hacer dos referencias), ya no consisten en una ideológica integración ciudadana y personal y el crecimiento económico con relativa justicia social, sino en vigilar el cumplimiento de los contratos privados que determinan el funcionamiento de la lógica del capital y evitar las amenazas a los circuitos mercantiles y a la hegemonía mundial de los Estados que mejor personifican la acumulación mundial. Un ejemplo de este proceso son los actuales Tratados de Libre Comercio o Comercio Preferencial entre Gavilanes. El proceso de reconfiguración del carácter del Estado (ahora pieza de una constelación de poder internacional y transnacional de fuerzas con base en la expansión mercantil) lo conduce a distanciarse de sus ciudadanías y poblaciones o a llegar a ellas mediada por los requerimientos cada vez más condensados de acumulación de capital. El proceso afecta seriamente la credibilidad e imagen de los políticos tradicionales (Obama e Hillary Clinton, por ejemplo) que interpelaban a la ciudadanía para conseguir su voto. Sectores significativos de la ciudadanía ya no les creen. La realidad muestra que no funciona según los políticos tradicionales del sistema hablan (régimen democrático, justicia igual, integración al sistema, integración personal, felicidad). Lo que se da es violencia, desagregación, guerra, infelicidad subjetiva y objetiva. Las gentes y ciudadanos buscan de esta manera respuestas en políticos rupturistas (esfumado el socialismo son de derecha demagógica o neofascistas). El mejor adversario de Donald Trump no era Hillary Clinton (política tradicional), sino Bernie Sanders, un rupturista de izquierda (para EE.UU.) quien, pese a su edad (75 años), logró un buen respaldo de la población joven estadounidense (entre 18 y 30 años). Sin embargo, Trump y Sanders personifican un estadio de crisis del antiguo Estado moderno. Ya no puede fingir lo que simuló ser y probablemente no existe camino de retorno a su antigua forma porque la concentración de riqueza, determinada por el trabajo muerto, no se lo permite.  Las dinámicas básicas de la economía (mundialización) y geopolítica no se lo permiten.

U.S. Republican presidential candidate, real estate mogul and TV personality Donald Trump makes a point as he formally announces his campaign for the 2016 Republican presidential nomination during an event at Trump Tower in New York June 16, 2015. REUTERS/Brendan McDermid - RTX1GRB9

Los párrafos anteriores afectan significativamente a los movimientos sociales populares en todas partes. Muchas de las reivindicaciones de éstos se relacionaban con la necesidad de políticas públicas impulsadas por un Estado ‘nacional’. En este momento ese Estado es una figura en extinción, aunque en América Latina las experiencias de Uruguay, Bolivia y Ecuador intentan sostenerla. Sin embargo, el país con más “éxito” económico, Chile, se pliega a la corriente mundial: crecimiento económico funcional a la acumulación mundial, aunque ello refuerce una intensificación de la desagregación social, la inestabilidad personal y el debilitamiento/enardecimiento ciudadano. Un camino semejante se intenta en México (PRI, PN), Argentina (Macri) y Brasil (Temer, provisoriamente). También el período actual resulta auspicioso, al extender las inseguridades y riesgos sociales y humanos, para un re-encuentro de religiosidades ensimismadas e institucionalizadas(catolicismo, neopentecostalismo, para la situación latinoamericana). Por supuesto, no representan salida socio-histórica ninguna y contribuyen con las lógicas de desagregación social y reunificación social vía los mercados (en este caso el mercado de la salvación, complementario aunque también conflictivo con los mercados de la acumulación). La única religiosidad popular constructiva en este momento es la antiidolátrica que denuncia como fetiches a todas las instituciones humanamente producidas que buscan (y muchas veces consiguen) presentarse como sagradas o divinas. Para un antiidolátrico, una espiritualidad verdadera se sigue del reconocimiento y acompañamiento humanos empáticos y de las instituciones que de estos reconocimientos y acompañamientos puedan generarse. En el seno de estas prácticas se encuentra la trascendencia humana y su posibilidad de salvación, reconfigurada como trascendencia inmanente a la existencia. El creyente antiidolátrico surgió minoritariamente en América Latina desde la obra de algunos autores de Teología latinoamericana de la liberación(especialmente Juan Luis Segundo y Franz. J. Hinkelammert).

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Que el Estado nacional hoy sea una especie en vías de extinción implica que los movimientos sociales populares tienen que buscar articularse nacional, regional y mundialmente por su propia iniciativa. Debería construirse espacios y crear recursos para un nuevo tipo de Organizaciones No Gubernamentales y Mesas de Trabajo Permanentes en cuanto los Estados y gobiernos ya no resultan confiables. Los foros como un momento para interpelar a los Estados/Gobiernos no resultan funcionales en la actual etapa. Los Estados/Gobiernos que hoy todavía son provisoriamente confiables, ya no lo serán en el futuro, excepto que cambie el curso de esta historia. No existirán políticas públicas de nuevo tipo centradas en una ciudadanía social sin una sostenida presión de movimientos sociales y ciudadanos de inspiración popular. Algunas resistencias y luchas son palmariamente mundiales: la continuidad del hábitat natural y la crítica y resistencia a los procesos de estupidización en curso (un nuevo uso de los productos tecnológicos, crítico del circuito mercantil, es posible). Propuestas como la ‘globalización’ de la solidaridad constituyen frases vacías. La solidaridad se constituye en la acción política de procesos colectivos. No es un concepto/valor que emane de ‘almas buenas’.

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Un segundo campo sensible para una incidencia popular liberadora está en la potencialidad actual de la sexualidad. Centralmente ésta vive un proceso inédito: desde hace medio siglo la sexualidad humana resulta enteramente funcional tanto con la necesidad de producir nuevas generaciones (hijos) como con la de integración personal y la capacidad de comunicarse humanamente. Ambas funciones no son contradictorias ni incompatibles, pueden articularse constructivamente, pero también pueden existir enteramente separadas. El resultado cultural factible en el largo plazo es el de la constitución de una sociedad erótica (no meramente sexo-genital) que tiende a una ‘pacificación’ de la existencia y que es por ella incidente con la necesidad de preservar la existencia de la vida en el planeta (frente ambiental, frente agrario). Como corolario, nuevos sujetos ‘eróticos’, mujeres, hombres, lesbianas, homosexuales masculinos y transgéneros, niños, jóvenes, adultos, ancianos, políticos, mejor integrados personalmente pueden participar en la generación de Estados republicanos y democráticos que atienden los requerimientos de una población integrada, variada o plural y  conscientemente cooperativa. La realidad de una sexualidad determinada por los mercados está en las antípodas de esta descripción: neurótica fijación genital, aumento y consolidación de la prostitución y pornografía, continuidad de hijos no deseados en niñas y adolescentes, sobrerrepresión y desagregación personal. Incomunicación. Guerras. Aplastamientos. Nada de esto es hoy objetiva ni subjetivamente necesario. Puede transformarse y radicalmente.

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Debe imaginarse y pensarse hoy a los movimientos sociales populares en esta perspectiva: incidencia localnacional y mundial. Acciones orientadas a la integración personal y a la comunicación social constructiva. Procesos continuos y acumulativos, irradiadores. Producción de teoría popular desde la determinación de lugares epistémico-político culturales variados, locales, nacionales y mundialesParticipación creativa en la generación de una toda nueva sensibilidad alternativa: salvar entre todos el planeta y aprender a crecer por fin como una única articulada especie humana que reconoce, respeta y acompaña las diversidades y se cuida de alimentar destructividades. Si estas tareas no las empujan los movimientos sociales populares para atraer a millones, nadie lo hará. Hoy el curso de la historia pasa por una entera negación de esta imagen de futuro compartido.

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