El silencio cómplice del Cardenal Rodríguez Y Evelio Reyes ante la crisis política en el país

EGO27 diciembre, 2017

Por Óscar Esquivel

En la edad media, en Roma, existió una familia de apellido “Borgia”; familia de papas y cardenales que “perdonaban los más atroces pecados a cambio de dinero y eximían a los más nobles de sus deberes para con Dios”. Eran tiempos de oscuridad en donde prohibían a los más pobres de ciertos placeres, que ellos si podían disfrutar, como tener varias mujeres, amantes hombres, y otros, que habían sido prohibidos por la iglesia.

La iglesia católica controlaba absolutamente todo. Nada se hacía ni se movía sin el permiso de papas, cardenales y obispos. Y es ahí, a raíz de esa decadencia, que nacen otras religiones. Surgieron personas que no creían en el Dios predicado por estos representantes de la iglesia, como también surgió el laicismo. El laicismo no es más que la independencia del Estado de los asuntos religiosos.

El istmo centroamericano no fue la excepción en tiempos de la invasión española. No estuvo al margen del control de la “santa iglesia católica, apostólica y romana”. También fueron tiempos en los que surgieron hombres en contra del oscurantismo; Francisco Morazán Quesada es uno de los referentes de separar la iglesia del Estado. Inspirado en la ilustración y en la revolución francesa, Morazán creó los cimientos para separar la iglesia del estado; eliminó el diezmo, permitió la libertad de culto, introdujo el matrimonio civil y convirtió la educación en laica. Es evidente del por qué el paladín centroamericano se ganó el odio de los líderes religiosos de la época. No olvidemos que con la invasión española nos llegó la creencia católica, avasallando las diferentes creencias de nuestros nativos.

Con la reforma liberal de Marco Aurelio Soto, en la Constitución se plasmó la separación de la iglesia del Estado, afianzándose en todas las constituciones posteriores hasta llegar a la actual de 1982 que dice al respecto: “Artículo 77.- Se garantiza el libre ejercicio de todas las religiones y culto, siempre que no contravengan las leyes y el orden público. Los ministros de las diversas religiones no podrán ejercer cargos públicos, ni hacer en ninguna forma propaganda política, invocando motivos de religión o valiéndose como medio para tal fin de las creencias religiosas del pueblo.”

Como en los temas más recientes, a los que nos hemos referido en este medio de comunicación (www.elpulso.hn), como la prohibición de la reelección y la defensa de la alternabilidad en el ejercicio del poder por parte de las Fuerzas Armadas, el Estado laico solo existe en papel, y está muy distante de la práctica. ¿Acaso no es del conocimiento público la injerencia de líderes religiosos, como el cardenal Rodríguez y el pastor Evelio Reyes, por mencionar algunos nombres, en asuntos de estado?

Los representantes de las iglesias católica y evangélica están metidos en asuntos de educación: tienen sus propias escuelas, colegios y universidades; en asuntos de seguridad: el pastor evangélico Alberto Solórzano es miembro de la comisión de depuración de la Policía Nacional y de diversas organizaciones no gubernamentales que emiten opiniones sobre este tema; el Consejo Nacional Anticorrupción está integrado, parcialmente, por miembros de la iglesia católica y evangélica.

En asuntos de estado la intervención de la iglesia católica y evangélica ha sido el pan nuestro de cada día.

Durante el golpe de estado en el 2009, el cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga y Evelio Reyes se alzaron como portavoces de la democracia y defensores de la constitución, ante -únicamente- la sospecha que el Presidente Zelaya se quería quedar en el poder a través de una consulta popular no vinculante.

El ex papable Rodríguez ante sus feligreses y medios de comunicación decía: “Qué importante es que sepamos que una ley, una constitución, está para ser respetada y para que promueva el desarrollo y la paz en un país,” agregando que, “las Fuerzas Armadas han asumido un papel muy importante en nuestra sociedad y cultura”. Por su parte, Evelio Reyes lideraba desde las calles, vistiendo trajes desde 3,000 a 5,000 dólares, a un grupo de manifestantes denominados “los blanquitos”, abanderados según ellos de la democracia.

Ya en la crisis política, económica y social actual, los autodenominados defensores de la democracia brillan por su ausencia, llamándose a un silencio cómplice en una crisis provocada por Juan Orlando Hernández con su reelección ilegal.

A su eminencia y reverendísimo cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga y el doctor en teología Evelio Reyes se les olvidó la constitución que defendían en el 2009. Y no es que apelemos a que intervengan en asuntos de Estado, sino que queremos hacer notar lo falsos que son y han sido. Queda en evidencia que no representan al Dios de los pobres, sino al dios de los ricos. Representan al dios dinero, no al Dios de los creyentes de sus iglesias. Son representantes de las clases opresoras: de las clases políticas y económicas que tienen a los hondureños en un 64% de pobreza y en 42 % en extrema pobreza.

Además de lo evidente sin ninguna investigación, ¿Quienes serán a profundidad estos personajes, motivos del presente artículo?

Lo que sí queda a simple vista, es que no son dignos de ser referentes de moralidad, de honestidad ante sus feligreses y mucho menos para inmiscuirse en asuntos de Estado. En nuestra Honduras convulsa, en este momento histórico en el que se puede lograr la verdadera independencia, definitivamente se incluye la búsqueda de un verdadero estado laico y someter a tribunales populares a los mercenarios de la fe.

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