EL MERCADO DE LO ROBADO

EGO7 noviembre, 2017

Andrés (pseudónimo), durante más de 10 años tuvo negocios en Comayagüela,  la ciudad gemela que junto a Tegucigalpa conforma la capital de Honduras; comenzó con una abarrotería y luego se fue diversificando de acuerdo a nuevas oportunidades comerciales, dentro de estas oportunidades comerciales estaba la compra y venta de todo tipo de artículos robados, hasta que hace unos 3 años cerró sus negocios para dedicarse de lleno a la construcción y vendió una tienda de reparación de celulares, una cafetería y una pequeña ferretería.

En entrevista a El Pulso, Andrés nos explica que es casi imposible subsistir sin hacer negocios ilegales o trances. «En el negocio (de lo robado) donde se mueve el dinero, hay de todo tipo de gente, pero al final todos somos competencia, si yo empiezo a vender algo y me empieza a ir bien, otro hace lo mismo, entonces de alguna forma uno debe de agarrar el dinero para que no lo agarren otros, que al final se vuelven competencia, aunque sean amigos, o mejor dicho no hay amigos en el negocio».

Este microempresario relata que empezó con muy poco, con las prestaciones que le dieron en una institución estatal de donde fue despedido tras un cambio de gobierno. Alquiló un local y ahí las oportunidades llegaron «ya estando en el lugar, uno conoce como es el trámite, empiezan a salir negocios, gente que le pide prestado, se presta por carros empeñados o por productos, y luego sí, cuando uno se hace fama la gente lo empieza a buscar, ahí empiezan a llegar hasta los ladrones a ofrecerle a uno.»

Él está consciente que es ilegal comprar cosas robadas e incluso muchas veces menciona que el producto de esas ventas es «dinero salado,» pero repite que no se pueden dejar pasar esas oportunidades y explica que incluso, por seguridad, se debe de quedar bien con los ladrones, ya que «hay que tener al ladrón de buenas, si les compras te agradecen, porque les quitas el hambre, los rateros lo hacen por hambre, pero si les quedas mal, incluso te pueden joder a vos después, es parte de tener negocio, es muy difícil estar afuera y que a uno no le pase algo.»

La frase «dinero salado» se refiere a que es dinero mal habido, producto de la compraventa de productos que fueron hurtados o arrebatados por la fuerza a sus antiguos propietarios, es una creencia popular que el dinero obtenido de esta forma no deja los mismo frutos que el que se obtiene a través del trabajo honesto.

3

Las ganancias de la venta de lo ajeno

A pesar de expresar sus pesares morales, Andrés disfrutó (y hoy son, según él mismo dice, en su gran mayoría la base de su empresa constructora),  de los frutos de lo robado, con ganancias que en pocos días  multiplicaban o triplicaban lo invertido.

Comenta que «el ladrón es astuto para robar, pero pendejo para vender, andan ahogados por vender, paranoicos que los sigan y los atrapen, les queman las manos por deshacerse de las cosas, entonces venden barato» y añade los jugosos márgenes de ganancia que dejan esas compras «por lo menos se le gana el 100 por ciento de lo invertido, si hace un buen negocio hasta el 500 por ciento, y en dos o tres días, para el caso con los celulares, se compraban en unos mil o dos mil, se desbloqueaban y se ponían a la venta en cinco mil o más, los que costarían unos diez mil, prácticamente el mismo día se iban (vendían).»

Quienes son los ladrones

En el negocio del ladrón es indispensable tener a los clientes de lo robado, a estos los denominan «topes o pegues,» estos pagan en efectivo a quien realizó el robo y se encargan de trasladarlo a terceros, ya sean clientes finales u otros distribuidores que puedan vender los productos sin levantar sospecha.

«Todo maje ladrón tiene su pegue, o sea, un cliente para lo robado, esos que en la calle le ofrecen una cadenita, un reloj o unos lentes, es raro que se dediquen a eso, son más drogos o bolitos caídos en desgracia,» detalló.

También comenta que de acuerdo a quienes él conoció, los pandilleros no se dedican en sí a robar, sino que el negocio de la pandilla está en el cobro de impuesto de guerra «mire, el pandillero y marero, no es ladrón, ellos se mueven con la extorsión, o el sicariato, las drogas, cuando no hay de lo otro, pues ahí si roban, pero digamos que no es a lo que se dedican en sí.»

Los ladrones comunes, carteristas y asaltantes del transporte por lo general son jóvenes que se organizan con un amigo, o un grupo para realizar robos y asaltos de baja monta, aunque estos después pueden ir escalando, no son pandilleros pero si tienen algún vínculo o simpatía con personas que si están organizadas.

2

Grandes negocios con lo robado

De forma tajante Andrés expresa «con lo robado resuelve el que tiene billete, la gente con mucho dinero, son los más grandes compradores de cosas robadas, ahí si hay negocios de millones,» aunque también reconoce que eso ha bajado.

Cuenta que hace años, había bandas muy bien organizadas de ladrones de mercadería, que incluso había planteles completos con cosas robadas, que llegó a ver dos o tres furgones llenos de mercadería robada y añade que «eso era como ir a un mall de lo robado, se daba gusto escogiendo.»

Dos de los casos que mas recuerdan son los siguientes: «hace poco más de diez años, habían agarrado de encargo los camiones que transportaban celulares, una vez  se robaron un camión completo de celulares Nokia, ahí participaban una banda de expolicías (dice que en las noticias vio que a varios los habían depurado ya y a muchos otros los han ido matando), fueron como tres mil teléfonos, del primer Nokia que traía lapicito, ese teléfono nuevo costaba doce mil, a mi me los daban a dos mil, no vendí menos de 60, con ganancias de cinco mil para arriba y no vendí más porque se acabaron, yo miraba que todo Tegucigalpa andaba con ese celular.»

«En otra ocasión se robaron un contenedor de productos de aseo y cuidado personal, de marca, todo importado de Estados Unidos, no del hecho en Guatemala, ahí también compré hasta que se acabó, ese producto rebotó tanto que vendedores ambulantes ofrecían en las calles a 50 lempiras el jabón Head & Shoulders y la pasta Colgate original a 20, más barato o al mismo precio que las réplicas importadas de China,» concluyó.   

4

¿Las casa de empeño venden cosas robadas?

En el imaginario de muchos se ven a las casas de empeño como una fuente de productos robados y refugio de ladrones, pero actualmente los propietarios de estas hacen un esfuerzo para deslindarse de esa imagen.

Aldo es el propietario de una casa de empeños en la capital, aprendió el negocio de su padre y ahora es su competencia, a tan solo unas pocas cuadras.

Este detalla que el negocio ya no es lo mismo que antes sobre todo porque «la gente ya no tiene palabra, antes eso valía, pero ahora uno por hacer un favor (prestar con garantía prendaría), más bien puede salir perdiendo, porque por todo reclamo aparece la policía en el local.»

Explica que ellos prácticamente solo toman empeños de gente conocida o referida por otro cliente, ya que así se evitan problemas y añade que «una práctica bien común es que sacan un electrodoméstico en una casa comercial, ni siquiera dan una prima allá, e inmediatamente lo vienen a empeñar, entonces los de la casa comercial vienen con la policía, porque como no pagaron, el aparato nunca le perteneció a quien lo empeñó y yo pierdo mi dinero y me meto en problemas.»

Con respecto a las joyas, considera que las franquicias de préstamos rápidos han llegado a quitarles el negocio, y la competencia es muy fuerte, por lo que solo cuentan con los clientes frecuentes.

«El negocio de la casa de empeño es prestar y cobrar interés, no es quedarse con las cosas, nosotros tratamos de tener una buena base de clientes, que paguen y vuelvan, así subsistimos, no es la venta nuestro negocio,» detalló Aldo.

Ante la pregunta de la posibilidad de comprar cosas robadas, explica que eso es mala fama, que tal vez antes se hacia, pero que ahora él no sabe de nadie en casa de empeños que lo haga, para asegurarse de esto dice tener un sistema de comprobación de tres pasos, primero, solo hacer negocios con conocidos o personas referidas, segundo, pedir los papeles de todo lo que lleguen a empeñar (aunque dice que esto es un problema, ya que «el hondureño no acostumbra a guardar facturas») y por último, volver a confirmar las referencias de los nuevos clientes, concluye diciendo «así me evito que me vean la cara y meterme en  un problema.»

¿Y la policía?

Así como Aldo dice que no hay cultura de mantener recibos, tampoco existe una cultura de la denuncia, por lo que las posibilidades de investigación de las autoridades se ven reducidas.

En el año 2016, de enero a junio se reportaron solamente 1160 robos a nivel nacional, según datos del Observatorio de la Violencia de la UNAH, pero una fuente que en este momento desarrollo una investigación sobre el tema, detalló que calcula solo en Tegucigalpa y San Pedro Sula se producen unos 150 robos al día, haciendo un cálculo rápido, esto serían unos 2700 robos semestralmente, más del doble de la cantidad denunciada.

La mayoría de las denuncias se producen para realizar trámites de reclamo de seguros sobre lo robado, según explican las propias autoridades, porque la población no tiene confianza en  la posibilidad de recuperar sus bienes.

Acerca de El Pulso

Propósito: Somos un equipo de investigación periodística, que nace por la necesidad de generar un espacio que impulse la opinión sobre los temas torales de la política, economía y la cultura hondureña. Estamos comprometidos con el derecho que la gente tiene de estar verdaderamente informada.

Derechos Reservados 2019-2021