De festivales, premios, marginalidades y los confines de la complacencia

EGO14 agosto, 2017

“!Que tonta soy! Dijo la zorra con rabia. Las uvas están verdes y no se pueden comer. De todas maneras ¿para que las querría?

Hace poco se realizó uno de los pocos festivales literarios del país, en la antigua ciudad que fuera en su tiempo audiencia de los Confines, a los que como en muchos de los eventos que se realizan en esta tierra, solo asistieron algunos elegidos/as: Los alcohólicos/as, las feministas, los mala sangre, los traficantes de arte y libros, los que damos clases o fuimos expulsados-despedidos de la Universidad, las y los (si, las y los) que no aparecemos en los libros de texto de las escuelas y colegios por irreverentes, deslenguados y exhibicionistas, los poetas orales, poetas de calle y los demás que exhibimos cierta clase de marginalidad, no fuimos invitados. Tampoco muchas mujeres, en todo caso ninguna que pase de los 40, ni que estén por debajo de los 60, las unas se necesitan por su juventud, las segundas por su validación (conste que esto no quiere que cuestione los méritos literarios de las que asistieron porque los tienen y muchos).

Así las cosas, solo quedaba preguntar para salir de dudas porque yo, que me sé zorra no elegida, pero siempre ansiosa de uvas y de meterme en lugares donde no soy invitada, como les consta a mi madre y a mi abuela, escribí para preguntar porque estaba excluida y si, además de mi persona había otras que no habían sido incorporadas. Me respondieron que habían 26 poetas y se “había hecho el esfuerzo” de incorporar 10 mujeres  entre ese grupo, lo que nos deja con un honroso 38% de participación femenina en el festival, que no sería ni por mucho mi aspiración, pero digamos que a los organizadores (todos hombres también) les pareció suficiente. Todo es cuestión de presupuesto me dijeron, no se puede invitar a todo mundo, así que me quedé pensando en cuestiones de mundos y distancias. ¿Quien pertenecía a que mundo y porque unos estábamos dentro y otros fuera?

Debo decir que a  mi, que soy confesa conocida en el libre culto de no participar en certámenes literarios para no hacerle el juego al sistema de la competencia y la auto-complacencia, el no verme invitada me hizo un agujero primero en ego y luego en el corazón por varias razones: Una porque soy todavía lo bastante ingenua para considerarme parte de una élite de escritores capitalinos a la cual evidentemente no pertenezco y de la misma forma no soy parte de la elite de la academia hondureña en general, porque lamentablemente sé las razones, unas veces por obligación, otras por elección: incómoda, preguntona, cuestionadora, feminista y poeta defensora de la oralidad, como el poeta Carlos Rigby, del que aprendí que no es necesario publicar para ser poeta. 

Segunda por que no hayan existido hasta donde alcanza mi conocimiento, criterios de selección estrictamente literarios, que son los que deben primar en este tipo de eventos. Me duele que siendo un evento enorme no haya tenido criterios de selección basados en la diversidad (en toda la diversidad). Ninguna sorpresa para estos lares donde se sabe que se invita al amigo, al vecino y se premia al conocido aunque este tenga mucho recorrido y mucho talento. Igual no cuestiono al ganador, quien debió recibir desde hace mucho un premio literario, pero si cuestiono que no hayan jóvenes, mujeres, diversidad, otros y otras a quienes darles esos premios.

Cuestiono también a una instancia que le da un premio mesoamericano, no solo a alguien de su país, si no de su propia casa, un profesor de literatura. No me imagino al Premio Rogelio Sinán gratificando a los propios maestros de su universidad por decir algo ¿Qué clase de premio es el dado por hombres, entre hombres, para hombres y además se precian de misóginos, cuando el mundo más avanzado se mueve en otra dirección? Chimamanda Ngnozi Adichie, Samantha Schweblin, Lucía Berlín, Vannesa Núñez Handal, Madeline Mendieta, Melanie Taylor, Elena Salamanca y una nueva generación de escritoras centroamericanas entre muchas otras dan muestran esto. Como diría una vez, la Edad Media los ha de extrañar o tal vez sea viceversa.

Creo que esto es una especie de círculo vicioso peligroso, no solo para unas cuantas personas o para mí, si no para la futura literatura del país. ¿Dónde está el espacio para las generaciones futuras? ¿Dónde está ese espacio de construcción colectiva, de taller, de escuela? ¿No estaremos sentados en los confines de la auto-complacencia?

La tercera, la que tiene que ver con el corazón es que me partió el alma ver a algunas escritoras amadas, no solo cuestionando mi cuestionamiento, si no defendiendo el evento y a los organizadores. Ellos, como suelen hacer, no dijeron ni mu, porque saben perfectamente que las mujeres lo harán por ellos. No en vano el ejército del Dios Emperador de Dune; Leto Atreides, eran puras mujeres, las más leales, las más aguerridas, las más letales, capaces de sacrificarse por una causa que consideran mayor. Y allí me paré, porque se que la teoría feminista explica esto y no puedo pecar de ignorancia, pero es terrible vivirlo en la práctica, así que me escribí con algunas de ellas para salvar distancias y mantener acercamientos.

Muchas personas me expresaron que no estaban invitadas, pero se sentían felices por los otros/as, por la expresión literaria y otras cosas. Yo no voy a ser de las que saludan este esfuerzo.  Al contrario, lo combato. Los espacios literarios o culturales no deben ser espacios privilegiados de unos pocos, deben de ser de todos, deben ser públicos. Y no me importa que sean o no de Gobierno, pero si me importa que se premie como pasó en un evento cultural del año pasado en Gracias a Billy Joya, conocido violador de derechos humanos. Y me importa que los mismos organizadores del evento antes mencionado, convoquen a poetas de la ex resistencia y estos defiendan apasionadamente su participación, ya sea por una editorial, ya sea por ser amigos, ya sea porque es una propuesta importante y un sueño cumplido. Podría reconocer este esfuerzo tanto como las reuniones de las socialité o de los hombres de negocios de cada uno de nuestros pueblos.

Esfuerzos colectivos que se sostienen con pesos y de manera autónoma hay varios: Los encuentros de poesía centroamericana dirigidos por Otoniel Guevara y su Fundación Metáfora, el Colectivo del Seminario de Literatura Feminista, el Propio Paradiso, albergue y casa de consagrados y artistas noveles, así como otras iniciativas el festival de las Chimeneas Gigantes en Trinidad, Santa Bárbara, el grupo de Blogs Politicamente Incorrecto o Contracorriente el nuevo medio digital que abre sus puertas a nuevos y nuevas cronistas, entre otros. Escritores que se han hecho solos como Kalton Harold Bloom, Iris Mencía, Anarella Vélez o  los colectivos Letra Ele y Habitaciones Propias.

Así que no me vengan con cuentos de presupuestos o sueños cumplidos, porque soy, lamentablemente como diría la villana Soraya de las novelas mexicanas, enteramente marginal y debo decir que es enteramente por elección. No me someteré a los canones y las complacencias masculinas y eso tiene su costo, lo sé. A la vez, me siento orgullosa de esos bordes donde habito por que mi trabajo es reconocido en los sitios más insospechados: en las bocas de los y las jóvenes, en las cocinas, cuartos y espacios de las mujeres, en las esquinas de mala muerte donde recojo a poetas beodos para internarlos en un hospital cualquiera mientras me enojo por su capacidad decidida de ser poetas malditos aunque eso los lleve a la muerte, en las miradas de fuerza reciben mis letras en los mercados, en las cooperativas, en los colegios, en los grupos de mujeres campesinas o cooperativistas que ríen con fuerza o lloran al finalizar mis relatos, en Margarita, en las voces radiales, en el abrazo de quienes se han encontrado a si mismas a través de sus palabras.

Además debo reconocer que como buena zorra, palabra con muchas acepciones que asumo ¿Qué hubiera hecho si realmente me hubieran invitado o reconocido? ¿Estaría escribiendo este texto?, ¿Está esto vinculado con la lucha que casi a diario tengo que enfrentar con la gente que insiste en ubicarme en mi lugar de silencio, sumisión y aceptación?. ¿Exacerba este sentimiento de exclusión y rechazo desde mi oficio de escritora con el compromiso de detener y atender la violencia y la muerte contra las mujeres en este país? ¿Se puede hacer poesía y acariciarnos con palabras sin meter para nada, la realidad que vive este país? Seguro que si a todo, menos a lo primero, porque de seguro habría estado enmarañada entre trabajo y activismo. Pero otros y otras si que hubieran podido asistir: caras noveles, desconocidas, deseosas de abrir sus mundos al mundo.  Es una lástima y un desperdicio

Con lo de los premios, ya ni se que decir: ganadores de la misma elite, con los mismos jurados, todos netamente hombres, todos pre jurados y jurados hombres que perjuran que las mujeres no participan porque no hay disponibles o porque no llenan la talla o el canon (y es allí donde te sientes modelo de talla extra-grande) incluso ganadores de la misma casa que convoca al premio, cuando sabemos que un límite ético es que las personas e incluso más allá familiares de estos, tienen prohibida su participación. El reciente concurso de los Juegos Florales de Santa Rosa de Copán no contó ni en sus menciones, con una sola mujer y no porque no participaran, de allí no puedo decir que no hay jurados mujeres, pero si las hay me queda claro que en lo que a mi respecta son cómplices de ese sistema: no lo cuestionan, no convocan a otras mujeres como jurados, no alientan la participación de mujeres. Las entiendo, pero no las justifico. Así que me parece, estas son victorias pírricas más que suficientes para sostener algunos egos.

Por ultimo diré que salió la idea de un festival de solo mujeres. Me gusta la iniciativa y de hecho ya la hemos realizado, contra festivales, festivales de la resistencia, contra la oficialidad. La Franja feminista en Granada con escritoras de la talla de Francesca Gargallo, Maya Cu, Alma Karla Sandoval, Amanda Castro, Gabriela Arguedas o Helen Dixon, puede ser una muestra de ello. Pero también me cansé de eso, porque solo alimenta la complacencia de aquellos que no se sentirán convocados porque de todas manera no cabían, porque el árbol es de manzanas y no de uvas. Eso sería allanarles el camino. Mejor convoquemos a un festival abierto donde los hombres estén representados en un 38%, me parece que sería lo justo y si no lo fuera, al menos me daría el gusto de verlo y disfrutarlo.

Y después de todo esto, me doy la vuelta, porque al fin y al cabo yo, ni que quería las uvas… 

Jessica Isla

Lejos de la ciudad de la complacencia

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