LA FILOSOFÍA Y LA PERMANENTE INTERVENCIÓN EN LA UNAH.

EGO13 julio, 2017

Gustavo Zelaya

1. Describir el estado de la filosofía en nuestro país es un atrevimiento mayúsculo, al igual que tengamos congresos de filosofía, por ello intentaré insinuar algunas dificultades que encontramos y que, posiblemente, se muestren en otros centros de estudio de la región. Trataré de mencionar las dificultades académicas, dejando de lado las principales como el hecho de habitar un país altamente endeudado, violento como pocos, con dudosos políticos autoritarios en el poder desde donde no se vacila en atropellar derechos humanos, en fomentar la corrupción y la impunidad.

Es complicado entender cómo tenemos tiempo para hablar de filosofía y de humanidades, cuando parece que en el triángulo norte de Centroamérica no hay lugar para tal cosa. Y los pocos sitios para ello son escasos, sin apoyo financiero y con autoridades interesadas en cancelar los estudios humanistas por no ser rentables. Es en la academia y desde la academia que se propagan supuestas novedades, indiscutibles según criterios oficiales; son las nuevas categorías educativas con cierto olor a fábrica y oficina. Se habla entonces de eficiencia, eficacia, valor agregado, insumos, productos, gestión, visión, misión, pertinencia, competencias básicas, genéricas, específicas, benchmarking, malla curricular, transversalización, calidad total, como parte del quehacer académico y la lista se queda corta, hay mucho más.

La educación por competencias y la gestión de calidad total tiene su origen en la empresa privada, sobre todo en la cadena de producción al estilo de la industria automotriz; el proyecto actual es impulsado por el Banco Mundial y otros organismos financieros internacionales. Se trata de incrementar el rendimiento de las personas, volverlas emprendedoras, que la sociedad sea más productiva y el proceso de producción sea simple y automatizado. Para ello no es tan importante el conocimiento ni la investigación científica, mucho menos la filosofía, ya que todos los participantes del proceso son reemplazables. Más bien se trata de capacitar personas en alguna técnica en vez de lograr algún nivel de comprensión y de elaborar reflexiones críticas. Lo que el mercado espera son profesionales entrenados en la resolución de problemas sin mayor capacidad cuestionadora. Esto parece ser uno de los fundamentos de la reforma universitaria vigente.

Por ejemplo, desde el modelo por competencias si se trata de discutir el gran tema de Hegel acerca de lo abstracto y lo concreto, lo que interesa es la capacidad de preparar una presentación con el uso de medios tecnológicos, se va evaluar la forma de comunicar el tema con ayuda de ejemplos prácticos y si el trabajo se hizo en equipo. Eso será lo esencial y no tendrá sentido ningún dominio teórico.

También será actividad de las y los dedicados a la filosofía enfrentar la precariedad del trabajo y de los contratos, averiguar el sentido de las prácticas autoritarias, la importancia de los procesos participativos para atenuar la embestida que se oculta tras el modelo por competencias y que afecta directamente a la educación pública. Tenemos que indagar cómo la sustitución de ciertos términos impacta en las prácticas académicas; ahora ya no hay empleados sino colaboradores y a los profesores se nos llama facilitadores; esclarecer que no se trata de la vieja discusión escolástica acerca de los universales, aunque parece que haya mucho de eso y se espera que no sean más que nuevas formas para viejos contenidos.

Fácilmente se nota que en esto un lenguaje muy alejado del humanismo originado en la modernidad ilustrada y eurocéntrica. Ese humanismo fue uno de los elementos de los procesos de modernización de las sociedades latinoamericanas que convirtieron en seres invisibles a muchos grupos sociales, y fue posible gracias al colonialismo, a la explotación de los pueblos y al expolio de los bienes naturales.

Entonces ¿Se podrán incorporar nuevos contenidos a las ideas humanistas sobre la persona integral cuando las exigencias de los mercados son otras? ¿Podrá el debate filosófico enfrentar esos temas y generar alternativas que enaltezcan la dignidad de las personas? ¿Tendremos sólidos fundamentos para discutir sobre el estatus epistemológico y axiológico del modelo educativo por competencias?

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2. Parece que el sistema educativo prepara personas para competir contra otros en un mercado laboral donde todo tiene precio y es objeto de compraventa. Los graduados son vistos como productos que reciben insumos en el aula y son componentes de una cadena de producción, en donde lo fundamental es obtener éxito material, sin importar a costa de qué se logre el supuesto prestigio individual. Incluso, en ciertos espacios académicos hay secciones de servicio al cliente como parte del traslado mecánico del lenguaje de las empresas a los centros de enseñanza. De ese modo es que la educación se ha convertido en mecanismo al servicio del sistema económico y los que participan son tratados como cosas que pueden ser intercambiadas por otras gracias a la oferta y la demanda, con criterios mercantiles de costos y beneficios. Esto no hay que perderlo de vista en cualquier investigación que se haga acerca del comportamiento y las relaciones entre los miembros de la comunidad universitaria.

En estrecha ligazón con lo anterior hay otro aspecto sustancial y es que, en los hechos, las discusiones teóricas sobre axiología y ética parecen marginales, casi un estorbo en los planes de estudio. Y, por supuesto, debido a los asuntos propios de la imagen pública se dice que es un elemento fundamental en la academia. Hay experiencias que muestran que la formación ética y el tema de las normas morales son considerados como traba curricular y que puede ser enseñado por cualquiera que tenga buenas intenciones sobre el tema. No se le aborda como el eje fundamental en la forja del profesional ni es tratado con la seriedad con que se habla de física o de biología. Son asuntos de alta complejidad que inciden en ámbitos públicos y privados. Hay que entender que los temas de la ética y la moral son mucho más complejos ya que impactan a nivel individual y colectivo. Ahora se les enfrenta con la expresión transversalización de contenidos éticos hasta hacerlos desaparecer; esto posibilita que cualquier persona crea que está hablando de ética o que pretenda escribir sobre eso cuando en verdad está imponiendo códigos de comportamiento y buenas costumbres. Sin cuestionar normas vigentes. Y es tan ético el asunto que recientemente una importante autoridad universitaria acepto estampar su nombre en un documento oficial sobre ética, sin que su contenido se vinculara con tal asunto.

Así, ¿existe posibilidad desde la filosofía de reivindicar la ética y la política como formas de relación humana? ¿En tiempos violentos tendrá sentido la ética? ¿se podrá debatir acerca de la academia como gestora de visiones tecnócratas-empresariales interesadas en certificaciones internacionales o formadora de profesionales al servicio de los grupos más desprotegidos?

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3. Desde el punto de vista de los grupos políticos y económicos en el poder, el Estado es factor necesario de la identidad nacional. Reflexionar sobre el Estado depositario de la identidad encarna la idea de una identidad homogénea y compacta, significa que dentro de los marcos de la sociedad nacional sólo serán aceptados los que admitan las razones impuestas desde el poder. Los demás se convierten en material desechable ya que no se consideran las desigualdades individuales. Así es la visión de los que conducen muchos países, en oposición a uno de los supuestos fundamentales del pensamiento político moderno: la existencia del pluralismo ideológico.

Sin embargo, a la par de sospechosas identidades nacionales, únicas, absolutas, emergen otras en contra de versiones oficiales, hegemónicas; son formas periféricas, regionales, a veces en ascenso, en otras ocasiones invisibles, negadas, rechazadas, pero impulsadas por dinámicas sociales y económicas como la globalización y la defensa de los territorios; van formándose alrededor de la participación ciudadana, de la discusión acerca del concepto de género, de las etnias, de las poblaciones negras, de las personas excluidas que son vistas como objetos de estudio para especialistas, oportunidad mercantil para empresarios y asunto interesante para el turismo y los museos.

Si la identidad fuera un espacio efectivo, real, pleno de diversidad y diferencias, en donde se proponen alternativas desde los intereses particulares independientemente del Estado, desde ese sistema de contradicciones pueden desarrollarse otros contenidos para formas conceptuales como la libertad, la justicia, el respeto y la calidad de vida. Proponer también reivindicaciones como la lucha contra la supremacía patriarcal, la militarización de la sociedad, contra la explotación de los cuerpos, la violación de los derechos humanos, la criminalización de las luchas sociales y la lucha contra el racismo y otras fuentes de marginalidad de las personas, que no sólo quieren vivir, sino vivir con sentido humano.

Los nuevos momentos identitarios promovidos desde los movimientos sociales, podrán fundamentarse en una educación que supere la formalidad de los sistemas oficiales ahora llenos del lenguaje de la fábrica y de la informática, que forje mejor conciencia acerca de la necesidad de la economía solidaría y la memoria histórica, con nuevas comprensiones de la diversidad humana y la protección de la naturaleza; que considere que las sociedades se han convertido en lugares inadecuados para la mayoría y que aseguren la reparación de los daños provocados a la cultura y a las personas, que reconduzcan los procesos sociales y desmantelen la capacidad destructiva de los sistemas sociales, desde donde se imponen visiones únicas del mundo que posibilitan la producción y reproducción de formas de dominio sobre la especie humana.

En esta circunstancia ¿cuál será la respuesta de la filosofía frente a los problemas de las identidades? ¿Tendremos capacidad teórica de enfrentar estos asuntos? ¿será importante recuperar la discusión sobre la identidad a partir de Hegel y ver si tiene alguna vigencia?

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4. Desde 1989 se ha pontificado sobre el fin de la historia, del sujeto, la muerte de las ideologías y de las utopías. Frente al fracaso de un modelo totalitario desde otro modelo mucho más agresivo se promueve la idea que no hay alternativas. Igual que en el infierno de Dante se insinúa que hay que perder toda esperanza porque el mundo está bien conducido. Además, el hundimiento de las ideologías daba paso a otro modo de hacer ideología en donde los llamados saberes muertos, como la filosofía política y su herramienta fundamental que es la crítica quedan sin validez, al quedar relegada la capacidad de elaborar argumentaciones críticas sobre la realidad.

Frente a tantas rupturas podemos reflexionar, edificar una forma de pensamiento que enfrente esas rupturas y que tome en cuenta las continuidades producidas por el trabajo humano en toda su diversidad. Reflexionar sobre los aspectos negativos de la racionalidad dominante. Me refiero a la racionalidad del mercado que pone en altares a la eficacia y la competencia y que rechaza cualquier otra opción; incluso, desde ella se pone en peligro la reproducción de toda la existencia. En nuestros países sabemos muy bien la forma dramática y demencial de los rechazos de la razón dominante y que, en la práctica, se expresa como muerte y represión.

Entonces ¿Tendrá la filosofía argumentos suficientes para construir una racionalidad diferente? ¿Podemos proponer los elementos teóricos que permitan reconocernos en una razón más incluyente? Frente a cualquier autoritarismo ¿será tarea de la filosofía debatir sobre procesos participativos democráticos?

5. Todos sabemos que la filosofía aspira, junto a otras disciplinas, a generar concepciones de la realidad y cada forma de conocimiento lo hace desde sus categorías y con sus procedimientos. En ese afán la filosofía no sólo trata de mostrar saberes, también de manifestar las consecuencias de sus aplicaciones. Para tal efecto existe el poderoso instrumento de las investigaciones interdisciplinarias y otros calificativos similares. Ese carácter inter-multi-transdisciplinario ha estado presente en la filosofía desde que aparece en la historia humana. A pesar de ello parece que nos toca ponernos al día en esos asuntos y se nos muestra como otra novedad en las investigaciones las formas cuantitativas como modelos a seguir en eso raro que llaman “Gestión del Conocimiento” y el fomento del emprendedurismo con la intención de certificarse y captar fondos externos. Y nada de investigación.

Desde finales del siglo XIX hay un rápido desarrollo de las ciencias naturales y las sociales; sus cultivadores dejaron de llamarse filósofos y tomaron para sí el nombre de científicos. Mientras que los que seguían llamándose filósofos les tocó refugiarse en las universidades para cultivar su disciplina, generar las grandes síntesis del conocimiento, divulgar conocimientos y, en especial, teorizar sobre filosofía de la ciencia o sobre política haciendo uso de los métodos de aquellas ciencias. Al más puro estilo del darwinismo social se trataba de desarrollar una capacidad de adaptación para sobrevivir en nuevos ambientes, por ello se intentó emplear los métodos de las ciencias hasta plegarse a las maneras institucionales de hacer ciencia. Siendo así, se nos piden productos, que aparezcan debidamente indexados en publicaciones internacionales y obtener la respectiva certificación. Esto no es tan complicado.

Pero se trata de hacer ver que la filosofía en principio efectúa sus investigaciones haciendo acopio de otras formas de conocimientos, no sólo científicos, y, fundamentalmente, se convierte en una actividad muy incómoda para el poder y para la ciencia institucional cuando despliega su tarea principal: la crítica.
Esa crítica debe poner en su lugar los intentos de grupos del poder por mostrar sus normas como si fueran las únicas; esclarecer la intención de separar la ciencia de las implicaciones morales; mostrar, pues, que uno de los objetivos en la formación humana no se limita a la producción de conocimientos sino la construcción de una vida digna y sin exclusiones. En el caso nuestro, el medio para ejercer la actividad crítica no es más que la razón y los resultados teóricos.

Las limitaciones de lo que comúnmente se denomina ciencia pueden verse en que el método no ha sido suficiente para estudiar algo tan básico como las posibilidades de edificar vidas dignas sin necesidad de imposiciones. La forma actual de la ciencia tiende más bien a la especialización y a la fragmentación de la realidad, cuestión totalmente ajena a la convivencia entre personas. Esa ciencia que se cultiva en nuestras universidades solamente podrá generar personas atentas al horario, plegadas a los códigos, reglamentadas y atentas al tiempo y a la descripción de las cosas.

Entonces ¿podrá una filosofía de la ciencia aclarar la importancia y límites de las investigaciones cuantitativas? ¿Cómo establecer vínculos entre la ciencia y la ética para mostrar las consecuencias de sus actuaciones? ¿Será suficiente afirmar que la crítica es nuestro instrumento principal o sólo es una simulación?

10 de julio de 2017, a las puertas de otra intervención en la Unah.

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