Crónicas de familia: parejas políticas

EGO28 febrero, 2017

Por Albany Flores


Las relaciones de poder expresadas a través de relaciones familiares son asunto histórico, sobre todo si nos referimos al poder económico y político heredado de una generación a otra, en lo que comúnmente llamamos el “poder hereditario», y que ha sido una práctica común a lo largo de la historia de la humanidad. Hasta la primera mitad del siglo XX, ese poder hereditario había sido prácticamente exclusivo de los padres a los hijos, y así sucesivamente; pero esa tendencia cambió favorablemente para la mujer —hasta entonces casi totalmente excluida del poder— con la reconquista del poder femenino en el espacio público, el sufragio universal y las actividades productivas.

El siglo XX fue el siglo de la reivindicación de la mujer como sujeto activo de la sociedad, y su participación en los asuntos políticos tomó relevancia a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, con la llegada de grandes mujeres a la dirección de sus gobiernos. De ese modo, los hombres que controlaban los gobiernos fueron cediendo el paso paulatinamente a nombres como los de Golda Meir, Margareth Thatcher, Indira Gandhi o corazón Aquino, quienes tomaron el control de los gobiernos de sus Estados en una etapa tan convulsa con la época de la post-guerra y la Guerra Fría.

Su destacada gestión, su visión del mundo y la efectividad de sus gestiones le valió a su género una participación cada vez mayor en las cuestiones del poder. La mujer del siglo XIX y comienzos del siglo XX que había estado (desde la antigüedad) a la sombra de los hombres, dando pie la famosa y misógina frase de “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”, decidió salir del anonimato, reclamar su lugar y tomar partido de las grandes decisiones de sus sociedades.

Así surgió una “nueva” relación en los procesos políticos de las redes familiares, que no precisamente fue siempre renovadora, nos referimos a  las parejas políticas que tomaron el poder de muchas de las naciones americanas. Sobre este fenómeno, el politólogo e historiador hondureño Tulio Baladamenti ha expresado a El Pulso que: «El fenómeno de las parejas sentimentales que se presentaron como binomio político en muchos de los países de Latinoamérica cambió de muchas maneras el panorama político de la región, pero aunque la mayoría de ellas se presentaron ante el mundo y ante sus pueblos como las panaceas de los problemas, la historia y sus actos demostraron lo contrario, porque una vez en el poder, no sólo comenzó a florecer lo que llamamos nepotismo, sino enormes redes de corrupción familiares que a la postre acabaron por hacer más daño que beneficios, con sus contadas excepciones. Uno puede revisar, por ejemplo, el caso de la familia Perón, en la Argentina de mediados de siglo, y se dará cuenta que esa aparente época de cambio que prometió ser el peronismo —que incluso convirtió erróneamente en héroes a los integrantes de la familia gobernante— fue en realidad un tiempo de significativo retroceso cultural, económico y social de la nación, pues el poder que había alcanzado el peronismo había convertido Juan Domingo y Eva Perón en una familia casi monárquica, por lo menos en la visión que ellos tenían de sí mismos. Ese es quizá uno de los mayores  problemas que han presentado muchas de las parejas políticas latinoamericanas, el hecho de pensar que su labor es indispensable, que su poder es infinito y que nadie puede recriminarles, porque “ellos están allí para el pueblo”».

Contrario a lo expresado por Baladamenti, parece que “el principal interés del Gobierno peronista  fue evitar que los conflictos políticos y sociales existentes derivaran en la insostenibilidad del Régimen. Así, éste se vio obligado a tomar medidas que favorecieran a los sectores de ingresos medios y bajos, en particular impulsando la industria (intensiva en mano de obra y por tanto propulsora de mayores salarios) en detrimento del sector agropecuario. Dado el descontento que las políticas económicas generarían en los sectores tradicionales, la cintura política necesaria para realizar una gestión exitosa debía sustentarse en condiciones externas favorables que permitieran generar un crecimiento sostenido, sin afectar la rentabilidad de los sectores perjudicados[1]”. Lamentablemente esto no ocurrió tal como el gobierno lo había presupuestado, y los resultados fueron más bien adversos.

La primera etapa del peronismo fue prometedora. El gobierno se basaba en tres medidas principales: la negación de la lucha de clases, la independencia económica del país y la neutralidad internacional. El período estuvo signado por el endeudamiento externo y por el cierre de la economía en relación al resto del mundo. La opinión de los autores es que ambos fenómenos no pueden ser aprehendidos en su totalidad si no se analizan las políticas internas: el temor de que el fin de la guerra eliminara una industria incipiente en la cual no había ventajas comparativas, y que en consecuencia se generara un elevado nivel de desempleo, llevó al gobierno peronista a “cerrar” la economía para hacer rentable la actividad industrial y así estimular la creación de puestos de trabajo[2]. A pesar de la retórica desarrollista, independiente y la supuesta “cercanía” con el pueblo, el peronismo no consiguió sus propósitos, y no dejó ser der un largo gobierno populista, cuyo final dio paso a los regímenes temerarios que azotaron a la Argentina de la segunda mitad del siglo XX.

Pero el fenómeno de las parejas políticas en la Argentina como el toda la región sigue siendo cosa del presente. Recientemente acaba de pasar la gestión de la familia Kischner, que gobernó el país por más de 12 años (2003-2015) bajo el mismo modelo de gobierno populista que tampoco creó mayores beneficios para la nación, y al contrario de ello, algunos de los integrantes de la familia han sido acusados de corrupción.

La tendencia familiar política ha sido amplia en América. En los Estados Unidos el ex-Presidente Bill Clinton y su esposa Hillary Clinton, han sido parte del poder político de esa nación por más de 20 años, al grado que la señora Clinton ha sido la candidata demócrata más reciente en buscar la Presidencia de su país.

Centroamérica tampoco queda exenta. El proyecto “revolucionario” nicaragüense, dirigido por el ex opositor Daniel Ortega, ha tomado matices de dictadura de familia, y es actualmente dirigido por Ortega y su esposa Rosario Murillo, quien actualmente funge como la vice Presidenta de su marido, en lo que la prensa mundial ha considerado como “la monarquía nicaragüense”.

«Con el nombramiento de sus hijos como asesores y de su esposa como vocera del Gobierno y como canciller, el presidente Ortega viola la Constitución de Nicaragua, recientemente reformada por él para permanecer en el poder indefinidamente. Azahalea Solís, experta en temas constitucionales, afirma que Ortega ha violado el artículo 130 de la Constitución, que establece que los funcionarios públicos, incluido el presidente, no pueden nombrar en cargos del Estado a sus familiares[3]».

Honduras no es ajena a esa tendencia. En el siglo pasado, muchos clanes familiares controlaron la política y la economía nacional. Pero una pareja política sobresalió por primera vez, aunque no logró consolidar el poder político que perseguía como sí lo hicieron los Perón o los Ortega-Murillo. Hablamos de la pareja política conformada por Juan Alberto Melgar Castro y Nora Gúnera de Melgar. Juan Alberto Melgar fue un militar que se convirtió en Jefe de Estado de Honduras entre 1975 y 1978, y quien legó una tradición política importante a su esposa, Nora Gúnera, quien no llegó a ser Presidenta del país como quiso, pero quien se convirtió en la mujer política más importante de la historia hondureña.

El presente inmediato del país, derivado de la crisis política del 2009, presenta una nueva pareja política conformada por el ex-Presidente Manuel “Mel” Zelaya Rosales y su esposa, Xiomara Castro Sarmiento, una fórmula que hasta ahora (cuando menos como pareja política) no ha conseguido los éxitos deseados.

Dado que el ex-Presidente Zelaya está casi “invalidado” para optar de nuevo a la Presidencia —A pesar del contexto de reelección que vive el país— por los términos establecidos en el Acuerdo de Cartagena de Indias firmado en 2011, la candidata de la fórmula familiar que representa a su partido, el Partido LIBRE, ha sido y es su esposa Xiomara Castro, quien asegura que ella fue la gran vencedora de las Elecciones Generales del 2013 de las que resultó Presidente el actual mandatario Juan Orlando Hernández, quien a su vez, y según la opinión de la oposición, le hizo fraude a Castro para quedarse con el poder.

Hoy día, a las puertas de las Elecciones Primarias de marzo de este año, Xiomara Castro sigue siendo la primera opción presidencial de LIBRE (y de la Alianza Opositora) para enfrentar de nuevo a Juan Orlando Hernández en su intento de reelección. Pero el votante de LIBRE tiene muy claro que «votar por Xiomara es votar por Mel, y viceversa».

En el caso que Xiomara Castro ganara las elecciones, evitando así la actual “dictadura” que denuncia la oposición, el país sólo espera que no sea el comienzo de otra monarquía tercermundista, como la que dirige la pareja Ortega-Murillo.

 

Citas al pie.

[1] Para amplia véase: http://www.aaep.org.ar/anales/works/works2007/feldman.pdf

[2] Ver: Halperin Donghi, Tulio. “La larga agonía de la Argentina peronista. Disponible en: http://www.acuedi.org/ddata/181.pdf

[3] Disponible en: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/03/08/actualidad/1425841264_576914.html

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