Salvador Madrid: « La gran responsabilidad de un escritor es su obra»

EGO6 enero, 2017

Por Albany Flores 


—. ¿Doce años después de la aparición de Visión de las cenizas (2004), qué percepción tenés sobre ese libro ahora?

«Cuando pienso en ese libro, pienso en sus motivaciones y en su esencia; surge de ese modo la misma sensación que desató la lectura de mis percepciones sobre el mundo telúrico y sus seres mientras se edificaba. Aunque el libro salió en 2004, realmente fue escrito antes, entre mis 18 y 21 años, eso sería entre 1996 y 1999. Eran días de mucha literatura: el descubrimiento de las grandes tradiciones poéticas, la búsqueda de narrativas más allá de las que el boom nos dejaba por acumulación, pobreza de mercado, manipulación editorial o pereza de nuestros profesores.

La poética de ese libro no es gratuita, trata de distanciarse de la poesía de la  década anterior plagada por el realismo socialista. Nuestras miradas como generación se alzaron más allá de todo eso, lo que no significaba artificio o escapismo, eran los noventas y el rock nos sonaba fuerte, Bukoswki, Merren, la Generación Beat, lecturas ya tardías encandilaban la deriva de nuestras hazañas como encandilan hoy a muchos, entraba el buen cine, la llegada del internet y los primeros celulares, vivíamos la periferia de una época y la periferia urbana de eso que definían como ciudad. Era un tiempo de mucha experimentación poética y el mapa se configuró con lo poco que dejó aquel desastre de nuestra primera juventud cuando creíamos que nada nuestro podría agotarse jamás.

Los referentes se derrumbaban: escuchábamos trova para creer en los despojos y abríamos los ojos a la música electrónica y a lo DJ de indumentaria aún indescifrable para nosotros, nos curábamos el sonambulismo con Manu Chao, los grafitis borrosos de la revolución y de las pandillas románticas de los ochenta se remplazaban por otros códigos de una exótica violencia que configuraba lo que serían las maras.

Lo raro de todo esto es que la poesía siempre define las cosas de modo inesperado y en lo personal no pudo ser lo contrario: yo creía en ese tiempo que terminaría con un primer libro totalmente experimental, urbano y chillante como un quemón de neumático entre la zona de los neones, pero terminé con un libro contemplativo que me exigía un viaje interior hacia la memoria de mis orígenes y de ese modo me lancé  a escribirlo, sería un libro sobre el mundo telúrico, sobre los seres de la ruralidad y lo hice. Los retos estaban claros para mí desde el inicio: no caer en el regionalismo, el uso de la imagen depurada y leve sin los excesos del barroquismo, simbólico pero no hermético y sobre todo autentico; no quería verme como un gran poeta o un joven poeta, sino como un tipo sincero; tampoco quería tener un lugar entre los creadores, ni tener aprobación.

Hoy puedo decir que el libro me dejó una lección y es el aprendizaje de la sencillez, la obediencia a la conciencia creativa más que a las poses, las modas, los eufemismos, la política y los alardes. Si vos me preguntas para saber si algo cambiaría, te digo sinceramente que sí, aunque para muchos es un libro valioso de un poeta joven, pienso que debí publicarlo antes y no llevarlo tanto tiempo conmigo, cuando el libro salió a luz yo escribía otras cosas; pero guardo ese libro con gratitud, cerró un ciclo para mí y sin hacer tratos corruptos con profesores de español, paradójicamente se vendió todo y tuve comida y ron por un año, eso era suficiente en aquellos días».

—. ¿Qué temáticas persisten en la obra de Salvador Madrid?, ¿hay temáticas permanentes?

«Los poetas operamos de otro modo, mucho más caótico, arbitrario y antagonista, y sin duda esa es la riqueza de toda poesía que va más allá de los temas y vuelve sobre instantes que pueden resultar esenciales o de simple interés para crear.

Las temáticas pueden leerse o resolverse mejor desde otras aristas; a la poesía le corresponde asumir miradas mucho más sensibles y menos instrumentalizadas. He de decir que guardo interés por ciertos aspectos de la naturaleza humana: la memoria, el amor, la dignidad, el erotismo, la justicia y el poder; el lío con esto es que nada está fijo o te aparece con alguna pureza, sino traslapado entre otros aspectos o en filiaciones de la vida que no se imaginan, por eso no me interesan las temáticas en la poesía, creo que eso le corresponde más al ensayo o a la narrativa.

Es difícil configurar miradas homogéneas desde la poesía, es tan fugaz y tan esquiva; adoro los que intentan ofrecernos una mirada sobre la realidad; eso lo aprendí leyendo a poetas como Perse, Kavafis, Talk, Pessoa, Bulnes y aunque no lo creas de Alexis Ramírez que una noche dijo en un conversatorio que “los poetas hacían poemas no libros”, mira que frase más singular y cuánto podríamos escribir o conversar sobre ella».

—. ¿Para qué sirve la poesía?

«Contrario a lo que muchos piensan, la poesía sirve para todo. Bueno… aclaremos esto desde cierta perspectiva: yo no vivo en el mundo de los poetas, ni en el circuito de arte; ya lo hice y ya me decepcioné; así que mi vida transcurre entre cosas más importantes, no entre la apabullante y lustrosa miseria de la vida literaria de Honduras, llámese cafés, academias donde lo que menos hay son académicos, logias, diplomacia, fundaciones, museos y toda eso que corona con su hipocresía la deformidad estética y cobarde de este tiempo. Me alejé de ahí porque no me interesa el Olimpo o qué ciudad tiene los culos más brillantes o si existe la balanza de los que escriben bien o mal, he querido respirar un poco. Definido y aclarado esto, digo que la poesía sirve en primer lugar para afinar el don de la dignidad humana, para crear una conciencia que no es un instrumento de análisis del mundo sino una esencia que te permite comprender el mundo y dignificar tu vida y la de los otros; te ayuda a ser transparente, osado, honesto, educado y a saber cuándo debes afilar tus palabras como el más aborrecible hijo de puta.

No puede ser de otro modo, un buen poeta es un hombre auténtico y consecuente. Cuando dicen “Ahí va un poeta” no se debe tomar como un elogio, sino como el reconocimiento de una voz que dignifica, defiende la vida y busca la justicia, además de ser un espíritu cuya individualidad brilla por sobre la vida cotidiana. La poesía como referencia de un tiempo o como militante de una postura política queda lisiada porque se vuelve instrumentalizada; la poesía sale bien librada cuando va de la mano con los hondos valores de la vida, por cierto esos que les gusta pisotear a los de la Dere y a los de la Izquier».

—. ¿Cómo contarías tu experiencia como fundador de Paíspoesible?, ¿qué enseñanzas te dejó?

«En estos días escribo sobre Paíspoesible, no por nostalgia sino porque creo que fue una experiencia vital para la poesía y la gestión cultural hondureña.

Nos unió la desidia, la periferia y sobre todo la creación de espacios más democráticos para la poesía que en esos días era un lenguaje exclusivo de las vacas sagradas; así que fuimos quizá el primer grupo que se decidió por trabajar desde la calle con la poesía y activamos lo que ha sido el mejor momento cultural de Tegucigalpa en muchas décadas.

Creo que funcionó porque nunca nos asumimos un grupo con posturas estéticas o como generación; todo lo contrario alentábamos el individualismo creativo; nunca nos auto promocionamos, más bien abrimos las puertas a otros jóvenes, se revalorizó la buena poesía hondureña. El grupo era plural, multidisciplinario: poetas, músicos, narradores, historiadores, artistas visuales, docentes y teatreros; nos abrimos unos a la tradición, otros al experimento, otros al arte contemporáneo, compartíamos lecturas, llevamos miles de libros quienes les interesaba, cruzamos el país leyendo literatura, casi siempre de otros autores y no nuestra; fortalecimos una amistad hermosa, al grado que cuando los conflictos horadaron al grupo y la carnicería llegó exigiendo su espacio, pudimos salir bien librados, la mayoría, creo. El grupo pensaba que era importante tener una postura política de izquierda al final cada quien resolvió sus dilemas. Lo importante es que fue un espacio para potenciar la buena poesía y quienes lo conformaron son buenos poetas, magníficos gestores y animadores culturales, referencias del trabajo artístico en Honduras. El resto de cosas lo dirá la historia literaria de ese momento. Particularmente digo que mucho de lo que soy y de lo que hago, lo aprendí ahí con mis compañeros a quienes extraño y con quienes ocasionalmente nos encontramos para compartir».

—. ¿Y qué hay de “Leer es fiesta”?

«Leer es fiesta inició en Paíspoesible como respuesta a la crisis de las publicaciones, hicimos miles de libros para promocionar la literatura y la lectura. Luego de la desbandada de Paíspoesíble quedamos algunos trabajando en ello: Rolando Kattan, Néstor Ulloa, Armando Maldonado, Héctor Santos y yo. La publicidad a veces nos da el crédito más a Rolando y a mí, sin embargo hay que ser justos y dar el crédito en iguales condiciones a todos los compañeros; igual crédito merecen las empresas e instituciones que patrocinaron el proyecto: El Heraldo, el CCET, la Cooperativa Sagrada Familia, la antigua Secretaría de Cultura y la Alcaldía Municipal de Tegucigalpa.

Fue un proyecto de voluntariado a rajatabla que en muchas ocasiones fue criticado por suponernos traidores del puritanismo de la izquierda y cercanos a los embelesos de los dioses del capital, lo que es irrisorio, nadie dijo que aportábamos nuestros pocos recursos para realizarlo, que  trabajamos mucho para sacar adelante el proyecto o que había mucha calidad en lo publicado. Creo que deberíamos reiniciar esa iniciativa, hoy más que nunca es necesario que las lecturas literarias lleguen a más personas».

—. ¿Qué cosas desaprendió Salvador en estos años de trabajos y experiencias?

«Todo lo contrario: aprendí más en estos años. Aprendí a maravillarme y a creer poderosamente bajo cualquier circunstancia, a asombrarme y a descubrir; aprendí a no cuidarme, a saber que los amigos son pocos y que la amistad es un privilegio que todos los hombres y las mujeres deberíamos experimentar. A ser un rebelde con causa aunque me deleita el anarquismo  o el concepto de deriva de Los Situacionistas, no creo en el arte como espectáculo. Pienso que hay muchas cosas que debemos institucionalizar y luego desbaratarlas. Aprendí a no tener miedo a pesar de las amenazas de muerte, a esperar, a tratar de vivir los días, a detenerme un poco para ver el paisaje, a conmoverme sin hacer un escándalo y tratar de ayudar. Aprendí a estar feliz con el hombre y con el poeta que soy. Aprendí con mis razones y mi dignidad a luchar todos los días; aprendí a conocer las vueltas y los aullidos del cacicazgo estúpido y cerril que no llega ni al codo de la derecha y a mirar de reojo la verborrea de la falsa izquierda hondureña.

En el presente viajo ligero de equipaje y soy feliz de tener a mi lado una mujer que me ama, un hijo que espero y los amigos que siempre traen una clara música solidaria a mis días. Escucho y leo las cosas esenciales; sé con quienes quiero dialogar y avanzo con ellos. Aprendí a tomar trabajos creativos aunque me confine en las montañas: es una suerte trabajar con temas relacionados a la literatura, dime vos Albani, si no puede ser dichoso lo que te voy a contar: entrevisté a una niña de 9 años que se ha leído 524 cuentos en una biblioteca donada por Plan International Honduras en Lempira, hablamos dos horas de 37 cuentos, vos que escribís sobre cultura, ¿no se te apetece visitarnos un día y ser parte de este asombro?

Y aprendí que todo lo que sé y digo valida este instante presente de mi vida, que mañana o en el futuro todo puede cambiar, que cuanto digo no está cosificado ni escrito en piedra y que si me haces estas mismas preguntas en cinco años, tendrías auténticas diferentes respuestas y lo fijo sería aquello que únicamente fortalece mi espíritu en evolución».

—. ¿Qué cambió y qué permanece en la poesía de Salvador Madrid entre Visión de las Cenizas y Mientras la sombra (2015)?

«Cuando escribí mi primer poema lo leí durante muchos días, no sabía que era aquel lenguaje, no se lo mostré a nadie y tampoco me asumí poeta o un ser signado por las musas. No puedo explicar aun hoy esa sensación, sólo puedo decir que era un llamado hondo y antiguo que codificaba mi sensibilidad de un modo diferente, esa sensación me la dieron las palabras; sin embargo comprendí a medida que el tiempo pasa que uno no es poeta ante el lenguaje sino ante la vida.

Las lecturas y el oficio te permiten decantar las cosas, pero no ha cambiado lo esencial, esa idea de dar cuenta de un instante, esa forma de leer la realidad, ese amor por escribir, pero también por maravillarse en la lectura y en la brillantez  de otros poetas.

De aquellos días hasta hoy he ganado un poco de paz, he afinado mis creencias, sé que soy habilidoso con la poesía, pero sé que la habilidad no es suficiente: yo podría escribir centenares de poemas pero trato de escribir sólo aquello que me permite orientarme en el mundo y esa es una razón ética. Hay veces que la poesía llega alada, otras veces te sale de las rodillas o de debajo de la lengua con todo el óxido de la razón, llega perfumada desde los bosques o la pobre viene coronada de mierda, le corresponde al poeta tratarla con dignidad porque es una voz de muchos que por instantes nos permite ser sus mensajeros.

Permanece sobre todo la idea que se es poeta ante la vida no ante el lenguaje porque no existe un lenguaje poético cosificado, no hay un árbol de donde puedes tomar ciertos frutos, todo lo contrario nos concierne cada vez inventar un lenguaje poético, único, dado por la vida para hablar de un instante a través del poema, ahí se recrea y lo más hermoso: ahí se destruye. Sólo los falsos poetas pueden vanagloriarse de una formula creativa, pero la gran poesía es los lenguajes dispuestos como una herida. Y otra cosa es que he aprendido el valor del silencio en este oficio cuya naturaleza no sólo es estética y técnica, sino más bien un asomo a ese lugar sin límites donde la intuición, la inteligencia y la sensibilidad deben ser escuchadas. Sé bien que la universalidad entendida solo como criterio estético es más un mito académico y una vulgaridad, pues la realidad y el tiempo de cada poeta es fuente única y nutre a la poesía de forma esencial con diferencias abismales o con cercanías asombrosas, a menos que fuéramos librescos o se maquilaran los poemas. Un buen poema define al mundo desde una vocación personal, en un espacio certero y da cuenta de la vida, así discurses desde una banca frente al Sena, bajo un árbol en La Patagonia, entre las hojas del otoño en Praga o en La Sapera de Tegucigalpa».

—.  ¿Cuándo decidiste fundar el Festival Gracias Convoca, y con qué visión?

«Cuando fundé el Festival Gracias Convoca en el año 2013, casi sin ayuda y contra viento y marea, el apoyo de pocos empresarios, la negatividad de la mayoría y la buena respuesta de muchos artistas e intelectuales, nunca imaginé que un día sería plataforma para homenajear a oscuros personajes vinculados con la muerte, la violencia y con el abuso de los Derechos Humanos en Honduras. Y aunque no creo que haya un complot o una estrategia para desmontarlo como mucha gente ha dicho y volverlo lo que es hoy: un espacio sin carácter y que desprestigia a quienes participan en él, pienso que se vino abajo por una simple acción de ignorancia de nuestras autoridades, queda la responsabilidad moral en cada uno de los empresarios que hoy están en la Cámara de Turismo de Gracias, llevar esa mancha cuando se haga la historia.

Yo soñé un festival lleno de celebración, honestidad, sentido crítico que reuniera al pueblo con sus artistas e intelectuales, que hiciera brillar la cultura lenca no presentándolos como suvenires, sino como sujetos históricos renovadores de su cultura. Hoy es cualquier evento fantoche y social; ojalá se pudiera recuperar.

Gracias tiene una desgracia: la mayoría de personas ignora lo valioso que es esta región a nivel cultural, son ellos mismos quienes sistemáticamente han ido destruyéndola, desplomando su casco histórico, marginando su Guancasco, burlándose de los hermosos giros lingüísticos de los indígenas y de sus rituales, y hoy con la boga del turismo olvidan que la gente no viene aquí por quedarse en un hotel, sino por los relatos que les hemos contado de esta legendaria tierra, por sus paisajes, su barro, sus creencias. Lo que atrae de Gracias es la riqueza de la gente simple, del pueblo indígena, del ciudadano de a píe, la gente viene a ver a Mito Galeano, a doña Desideria, a ver a La Chila la Alcaldesa vitalicia de la ciudad por  designio de los Guanquitos, quiere llenarse los pulmones con el aire limpio del Celaque; no quieren un discurso quieren hundirse en la leyenda, palpar la nostalgia, oler los hornos de doña Meches, sentir como se deshacen en la boca los panes de Guanteque, conocer los verdaderos totopostes y ticucos lencas, las iglesias coloniales, el canopy de La Campa y sus laboriosas artesanas del barro, el café achocolatado que no ocupa azúcar.

El tiempo que estará en el poder el presidente don Juan Orlando Hernández, es estratégico para Gracias, pero si se aprovecha como un proyecto de ciudad y no se reduce al beneficio de un grupúsculo que casi siempre son los políticos y el presidente con los ciudadanos logra crear un proyecto cultural permanente  (no eventos aislados) y potenciar a los actores culturales como empresarios: mercado del arte y las artesanías, publicaciones, espacios culturales dirigidos por expertos, sensibilización sobre la responsabilidad social y sobre todo voluntad política y apertura para ver el arte y la cultura como una aliada de la economía y no como amenaza. La cultura es desarrollo, es dinero, es turismo, progreso, es formación de carácter ciudadano, identidad, convivencia, nos vuelve felices, críticos, cercanos a la celebración, a la democracia, inclusivos y tolerantes.

Lo que diré quizá sea objeto de crítica, pero estoy seguro que el presidente puede darle un giro a los acontecimientos culturales y turísticos en Gracias, es un hombre que está muy orgulloso de ser de aquí, ama su tierra y le ha apostado con fuerza. Gracias ha crecido con Juan Orlando Hernández. Pienso que con propuestas bien cimentadas que proyecten esta ciudad a futuro y que vengan de los artistas e intelectuales, de los grupos de ciudadanos que trabajan el tema cultural y no de los políticos, se podría hacer de Gracias una ciudad cultural muy rica y atractiva para todos. Ese es el futuro».

—. Actualmente coordinás el Proyecto Fomento la Cultura Lectora en Niñas y Niños de Lempira de Plan International Honduras. Contanos un poco al respecto.

«La vida me permitió acercarme a la belleza, me corresponde dar cuenta de ella y es así  que puedo decir que trabajo en el mejor proyecto de bibliotecas de Honduras. El mérito es compartido pues es un proyecto impulsado por Plan International Honduras y la Fundación Blue Lupin, hay un eficiente equipo de trabajo que ha venido aprendiendo estos años y de fondo hay un liderazgo bien definido de Belinda Portillo, Directora de País de Plan International Honduras y de Edgardo Cruz, gerente de la institución en Lempira, personas que creen y luchan por la niñez.

Este es un proyecto de bibliotecas creativas donde las niñas y los niños se hacen lectores a través del arte y la animación lectora; se lee por placer y alegría y se activa culturalmente a la comunidad. Plan International ha dispuesto más de veinticinco mil libros para las niñas y niños, aulas equipadas con mobiliario atractivo, con un programa artístico que incluye títeres, mimos, cuentacuentos, teatro, cine infantil, fotografía, dibujo.

La fuerza del proyecto es la producción artística de las niñas y los niños, además del respaldo de diez gobiernos locales, de la Dirección Departamental de Educación de Lempira y de fondo esa disposición de muchos artistas, periodistas, escritores o intelectuales que vienen a Lempira a apoyar el proyecto. Este modelo de biblioteca debería ser adoptado por el Estado, es totalmente funcional,  autónomo, no hay bibliotecarios ni profesores enojados, ni reglas de presión para las niñas y niños; aquí se forma una generación de lectores voraces y solidarios; el sistema educativo hondureño y sus tecnócratas no pudo lograrlo, pero las niñas y los niños si: en las montañas de Lempira está esperando este tesoro, una niñez brillante donde hay casos de niñas y niños que han leído más de cuatrocientos libros en tres años de implementación del proyecto.

Aquí de nuevo entra el tema de voluntad política: pienso que si acercamos al presidente Juan Orlando Hernández a este proyecto y conoce su desbordante potencialidad, podría hacer crecer estas bibliotecas creativas y brindarle a más  niñas y niños de Honduras esas habilidades para la vida que se necesitan para vivir en paz y triunfar; podría ser integrado al sistema educativo nacional.

Fabricio Estrada cuando conoció el proyecto dijo una frase muy certera “Los niños y Plan International Honduras han puesto un punto en el horizonte de la esperanza, si nosotros y el Estado no lo vemos para afianzarnos a él y volar a partir de ahí, estaremos acentuando que somos cínicos”. Yo espero que este proyecto crezca porque es una referencia universal de buena práctica educativa. Queda hacer más bibliotecas; en Plan International Honduras y en su equipo de trabajo desplegado en Lempira está esa semilla, le queda al país y a sus autoridades sembrarla y soñar».

—. ¿Y Viceversa, tu sección cultural en El Heraldo, qué nuevas narrativas y poéticas nos trae?

«En estas cosas, vos como creador y periodista cultural sabés tanto como yo: nos toca ir tras los autores y sus obras que creemos son importantes, a veces terminamos satisfechos y otras veces nos quedamos con las manos vacías, sin material para publicar porque no nos dieron una entrevista, no pudimos obtener una obra, no encontramos referencias, etc., a veces configuramos planes, buscamos posibles lecturas, pero nuestro circuito es bastante básico: escasas publicaciones, material visual deficiente, casi no hay referencias; nos toca entonces sacrificarnos y hacer enormes esfuerzos para publicar. Esto es así cuando asumes responsablemente tu trabajo, si quieres ser misceláneo o cliché pues es fácil, pero cuando eres transparente y te arriesgas a exponerte es difícil.

Hay tanto que mostrar del arte de Honduras, tanta obra valiosa que leer o mirar y tristemente no podemos dedicarnos por completo a esa tarea. Lamento que pocos escritores se dediquen a hacer reseñas, crónicas, crítica o que simplemente escriban u opinen sobre la producción cultural. Entiendo las razones y siempre decimos que los medios son de los burgueses o de los políticos, que el golpe, que me matarán si escribo, pero veo que la producción virtual también es muy escasa y cuando se utiliza casi siempre es para propósitos mediocres.

Viceversas es de los creadores hondureños, de ellos dependerá si permanece o crece; es un espacio referencial y fraterno, sin compromisos y la sección trata de ser sincera. Los juicios, los errores y los aciertos que ese espacio genere son mi responsabilidad y yo sabré como lidiar con ellos. Eso es lo que puedo decir. Lo demás sería contar que hasta el sol de hoy me tratan con respeto en diario El Heraldo; en un tiempo muchos me acusaron de fascista porque escribía para El Heraldo, cuando pasó esto, lo leí, me sonreí y ya. No puedes darle respuesta a todo, peor a la estupidez».

—. ¿Cuál es la gran responsabilidad de un escritor?

«La gran responsabilidad de un escritor es su obra. Si un escritor hace bien su obra, los hombres y las mujeres sabrán encontrar en ella lo que necesitan».

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