EXILIO INVOLUNTARIO POR RAZONES DE VIOLENCIA Y CRIMINALIDAD.

EGO29 diciembre, 2016

Unos 75 mil hondureños salen del país cada año, en busca de mejores condiciones de vida y de trabajo. Más de un millón hondureños reside en el exterior de la nación. Los migrantes hondureños en los Estados Unidos son responsables del envío de por lo menos 3 mil millones de dólares anuales en concepto de remesas a sus familiares en Honduras, convirtiéndolos en uno de los motores principales de la nuestra debilitada economía.

Hasta principios de la década de los 2000, los procesos migratorios desde Centroamérica cambiaron radicalmente y para mal. Hasta ese entonces los migrantes de toda la región conocían los peligros que suponía la travesía de irse de “mojado” a los Estados Unidos. Todos hablaban de La Bestia, de las largas y extenuantes jornadas por caminos solitarios y el temido desierto, de la profundidad del Río Bravo, de las garitas policiales y las persecuciones de La Migra.

A partir de los 2000, la situación de los migrantes indocumentados cambió radicalmente. Por un lado, las condiciones del viaje por las tierras mejicanas tomó un rumbo de alta peligrosidad, ya no sólo por el sufrimiento y sacrificio al que debían someterse los que intentaban cruzar hasta los EE UU, sino por el control territorial que comenzaron a ejercer los grupos criminales como Los Zetas y grupos ligados al narcotráfico. Entonces comenzó a florecer una época negra de desapariciones, secuestros, intimidaciones y asesinatos hacia los migrantes. Los más perjudicados fueron los migrantes centroamericanos.

Según reportes del Observatorio Consular Migratorio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, sólo en 2015 unos 75,875 hondureños fueron deportados, mientras que hasta la fecha, finales de diciembre del 2016, unos 69,103 hondureños retornaron al país por la misma causa; por lo que para este año se reporta una disminución de 6,772 deportados.

En la migración de los hondureños hacia otros países, particularmente hacia los Estados Unidos se encuentran diversas causalidades: la separación familiar, la fragmentación familiar, la pobreza, el desempleo, la carencia de niveles educativos óptimos, y últimamente por inseguridad ciudadana, violencia y criminalidad.

El Pulso se desplazó hacia la zona norte del país, donde a raíz de la ola de violencia y criminalidad ligada al tráfico de armas y droga, muchas familias han sido despojadas de sus pertenencias, a la vez que han sido desplazas hacia nuevos domicilios a causa de las amenazas a muerte o la muerte de familiares, asesinados por la criminalidad.

EL CASO DE LA FAMILIA GONZÁLES FLORES.

El 19 de septiembre de 2013[1], en horas de la noche, mientras se conducían por la localidad de El Porvenir, La Ceiba, Honduras, con un camión de la marca Isuzu cargado de ganado proveniente de Aguas Billas, La Mosquitia, fueron atracados y brutalmente  asesinados 6 hombres, alrededor de las 7:30 de la noche.

Entre las mortales víctimas se encontraron los hermanos César, Irán y Carlos Gonzáles, comerciantes ganaderos de la mencionada comunidad de Aguas Billas, además de otros 3 hombres que los acompañaban, y que, al parecer, eran los potenciales compradores del ganado transportado.

Según relató a El Pulso Elizabeth Flores[2], esposa del malogrado señor César Gonzáles, quien acompañaba a su esposo en el lugar de los hechos y quien, por gracias de Dios alcanzó a escapar de la balas al huir e internarse en la profundidad de las plantaciones aledañas al suceso:

«Nosotros nos habíamos venido de Aguas Billas desde hacía una semana, y habíamos venido arriando (pastoreando el ganado) a pie durante una semana, hasta que llegamos a Puerto Lempira (departamento de Gracias a Dios) donde embarcamos el ganado para llevarlo hasta La Ceiba donde lo íbamos a vender. Ya habíamos vendido uno de los dos camiones que traíamos cargados, y de seguro los ladrones ya sabían que nosotros teníamos el dinero de ésa venta, porque, cuando nos interceptaron, no mediaron palabra con nosotros y comenzaron a disparar de repente. Después de eso, yo no me di cuenta cómo hice, pero salí corriendo por todo el monte de la plantación. La verdad no sé si fue que no me vieron o no me quisieron matar. Al final no se llevaron nada porque había una estación policial cerca, pero luego nos dimos cuenta que la verdadera intención de los asesinos era quedarse con todas nuestras propiedades en La Mosquitia, y que habían sido enviados por los narcotraficantes, por eso tuvimos que irnos y dejar todo lo que habíamos hecho, nuestros bienes y nuestras vidas. Después nos fuimos a vivir a Catacamas, Olancho, sin nada, sólo mis hijos y yo, sabiendo que nunca más podíamos volver porque los traficantes que se habían quedado con todo nos matarían. Lo peor es que eso le pasa a un montón de gente en este país».

—. ¿La policía les resolvió algo, los ayudó?

—.«Me da pena decirlo pero no. La policía lo único que hizo fue llegar como una hora después donde quedó el camión. Y lo que más me da cólera es que como a media hora de camino había una posta, por eso digo que la policía estaba involucrada en todo. Lo peor fue que cuando llegaron yo salí del monte para pedir auxilio, y me empezaron a decir que tenían que investigarme porque yo era la única que había quedado viva y que por eso era la principal sospechosa. Me llevaron a La Ceiba y me tuvieron detenida hasta que llegó mi familia con tres abogados primos míos. Cuando me soltaron la policía me dijo que las reses y el camión tenían que quedarse allí para la investigación, y hasta el día de hoy, más de dos años después, no han devuelto nada».

—. ¿Qué pasó con sus propiedades?

—. «Lo perdí todo. Mi marido tenía más de cien cabezas de ganado, de eso habíamos vivido durante toda la vida. Yo denuncié todo, pero la propia policía me dijo que no podían hacer casi nada porque los narcotraficantes habían ocupado todas mis propiedades, y que por eso era inútil intentar recuperar algo, sobre todo porque sí yo luchaba por ellas me iban a matar a mí y mis hijos. Así que, después de todo, dejé que se perdiera todo y me compre una casita vine aquí a Yoro con los últimos ahorritos que teníamos. Lo perdí todo y nadie hizo nada. En este país no hay justicia, no hay nada. Lo peor es que algo casi igual le está pasando a unos familiares aquí en Yoro».

EL CASO DE LA FAMILIA REYES FLORES.

El departamento de Yoro, ubicado en el norte de Honduras, ocupa uno de los índices más altos de violencia criminalidad, ya hasta mediados del 2014[3], presentaba una tasa de homicidio de 93.4 asesinatos por cada 100,000 habitantes. Esto nos habla de un promedio terrorífico, sobre todo si tomamos en cuenta que la tasa promedio mundial se mantiene en 6.2 por cada 100,000 habitantes hasta abril de 2014.

En la ciudad de Yoro, ubicada en el mismo departamento, son muchas los casos de familias que han optado por abandonar sus viviendas, sus propiedades, sus parientes y sus vidas en la ciudad, por los constantes peligros a los que se ven expuestos a diario.

La familia Reyes Flores, parientes en primer grado de la familia Gonzáles Flores (anteriormente referida), también se vio en la necesidad de abandonar todo cuanto poseía cuando El Capo de ciudad amenazó de muerte a todos sus integrantes, luego de que un allegado a la familia fuera acusado de haber asesinado a uno de sus más temidos “sicarios” (asesinos).

Ellos, al igual que muchas otras familias de la localidad (Uclés, Chávez, Meráz, Jiménez, Argueta, etc.) fueron desterrados, amenazados a muerte si se quedaban o si intentaban regresar. Sin embargo, el verdadero trasfondo de esta situación es el deseo de las organizaciones criminales de despojar a las personas de sus propiedades, sobre todo de aquéllas que son una fuente de producción con importantes ingresos, y en algunos casos, como el de la familia Uclés —asilada en EE UU— para construir en ellas pistas de aterrizaje clandestinas para asegurar la llegada de las avionetas que transportan la droga.

La situación en la cuidad de Yoro es alarmante, al grado de que solamente existen 5 polícias para una población de al menos 90,000 habitantes, así, todo aquel individuo que sufra una amenaza es un muerto potencial: o se marcha o se muere.

Cuando El Pulso lo consultó sobre su experiencia (vía telefónica), el joven Adonis Ávila Reyes, éste manifestó:

«Es una lástima que nuestro país se haya convertido en la mierda que es ahora. Yo estaba a punto de terminar mi carrera de Derecho en San Pedro, pero tuve que venirme con mi mamá, mi novia y mis dos hermanos para acá (Estados Unidos) porque el Patrón del pueblo nos dijo que si no “nos perdíamos” ya sabíamos a lo que nos ateníamos. Allí en Yoro todo el mundo sabe a quién me refiero. Todo el mundo sabe que la familia del Alcalde, que aunque estén presos, siguen mandando en todo, y se hace lo que ellos digan. El pleito con nosotros fue porque en la propiedad que teníamos en una aldea del pueblo mataron a un sicario de ellos, y nos echaron el problema a nosotros, diciendo que éramos nosotros, cuando Dios sabe que no es cierto. Sólo la mano de Dios puede resolver la miseria de ese país, sólo Dios».

 Citas al pie.

[1] Para ampliar sobre esta noticia consúltese www.laprensa.hn, edición del 20/09/13, sección de Sucesos.

[2] Entrevista realizada a Elizabeth Flores (esposa de César Gonzáles), el día 26 de diciembre de 2016, 10:52 am.

[3] Véase el Índice de Seguridad Pública/Centroamérica, Red de Desarrollo y Defensa de América Latina (RESDAL), Honduras, 2013.

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