LA VIDA SOBRE RUEDAS, EL BUS Y EL BUSITO [2/2]

EGO26 diciembre, 2016

Tomé un microbús a la altura de ALUCÓN en el sector de El Carrizal. Eran primeros días de diciembre y caía una llovizna aleve que apenas humedecía las calles. Casi colgado de la puerta del busito, el joven ayudante gritaba emocionado «!Venga, Venga, está vacío… venga la Centroamérica, Metromall, Las Cascadas, Plaza, la “U”, San Felipe…venga está vacío!…».

El chofer parecía distraído en pensamientos, y de cuando en cuando, giraba la cabeza hacia los lados y hacia atrás para observar que no vinieran carros al momento en que él se disponía a hacer una maniobra. Traía gafas de sol a pesar de la llovizna, y cada cierto tiempo cantaba la tonada de una canción de Manhattan que sonaba en la 94.1 “Su FM”: «Honey you, are my shining star, I need you…», mientras su copiloto lo incitaba reiteradamente a que pusiera “algo movido”, quizá una buena rola de Nicky Jam o Romeo Santos, “pa´que la gente no se aburra en el camino con tanto tráfico”.

Me senté justo detrás del copiloto muy cerca del chofer. Me dirigí a ambos con respeto. Les expliqué que estaba allí para hacerles una entrevista a los dos para un periódico digital hondureño, y que las preguntas eran solamente cuestiones de la rutina diaria que ellos hacían en su trabajo. Al principio me vieron con recelo, pero asintieron favorablemente a mi petición cuando les mostré mi credencial y mi carné de periodista.

Prometí no quitarles mucho tiempo y que la entrevista no sería tan formal, que sería una conversación normal, pero que la grabaría para no olvidar lo que dijeran. Asintieron otra vez. Cuando comencé, con la intención de realizar la primera pregunta sobre su trabajo, el copiloto —el ayudante—, me dijo que me cedería su asiento (contiguo al del chofer) para que sólo entrevistara al conductor, porque él debía estar pendiente de los pasajeros. Accedí. Una vez sentado a la par de conductor preparé mis herramientas. Habíamos llegado al puente de la Centroamérica y ya sonaba una bachata de Romeo Santos: «Dile al amor que no toque mi puerta, que ya no estoy en casa, que no vuelva mañana…».

Nos presentamos formalmente. Se llamaba Ramiro Girón, de 37 años y era originario de una aldea del Municipio de Danlí, El Paraíso. Entonces comencé con las preguntas:

. ¿Hace cuánto tiempo es conductor del transporte público?

—.«Desde los veinte años. En realidad aprendí a manejar muy cipote porque mi papá tiene una vaquitas allá en un aldea de Danlí que se llama El Ojo de Agua, y como mis otras hermanas eran mujeres y mi único hermano estaba muy pequeño, a mí me tocaba acompañar a mi viejo en los trabajos de la vega y en el cuidado de las vacas. No eran muchas, sólo habían como veinte, pero como mi papá ya era un hombre mayor no podía hacerlo solo, y pues a mí me tocaba ayudarle con todo. Cuando murió mi papá las cosas cambiaron bastante. No perdimos las cositas que teníamos, pero yo ya no quería vivir en la aldea y como tres meses después vendí unas dos vaquillas que me había dejado el viejo y con eso me vine a vivir con una tía allí en La Laguna. No había problema, porque ya tenía dieciocho años y todos mis hermanos ya estaban más grandes como para ayudar a mi mamá en las cosas de la casa.  Entonces, como ya sabía manejar no me costó mucho encontrar trabajo. Eso sí, yo no empecé trabajando como conductor, sino como ayudante, porque aunque era pesado para manejar, no conocía la ciudad. Pero le estoy hablando de finales de 1997, cuando las cosas no estaban tan malas todavía».

—. ¿Entonces, desde cuándo es conductor?

—.«Bueno (risas), me dieron mi primer carro a comienzos de 1999, cuando ya conocía las rutas. Pero antes no habían de estos carros, estas papadas son fáciles de manejar porque son pequeños, pero cuando yo empecé a uno sólo le daban de esos galones viejos (buses amarillos). La verdad que es que anduve en uno de esos como por once años porque le dueño era conocido de mi tía, y porque siempre he sido un hombre recto y de trabajo, y nunca di motivos para que me corrieran. Porque en este trabajo si uno no es honrado facilito se corrompe, porque agarra dinero todos los días, y como nadie lo está fiscalizando, si uno quiere, y si no es honrado, puede echarse su billete a la bolsa izquierda todos los días. Pero hay un Dios en los cielo que yo nunca lo hice, ni siquiera cuando era ayudante».

—. ¿Qué cosas han cambiado desde que comenzó en esto?

—.«Muchas. Muchísimas diría yo. En primer lugar las condiciones en que se trabaja ahora con todo eso de la delincuencia y la extorsión, porque no es que antes no fuera peligroso, pero había un poco más de respeto por la vida de la gente. En casi veinte años de andar en esto ha visto de todo y por eso nadie puede venir a contarme cómo es este país. Tengo muchos años de andar trabajando en las calles, y le puedo decir que he visto asaltos, pelas, tráfico de droga, de armas, y visto varias veces cómo matan a otras personas por distintos motivos. También he visto morir a muchos compañeros de trabajo, jóvenes la mayoría: todos asesinados. Hoy en día el que trabaja en esto es porque realmente tiene necesidad, porque de lo contrario jamás lo haría. Mire yo, por ejemplo, terminé el colegio y me gustan las cosas de Dios, leo La Biblia todos los días y sé que todo lo que nos está pasando ya está escrito en La Biblia, así que el único que nos puede ayudar es El Señor. Como le digo, no es que antes no había maldad, porque aquí las maras comenzaron a gobernar desde el 97 que yo vine, me acuerdo bien de eso. En todos estos sectores de Comayagüela había mareros, y hacían horrores con la gente. Pero aquí lo que vino a arruinar todo fue la droga, allí se arruinó este país».

—. ¿Cuál ha sido su peor experiencia en todos estos años de conductor de transporte público».

—.«He tenido muchas malas experiencias, como cualquier chofer de Honduras, pero siempre he puesto mi vida en las manos del Señor. Lo peor que me ha pasado fue un secuestro que me hicieron el 2005. Yo había dejado de “busear” (conducir autobús) porque estuve enfermo y estuve operado como tres meses, y cuando me recuperé me había quedado sin trabajo. Entonces no tardé mucho en conseguir uno de taxista. Me hacía una ruta todo el día desde la Universidad hasta la Kennedy. Me la pasaba tranquilo porque era una ruta corta y me iba bien porque era colectivo. Un día había estado trabajando desde la mañana, cuando, casi ya para terminar, dos jodidos, cipotes los dos, se quedaron de último en el taxi, hasta que allí por la normal me encañonaron con una escuadra y me llevaron allá por Las Uvas. Nunca me he sentido tan asustado en mi vida. Cuando estábamos allí por donde ahora es la UTH, uno de ellos me dijo que ese era mi día y que si hacía cualquier “pendejada” me iba a meter un tiro en la cabeza. Yo iba manejando como dormido del miedo, casi no sentía el timón en las manos y me temblaba la boca para hablar. Antes de llegar al puente de Las Uvas, me dijeron que me detuviera y que saliera rápido del carro. Cuando escuché aquello lo único que pensé fue que me había llegado la hora y empecé a llorar quedito. Pero entonces me arrimaron al carro y me quitaron todo el pisto. Después se subieron al corolita que andaba, se fueron y me dejaron tirado en la carretera.  La verdad en ese momento no nada importó nada el carro, a pesar que no era mío. Me fui caminando hasta una gasolinera y llamé a la policía y a mi mujer, y gracias Dios que todo lo hace, como a las dos horas la policía halló en carro por El Pedregal».

—. ¿Por qué ahora queman los buses y matan a muchos conductores?

—.«Eso es un pleito entre maras y entre muchos transportistas que se pelean el control de las rutas, pero otras veces es porque la gente no ha pagado el “impuesto de guerra”. Eso de la quema de buses es por el impuesto, pero también por control. Y yo creo que no está bien que se mate a los conductores porque nosotros no somos los culpables de nada y no somos los dueños de los carros, pero los extorsionadores lo hacen para meterle presión a los dueños de los buses y al gobierno. Porque todo el mundo sabe que muchos políticos están involucrados en el negocio del transporte, sino mire lo que hacen con el bono de los transportistas, que se lo dan a los dueños de los carros y no a los choferes y los ayudantes, que son lo que en realidad hacen el transporte, son los que trabajan y lo que sí tiene necesidad.  No es justo, alero, en este país todo está patas arriba.

—. ¿Qué quisiera que cambiara en el transporte público?

—.«La inseguridad, la injusticia, la matanza contra los motoristas».

Me despedí de Ramiro y me bajé frente a la Universidad Nacional después de más de media hora de conversación. El ayudante insistía con la voz y con las manos: «¡Venga está vacío, ¿se va?, súbase está vacío…el anillo, el Coliseo, la 21 de octubre, San Felipe, venga ya nos vamos!…».

 

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