LA IGLESIA: EL AVANCE DE LA SECULARIZACIÓN [1/3]

EGO8 diciembre, 2016

El avance de la secularización de la sociedad occidental ha mostrado un notable aceleramiento en los últimos 30 años. Desde su instauración en el Imperio romano y su introducción al mundo de Occidente en el siglo IV, el cristianismo se mantuvo como la religión predominante y predilecta de los pueblos “libres” del mundo. Hoy día, registra el número más bajo de creyentes en relación al innegable control ejercido en siglos anteriores. Si el siglo XX fue el siglo de la libertad de culto, el siglo XXI es el siglo de secularización y del agnosticismo.

Este problema, así como los innúmeros escándalos de pederastia de los que han sido acusados  muchos sacerdotes, debilitaron la hegemonía clerical, y fueron las causas para la reformulación del clero que tuvo lugar con la renuncia de Benedicto XVI y la llegada del Papa Francisco. Como ha escrito mordazmente Mario Vargas Llosa, con Benedicto XVI, «la Iglesia era ya una cadáver pútrido». Sus prácticas actuales, así como los fantasmas de un pasado lleno de crueldades, la han diezmado considerablemente con el paso del tiempo.

La secularización es la respuesta de la sociedad occidental a las prácticas nocivas que la religión ha realizado en el presente y pasado.

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El inicio más probable de la religión, según apunta Gordon Childe[1], fue el mismo momento en que el ser humano se percató de su dualidad, en un lapso lingüístico transitorio entre la onomatopeya y la palabra. Para él, cunando el ser humano descubrió su voz, descubrió otro mundo, el mundo de la dualidad: un cuerpo externo y un espíritu interno. Allí, según Childe, nació la religión; con el sentido de percepción de lo que es intangible, pero existe. Las palabras existen pero no se ven.

El cristianismo dominó absolutamente, y desde el siglo IV hasta nuestros días, ningún poder político o económico ha sido tan omnímodo y perenne, pues al recrear sociedades devotas, la Iglesia y el Clero estuvieron en la posición de influir en el ánimo y en las acciones de los gobernantes. Así nació el Estado cristiano, en la astucia política de hacer uso de las pasiones religiosas de los pueblos en su beneficio. Pasó en el viejo mundo, y en la América colonial, que aún no acaba de consolidar un verdadero Estado laico[2].

En Honduras, una nación de tradición religiosa, los primeros intentos por declarar la libertad de culto se emprendieron en los gobiernos de Francisco Morazán, en un tiempo en que la sociedad latinoamericana, recién emancipada de la Corona española, conservaba todavía una enorme influencia colonial en sus modos de vida y pensamiento. Una vez caído el proyecto morazanista, el gobierno de Francisco Ferrera (1841-1845) —un gobierno pro-monarquista—, restableció las antiguas leyes de la Colonia, que entre otras cosas determinaban a la religión cristiana como única religión del Estado.

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Quizá el punto más importante en la búsqueda de la libertad de culto se dio el gobierno de José Santos Guardiola, cuando éste decretó la libertad de culto en las regiones de La Mosquitia y las Islas de la Bahía, condición establecida por la Corona inglesa a cambio de devolver los territorios al Estado hondureño.

Este es un dato ampliamente difundido en la historiografía nacional. Se ha contado, por ejemplo, cómo ese acto de Guardiola significó una afrenta directa a las costumbres coloniales que todavía imperaban en plena mitad del siglo XIX.

Hoy día, Honduras sigue la dinámica del mundo, y sus procesos de religiosidad se debilitan, al tiempo que aumenta la secularización. Entre 1995 y 2015, según estudio del Latinobarómetro, Honduras se presenta como uno de los casos más emblemáticos de secularización en toda hispanoamérica. Para 1996,  de toda la población religiosa en Honduras, el 76% era católica. En 2013, la población católica presentó sólo un 47% en 2013.

«En Centroamérica el catolicismo cayó en un 17% y se emigró a la religión evangélica. Honduras pasó de un 76% de católicos y un 12% de evangélicos en 1996, a 47% de católicos y 41% por ciento de evangélicos en 2013. El fenómeno se repite en Nicaragua (-30% de católicos), Costa Rica (-19), y en menor medida en Panamá (17%), El Salvador (-13), y Guatemala (-7)[3]».

Lo anterior muestra que Guatemala sigue siendo el país más católico de Centroamérica, como lo fue durante toda la Colonia. Honduras, por su parte, se presenta como la nación del istmo donde más se incrementó en crecimiento de cristianismo protestante (evangélicos) en detrimento del catolicismo. Desde 1996 hasta 2015, los evangélicos aumentaron en un 29%, mismo porcentaje al que se redujeron los católicos.

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En Centroamérica ha existido una movilidad religiosa dentro del cristianismo, pero na ha existido un proceso considerable de secularización, como sí ocurre con algunos países sudamericanos, como el Uruguay, con un 41% de católicos y un nivel de agnosticismo del 38%. Uruguay es el país más secular de Latinoamérica.

El Pulso consultó sobre este tema al pastor evangélico Ramón Gabriel Sánchez de la Iglesia de Dios de la Profecía, quien respondió:

«Yo creo que el crecimiento de las denominaciones evangélicas y la reducción de los católicos se debe al convencimiento de las personas de que la única forma de servir a Dios en espíritu y verdad es dejando atrás la vida de libertades, deleites y pecados de los que no se ha alejado la religión católica. El catolicismo, al contrario de guiar a las personas a la bondad de Dios, los conduce por los caminos de la idolatría, aun cuando las Sagradas Escrituras establecen que el único Dios es Jehová».

¿Qué causas sociales identifica en ese proceso?

«Son muchas, la primera es la necesidad de las personas por sentirse liberadas de sus cargas, de los problemas diarios y todos los problemas del país. En un país donde miles de personas mueren asesinadas a diario, donde la mayoría de los crímenes quedan impunes, donde no hay educación ni empleo, las personas buscan un refugio; y la religión, la Iglesia cristiana, está ahí para ellos. Pero hay un elemento del que nadie está hablando y es el más importante, me refiero al fracaso de la familia».

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¿Cómo concibe el incremento de la secularización de la sociedad occidental, le preocupa que se expanda en Honduras?

«La sociedad actual lo ha diseñado de esa manera. Le cuentan a la sociedad todo lo malo que la Iglesia hizo en el pasado, que la Iglesia y que los pastores evangélicos de hoy en día sólo buscan el dinero de la gente y que ser pastor evangélico es sinónimo de vendedor de la palabra de Dios. Pero eso no es del todo cierto, porque sí existe el lucro en la iglesia, realizado por personas falsas e inescrupulosas, pero también existen personas con una verdadera vocación de servicio. Lo que no se dice de la Iglesia es que a pesar de todo lo malo e imperfecto que pueda tener, también ha hecho grandes aportes a la disciplina de los hombres y mujeres, al recato, el respeto, la dignidad, la rectitud de carácter y de espíritu, el honor, y el respeto por el prójimo. En síntesis, la sociedad que hemos creado es una sociedad que exalta los anti-valores y premia la vulgaridad, que denigra buen comportamiento, los sanos pensamientos y la espiritualidad. Somos una sociedad de hombre que abandonan a sus hijos, de mujeres que abortan a sus hijos, de jóvenes que viven en drogadicción, violencia, crimen y promiscuidad. Y todo lo hemos hecho en nombre de la libertad, pero con el paso de los años, esa libertad que construimos nos dejará un costo aún más alto del que ya estamos pagando. En una sociedad como esa, no me extraña que la sociedad abandone su fe, pero me entristece profundamente, porque, ¿qué es de un ser humano sin fe, qué es un ser humano sin Dios?».

¿Es Honduras una sociedad religiosa o una sociedad cada vez más secular?

«La experiencia nos ha enseñado que los hondureños son muy religiosos desde siempre, y quizá esa sea la única razón, el hecho de que nos agarremos de la mano del señor, por la que este país no ha sufrido más de lo que ya lo ha hecho. También es cierto que hoy hay mucha más gente que no cree en Dios, que es agnóstica o que, si tiene su fe, no asiste a una iglesia. Pero creo que a pesar de eso, el hondureño promedio es una persona temerosa de Dios, y profesa la fe cristiana, ya sea evangélica o católica. Así que, por fortuna, la secularización no ha llegado a nosotros como en los países europeos, donde es alarmante; aunque sí es cierto que los niveles de agnosticismo e incredulidad han aumentado».

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Citas al pie. 

[1] Childe, Gordon. Los orígenes de la civilización, traducción castellana de Eli de Gortari, 2ª ed., Fondo de Cultura Económica, México, 1997. La primera edición es de 1954.

[2] Lea también la segunda parte de esta crónica: La iglesia: apreciaciones sobre el Estado laico en Honduras.

[3] Latinobarómetro, “Las religiones en tiempos del Papa Francisco”. Disponible en: https://www.cooperativa.cl/noticias/site/artic/20140416/asocfile/20140416220038/las_religiones_en_tiempos_del_papa_francisco.pdf

 

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