Cuba en la Honduras

EGO30 noviembre, 2016

Por Albany Flores


De todos es conocido que las relaciones entre Cuba y Honduras tienen sus antecedentes en la segunda mitad del siglo XIX, y que en cuanto a historia política y social, ambos Estados han sido pueblos hermanos.

El 12 de agosto de 1886, el gran pensador americano José Martí, dirigió una emotiva carta desde Nueva York al gobierno reformista de Luis Bográn, en la que el poeta exhortaba a los hondureños a no dejar su país, diciendo: «Nada hay en esta ciudad donde los ruidos pasman, que no exista en el país donde florece el ópalo, y los novillos juegan como si tuviesen espíritu de luz[1]».

Las relaciones Cuba-Honduras se dieron en el marco del proceso independentista cubano, que se había extendido durante largas décadas. Dicha visión independentista había sido alentada por la rebelión de los negros de Haití contra la Corona francesa a comienzos de la década de 1790, producto de la Revolución francesa ocurrida en 1789. Los negros haitianos, liderados por François Dominique Toussaint-Louverture, quien había iniciado un levantamiento de negros esclavos contra la opresión de los colonos franceses.

La familia del espresidente Carlos Roberto Reina, fueron cercanos amigos de Fidel Castro.
La familia del espresidente Carlos Roberto Reina, fueron cercanos amigos de Fidel Castro.

El afamado escritor cubano, Alejo Carpentier, ha dado vida y forma a este proceso, novelando de manera formidable la crónica de los hechos ocurrido en Puerto Príncipe, Santa Domingo y La Habana, durante las última década del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX, cuando se libraron las cruentas batallas de la liberación. Dos novelas suyas testifican la historia de negritud latinoamericana, con una maestría aun no superada en nuestros días.

Por un lado encontramos El reino de este mundo (1949), una fabulosa narración sobre la situación de las formas de vida, de trabajo y de esclavitud de los negros caribeños, dentro de los grandes panoramas recreados en los propios imaginarios de una comunidad de esclavos que ya había iniciado un proyecto revolucionario, casi sin darse cuenta. La novela recrea la historia de Ti Noel, es negro cimarrón (desertor) que se entrega a la libertad adentrándose en las montañas y en los lugares más remotos de su isla, huyendo de la esclavitud y en busca de los conocimientos mágicos de su maestro, el mago Macandal. Y aunque hubo negros cimarrones en todo el continente durante todo el periodo colonial, la novela nos muestra no sólo la huida de un negro, sino el cansancio de un pueblo que busca su libertad.

Su otra novela, El siglo de las luces — acaso una de las mejores escritas en el español del siglo XX—, narra el conflicto ocurrido en las islas caribeñas de Cuba y Haití, durante la revolución francesa en América, en la que los negros caribeños (haitinaos) reclamaban su derecho a la libertad, basados en los principios humanos proclamados en la Revolución francesa: igualdad, equidad y libertad. De ese modo, los negros haitianos, a través de sus luchas y su consigna de “la libertad o la muerte”, obtuvieron su liberta definitiva con la proclamación de la Independencia Haitiana en 1804. No obstante, con la llegada de Henry Christophe una vez obtenida la libertad, comenzó una dictadura, igual o peor en la isla.

Al final del gobierno de Carlos Roberto Flores se restablecieron las relaciones diplomáticas con Cuba.
Al final del gobierno de Carlos Roberto Flores se restablecieron las relaciones diplomáticas con Cuba.

He aquí una ambivalencia y una curiosidad de la historia. A pesar de haber iniciado a un mismo tiempo sus procesos de liberación, Cuba y Haití tomaron rumbos diferentes. Mientras que Haití logró su emancipación de Francia —a un terrible costo— en los inicios del siglo XIX, siendo la primera nación latinoamericana en conseguirlo, Cuba, por su parte, sólo lo consiguió en 1898, siendo la última nación del continente en hacerlo.

Nuestra historia común con la isla, como con todos los pueblos hispanos en América, comenzó con la Conquista, pero nuestra historia hermanada dio inicio cuando en la década de 1870 llegaron al país una importante cantidad de hombres cubanos, exiliados de la isla por los conflictos que habían propiciado los intentos libertarios impulsados desde Santiago, Manzanillo y Camagüey, con el liderazgo, entre otros, de Devenido Céspedes, jefe de la “revolución”. El 10 de octubre de 1868 se produjo el Grito de independencia en su ingenio Demajagua, situado en la ciudad de Manzanillo, al tiempo que había realizado dos catos de gran simbolismo para la libertad: la liberación de sus propios esclavos y la redacción del Manifiesto del 10 de octubre, donde señalaba las causas de la lucha, la lucha armada como única vía posible para la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud[2]. El objetivo era destruir la riqueza cafetalera y azucarera para debilitar al poder criollo y peninsular, y así atacarlo.

A raíz de los hechos, y debido a la violenta respuesta de los monarquistas, muchos de los soldados y líderes del proyecto revolucionario, se vieron en la necesidad del exilio para evitar la muerte. Así, en la década de 1870, se reportaba la llegada a Honduras de hombres que determinarían momentos importantes de la historia de ambas naciones. Entre ellos se cuentan a Antonio Maceo, Tomás Estrada Palma, José Joaquín Palma, etc.

«Esos personajes ejercieron funciones importantes en los gobierno de Soto y Bográn, sobre todo, conspiraron, se prepararon y organizaron para continuar con el proceso independentista de Cuba al mando de José Martí. Entre ellos estaban Tomás Estrada Palma, el primer presidente de Cuba, aquí fue el primer Director General de Correos y director del Colegio Nacional de Segunda Enseñanza; el Lugarteniente General Antonio Maceo, comandante de armas de Puerto Cortés, Omoa, Tegucigalpa y secretario de defensa, con la caída del gobierno de Soto se vio obligado a emigrar a Costa Rica y luego a Estados Unidos. También estuvieron José Joaquín Palma, secretario particular del presidente Soto; Eusebio Hernández director del hospital San Felipe de Tegucigalpa y profesor de la escuela de medicina de la universidad central; Carlos Roloff director del banco de Amapala; el Mayor General Flor Crombet, enlace de Martí con los cubanos en Honduras; Manuel García Freyre, profesor del Colegio Nacional de Señoritas; Francisco de Paula Flores, fundador y director de la Escuela Normal de Olancho; el dominicano Máximo Gómez, director de aduanas, comandante de plaza  en Amapala y General de División del ejército de Honduras.  A todo ese grupo de exiliados se le conoció como el campamento Mambí, los luchadores independentistas que hicieron de Honduras su segunda patria[3]».

El Presitente Manuel Zelaya tuvo un acercamiento al bloque del Alba y Cuba durante su gobierno.
El Presitente Manuel Zelaya tuvo un acercamiento al bloque del Alba y Cuba durante su gobierno.

Ese lazo de amistad y compañerismo entre Cuba y Honduras no se extinguió una vez consumada la Independencia cubana. Con el proteccionismo ejercido por los Estados Unidos en la isla, luego de la guerra Hispano-cubana-americana, las relaciones entre ambas naciones —también con Centroamérica toda— siguió ofreciendo notables intercambios, sobre todo culturales.

Esas buenas relaciones históricas de rompieron de golpe el 22 de abril de 1961 —por el carácter conservador de Honduras—, a causa de la ruptura generalizada de los países latinoamericanos que de adherían a la políticas anti castristas impulsadas por los Estado Unidos. El distanciamiento se agravó durante las décadas de 1970y 1980, cuando el ultraconservador gobierno de Honduras, que había servido de base de operaciones a los Estados Unidos para hacer la contrarrevolución en Nicaragua, en la etapa de los gobiernos del Reformismo Militar, acusó a la Cuba de Fidel Castro de incentivar los proyectos revolucionarios comunistas en Centroamérica.

En realidad, la culpa no había sido cubana, sino de los gobiernos hondureños apegados al control y el poderío norteamericano.

El fin de la ruptura y el restablecimiento de las relaciones bilaterales se dieron en 1998, cuando el gobierno liberal del entonces Presidente Carlos Flores Facussé, dispuso poner fin al distanciamiento, y el 26 de enero del 2002, Honduras restableció sus relaciones con la isla. El acercamiento había iniciado el 15 de noviembre de 1997, durante el gobierno del también liberal Carlos Roberto Riena, cuyo gobierno había abierto una oficina de intereses en Cuba, en respuesta a la oficina que el gobierno cubano había abierto en el país.

La reciente visita del presidente Juan Orlando Hernandez abre un nuevo capítulo en las relaciones diplomáticas entre Honduras y Cuba.
La reciente visita del presidente Juan Orlando Hernandez abre un nuevo capítulo en las relaciones diplomáticas entre Honduras y Cuba.

«Luego del huracán Mitch azotara a Honduras en octubre del 1998, Cuba envió un numeroso contingente de médicos a ayudar a la emergencia y desde entonces, los médicos cubanos se mantuvieron trabajando en las comunidades rurales del país, tras el acuerdo firmado por el gobierno en el 20 de noviembre de 1999, en el marco de la IX Cumbre Iberoamericana realizada en La Habana[4]».

Desde entonces, Honduras y Cuba, dos pueblos históricamente aliados en una confianza de hermandad, al regresado al abrazo fraterno y cómplice.

Citas al peie.

[1] Disponible en: http://descargascdihh.ihah.hn/pdf/biblioteca/658/tomo_15/n_01/rabv15p52a53.pdf

[2] Callejas Opisso, Susana, et., al. Historia de Cuba, Editorial Pueblo y Educación, 2da edición corregida, 2011.

[3] Disponible en: http://conexihon.hn/site/opiniones/blog-de-gustavo-zelaya/antonio-maceo-en-honduras-118-a%C3%B1os-de-su-muerte

[4] Diario La Tribuna, edición del 28 de noviembre de 2016.

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