A propósito de las malas palabras.

EGO25 agosto, 2016

Consulta previa, políticas culturales y marginación en Honduras

…Por Josefina Dobinger – Álvarez Quioto

“¿…y porque nos van a sacar…?…¿y a donde nos van a ir a dejar?…aquí hay niños…”

“…me siento consternada, no tenemos donde ir a vivir, tenemos niños…

…solamente pedimos que nos dejen vivir tranquilos en nuestra comunidad…

Testimonios de mujeres garífunas. Desalojo comunidad de Barra Vieja, Tela. 2014

No acostumbro a decir malas palabras, gracias a las prácticas selectivas de nuestro sistema educativo, ¡Eso no se dice! Declaraban en tono imperativo en la escuela. Pero en los últimos tiempos la carga afectiva provocada por las noticias respecto al acontecer político cultural en Honduras hacen imposible no buscar apoyo y refugio en ellas. En acuerdo con el escritor Roberto Fontanarrosa (2004), se vuelve necesario atender la condición terapéutica de las malas palabras. Según su psicoterapeuta, expresó Fontanarrosa, son imprescindibles incluso para descargarse, para dejar de lado el estrés e invita a integrarlas al lenguaje advirtiendo, que las vamos a necesitar.

En los últimos meses he formulado diversas solicitudes de auxilio dirigidas particularmente a las malas palabras. En primer lugar para descargar la inaguantable frustración de no saber qué hacer ante acontecimientos sociales como el desalojo de poblaciones garífunas, indígenas y campesinas de sus territorios. Eufemismo para nombrar la expulsión y desprendimiento de los elementos que dan sentido a su existencia. Poblaciones golpeadas, aterrorizadas, sobre todo niños y niñas, alimentadas por el sollozo de ver sus comunidades exterminadas, violentadas, golpeadas y destruidas. Golpes impredecibles e irreparables que evidencian la fragmentación acelerada de las identidades. Similar a la fabricación de nichos para colocar en ellos, partes desmembradas de la identidad colonial criolla construida para las culturas latinoamericanas, la mestiza. Según Francesca Gargallo (2006) la identidad mestiza “terminó por construir e institucionalizar una triple mordaza para la expresión de las realidades históricas: a) la mentira del mestizaje generalizado, b) la minorización de las culturas indígenas y c) la negación de los aportes de las y los afrolatinoamericanos”.

Foto de Javier Maradiaga Melara
Foto de Javier Maradiaga Melara

La organización fraternal negra de Honduras OFRANEH, creada en 1978, así como diversas organizaciones civiles, han demandado públicamente el atropello que están viviendo las poblaciones indígenas, negras inglesas y garífunas de Honduras, en particular la violación al convenio 169 de la OIT al interior de la propuesta de ley de consulta previa promovida por el Estado de Honduras. Los recursos naturales que contienen los territorios de las comunidades son la discordia, el centro de disputa para beneficiar a sectores económicos poderosos, respaldándose para ello en “La propuesta anteproyecto de ley, marco de consulta libre, previa e informada a los pueblos indígenas y afrohondureños”.

Comencé a indagar sobre las dimensiones de afectación que contiene la propuesta de ley de consulta para las poblaciones antes mencionadas. Los resultados me condujeron hacia una diversidad de relatos que tropezaban con las políticas culturales, la memoria colectiva y el cuerpo como territorio de sentido. Cabe destacar que durante el proceso de indagación se me atravesaron innumerables malas palabras, nunca pensé que mi subconsciente fuera capaz de archivar tanta riqueza del lenguaje. Para mi sorpresa, fueron dos las palabras que repetitivamente salían de mi boca: Discriminación y racismo. Palabras marginadas del mundo expresivo de las malas palabras, sin embargo, poderosas en su fuerza expresiva, ya que dan cuerpo a un cumulo de sentimientos difíciles o sensibles, como muchas personas lo llaman. Principalmente al momento que se estructuran en tiempo y espacio evidenciando así, el peso atroz de la violencia e injusticia estructural que las convierte en insoportables.

Soy convencida que las palabrotas discriminación y racismo encabezan la lista de las malas palabras, quizá por sus embestidas éticas y morales hacia las otras. Marginales, porque se escriben al margen de los textos. Palabrotas ocultas en los márgenes de nuestros relatos históricos que han hecho posible encontrar algunas respuestas a la interrogante que me he planteado con sospecha: ¿Por qué una realidad como la consulta previa, que impacta la supervivencia de las comunidades garífunas, negras e indígenas, la criminalización de las juventudes, la anulación de los territorios corpóreos de las mujeres y el abandono y olvido de las migraciones, son abordados por parte del Estado hondureño y diversos sectores de la sociedad,  como sucesos aislados y fragmentados? Y por tanto ¿por qué son descarnados de las reflexiones respecto a las políticas culturales separándolas en mundos paralelos?

Se vuelve necesario recordar que la cultura “no es un hecho gratuito o inocente, y por lo tanto no es un fenómeno que existe de por sí -como los árboles o las piedras, o como una piel que todos vestimos al nacer y debemos conservar puesta para ser lo que somos-.” (Alvaro Quezada, 1996). De ahí que las políticas culturales aluden a la expresión humana, es decir a la manifestación de la agrupación de individuos con características propias, con una continuidad histórica que contiene diversas razas, idiomas y religiones, pero sobre todo, están fusionados por un mismo pasado e idealmente solidarizados en el presente con un proyecto común. Vivencias cargadas por el peso de la injusticia, impunidad, corrupción y violencia, refieren, necesariamente al orden cultural.

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Foto Óscar Estrada, familia Tawahka, Yapuguás.

En el caso de Honduras, como acontece en otros países del mundo, los acontecimientos sistemáticos de opresión y discriminación que han vivido sectores como los grupos culturalmente diferenciados, las mujeres, las migraciones y las juventudes, se presentan, de manera hipócrita, como hechos particulares y esporádicos a los que se les atribuye como causal de sus desgracias una condición marginal por su incapacidad de resolver y salir de su estado de crisis. El cuerpo social está siendo desmembrado, pero el síndrome del miembro fantasma nos recuerda que las memorias de nuestras experiencias vividas continúan teniendo un nexo entre la parte amputada y el cuerpo social. Es ante la falta de estímulos que se dificulta comprender la ausencia de estas partes que componen el cuerpo social en su conjunto. Sectores sociales diversos que podrían devolverle al pueblo hondureño la coherencia respecto a la unidad, a través de la recuperación de la riqueza inagotable de los significados que explican sus acciones, motivaciones, valores y razones subjetivas aportadas por cada persona sin distinción de raza, sexo, etárea, clase o discapacidad.

A propósito del cuerpo social desmembrado, la discriminación y el racismo, el relator especial sobre formas contemporáneas de racismo, discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia señaló, tras su visita a Honduras en 2005:

“la falta de una estrategia intelectual y ética contra el racismo y la discriminación…

….no parece que se hayan revisado ni los textos de historia ni la enseñanza de esta materia, terreno propicio para construir una identidad discriminadora y racista. La identidad que proyectan los medios de comunicación sigue manteniendo a la población indígena y de origen africano en la invisibilidad histórica, legado de la discriminación y del racismo. El sistema de valores dominante margina los valores y prácticas tradicionales, culturales y espirituales de esta población. Por ende, la construcción de un verdadero multiculturalismo, igualitario, interactivo y democrático, es un enorme reto para la sociedad hondureña.”

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Foto Delmer Membreño, pescadores artesanales, golfo de Fonseca.

Así, destaco un valioso aporte de Francesca Gargallo respecto a la confusión que contiene el multiculturalismo, ya que permite colocar a la luz de esta reflexión los componentes marginales dentro de los cuales ubico la discriminación y el racismo. El multiculturalismo facilita que el poder y la dominación continúen en manos de personas que no sacian sus egos de autoridad, facilitando las herramientas para desmembrar el cuerpo social –poblaciones culturalmente diferenciadas, mujeres, jóvenes y migrantes, entre otras-. “Baraja las ideas de igualdad y diferencia con una multiplicidad excluyente de realidades donde las mujeres están nuevamente todas divididas entre sí: blancas, negras, latinas, jóvenes, viejas, lesbianas, heterosexuales” (Gargallo, 2006). Se crea la percepción, en tanto miembro amputado, que las mujeres y otros sectores nombrados desde categorías selectivas, continúan conectados al cuerpo social, desde el canto épico que vuelve notable y heroica la igualdad, no obstante nos envía mensajes confusos y dolorosos. Una identidad fragmentada, discriminatoria y racista escrita en los márgenes de la historia que resalta, dice, expresa y saca a la luz aquellos aspectos disfuncionales en el texto.

Lo anterior es posible de comprender al dar lectura a uno de los apartados de la propuesta de ley de consulta, en su el artículo 20.- Etapa de resultado final de la consulta. “Consiste en los acuerdos y desacuerdos alcanzados producto del proceso del dialogo entre el Estado y los Pueblos Indígenas y Afrohondureños.

“El Estado, es el responsable de tomar la decisión final si procede o no la medida, debiendo en todo momento justificar el resultado de la misma, procurando tomar en consideración las sugerencias y recomendaciones emitidas por los pueblos en el proceso de la Consulta; garantizando en todo momento la protección de los derechos colectivos de éstos. En todo caso las observaciones a la misma deberán ser de, conocimiento a las instituciones involucradas”.

(El subrayado es mío)

Se vuelve preocupante cuando el Estado hondureño tiene algunas dificultades de comprensión sobre algunos términos irremplazables. Tal y como acontece con ciertas malas palabras, como advierte Fontanarrosa. Ejemplo de ello es lo que se entiende como territorios ancestrales, concepción que va más allá de la posesión de un terreno. Es un espacio que involucra la espiritualidad, la reproducción de valores, conocimientos, saberes en armonía con la naturaleza. Refiere a derechos que derivan de sus estructuras políticas, económicas y sociales y de sus culturas, de sus tradiciones espirituales, de su historia y de su filosofía, especialmente los derechos a sus tierras, territorios y recursos.  Descripción reducida sobre la amplia dimensión que abarca la concepción del territorio ancestral, véase la reflexión “Viaje por el tiempo, recordando los conocimientos ancestrales Tawahkas” publicada por El Pulso (Josefina Dobinger, 2016).

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Así, la disfuncionalidad en los textos se puede observar en  las palabras de la secretaria de turismo (2013) Nelly Karina Jeréz durante la entrevista realizada por la defensora en derechos humanos Piedad Córdoba, respecto a la manera en que el gobierno concilia la inconformidad tan grande que tiene la comunidad garífuna respecto a los megaproyectos turísticos, en razón que ellos se resisten en dejar sus territorios:

“…Miré, en el caso de los terrenos, lo primero que hace el gobierno es ver el terreno, que vocación es la que tiene…si es una vocación de agricultura, nosotros si es turística o no. Todo sitio de playa le pertenece al gobierno. ¿Qué es lo que hemos hecho? -advierte la secretaria de Turismo- Tenemos un gran proyecto…ya que el gobierno no puede poner hoteles, no puede construir, no puede hacer esto. Entonces vamos a ser ambos socios, en este caso gobierno y empresa privada….Si usted va a colocar un resort donde antes existía una comunidad garífuna y la comunidad garífuna dice: ok, nosotros vamos a desplazarnos hacia este otro terrenito de acá, lo mínimo que tienen ellos que hacer –los empresarios turísticos- es: todo empleo, toda inversión, toda persona, lo que ellos necesiten comprar, ya sea para su restaurante y todo eso, tiene que venir de la comunidad…” (Nelly Karina Jeréz, 2013)

Escuchar y transcribir estas palabras y no morir en el intento, solo fue posible, tal y como mencioné al inicio de esta reflexión, con el auxilio de las malas palabras: discriminación y racismo. Puedo tener la certeza que no es necesario realizar un análisis semiótico de los textos, por tanto del sistema de ideas que la contienen y las modulaciones necesarias para darles sentido. Se acota brevemente que los sectores desmembrados del cuerpo social son categorizados como vulnerables, pero al ubicarlos al interior del texto o cuerpo histórico es posible leerlos como marginales y como margen de un texto, resaltan aquello necesario para explicar el contenido de lo silenciado.

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Familia de campesinos, comunidad Guadalupe Carney, Colón.

Finalizando, se vuelve necesario apuntar que los garífunas, indígenas, negros ingleses, mujeres, juventudes anuladas (que alcanzan el 70% de la población hondureña), las y los migrantes, sabemos desde hace siglos, el significado de la discriminación y el racismo. Individuos indios, negros y mestizos sin oportunidad de vivir una vida digna. Tenemos claro que la identidad mestiza a la que hemos hecho referencia al interior de este escrito se arropa bajo la cobija colonialista de la igualdad, considerando a sus pobladores como salvajes. Así, Carlos Fuentes (2010) nos recuerda: “Al principio Colón dio un paso atrás hacia la Edad Dorada. Pero muy pronto, a través de sus propios actos, el paraíso terrenal fue destruido y los buenos salvajes de la víspera fueron vistos como “buenos para les mandar y les hazer trabajar y sembrar y hazer todo lo otro que fuera menester”.

En tal sentido, recordamos que las políticas culturales se encuentran insertas en un contexto social caracterizado por la ausencia histórica del Estado hondureño en lo que respecta la cultura, las artes y el deporte. El derecho cultural viene a ser un referente central desde el cual se reconoce la existencia de una racionalidad que subyace en las ciencias sociales y los intereses de los estados, al considerarla como única y verdadera, desconociendo la riqueza inagotable de maneras de ser y conocer el mundo. En tal sentido los diálogos dirigidos a concretar políticas culturales sólidas, requieren abordar las afectaciones, necesidades y sueños de todos los sectores que conforman el cuerpo social, es decir desde un diálogo intercultural, intersectorial, intergeneracional e interregional. Diálogos construidos y soñados hacia la búsqueda de la paz y no de la guerra, por tanto implican resistencias y luchas por defender nuestros territorios.

La ausencia de diálogo puede observarse en los niveles de violencia alcanzados en la última década en Honduras. El referente que aún causa dolor a nuestro pueblo ha sido el asesinato de Berta Cáceres que ha venido a representar las voces silenciadas, la impunidad y la irresponsabilidad del Estado ante las denuncias nacidas de un pensamiento propio y cercano a los relatos de nuestra historia nacional. Es así, que esta reflexión viene a ser una invitación a preguntarnos sobre el racismo y la discriminación al interior de nuestra forma común de vida –nuestro ehtos social-, con el fin de contribuir, en palabras de Leticia de Oyuela, al sueño de hacer de nuestro pueblo el proyecto de una nación.

Bogotá, 22.08.2016

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Josefina Dobinger – Álvarez Quioto

Investigadora social hondureña, Mag.Sc. en Estudios de la Mujer por la Universidad de Costa Rica, Diplomado en Trabajo, educación y consejería por Instituto de desarrollo económico WIFI, Viena Austria, especialista en trata de personas, historiadora y cofundadora de Mujeres en las Artes (MUA).

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